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Acto en Sevilla por los diez años de CaixaProinfancia. / El Correo
En un país donde uno de cada tres menores se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social, la labor de programas como el de CaixaProinfancia, de Obra Social la Caixa, es fundamental.
CaixaProinfancia, que trabaja para la promoción y el desarrollo integral de la infancia en situación de pobreza o exclusión social, celebra ahora su décimo aniversario en el Caixaforum de Sevilla realizando una evaluación de su labor. Diez años en los que el programa ha ayudado a 19.964 menores y a 11.381 familias en situación de pobreza en la provincia sevillana con una inversión de 39 millones de euros.
Los datos presentados por la entidad han sido muy positivos y en ellos se recoge que el 76 por ciento de los beneficiados ha notado mejoras en el rendimiento escolar y que el 64,7 por ciento de los padres ha afirmado que la autonomía de sus hijos ha mejorado notablemente gracias a las actividades de ocio que CaixaProinfancia organiza. Además, el 78 por ciento de las familias ha asegurado que su integración en las dinámicas escolares ha experimentado una notable mejora y que el 81,2 por ciento de los menores promociona en la etapa escolar que les corresponde. Algo muy reseñable también es que, mientras que en nuestro país el 30 por ciento de los menores en situación de riesgo de pobreza abandona los estudios antes de acabar la enseñanza escolar obligatoria, en el programa solo se ha dado en el seis por ciento de los casos.
Juan Manuel Flores, delegado de Bienestar Social y Empleo, ha felicitado la labor del programa y de todas las entidades colaboradoras, a la vez que señaló que, aunque se sigue necesitando mejorar, no quiere imaginar cómo estaría la situación sin CaixaProinfancia.
Miguel Ángel Díaz fue uno de esos niños que participó en los programas de CaixaProinfancia. Hoy cursa 3º en el grado de Filología Hispánica. Tiene varios premios literarios y está en proceso de publicar su primer libro. Hoy se siente agradecido y ha decidido colaborar como voluntario en los mismos campamentos en los que pasó su niñez. «Yo no soy el último árbol plantado. Ahora me toca a mí ayudar a otros árboles a dar sus frutos».
«Hay una implicación tremenda», afirmaba Elena, madre de Judith Molero, otra de las beneficiadas por el programa que actualmente cursa un módulo superior de farmacia. «Ofrece un programa completo y estoy muy agradecida».