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Arriba, cartel ante la falta de ascensores. / El Correo
«Para mi madre ya es tarde pero espero que pueda llegar a tiempo para el resto de vecinos». Pepín Palencia asume que ya no le servirá pero no se resigna a que «algún día» se instale el ascensor en el bloque de pisos. Su madre está postrada en una cama aunque el reclutamiento en el domicilio familiar le llegó mucho antes de que le venciera la enfermedad. «Le daba miedo bajar. Lo hacía sentada en una silla adaptada, que portábamos entre unos cuantos. Temía darse un golpe y se podía pasar semanas enteras sin salir».
El caso de esta familia de la calle Nicasio Gallego, en la barriada de San José Obrero, es uno de los más de 50 que han llegado recientemente a la asociación de vecinos El Triángulo solicitando ayudas públicas para sortear las temidas escaleras. «Tenemos dos personas casi sin vista, una anciana de 92 años y dos más con dificultades en las piernas»; «Tengo una discapacidad reconocida del 88 por ciento»; «Me encuentro en una silla de ruedas por lo que es imposible subir tres plantas»; «Tenemos enfermedades crónicas: infarto, artrosis... Somos jubilados, sin recursos económicos, y necesitamos una subvención para poner un ascensor». Es lo que han escrito de su puño y letra residentes del Fontanal, San José Obrero, La Rosaleda y Samaniego –los principales focos–, en los formularios remitidos a la sede vecinal para sondear los problemas de accesibilidad a las viviendas. «En torno al 90 por ciento de los pisos no tienen ascensores, y la media de edad supera los 60 años», apunta el vicepresidente de la asociación de vecinos, Manuel Fernández.
La entidad se ha unido a la plataforma ciudadana contra los pisos cárceles impulsada desde la barriada El Carmen, en el distrito Macarena, donde comparten el problema. En este sentido, las barriadas de San José Obrero han comenzado a movilizarse con pancartas en los balcones y otras acciones. El objetivo es acelerar el proceso de las subvenciones municipales. «No se puede permitir que en el siglo XXI haya quien se encuentre prisionero en su propio piso, a merced de la familia o de la solidaridad para hacer la compra o ir al médico», critica Concha Cortés, vecina del Fontanal, que cada vez que tiene que salir sufre «un martirio» a causa los problemas de movilidad que tiene tras varias operaciones. «Me he caído ya dos veces», confiesa.
Esta reivindicación vecinal va más allá y no se circunscribe solo a los ascensores. También exigen «rampas en los accesos a los bloques» o «elevadores homologados para camillas» en los «casos de urgencia detectados».