Carmona: tierra de misterios y encuentros imposibles

La localidad tiene una gran historia pero también tiene lugares encantados donde apariciones y fantasmas toman el protagonismo

08 oct 2017 / 20:56 h - Actualizado: 09 oct 2017 / 14:21 h.
"La aventura del misterio"
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Carmona es una de las ciudades importantes de la provincia de Sevilla, una localidad en un lugar estratégico desde donde se divida toda la zona de Los Alcores, La Vega y Las Terrazas. Su gran historia nos lleva a tiempos pretéritos, hace más de cinco milenios, en los que se llamaba Carmo y era plaza fuerte del legendario reino de Tartessos, pero por sus calles también han pasado civilizaciones que dejaron un gran legado cultural como fenicios, cartagineses o romanos.

Precisamente de Carmona el mítico Julio César dijo, con la sublevación de la Hispania Ulterior, aquella lapidaria frase: «Carmona es, con mucho, la ciudad más fuerte de toda la provincia [Bética]» (Carmo, quae est longe firmissima totius provinciae civitas) otorgando el estatus de municipio y el derecho de acuñar moneda y quedándonos, en la actualidad, vestigios de aquella etapa por la Vía Augusta o la Necrópolis de Carmona.

Igualmente gloriosa fue la etapa musulmana hasta la Reconquista y toma de la ciudad por las huestes de Fernando III el Santo, posteriormente el rey Pedro I remozó algunas de sus construcciones, como el Alcázar –hoy llamado también Alcázar del Rey Don Pedro o Alcázar de Arriba- que es más conocido como el Parador Nacional, operativo desde 1976.

El fantasma vengativo de Conchita en el colegio San Blas de Carmona

Carmona tiene una gran historia pero también tiene lugares encantados donde apariciones y fantasmas toman el protagonismo, como el popular Monasterio del Diablo o Huerta de San José, algunos cortijos con terribles historias personales en su interior –a nivel paranormal– y, también, relatos que afectan a centros públicos cómo, por ejemplo, un colegio.

Así nos debemos desplazar al colegio San Blas donde cuenta la leyenda que allí se encontró, hace décadas, por parte del conserje, el cadáver de Conchita, la limpiadora que se encargaba de los aseos. Aquel lúgubre incidente marcaría por siempre cada rincón del colegio. El conserje, asustado, dijo a la Policía, no haber movido el cadáver de la limpiadora, así la leyenda dice que el cuerpo «presentaba signos de haber tenido una muerte terrible y la cual duró varias horas, pues tenía marcas que demostraba que había sido mordisqueada al punto de que le faltaban trozos de carne en la cara y algunos en el cuerpo, la ropa rasgada en jirones, todo sobre un gran charco de sangre».

Pero por mucho que se investigó el caso jamás se pudo descubrir al asesino y pasó a engrosas, una vez más, la lista de casos indescifrables del archivo policial. No obstante en el colegio se cuenta una historia que relaciona aquel baño con incidentes más allá de lo racional. Se dice que los alumnos escuchaban como si alguien tocara la puerta del baño con la intención de que alguien la abriera. Comentaban que aunque escucharas sin abrir la puerta o preguntaras: «¿Hay alguien dentro?», nadie te respondía y sólo golpeando una vez la puerta o escuchando cómo la golpeaban era la señal de estar ocupado. Y, como en todos los colegios con alumnos ávidos de misterios, pronto se comenzó a decir que era el fantasma de la limpiadora muerta que, atormentada, estaría manifestándose en el lugar donde perdió la vida «llamando a la puerta para que aquel que quiera saber lo que sufrió pueda pasar lo mismo que ella».

Y la leyenda nos lleva a conocer la historia de un estudiante llamado Pedro que en una fiesta de fin de curso en el colegio iba a vivir uno de esos episodios que jamás podría olvidar en su vida. Pedro fue al aseo solo y estando en su interior recordó aquella vieja historia de apariciones y fantasmas, de ruidos imposibles y seres del más allá. Así nuestro protagonista, envalentonado por el consumo de alcohol, entró en el baño, cerró la puerta desde dentro y entonces sucedió lo imposible: escuchó cómo se hizo el silencio en el lugar, ya no se podía oír el jaleo de la fiesta, era como si algo hubiera apagado todo ese estruendo y hubiera aislado aquella zona del colegio.

Asustado pudo escuchar como comenzaron a sonar unos ruidos, eran porrazos, golpes, como si alguien llamara al otro lado de la puerta. ¡Nadie podía entrar allí! ¡Estaba cerrado desde dentro! ¿Quién llamaba?

Pedro, armado de valor, acertó a decir: «¿Quién es?», pero nadie contestó a su pregunta, sólo se escuchó un ruido, un golpe. Había alguien o algo pero no hablaba y, nuevamente, resonaron aquellos golpes. Pero volvió a decir: «¿Quién es?» y al no responder nadie, enfadado, espetó: «¿Quién es? ¡No jodan eh!», y nadie respondió. Trató de calmarse y se le ocurrió mirar por debajo de la puerta para ver si veía algún tipo de calzado o las piernas de algún bromista con ganas de guasa, pero no había nadie. Cada vez estaba más nervioso, el pulso acelerado, las lágrimas casi brotaban de sus ojos y un nudo se le cogía en el estómago que le apretaban las entrañas- Se armó, una vez más de valor, y abrió la puerta de forma violenta para salir corriendo en dirección a la puerta que él mismo había cerrado de acceso al cuarto de baño. En plena carrera a la puerta escucho tras de sí una voz, un susurro, era una mujer, justo a su espalda, entonces no pudo evitar echar la vista atrás, un acto de morbosa curiosidad. Lo que vio casi lo mata del susto: era la visión de una mujer que estaba cubierta de sangre y extendía los brazos queriendo llegar hasta donde él se encontraba. Pedro se golpeó fuertemente en la cabeza con la puerta y cayó sin sentido al suelo, al despertar lo rodeaban varias personas de la fiesta que trataban que se reanimara y le preguntaban sobre lo que le había pasado para estar así. Acertó a escuchar el sonido de la fiesta y que un amigo, que lo esperaba en la puerta del baño escuchó un golpe muy fuerte y fue cuando pidió ayuda para que le ayudaran a abrir aquella puerta cerrada desde el interior. Pedro era consciente que su historia podría no ser creída y pensarían que estaba bromeando pero en su pierna descubrieron que había unas marcas de haber sido mordido por un ser humano, quizás el inicio de la venganza de Conchita y de querer hacer sufrir, como ella sufrió, a todo aquel que entrara en el baño a desafiarla.

El colegio o escuela San Blas existe realmente. Está en la calle Cue de Brenes en Carmona, lo que no parece real es la historia, ubicada en un tiempo indefinido con unos protagonistas indefinidos –como en toda buena leyenda urbana–, de Conchita y su trágica muerte. Es la leyenda del colegio San Blas de Carmona, una historia quimérica, de las muchas que se cuentan en los colegios y que, en esta ocasión pasa a ser uno de esos relatos que está a caballo entre la leyenda y la realidad.

Las piernas espectrales entre Carmona y Lora del Río

El fenómeno de las apariciones en carretera es, en ocasiones, tildado de leyenda urbana por aquellos que recogen la noticia y se sorprenden de su aparente espectacularidad. Quizás esa misma espectacularidad y sensacionalismo con el que lo narran determinados periodistas o medios de comunicación es la que hace que no pase de ser una simple anécdota o curiosidad escondiendo un trasfondo realmente interesante y paranormal.

Se habla a menudo de la chica de la curva, rara no es la carretera que se engalana de tener su particular espectro que responde su aparición a un desafortunado accidente en la zona que acabó con su vida y que, ahora, goza con salvar al conductor que transita por ese mismo punto kilométrico de un disgusto.

Si no fuera por la cantidad de testigos, de diferente credo y posición o cultura, se podría decir que se trata de una nueva historia de fantasmas al más puro estilo de Poe o Lovercraft, sin embargo los testimonios se agolpan de aquellos que han sido víctimas del misterio. Lo que les voy a narrar he tenido la oportunidad de investigarlo y contrastarlo directamente, con testigos y sobre el terreno, sobre el frío asfalto de la carretera que une Carmona con la Sierra Norte de Sevilla -con la que tengo tantas vinculaciones– y en concreto con la bella localidad de Lora del Río.

Allí está la A-451, una carretera difícil que no deja de sorprender al conductor. Desde ella numerosos testigos, en otras épocas, sobre todo del año 2004 al 2009, afirmaron haber visto extrañas luces en el cielo e incluso un raro artefacto «posado» sobre la carretera. Sin dudas vinculando ese fenómeno con el inquietante enigma de los OVNI. No obstante también tiene un apartado para una singular aparición cuando se baja desde Lora del Río a Sevilla para, igualmente, asistir a los numerosos testigos que dicen haber visto allí a un chico de la curva fallecido años atrás en un accidente de tráfico mortal.

Y no es nuevo pues esta zona, como cualquier otra en la que la carretera no estaba en el mejor estado, se produjeron accidentes de diferente consideración, desde simples reventones de rueda con volantazo y cuneta hasta accidentes en el que se cobró la vida de su ocupante.

Más extraño es el último vestigio del misterio en la zona de la A-451, aunque cobró más notoriedad al ser publicado en el diario local de Lora del Río en noviembre de 2013, en el que narraba la impresionante experiencia de un conductor y su esposa que vieron cruzar ante su vehículo unas «piernas espectrales».

José Jiménez, un caballero de toda rectitud y credibilidad, decía sobre su insólita experiencia aquella oscura noche que «de repente, vi unas piernas cruzando la carretera y que desaparecen en la parte izquierda. Unas piernas normales pero sin la parte de arriba».

Pero no fue sólo José Jiménez, también Fernando Román y su esposa Mercedes Segura, de Carmona, decían haber visto las «piernas que cruzaban la carretera», en un hecho tan impactante como impresionante. «Era como una niebla, que cruzó perfectamente delante de nosotros, lo vimos durante el tiempo que tardó en cruzar».

Antonio López, con el que tuve la oportunidad de entrevistarme, vive en una localidad cercana y me decía sobre ello: «no es la primera vez que se habla de cosas raras en esa carretera, yo una noche subía cuando vi que se cruzó delante mía lo que parecían dos piernas, pero me dije: ‘Antonio, eso es imposible’ y pensé que era algún animalillo que había visto mal». Un amigo suyo, cazador, Francisco Ramos, añadía: «bajando de una cacería me pasó lo mismo, veníamos en el coche de regreso y me dijo Manuel, ‘¿qué es eso, que es eso?’ y vimos cruzar aquella cosa», consultado sobre lo que vio me decía: «yo juraría por mis hijas que eran dos piernas, pero no dije nada, ¿quién me iba a creer?».

El estereotipo de lo visto se corresponde con una visión de dos piernas normales pero cuya parte superior no es visible, los testigos no la pueden ver; Rafael Sánchez se encontró de cara con este misterio y nos decía «creía que era alguien que la luz del coche no le había alumbrado, pero aquello no tenía cuerpo de arriba» y prosigue «se trata de unas piernas largas, sombrías, oscuras, que desaparecen en el arcén de la carretera».

La zona de localización es sencilla, entre la finca El Judío y el cruce de Guadajoz, un tramo de dos kilómetros donde el miedo se apodera de los conductores que temen ser los próximos en contemplar lo imposible.

Como posible explicación cabe destacar que la zona tiene muchos casos de accidentes –incluso en el río Guadajoz se han ahogado personas, un río que circula por la zona– pero tan sólo son hipótesis el tratar de explicar estos fenómenos bajo estos hechos luctuosos.

Encuentro OVNI en Carmona

Sucedió el 27 de Noviembre de 1977, eran las 23.50 h. y nuestro protagonista conducía su taxi en finalización de jornada laboral. Con la cabeza más en el regreso a su casa que en tomar otro cliente regresaba a su hogar cuando recibe la solicitud de un servicio, a la salida de la barriada de Alcosa, en Sevilla.

Se trataba de una pareja que quería ir a Carmona, a unos 40 kilómetros de la capital hispalense. El chófer del taxi, Antonio González Morales, aceptó aquel servicio pues le suponía un buen incremento de la caja realizada aquella noche.

Circulaba por la carretera, llevaban ya unos diez kilómetros de trayecto cuando, sobre la una de la madrugada, una extraña luz de comenzó a ver en el horizonte sevillano. Aquella luz cruzaba por delante del coche y quedaba suspendido en el aire. Antonio Morales, un veterano del taxi sevillano con licencia municipal 592 dijo al periódico ABC de Sevilla:

Vimos una luz extraordinaria, un objeto inmóvil en el aire, ¿qué hicimos? Reducir la velocidad y mirar con sombro aquello que había quedado quieto y no hacía ruido alguno.

–Será un helicóptero –dijo uno de los viajeros–.

–No; un helicóptero no puede ser. Un avión no se queda inmóvil en el aire. Esto no puede ser más que un OVNI.

–¿Un OVNI? –preguntó asustada la mujer que ocupaba el asiento trasero.

–Al dirigir la vista hacia el olivar que lindaba con la carretera descubrimos un extraño objeto que estaba también iluminado. Tenía la forma de dos platos invertidos, con un diámetro quizás superior a cinco metros, distinguiéndose una luz verde en la parte superior y una luz roja en la inferior que alumbraban intermitentemente. En la parte de unión de los platos había una franja iluminada de color naranja. Su altura sería de metro y medio o dos metros como mucho.

A diez kilómetros de Carmona la luz seguía con su presencia inalterable entre los olivos. El taxista bajó la ventanilla y aminoró la velocidad, sus pasajeros le pidieron que siguiera adelante pero su automóvil parecía que no tenía potencia, algo se la estaba restando o lo estaba frenando.

Antonio González afirmaba:

–Jamás había creído en platillos volantes y cosas por el estilo. Sí había oído hablar de ellos y hasta pensaba que podrían ser exageraciones de la gente. Sin embargo...

Al pasar por aquella misma zona en el regreso a Sevilla, tras haber dejado a los ocupantes del taxi en su destino, ya no quedaba ninguna señal de aquel objeto. El vehículo había recobrado toda su potencia. A la llegada a Sevilla decidió entrar en el aeropuerto y comentarle el incidente a los compañeros taxistas del aeropuerto. Se detuvo en una gasolinera y preguntó también al empleado de la misma. Nadie había visto nada. Sin embargo Antonio González había sido testigo de un OVNI.

El 28 de Noviembre de 1977 desvelaba su experiencia públicamente en un programa de radio especializado en esta temática.

La Red Nacional de Corresponsales, dedicada a la investigación del fenómeno OVNI, investigó este suceso. No logró contactar con los ocupantes del taxi pero si determinó la fiabilidad y franqueza del testigo así como las anomalías detectadas en el motor del vehículo y los fallos en la radio del mismo, algo que se repetiría en otros sucesos OVNIs acaecidos en todo el mundo.

¿Quién dijo que Carmona no tenía misterios? Capítulo aparte será el Monasterio del Diablo pero eso es ya otra historia oficialmente imposible.