Chaparrones de fe rociera en la partida del Cerro del Águila

El adelanto en un día de la salida vino marcado por el mal tiempo

Manuel J. Fernández M_J_Fernandez /
10 may 2016 / 13:05 h - Actualizado: 10 may 2016 / 21:29 h.
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El cielo parecía que iba a dar una tregua. Pero ésta duró lo que dura una salve. Poco después de que el Simpecado del Cerro del Águila fuera entronizado en la carreta de plata y el prioste diera los primeros vivas, la lluvia hizo acto de presencia y se integró de lleno en la comitiva de más de 300 peregrinos –los primeros de la capital en tomar la senda– que este martes han puesto rumbo a las tierras de las Rocinas entre chubasqueros y paraguas de fe rociera.

Las palabras de José fueron premonitorias mientras ajustaba la yunta formada por los astados Discutido y Napolitano. «Ahí llevamos en la carreta el impermeable, la funda del sombrero y las botas de agua porque en un momento cae la mundial y hay que estar prevenidos». Y así fue. Del tímido chispeo se pasó al chaparrón torrencial en cuestión de segundos. Aunque para rapidez la que demostraron estos peregrinos. Sin perder la alegría ni el paso, fueron cubriendo sus volantes y trajes de corto con capotes, ponchos y mantas de cuadros: «Es la indumentaria romera por excelencia de este Rocío», advertía con arte María del Carmen, que había entrado en un chino para enfundarse literalmente de los pies a la cabeza, incluida la flor de flamenca.

También se desplegaron plásticos para proteger los banderines, el estandarte, el Simpecado y cada una de las tulipas de los guardabrisas. «Aquí cuidamos todo y de todos. Somos una familia», explicaba con atino un veterano romero que marcaba el compás con el mango del paraguas para unirse a la sevillana Chaparrones de mayo/ lavan los pinos...

Lavan los pinos y este año también alteran los caminos. El primer cambio del Cerro llegó al poco de salir del barrio. Por primera vez la carreta tuvo que atravesar todo el patio del colegio Ortiz de Zúñiga para encontrase con los escolares. Estos aguardaban bajo techo, en el gimnasio: «Es el plan B», confesó una de las profesoras de los alumnos de 3º y 6º de Primaria, que con sus flautas y xilófonos, cantaron de nuevo la salve rociera del Cerro.

Arreciaba con fuerza la lluvia cuando la carreta salía del antiguo matadero, no sin algún sobresalto al engancharse el remate superior en un cable: «Estaremos pendientes en todo momento de las indicaciones del Plan Romero. Esto es una prueba de fe. La Virgen nos dará fuerzas», refería emocionado Jesús Canela, que se estrenaba como hermano mayor. También era nuevo el día de salida, uno antes; y el camino, retomando el tradicional por San Juan. «Vamos a ver si qué nos deja hacer el agua», se resignaba Canela.