«Crear algo innovador tiene enemigos que intentan frenarlo en las instituciones»

Luis Narvaez Macarro. Catedrático de Álgebra y primer director del IMUS. Sevilla y Andalucía se benefician desde hace 10 años del mejor foco de excelencia matemática de España gracias a su tesón entre 1999 y 2006, cuando no tiró la toalla ante las dilaciones del Gobierno andaluz para crearlo.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
21 oct 2017 / 20:48 h - Actualizado: 21 oct 2017 / 20:55 h.
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  • Luis Narváez, en la Facultad de Matemáticas, que está en el campus de Reina Mercedes. / JESÚS BARRERA
    Luis Narváez, en la Facultad de Matemáticas, que está en el campus de Reina Mercedes. / JESÚS BARRERA

“Ha cumplido diez años y no ha decaído la ilusión. Mantiene la fuerza de su etapa inicial. El entusiasmo en el IMUS se transmite en el ambiente porque ahora se recoge el fruto de veinte años de siembra. Sigue la ilusión colectiva por mejorar y por crecer. Hay que utilizar esto como acicate para atraer a más matemáticos excelentes, jóvenes y no tan jóvenes. Serán bienvenidos a un centro de investigación cuya vida interna es ilusionante”. Testimonio del catedrático Luis Narváez, autor de la propuesta fundacional y primer director (de 2007 a 2015) del Instituto de Matemáticas de la Universidad de Sevilla, que celebra su décimo aniversario.

El IMUS fue el primer instituto de investigación creado en el seno de una universidad andaluza. Es lo más valorado de todo el panorama universitario sevillano en el ranking mundial de excelencia. Lo más parecido al modelo de las mejores universidades del mundo. Y eso no ocurre por ciencia infusa, sino por la visión precursora de personas como Luis Narváez. Nacido en Huelva hace 60 años, afincado en Sevilla desde hace 40, ahora reside en La Motilla. Su esposa es profesora en la Facultad de Física, justo al lado en el campus de Reina Mercedes. Tienen tres hijos.

¿Cómo fueron las matemáticas de su mocedad?

Mi padre era comercial y poseía en Huelva un bar propio, y mi abuelo paterno un puesto en el mercado de abastos. Mi madre enfermó muy joven, poco después de nacer yo, su único hijo. Hice en Huelva toda mi etapa de enseñanza obligatoria, estudié en el Colegio Colón de los maristas, y COU en el Instituto Politécnico de La Rábida. Desde niño me gustaban como juguetes los juegos de Química, los de experimentos. Eso me fue haciendo descubrir la Física y las Matemáticas, y con 13 años ya tenía clara mi vocación. En la carrera, el profesor que mejor influyó en mí fue José Luis Vicente Córdoba. Me hizo descubrir muchos temas y me sugirió irme a la Universidad de París para hacer la tesis.

Explique de modo sencillo el tema de su tesis.

A principios de los años 80 hubo una pequeña revolución en la ciencia matemática, pues desde la geometría algebraica y la singularidad se dio un paso importante para aplicar en cualquier dimensión el problema de Riemann-Hilbert sobre las ecuaciones diferenciales, que hasta entonces solo estaba enunciado en una variable. Mi director de tesis en París, Le Dung Trang, me propuso profundizar en técnicas sofisticadas para comprender ese problema no en las nubes sino con los pies en la tierra, en muchas situaciones. Salió bien y fue el comienzo de mi carrera investigadora. Pude hacer la tesis durante cuatro años en París gracias a becas de los gobiernos francés y español.

¿Qué diferencia de nivel había hace 40 años en ciencia matemática entre las universidades de Sevilla y París?

En España en general, se podían aprender bien muchas cosas, y había buenos profesores. Pero me di cuenta en París de que mis profesores sabían lo que se estudiaba en los libros de modo autodidacta, pero no tanto lo que se aprendía únicamente mediante la relación directa y diaria con los expertos punteros, en la discusión científica con ellos. Por eso fui a París.

De sus estancias en otras universidades, ¿cuál ha sido más decisiva en su trayectoria?

Sin duda, el curso 1997-98, que pude tomarme como sabático en la Universidad de Sevilla para estar en la de Princeton (EEUU), tras lograr que me admitieran en esa meca de las matemáticas y la física teórica. Fue hace 20 años, en el momento intermedio de tu carrera en el que se aconseja vivir una experiencia de ese tipo para dar otro salto hacia la madurez científica. Tuve la determinación de hacerlo, logré poder llevarme todo el tiempo a mi esposa y mis tres hijos, a los que no solo les sirvió para aprender bien el inglés, sino para aprender muchas cosas que se viven y no se estudian. Fue el mejor año de mi vida.

¿Alguna figura con la que tuvo especial relación en Princeton?

Con Pierre Deligne, medalla Fields, que es el equivalente al Nobel de las matemáticas. En el Instituto Avanzado de Princeton hay pocos profesores permanentes. Por ejemplo, en Matemáticas hay media docena, Deligne era uno de ellos. Pero a lo largo de un curso entero pasan en nuestra área entre 150 y 200 profesores visitantes que están un semestre o los dos. Es continuo el enriquecimiento mutuo a través de muchas actividades. Ese año de trabajos, debates, aprendizajes y publicaciones me influyó y motivó de modo fundamental para, a mi regreso, plantear con otros compañeros la creación del Instituto de Matemáticas de la Universidad de Sevilla.

¿Quién le ayudó más para articular el proyecto?

Enrique Fernández Cara, que dirigía en la Facultad de Matemáticas el departamento de Ecuaciones Diferenciales y Análisis Numérico. A mi regreso de Princeton, asumí la dirección del departamento de Álgebra. Y en reuniones de trabajo le comenté si le parecía bien que se impulsara la creación de una unidad dedicada a la investigación. Porque muchos ciudadanos quizá ignoren que nuestras universidades están estructuradas casi exclusivamente para la docencia. En 1999 elaboramos la propuesta, y empezamos a incorporar a más personas. Veíamos como oportunidad que el 2000 era el Año Mundial de las Matemáticas y podía ser más fácil convencer a las autoridades de la Junta de Andalucía.

¿Por qué se fundó el IMUS en 2007, ocho años después de proponerlo?

En la Hispalense, lo aprobó rápido tanto el Rectorado como el Consejo Social. De inmediato se pasó a la Junta de Andalucía, la institución que tiene la competencia en materia educativa. Y durante años no nos dio ni respuesta. Verdaderamente frustrante. Cuando ni te responden, generan inseguridad jurídica.

¿Cuál era la causa? ¿Motivos presupuestarios?

No. Era falta de apertura de miras para crear en Andalucía el primer instituto de investigación dentro de una universidad. Y también había razones de otra índole. Crear algo nuevo siempre tiene enemigos dentro de las instituciones. Crear este instituto significaba alterar las relaciones de fuerzas tradicionales dentro de la universidad. Y si en la Junta no lo tenían muy claro, y además veían obstáculos que remover, pues por ambas causas no se daba el paso.

¿Qué sucedió para resolver el bloqueo?

En 2005, la Universidad de Sevilla cumplía 500 años. Ya teníamos en marcha, y con actividades, el Grupo Promotor del Instituto de Matemáticas. Presionamos al rector, Miguel Florencio. A él le ilusionaba, porque es matemático. Pero pensábamos que no apretaba lo suficiente al Gobierno autonómico. Y en esas se produjo un cambio importante en la Junta al entrar José Domínguez Abascal como secretario general de Investigación y Universidades. No hablamos con él, pero sabemos que desbloqueó administrativamente el proyecto. Primero logró que se elaborara y aprobara una norma para encauzar la creación de institutos de investigación en Andalucía, y rápidamente se autorizó el IMUS.

¿Qué resultó más complicado? ¿Disponer de un edificio como sede o reorganizar el área de Matemáticas?

El gran salto cualitativo, aprovechando el potencial humano que ya existía, lo dimos en cuanto logramos espacios y recursos con los que poder organizar actividades con los estándares de profesionalidad que estábamos hartos de ver cuando íbamos a otros países. No hacían falta cuantiosos medios. Para el éxito del IMUS ha sido crucial propiciar la participación y coordinación entre matemáticos de diversos departamentos y facultades. Porque en otras universidades grandes que conocemos fuera de España, hay un solo departamento de Matemáticas, mientras que en la de Sevilla hay ocho, repartidos por varias facultades y escuelas técnicas. El 70% de los profesores están adscritos a la Facultad de Matemáticas, y el 30% restante a las demás. Eso es un freno desde el punto de científico, y desperdiga los recursos. El IMUS ha compensado esa tendencia a la dispersión.

¿Han logrado que impere el espíritu de colaborar en equipo?

En el IMUS no solo hay miembros de todos los departamentos de Matemáticas, sino también de otros como Economía, Filosofía e Historia de la Ciencia o Ingeniería. Cuando empezamos, los miembros ordinarios del IMUS éramos más de 50, y ahora somos más de 100. También destaco que la fundación tuvo lugar antes del estallido de la crisis económica, cuando, bajo la presidencia de Zapatero, aún se estaba incrementando notablemente en España el apoyo del Gobierno para dotar de fondos a la investigación. Eso permitió que en la fase de lanzamiento pudiéramos hacer actividades que lograron impacto internacional. Y consolidó la motivación de todo el personal. Era admirable ver a los compañeros de Administración totalmente implicados para afrontar el reto, pese a trabajar en condiciones precarias.

Si yo fuera un matemático de las antípodas que aún desconoce el IMUS, y coincidimos en un congreso, ¿qué dos o tres referencias da para hacer ver en lo que destaca el IMUS?

Me atrevería a decir las ecuaciones en derivadas parciales, y el campo de la optimización, muy relacionado con las aplicaciones prácticas. En ambos tenemos grupos de investigadores que son de referencia.

Estar en el Ranking Mundial de Universidades como el área de Matemáticas número 1 de España y la 49 del mundo, ¿es la única manera de medir la rentabilidad que aporta el IMUS a la Hispalense?

Es una gran satisfacción haber dado ese salto en el indicador de excelencia. Sin perder de vista que un ranking no es una verdad absoluta. Cuando a lo largo de tres años consecutivos se alcanza o mantiene una posición parecida, en la comparación con otras universidades importantes, entonces es mucho más revelador. Para la Universidad, el IMUS es muy rentable. Sus investigadores captan más dinero para la institución que al revés. Y, si la labor de tantos matemáticos está subiendo el nivel de la docencia e investigación, eso significa que está beneficiando de modo transversal a todas las facultades vinculadas con la ciencia y la técnica. Subir peldaños en la excelencia con las matemáticas tiene una favorable repercusión directa en todas ellas.

Lo que más preocupa al conjunto de la sociedad sevillana es la economía y el empleo. ¿Hasta qué punto el IMUS está sirviendo para mejorar la empleabilidad dentro o fuera de España?

Datos explícitos todavía no existen. Pronto los habrá, el IMUS está implicado en hacer un estudio a nivel nacional, con financiación del Gobierno de España, para analizar la relación entre la investigación matemática y el Producto Interior Bruto (PIB) del país. El resto de institutos matemáticos españoles ha aprobado que el IMUS centralice la elaboración de ese estudio. Ya se ha hecho en otros países europeos. En el Reino Unido, se ha cifrado el impacto de las matemáticas como un 10% del PIB nacional. Lo que diga ese análisis en España, tendrá una derivada para sopesar la influencia del IMUS, que supone un porcentaje importante de la investigación matemática a nivel nacional, como señalan todas las estadísticas.

¿Las empresas se interesan ya más para fichar a investigadores expertos en ciencia matemática?

Sí, cada vez más los jóvenes talentos son contratados por empresas y no tienen solo la opción de hacer carrera académica. Cuando estuve en Princeton hace veinte años, descubrí que cada primavera acuden representantes del mundo de Wall Street para reclutar a jóvenes brillantes de Matemáticas o de Física. Entonces eso no se hacía en España. Ahora sí, estamos ya en la época del big data, la ciencia y análisis de datos. Con la necesidad de sacarle partido a nuevas herramientas tecnológicas, o crearlas, las empresas demandan no solo doctorados en matemáticas aplicadas sino también en matemáticas teóricas. Es más: los matemáticos van a jugar un papel creciente en la creación de empresas.

¿Mejora la implicación de empresas en la realización de investigaciones desde el IMUS?

Me consta que Tomás Chacón, director del IMUS, está dedicado un esfuerzo especial a eso. La mejor aportación que está haciendo el instituto desde sus inicios a Sevilla, fuera del ámbito universitario, es la transferencia de conocimiento a empresas. El IMUS es proactivo para ofrecer acuerdos, para preguntar a las empresas qué necesitan, para firmar contratos.

¿Por qué en Sevilla hay una buena cantera de matemáticos brillantes, y a la vez está cuestionada la calidad del aprendizaje en Primaria y Secundaria, cuando se compara con el resto de España y Europa?

Porque los matemáticos españoles, al tomar conciencia de la situación, y por su propia iniciativa, han demostrado que son capaces de ponerse de acuerdo entre sí para articular proyectos que redundan en beneficio de la sociedad. Por ejemplo, en crear numerosas actividades de divulgación de las matemáticas, y de fomento de las vocaciones científicas. Destaco la labor del proyecto Estímulo del Talento en Matemáticas (Estalmat). Nació en Madrid y arraigó con fuerza en Andalucía. Para niños y niñas de 12 a 14 años, con un buen proceso de convocatoria y selección. Durante dos años, recibían formación extra durante 30 sábados. Y eso también servía de acicate en sus entornos, y a sus profesores en los institutos de Secundaria. Y se ha notado en nuestra facultad. Los estudiantes llegan con notas más aceptables. Y los dobles grados de Física y Matemáticas tienen la segunda nota de corte más alta de España.

Hoy en día, ¿va de suyo que todos los jóvenes que se doctoran en Matemáticas en Sevilla salen al extranjero para profundizar su formación?

Ya es impensable que no estén fuera de España uno, dos o tres años. Cuando yo tenía 22 años, éramos pocos, pero a nuestro regreso de París logramos ser en Sevilla una masa crítica que influyó en todo lo que se ha desarrollado después. Hoy en día, se pueden hacer tesis de mucha calidad sin salir de Sevilla, se puede tener un aprendizaje de excelencia. Y después es ineludible irse fuera para ampliar, y para adquirir autonomía respecto de sus directores de tesis, para evitar la dependencia y la endogamia.

¿Las mujeres están ya protagonizando en Sevilla tanto como los hombres la investigación matemática?

Cada vez más. La mitad o más de las tesis son de chicas. Es frecuente que una chica sea el mejor estudiante de una promoción. Aún falta completar esa evolución en la estructura docente. Es abrumador el porcentaje de hombres profesores y catedráticos respecto al de mujeres.

¿Qué le pediría a las autoridades académicas y políticas para dar alas al potencial del IMUS?

Estar menos encorsetados en el modelo de gestión. La clave del éxito de cualquier centro de investigación es la captación a nivel internacional de buenos investigadores, tanto jóvenes como seniors. Pero en nuestras universidades los procesos de captación no están determinados por una política científica sino por las maniobras de los departamentos, e incluso intervienen los sindicatos. Y el otro encorsetamiento es el presupuestario, que hoy por hoy no está bien consolidado. El IMUS le ha propuesto a la Hispalense variar el modelo y acordar un contrato programa, que estabiliza su financiación, y a cambio el instituto se compromete a una serie de prestaciones.

¿A qué se dedica ahora usted con más intensidad?

Desde que dejé la dirección, cuya labor de gestión requiere mucha dedicación, tiempo y energía, quería volver a lo que más me gusta: trabajar en las matemáticas, discutir con mis colegas, dirigir alguna tesis doctoral, etc. Mi campo de investigación es el de la Geometría Algebraica y las Singularidades.

¿Qué son las singularidades matemáticas?

Fenómenos donde todo ocurre de manera previsible y todo se entiende bien, salvo donde se produce una singularidad de algún tipo. Eso aparece en muchos ámbitos de las matemáticas. La teoría de la singularidad se ocupa de estudiarlo, es una teoría importante y muy reconocida.

Llama la atención que en la mesa de su despacho tiene dos ordenadores pero sobre todo numerosos papeles como borradores llenos de ecuaciones. ¿El papel en blanco sigue siendo para los matemáticos una motivación mejor para la creatividad?

Sí, es fundamental tanto el papel como la pizarra. Cuando montamos el IMUS, lo primero que dijimos a la Universidad como equipamiento básico era disponer en cada despacho de la pizarra más grande posible. Y ubicar pizarras en todos los pasillos y salas comunes. Eso no se entendía muy bien. Las pizarras son el lugar común de discusión de los matemáticos. Cuando uno está solo, también se pone en la pizarra, pero muchas veces se pone en papel. Para plasmar tus ideas, las tienes que escribir. Y necesitas desplegar papeles delante de ti en la mesa para mirarlos conjuntamente. Eso no lo puedes hacer aún igual de bien en un ordenador. Cuando viajo, siempre llevo una libreta. Nos pasa igual que el artista, necesita plasmar su idea, no se puede quedar en la cabeza.

Cuando habla de optimización, ¿no echa en falta que la optimización sea un principio básico para aplicarlo en la gestión de los bienes públicos en Sevilla?

Es un problema aún por resolver. Recuerdo un acto importante que se celebró en el Parlamento andaluz en el 2000 con motivo del Año de las Matemáticas. Una de las personalidades a las que se invitó participar fue José Borrell, político que además de ingeniero es catedrático de Matemáticas. Y pronunció una frase que asumo y no se me olvidará jamás, cuando se refería a los políticos: “Mi ideología me debe conducir a un fin. Después tengo que definir el objetivo. Una vez definido el objetivo, ya es una cuestión técnica cómo alcanzarlo. Ahí está la optimización. Pero el problema es que muchos políticos no siempre dicen claramente cuál es el fin, lo ocultan. Dicen un fin, pero en realidad no es el que tienen verdaderamente”.

¿Cómo mejorar la toma de decisiones? Y, sobre todo, ¿cómo mejorar los procesos para que las buenas intenciones y la ejecución de las prioridades no se materialicen de modo desacertado e ineficaz?

Sevilla es una ciudad que me gusta, y mejoraría mucho más, y más rápido, si contara con los criterios, ideas y conocimientos de más personas cualificadas. La Universidad de Sevilla es una institución compleja y contradictoria, nunca la pondría como ejemplo de algo que funcione bien. Pero no me cabe duda de que en su seno hay muchas personas que tienen cosas importantes que decir para empujar a favor del desarrollo de Sevilla. No han de ser los únicos, también los hay en otros sectores sociales. Para enraizar en el funcionamiento de la ciudad más eficacia en el seguimiento del proceso que va desde la decisión hasta la ejecución de cualquier proyecto.