Cruzcampo: un siglo a través de sus etiquetas

La cervecera lanza una edición limitada de 120 millones de botellas con seis etiquetas donde repasa la historia de la firma a través de su imagen.

20 jul 2017 / 06:49 h - Actualizado: 20 jul 2017 / 12:30 h.
"Empresas"
  • Las distintas etiquetas de los botellines de Cruzcampo durante su historia. / El Correo
    Las distintas etiquetas de los botellines de Cruzcampo durante su historia. / El Correo

Cruzcampo es un monumento más de Sevilla. La cervecera es parte indiscutible de la historia de la ciudad. Tanto es así que la firma ha decidido recuperar el famoso templete de la Cruz del Campo en su etiquetado. Antes, Cruzcampo quiere rendir homenaje a la historia de su imagen, para lo que ha lanzado una edición limitada de las etiquetas más representativas que han vestido a esta rubia a lo largo de sus 113 años de vida, antes de lanzar la nueva imagen que recupera a un Gambrinus entrado en carnes, y que han elegido más de 40.000 cruzcampistas en el referéndum que lanzó la marca esta primavera pasada.

Los hermanos Osborne fundaron en 1904 la fábrica de Cervezas de la Cruz del Campo –que con el paso de los años derivó en el actual nombre de la marca–. Querían elaborar una Pilsen, cerveza típica que se elaboraba en la ciudad checa con el mismo nombre. En aquellos primeros años, el famoso templete de la Cruz del Campo cobraba todo el protagonismo del etiquetado. Bajo su imagen, en letras bien grandes, rezaba Pilsen. Por aquel entonces, la publicidad estaba en la calle, en el día a día de los ciudadanos. Cruzcampo la llevaba impresa en los coches de caballos que utilizaban para repartir su cerveza. Un vehículo que todavía puede verse en la ciudad; eso sí, hay que esperar a la Feria, para verlo recorrer las calles del Real.

Dos décadas después, el mítico templete pasó a un segundo plano para ceder el protagonismo a Gambrinus, un personaje de la mitología germana «que representa el disfrute y la maestría cervecera», explica el director de marketing de Cruzcampo, Borja Manso. Este personaje de prominente panza, que para la firma es «sinónimo de ingenio», centraba toda la atención de las etiquetas de los años 30 de esta cerveza «estilo Pilsen», como rezaba en grande bajo este personaje, y en la que la firma todavía se denominaba de cara al público La Cruz del Campo.

En los años 40, la imagen de, ahora sí, Cruzcampo se volvía más minimalista. El rojo se convierte en el color corporativo de la firma cervecera y es el nuevo nombre de la marca el que cobra el protagonismo en la etiqueta, bajo un Gambrinus mucho más pequeño. Pero hay un elemento que llama la atención, las dos espigas de cebada que flanquean la imagen del ser mitológico, y que encuadran con el esfuerzo que hizo la compañía por impulsar el cultivo dentro del país, pues antes toda la materia prima venía del extranjero. De hecho, Manso recuerda, «que Cruzcampo fue pionera en el cultivo de lúpulo en León».

Este nuevo aspecto del botellín casa con la modernización a la que estuvo sometida la fábrica entre los años 40 y 50. Y que continuaría a lo largo de varias décadas con la introducción, por ejemplo, del barril de aluminio, «que es una parte muy importante de la calidad final del producto», sostiene el director de marketing. Los cambios siguieron sucediéndose y la compañía avanzaba en todos los ámbitos.

Esta edición limitada repara en la etiquetas de los años 90. En los Juegos Olímpicos que acogió Barcelona en el 92, en, por supuesto, la Expo, la de Curro, y en el Mundial de Fútbol que acogió Estados Unidos, momento en el que Cruzcampo aparece, por primera vez, como cerveza oficial de la Roja. En esos años, nace la Fundación Cruzcampo y también la Escuela de Hostelería.

En ese tiempo se fraguó una nueva imagen, donde el rojo cobraba todo el protagonismo y Gambrinus perdía su simbólica silueta, y aparecía un maestro cervecero más joven y esbelto, aunque en un plano más recatado.

Pero, en los próximos meses, la imagen de Cruzcampo volverá a evolucionar. Un cambio en el que han tenido voz y voto los verdaderos protagonistas de la marca: los consumidores, porque, al fin y al cabo, Cruzcampo es «una marca patrimonio de la gente», sostiene Manso. Muchas han sido las celebraciones en las que se ha brindado con esta cerveza, recuerda. Así, Gambrinus vuelve ser el centro de atención de la etiqueta y se recupera un elemento clave: el templete de la Cruz del Campo, que vio nacer a una de las rubias más conocidas del territorio andaluz.

Cruzcampo es un monumento más de Sevilla. La cervecera es parte indiscutible de la historia de la ciudad. Tanto es así que la firma ha decidido recuperar el famoso templete de la Cruz del Campo en su etiquetado. Antes, Cruzcampo quiere rendir homenaje a la historia de su imagen, para lo que ha lanzado una edición limitada de las etiquetas más representativas que han vestido a esta rubia a lo largo de sus 113 años de vida, antes de lanzar la nueva imagen que recupera a un Gambrinus entrado en carnes, y que han elegido más de 40.000 cruzcampistas en el referéndum que lanzó la marca esta primavera pasada.

Los hermanos Osborne fundaron en 1904 la fábrica de Cervezas de la Cruz del Campo –que con el paso de los años derivó en el actual nombre de la marca–. Querían elaborar una Pilsen, cerveza típica que se elaboraba en la ciudad checa con el mismo nombre. En aquellos primeros años, el famoso templete de la Cruz del Campo cobraba todo el protagonismo del etiquetado. Bajo su imagen, en letras bien grandes, rezaba Pilsen. Por aquel entonces, la publicidad estaba en la calle, en el día a día de los ciudadanos. Cruzcampo la llevaba impresa en los coches de caballos que utilizaban para repartir su cerveza. Un vehículo que todavía puede verse en la ciudad; eso sí, hay que esperar a la Feria, para verlo recorrer las calles del Real.

Dos décadas después, el mítico templete pasó a un segundo plano para ceder el protagonismo a Gambrinus, un personaje de la mitología germana «que representa el disfrute y la maestría cervecera», explica el director de marketing de Cruzcampo, Borja Manso. Este personaje de prominente panza, que para la firma es «sinónimo de ingenio», centraba toda la atención de las etiquetas de los años 30 de esta cerveza «estilo Pilsen», como rezaba en grande bajo este personaje, y en la que la firma todavía se denominaba de cara al público La Cruz del Campo.

En los años 40, la imagen de, ahora sí, Cruzcampo se volvía más minimalista. El rojo se convierte en el color corporativo de la firma cervecera y es el nuevo nombre de la marca el que cobra el protagonismo en la etiqueta, bajo un Gambrinus mucho más pequeño. Pero hay un elemento que llama la atención, las dos espigas de cebada que flanquean la imagen del ser mitológico, y que encuadran con el esfuerzo que hizo la compañía por impulsar el cultivo dentro del país, pues antes toda la materia prima venía del extranjero. De hecho, Manso recuerda, «que Cruzcampo fue pionera en el cultivo de lúpulo en León».

Este nuevo aspecto del botellín casa con la modernización a la que estuvo sometida la fábrica entre los años 40 y 50. Y que continuaría a lo largo de varias décadas con la introducción, por ejemplo, del barril de aluminio, «que es una parte muy importante de la calidad final del producto», sostiene el director de marketing. Los cambios siguieron sucediéndose y la compañía avanzaba en todos los ámbitos.

Esta edición limitada repara en la etiquetas de los años 90. En los Juegos Olímpicos que acogió Barcelona en el 92, en, por supuesto, la Expo, la de Curro, y en el Mundial de Fútbol que acogió Estados Unidos, momento en el que Cruzcampo aparece, por primera vez, como cerveza oficial de la Roja. En esos años, nace la Fundación Cruzcampo y también la Escuela de Hostelería.

En ese tiempo se fraguó una nueva imagen, donde el rojo cobraba todo el protagonismo y Gambrinus perdía su simbólica silueta, y aparecía un maestro cervecero más joven y esbelto, aunque en un plano más recatado.

Pero, en los próximos meses, la imagen de Cruzcampo volverá a evolucionar. Un cambio en el que han tenido voz y voto los verdaderos protagonistas de la marca: los consumidores, porque, al fin y al cabo, Cruzcampo es «una marca patrimonio de la gente», sostiene Manso. Muchas han sido las celebraciones en las que se ha brindado con esta cerveza, recuerda. Así, Gambrinus vuelve ser el centro de atención de la etiqueta y se recupera un elemento clave: el templete de la Cruz del Campo, que vio nacer a una de las rubias más conocidas del territorio andaluz.