Cuando el duelo se eterniza

Las familias de los desaparecidos no son capaces de cerrar el duelo si no aparece el cadáver. El caso de Marta del Castillo es un claro ejemplo de ello

21 oct 2016 / 14:00 h - Actualizado: 19 oct 2016 / 17:46 h.
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  • Eva Casanueva y Antonio del Castillo, padres de la joven Marta del Castillo, a la salida de los juzgados de Sevilla. / Juan Ferreras (EFE)
    Eva Casanueva y Antonio del Castillo, padres de la joven Marta del Castillo, a la salida de los juzgados de Sevilla. / Juan Ferreras (EFE)

La mayoría de los expertos coinciden en las consecuencias negativas que provoca la desaparición de un ser querido entre las familias afectadas. No es sencillo, aseguran, seguir adelante con la actividad del día a día sin abstraerse de lo que ocurre a su alrededor, sin despegarse del teléfono a la espera de que se produzca algún tipo de novedad y, en los casos más mediáticos, de la posible repercusión social que tenga un asunto que trasciende la intimidad del hogar.

Desde la Sociedad Española de Psiquiatría se apunta que la mayoría de las familias afectadas por una desaparición requieren algún tipo de ayuda psicológica para afrontar su realidad. Lo hacen con consecuencias muy marcados desde los primeros instantes del suceso, que arrancan con la ansiedad que genera el hecho de la pérdida y que evoluciona hasta algunas situaciones de mayor complejidad y en las que incluso se llegan a apreciar síntomas de depresión.

¿Pero qué ocurre cuando las desapariciones se eternizan y los cuerpos no llegan a aparecer? Según los datos del pasado año 2015 facilitados por la asociación SOS Desaparecidos, solo en Andalucía se activaron 99 casos de personas en paradero desconocido. Se trata de la comunidad autónoma en la que se registraron un mayor número de situaciones de este tipo, seguida muy de cerca por Cataluña. El grupo mayoritario es el de los adultos (60), seguido de menores de edad (25) y los mayores de 70 años (14). Un año después aún se sigue sin tener noticias de 75 de estos desaparecidos.

Hasta ahora nada saben sus familias sobre lo ocurrido y, lo que es peor, les resulta imposible cerrar el duelo ante la falta de noticias concretas. Pero lo cierto es que a la hora de analizar estos casos resulta casi tarea obligada poner como ejemplo la desaparición de Marta del Castillo. El próximo 24 de enero se cumplirán ocho años, 2.920 días y 70.080 horas sin que su familia tenga noticias de la joven sevillana, que fue asesinada por la que era su pareja, Miguel Carcaño, al que la Audiencia de Sevilla condenó a 20 años de prisión por lo ocurrido.

Desde aquel fatídico día invernal de 2009, la vida de sus padres, Antonio del Castillo y Eva Casanueva, ha girado en encontrar el cuerpo de su hija fallecida, sin que por el momento hayan tenido noticias del mismo. Y no ha sido por falta de empeño pues, en todos estos años, la familia ha participado activamente en todas las búsquedas que se han llevado a cabo, en la sensibilización de la sociedad y en el que el caso de su hija no cayera en el olvido. Incluso recientemente, el padre de la joven, hacía público en las redes sociales un mensaje en el que señalaba que había rechazado una oferta de los abogados de dos de los acusados que le informarían del paradero del cuerpo de su hija si éste retiraba los cargos en su contra. Algo que Antonio del Castillo rechazó, según advirtió, «por confiar en la Justicia».

Pero tanto tiempo sin tener más noticias que la de la constatación del fallecimiento de su hija ha acabado pasando factura entre sus familiares. Consecuencias que se reproducen también en otros casos de desaparecidos similares al de Marta del Castillo. El presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, Miguel Gutiérrez, reconoce que son conductas inherentes a este tipo de situaciones. «Un cadáver simboliza mucho, es lo que te vincula a un ser querido y de ahí su importancia», señala. Por ello, asegura que mientras no aparezca «es prácticamente imposible superar la pérdida». Y es que reconoce que «aunque deje dolor, solo se puede superar totalmente cuando aparece el cadáver».

En este sentido, Gutiérrez insiste en que «merece la pena pelear para que aparezca», algo en lo que los familiares de Marta del Castillo son todo un ejemplo a seguir. También, más recientemente, en lo ocurrido en el caso de Ruth y José, dos menores cordobeses asesinados por su padre y que durante meses se dieron por desaparecidos. Aquí, igualmente, el empeño de su madre permitió que la Policía no cejara en la investigación hasta que, finalmente, encontraron sus restos y la familia pudo darle sepultura. «Cuando aparece el cuerpo muchas personas pueden cerrar su situación de duelo. Es algo humano. Si no nos importaran los cadáveres no tendrían sentido los cementerios».

Pero el duelo que se genera en este tipo de situaciones no llega a cerrarse sin la aparición del cadáver. De este modo, las distintas fases del proceso que finalizan, según los estudios, con la aceptación de lo ocurrido se dilata en el tiempo sin que síntomas como el estrés, la angustia y la ansiedad lleguen a desaparecer por completo. «Me conformaría con que apareciera mi hija. Si apareciera mi hija yo retiraba todo lo que tengo en estos momentos en los juzgados», dijo hace solo unos días Antonio del Castillo. Un gesto que daría vida a unos padres que hace ocho años ya perdieron la vida que más querían.