En un siglo el sector turismo ha pasado de ser una referencia pintoresca, estacional y de economía casi invisible, a constituir la base de la economía sevillana. En el año 2002, cuando hubo récord, visitaron la ciudad dos millones de viajeros procedentes de Estados Unidos de América, resto de naciones de aquel Continente, Europa, Japón y otros países de Oriente, así como de todas las Comunidades españolas. Pero el potencial turístico sevillano cuenta aún con múltiples posibilidades que pueden aumentar considerablemente tanto el número de visitantes como de pernoctaciones, que el año 2003 fue de 3.846.538. Y ahora las cifras son mucho más elevadas. Los ingresos por turismo en 2016 llegaron a sumar el 17 por ciento del PIB solo en la capital. Y la provincia, gracias a los desvelos de la Diputación, va como una bala hacia arriba y ahora mismo ya es una pieza clave de la economía turística sevillana.
En 1900...
En 1900 y en los Juegos Florales del Ateneo, el turismo fue estudiado como factor positivo para la economía sevillana. Una referencia insólita cuando se conoce que los visitantes extranjeros fueron considerados excéntricos y hasta los chiquillos les perseguían a pedradas cuando asomaban por las esquinas de los barrios. Vicente Narbona expuso su plan de mejoras para convertir Sevilla en «ciudad de invierno», y entre las recomendaciones que hizo, dijo textualmente: «...respecto al libertinaje, vicio que tiene su origen en la falta de cultura y civilización del pueblo, únicamente se corrige con la obligatoria asistencia de los niños a las escuelas (...) Es necesario evitar que en la vía pública se presencien escándalos que ofendan a la ilustración de las gentes, tales como la embriaguez callejera, y el desagradable aspecto del sinnúmero de pilluelos y desarrapados que pueblan las calles más céntricas y, sobre todo, hay que evitar a todo trance la burla a los extranjeros y a los ancianos, y el espectáculo poco edificante de las pedreas con que les reciben en los barrios».
La ciudad que recibía al visitante, llámese touriste o inglés, que eran los nombres utilizados, tenía varias perspectivas y casi todas ellas encajaban en el tópico surgido de juicios hechos con ligereza, superficialidad y, a veces, con ignorancia de las más elementales realidades sevillanas, no sólo las que permanecían más o menos soterradas, que eran graves, sino incluso en las que estaban a simple vista, pues era lamentable el estado de abandono en que se encontraban a principios de siglo las vías públicas, los jardines, los paseos y hasta los monumentos más representativos.
Para atender a los visitantes, la ciudad contaba en 1900 con doce fondas, que eran las más lujosas y entre las que se encontraba la Fonda de Madrid, el más antiguo establecimiento de su clase, con doscientas habitaciones y sala de baños, frecuentado por los personajes de mayor rango, y la Fonda de Inglaterra, de Pedro Tudury. El luego Hotel Madrid se clausuró en 1967.
De las pedreas de 1900 hemos pasado a las pegatinas echando a los turistas, obra de los cafres que se han unido a la turismo fobia desatada en otros lugares de España. O sea, nada nuevo bajo el sol. Vándalos ayer y vándalos hoy... En nuestro periódico del pasado día 25 y en la página 7, puede conocerse un detallado informe sobre la situación del sector turístico en Sevilla.
En los rótulos colocados en el centro de la urbe para indicar a los turistas las zonas que pueden visitar, han aparecido pegatinas con textos contra los visitantes. Pero existen otras actividades a favor del turismo y del reconocimiento a los beneficios de todo orden que reporta a la ciudad. Así, por ejemplo, la asociación Alcentro comienza una campaña a favor del turismo en Sevilla. Con esta campaña quieren potenciar el consumo en el pequeño y mediano comercio del casco histórico, según firma en Internet José Manuel Peña.
Este autor, añade: «La asociación de comerciantes Alcentro ha comenzado una campaña con la que quieren potenciar el turismo en la ciudad, y enseñar al turista que Sevilla es acogedora, y que no existe «turismo fobia». Con esta campaña quieren ayudar al incremento del consumo en el pequeño y mediano comercio del casco histórico que dicen dependen directamente de este tipo de clientes.
La primera medida de la campaña está siendo repartir 40.000 abanicos por los lugares turísticos con el lema ‘Sevilla quiere a los turistas, bienvenidos a su casa’, acompañado de diferentes banderas. Abanicos que también están pegando los comerciantes en sus escaparates. El director de relaciones externas de ‘Alcentro’, Pepe Marín, dice que Sevilla se juega mucho con el turismo, y con esta iniciativa quieren que el turista vea que aquí siempre van a ser bien recibidos.
Entre las próximas medias los comerciantes de al centro barajan la posibilidad de repartir agua en las colas de las visitas a los monumentos y museos donde no dispongan de sombra los turistas».
Versión oficial
«Sevilla, capital de Andalucía, ciudad romana, árabe, renacentista, barroca, americana, mariana, flamenca, torera, moderna, festiva, luminosa, perfumada, marinera, tradicional, hospitalaria, graciosa, cosmopolita, religiosa... Todos estos adjetivos y muchos más se podrían añadir a esta ciudad, que además de personificar el tópico de lo «español» y lo «andaluz», guarda tal cantidad de atractivos artísticos, culturales, de ocio, sociales y turísticos que sería prolijo enumerar; pero que la han convertido en una de las ciudades más universales, conocidas y visitadas del mundo, cuna e inspiración de escritores, pintores y artistas en general.
Resultaría imposible encontrar en una urbe tantos, tan variados y tan singulares monumentos y lugares de gran belleza como la Giralda, la Catedral, los Reales Alcázares, la Torre del Oro, el Patio de los Naranjos, la Maestranza, la Casa de Pilatos, la Plaza de España, el Parque de María Luisa, el Teatro de la Maestranza, el Palacio de San Telmo, el Archivo de Indias, el Barrio de Santa Cruz, la Lonja, el Palacio Arzobispal, la Fábrica de Tabacos, el Ayuntamiento, el Palacio de las Dueñas, la Torre de Don Fadrique, las Murallas, la Basílica de la Macarena, el Museo de Bellas Artes, el Museo de Arte Contemporáneo, la Alameda de Hércules, el Barrio de Triana, los puentes sobre el Guadalquivir, la Cartuja y las instalaciones de la Expo 92, los edificios de la Exposición de 1929, la Casa de Luca de Tena, los patios de sus casas tradicionales, los balcones y rejas, y un sinfín de iglesias, conventos y detalles que convierten su centro histórico en un museo al aire libre.
Si a todo ello le añadimos sus tabernas, su gastronomía, sus fiestas y la gracia y hospitalidad de sus gentes, nos resulta un conjunto lleno de colorido, dramatismo, luz, música, alegría, tradición y modernidad, difícil de igualar». Esta es la voz oficial con la que Sevilla recibe a los turistas...