«Disfruto tanto uniendo talentos en Sevilla que la emoción es mi recompensa»

Entrevista a Jaime Aranda Serralbo, mpulsor del ‘coworking’ Workincompany, del certamen de empresas Sevilla Startup Weekend y de la Asociación SevillaUP. Como un quijote de la innovación social en equipo, es un joven arquitecto empeñado en cimentar la comunidad de talentos emprendedores

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
29 oct 2017 / 07:15 h - Actualizado: 29 oct 2017 / 10:47 h.
"Son y están","Entrevista"
  • Jaime Aranda, en la sede de Workincompany, en la sevillana calle Rioja. / JESÚS BARRERA
    Jaime Aranda, en la sede de Workincompany, en la sevillana calle Rioja. / JESÚS BARRERA

“Me encanta ser denominado constructor de comunidades, el ‘community builder’. Me gusta la analogía, porque lo estamos construyendo en Sevilla desde hace seis años. Teniendo claros los cinco aspectos necesarios para conformar un ecosistema de dinamismo profesional: reunir a las personas con talento, que compartan una cultura colaborativa, que sean muchos para aportar densidad a ese talento en común, buscar capital y disponer de un entorno regulatorio propicio. La primera piedra de ese edificio es mejorar la profesionalización”. Jaime Aranda representa el protagonismo de la Sevilla joven e internacionalizada que sorprende a propios y extraños por su alta motivación y perseverancia para modernizar el empoderamiento de la sociedad sevillana.

Como si estuviera en uno de sus eventos, salga a la palestra y preséntese.

Nací en Córdoba hace 36 años. Mi padre es médico, ejerce sobre todo en radiodiagnóstico, y mi madre es arquitecta especializada en interiorismo. Soy el mayor de sus tres hijos. Estoy recién casado, mi esposa es ingeniera en diseño industrial, vivimos en el centro de Sevilla. Estudié en Córdoba en el Colegio de los Salesianos y en el IES Galileo Galilei. Y estoy vinculado a Sevilla desde que opté por hacer la carrera de Arquitectura. Mi primera vocación y mi primera profesión. En una época de ‘boom’ constructivo donde el tablón de ofertas de trabajo en la facultad rebosaba de convocatorias. Antes de terminar la carrera, además de ayudar a mi madre, ya había realizado trabajos para catorce estudios de arquitectos, y me fui especializando en técnicas de infografía y 3D.

Ahora fomenta el emprendimiento. ¿Lo fue como arquitecto?

Mi mentor fue Paco del Valle, en su estudio trabajé más que en ningún otro durante la carrera. Con él aprendí lo que no te enseñan en las aulas: la parte de oficina técnica, tramitaciones, relación con los clientes,... A partir de ahí, me atreví a crear el estudio JPG (Jóvenes Pero Gordos) con un compañero: Carlos Almansa, también arquitecto y cordobés. Fue la primera vez que me enfrenté a tener delante a clientes o posibles clientes. Hacíamos muchas imágenes para estudios y constructoras. Curiosamente, ahora ambos nos dedicamos al ‘coworking’ desde planos distintos. Carlos Almansa lidera desde Londres su empresa Nexudus, que comercializa el software de gestión de espacios de ‘coworking’ más usado a nivel mundial. Y yo fundé el primer ‘coworking’ en Andalucía, Workincompany, con Alberto Pérez Sola, con quien coincidí haciendo el Erasmus en Milán.

¿Alguna otra experiencia relevante profesionalmente como arquitecto?

Mi gran salto profesional lo di al entrar en García Diéguez Consulting, consultora de arquitectura escénica, diseños de teatros, de su maquinaria, de sus engranajes de producción. Había hecho un MBA para mejorar mi formación como gestor y confiaron en mí tan rápido que empecé a coordinar proyectos como la consultoría para la dotación y equipamiento del nuevo auditorio de Fibes, el que se iba a hacer dentro de las Atarazanas como CaixaForum, y el de la SGAE en Cartuja, y la Alhóndiga de Bilbao, entre otros. Para mí fue apasionante, ese reto iba con mi talante de aprender y pensar. Me devoraba los mejores manuales internacionales sobre artes escénicas.

El Ayuntamiento de Bilbao ha triunfado con la recuperación y gestión de su antigua Alhóndiga. ¿Qué debe aprender Sevilla de ese ejemplo?

Planificar mucho mejor. Cuando en la Alhóndiga se iniciaron las obras, en paralelo se estaban programando con años de antelación todas las actividades culturales para las dos primeras temporadas.

Del inédito auditorio y centro de producción de espectáculos erigido por la SGAE en Cartuja, cuyo coste supera los 70 millones de euros, ¿qué es más impresionante, su tecnología o haberlo hecho para nada?

Ambas cuestiones. Se le llamó inicialmente Centro de Innovación Tecnológica del Espectáculo. Durante años, terminado y sin inaugurar, en el sector tenía el rango del auditorio técnicamente más moderno de Europa. Para aprender los sistemas más avanzados de plataformas móviles que cambian en pocos minutos todo el patio de butacas, fuimos a la sede central del Circo del Sol en Montreal. Ahora se ha inaugurado en Lausanne (Suiza) el único que supera al de la SGAE, porque han contado con la mayor parte de los especialistas y proveedores que trabajaron en Cartuja, donde todo es de extraordinaria calidad: los estudios de grabación, las salas de ensayo, la concha acústica virtual, la maquinaria escénica, etc.

¿Por qué dio un giro a su trayectoria profesional y se le ocurrió montar un ‘coworking’?

Me surgió la idea cuando en 2010, en un contexto de caída de la inversión pública en cultura, y con tiempo libre en verano, pensé: “Me vendría bien una oficina donde poder echar las tardes y materializar todas esas ideas que tengo...”. Y descubrí el concepto del ‘coworking’, y lo que estaba dando de sí en ciudades como Berlín y San Francisco. Tiene mucho que ver con rodearse de gente apasionada por lo que hace. El ‘friki’ de cualquier tema me genera mucho interés. Y lo asocié al concepto de ‘bauhaus’ que había aprendido en la carrera, a la innovación con trabajo en equipo. Me enamoré del tema, ya no podía pensar en otra cosa, Alberto y yo nos asociamos, y en lugar de irnos a trabajar a un ‘coworking’ en una metrópoli, montamos uno en una ciudad difícil para ello.

¿Cómo fueron los inicios?

Estuvimos año y medio compaginándolo con los trabajos que teníamos, para avanzar en el proyecto sin soltar los buenos ingresos que percibíamos cada uno. Alberto para Ghenova, Abengoa, entre otras empresas, y yo con García Diéguez. Por ejemplo, en mi caso, tras hacer una jornada intensiva hasta las tres de la tarde en la oficina en Avenida Reina Mercedes, después estaba hasta la una de la madrugada en el piso de calle Rioja que alquilamos y que sigue siendo Workincompany. Lo inauguramos el 30 de septiembre de 2011, y continuamos en nuestras respectivas consultorías. Empezamos a difundir por Twitter lo que ofrecíamos por vez primera en Andalucía, y nadie se enteraba bien de su sentido. Empezamos a descubrir que es un concepto difícil de explicar y de vender.

¿Por qué no dieron un paso atrás?

Cada vez organizábamos más actividades para darlo a conocer, y teníamos la sensación de que si nos dedicáramos al proyecto a tope, y no a tiempo parcial, tendría el empujón definitivo. Es lo que le pasa a muchos emprendedores, cuando están sujetos a una rama y dudan si saltar a la otra. Es una fase complicada, neurótica, de dormir poco. En 2013 decidimos arriesgarnos y saltar a la rama de Workincompany. Teníamos que intentarlo.

Son muy activos en redes sociales, sobre todo Twitter. Y organizando encuentros relacionados con la innovación social para crear empresas, proyectos, colaboraciones,... ¿Es rentable para ustedes?

He tardado cinco años en igualar los ingresos que percibía en la consultora. El ‘coworking’ es un negocio con escaso margen de rentabilidad, pero es una plataforma formidable para hacer otras muchas cosas. Aún me critican algunas personas porque he dejado la arquitectura. Bastante gente me dice: “Te debe ir muy bien económicamente porque estás estimulando bastante el ambiente de los emprendedores en Sevilla”. Es verdad, disfruto tanto uniendo talentos en Sevilla que la emoción es mi recompensa. Pero esa gente no sabe que había meses con solo 300 euros de ingresos. Y al lado tenía a alguna entidad que estaba gastándose 4.000 euros en cátering para un evento que no iba a funcionar con la finalidad de impulsar a los jóvenes. Suerte que tenía ahorros para asumir pérdidas e inversiones fuera de rango. El 70% de mi tiempo lo dedico a labores sin ánimo de lucro. Así sale adelante que entre varias personas llegamos a organizar hasta 120 eventos al año.

¿Cómo se hace comunidad participando en sus eventos?

Por ejemplo, obligando en los encuentros Jelly, que hacíamos un miércoles al mes, a que todos los asistentes se presentaran ante los demás, uno por uno. Se llenaban, con 50 o 60 personas en nuestra sede. Y había algunos que adrede llegaban tarde para no presentarse, para no tener que hablar en público. Cuando entraban, yo paraba el evento y les obligaba a que dijeran quiénes son, qué hacen, qué les gusta, en qué son buenos,... Algo básico si quieres hacer comunidad. Recuerdo cómo más de un joven profesional, tras participar en esas sesiones, me decía emocionado: “Yo no pensaba que pudiera hablar con tanta gente, y aportar tanto, y sumar...”.

¿Tanto hace falta un cambio de mentalidad?

Muchísimo. Porque Sevilla tiene talentos. Pero no existe la cultura de potenciarlos y unirlos. Tenemos que erradicar, por ejemplo, el prejuicio de que lo colaborativo está enfrentado con lo empresarial. Para nada. Eso ocurre porque ha imperado de modo tradicional una forma de hacer negocio que consistía en esconder a los clientes. O fingir que los tienes. Nosotros hacemos ver otra cultura de trabajo y desarrollo: transparencia, coherencia entre lo que cuento y lo que hago, juntar a personas de diversas especialidades y trayectorias, aunque no tengan nada que ver, que aprendan a conectar entre sí y plantear un objetivo común. Es muy estimulante ver cómo se suman personas a esa dinámica. Toman conciencia de lo que saben y de lo que pueden aportar.

¿Cuándo podrá decirse que es una tendencia consolidada?

El día en que pueda decir en la Plaza del Salvador: “¿Quién sabe qué es una startup?”. Y el 90% de la gente levante la mano. En ese momento, tendremos densidad suficiente para captar inversores con más facilidad.

En el cambio de mentalidad, ¿también se incluye aprender a vivir sin subvenciones?

Por supuesto. Es un placer demostrarte a ti mismo que es posible organizar actividades valiéndote de lo que consigues por tus propios medios.

Usted es de los organizadores de los Drinkabout. Suena más a beber que a emprender.

No. Son encuentros para hablar de trabajo y trabajos. Y participamos en la red internacional de este tipo de eventos, en los que se disfruta en un ambiente de aprendizaje de conocimientos y experiencias. El primero lo convocamos en pleno agosto. Me decían: “No va a ir nadie”. Y se presentaron 17 personas. Este año han venido a conocernos quienes los organizan en ciudades como Londres, Berlín y Roma, porque queremos impulsar colaboraciones entre jóvenes emprendedores.

Las instituciones pregonan que están fomentando la cultura emprendedora. ¿No están vendiendo humo?

Todas juegan a ponerse la etiqueta de Silicon Valley. Y a postular que vamos a dar un salto hacia esa altura. Y le dan cancha a gente que habla de emprendimiento de oído, sin tener formación empresarial. Siempre les digo: “¿Cómo vamos a alcanzar una gran altura si nos falta todo lo que allí hay por debajo sustentándolo, todo lo que allí se ha vertebrado a lo largo de 50 años?” No podemos ser un pocos años un Guadalquivir Valley por muchos fondos europeos que lleguen a Andalucía, si no se trabaja en serio en una verdadera transformación a largo plazo mediante una cultura nueva del talento. En eso estamos. Uno de los intangibles que más creamos es construir confianza entre personas de talento. A veces entran en el ‘coworking’ personas de 40 años que no tienen el hábito de colaborar con desconocidos. Somos lo que en las grandes compañías buscan en el perfil profesional de los evangelizadores de la cultura interna de una empresa. Ese capital relacional que hace mejorar la productividad de muchos compañeros, y su ligazón a largo plazo con la empresa.

¿No sería mejor fomentar el espíritu emprendedor aprendiendo primero a integrarse y aportar valor a una empresa por cuenta ajena?

Sin duda. Vivimos una burbuja del concepto emprendimiento. Que tiene su vertiente positiva porque es mucho mejor tener a más personas esforzando en pensar cómo hacer algo nuevo y bueno. El problema, como dije Rodolfo Carpintier, experto inversor, “es que ahora los políticos, en vez de besar niños, besan emprendedores”. Para montar y lanzar una empresa, primero hay que entender cómo funciona, y eso solo se logra aprendiendo durante varios años a ser un profesional. Muchas startups que son demasiado fugaces seguirían vivas y creando empleo si a los jóvenes que las han ideado nada más salir de la carrera, les hubieran aconsejado adquirir primero varios años de experiencia laboral.

¿Es rentable trabajar en un ‘coworking’ en lugar de hacerlo desde casa?

Sí, hay muchos estudios a nivel mundial que indican cómo al menos el 35% de las personas que optan por estar en este tipo de lugares, incrementa sus ingresos con seguridad desde los tres primeros meses, por muy torpe o tímido que sea. Si quien lo gestiona sabe poner unas tarifas que le permiten segmentar, y que acudan a ti personas con un determinado perfil que apuestan por esa dinámica, el ambiente colaborativo llega a ser muy fecundo. Es el ‘entorno enjambre’, como en un gimnasio. Yo he vivido cómo se genera innovación compartiendo mesa y desayuno un arquitecto sevillano, una traductora de búlgaro, un diseñador gráfico y un fotógrafo. Es emocionante construir comunidad y provocar la serendipia.

¿Qué porcentaje de vuestra comunidad es extranjera?

Un 40%. Siempre tenemos en el ‘coworking’ un promedio de 9 a 11 nacionalidades. Esta semana he conocido a una chica rusa afincada en Sevilla que da clases de ruso. Y a una de Canadá que va a estar durante un mes. A todos les damos el ‘kit’ de acceso rápido para integrarse en la ciudad: “Los viernes tenemos un evento donde se habla mucho en inglés. Vente y reúnete... Si necesitas referencias para resolver temas en la ciudad, te ponemos en contacto... ¿Sabes que organizamos la Startup Weekend? Participa... Un viernes de cada mes hacemos una cena entre todos los ‘coworkers’, vente...”. Ese es el capital relacional que se va creando en estos 520 metros cuadrados con muchas mesas y salas.

Cada vez hay más profesionales que se sienten ‘knowmads’ y, gracias a poder trabajar a través de internet, aúnan descubrir mundo y realizar sus labores donde les apetece. ¿Llegan a ustedes de modo espontáneo?

Sí, y los eventos para hablar de trabajo y conocerse a la vez que tomamos bebidas y tapas, son una vía de captarlos. Por aquí pasan y trabajan personas de todo el mundo. Marta, una húngara que trabaja como traductora, me decía: “Sois lo más moderno que he encontrado en Sevilla”. Muchas veces les pedimos a algunos de esos ‘knowmads’ que sean ponentes en esos encuentros. Es un riesgo por conocerles poco, porque en estos ámbitos se valora mucho la meritocracia y se rechaza a quienes te quieren tomar el pelo o son informales. Pero es una gran ventaja porque las personas de ese perfil y con gran talento buscan espacios donde desde el primer minuto se abra la puerta a alguien que no tiene credenciales de ámbito local.

¿Algún ‘knowmad’ que le haya dejado impresionado?

Recibí el mensaje de un australiano de 50 años que estaba de mentor en un ‘coworking’ en su país, y quería estar en Sevilla dentro de su gira por Europa. Sus padres eran británicos y cuando él era niño, hacían turismo por España. Se ofreció a dar una charla contando sus experiencias como empresario en la informática, en la tecnología médica, y cómo había vendido su empresa y se dedicaba a viajar por el mundo y compartir sus vivencias. Convoqué a mi red de contactos en Sevilla, le ofrecí nuestra sala de eventos. Ha sido la mejor conferencia-coloquio que he vivido en los últimos tres años. Y le decía a muchos integrantes de nuestra comunidad: “Si la mitad tuviéramos la mentalidad de este hombre, lo rápido que iríamos. Fijaros cómo le brillan los ojos”.

Ya está abierta la convocatoria para el Sevilla Startup Weekend principal del 2017, será del 17 al 19 de noviembre. ¿Alguna novedad?

El facilitador será el mexicano Arturo Guizar, procedente de Lyon, gran experto en emprender con internet de las cosas. Lo haremos en la sede de EUSA, no en vano la Cámara de Comercio es la institución con la que tenemos un acuerdo más importante para potenciar el emprendimiento en Sevilla. Será otro llenazo, se van a vender las 125 plazas, que es el límite en cualquier ciudad. La actividad de nuestros Startup Weekend es la número uno en España. Piense que en Londres se organizan siete al año, y nosotros en Sevilla cinco, teniendo diez veces menos población. Además, estamos apadrinando los de otras ciudades españolas. Yo estaré de facilitador en el de Madrid, Carlos Delgado en el de Valencia y Juan Carlos Núñez en el de Murcia. Lo debemos estar haciendo bien, porque en la última cumbre de organizadores de estos certámenes, en Dublín, fuimos uno de los ponentes para explicar cómo lo hacemos. Y son miles de ciudades quienes los celebran.

De las dedicadas específicamente a un sector empresarial, ¿cuáles han funcionado mejor?

La que convoca a participar para crear empresas vinculadas al turismo y/o gastronomía. El dedicado a empresas sobre Educación también fue muy creativo, acudiendo incluso jóvenes de varios países.

¿Aún es posible organizar en Sevilla más variantes de Startup Weekend?

Sí, en abril de 2018 vamos a realizar un SW Students, para personas de cualquier edad que estén en proceso de aprendizaje. Y en mayo organizaremos el SW International, el primero de Sevilla completamente en inglés. Es un paso que no nos atrevíamos a dar, pero ya en certámenes anteriores vimos cómo miembros del jurado y de todos los grupos de jóvenes sevillanos dialogaban en inglés. Lo celebraremos en el Auditorio Box, hemos llegado a un acuerdo con Eventísimo e Isemco. Será muy bueno el facilitador de ese evento para orientar a los participantes en su idea de negocio: Michel Duchateau, procedente de Bruselas.

¿Realmente está consiguiendo, con estas y otras iniciativas, mejorar la cantidad y calidad de jóvenes capaces de crear en Sevilla empresas rentables y duraderas?

Propiciando estas oportunidades de conocerse personas de distintas procedencias y profesiones, y compartir experiencias creativas, se forjan conexiones, complicidades,... Cuando alguien encuentra un equipo con el que pensar y crear su futuro profesional, y parte de ese equipo está en Sevilla, es una baza para importar talento. Noto que estamos generando ese cambio de transformar Sevilla a través de la cultura colaborativa. Lo logrado en seis años no es para tirar cohetes, falta aún asentarlo. Valencia va mucho más rápido. Lisboa se ha convertido en un foco de atracción de talento internacional.

¿Qué falla más, la iniciativa privada o la pública?

En Andalucía faltan aceleradoras privadas de startups. Y los poderes públicos intentan hacer ese papel, en el que no están preparados. Porque su función no es la rentabilidad económica de una empresa privada. Están los papeles cambiados. La Administración debería apoyar la preaceleración de una idea de empresa y de negocio, mediante la educación y el conocimiento. Es el campo donde nunca va a entrar la inversión privada, que es la que debería protagonizar las incubadoras y aceleradoras, aplicando su sapiencia para articular las ventajas competitivas que generan un negocio y hacen viable una empresa.

¿Por qué no se debate sobre la eficacia de estas políticas?

Hace falta. Porque, con los papeles cambiados, los poderes públicos están generando mucha comunicación y mucho marketing, pero poco desarrollo de empresas y de economía. Muchos tuits, muchos videos en Youtube. Pero el ecosistema se crea de otra manera. Hay que darle su sitio al sector privado para que asuma el protagonismo en competitividad y nuevas líneas de negocio.

¿Qué explica de Sevilla cuando habla de ella fuera de España?

Por ejemplo, el año pasado, cuando Teresa Suárez y yo, ambos de la Asociación SevillaUp, nos pagamos por nuestra cuenta el viaje y estancia tres días en Berlín para participar en la cumbre europea de los organizadores de Drinkabout y nos fuimos al Tech Oper Air Berlin. Creo que hacemos mucho más que las misiones institucionales pagada con dinero de todos los sevillanos. Y a los responsables de aceleradoras, cuando tiendo puentes con ellos, les digo: “Sevilla no deja de ser una ciudad muy tradicional, pero hay un creciente segmento de jóvenes que está avanzando, que está madurando con la edad, ya hay startups de éxito mundial como Glamping Hub, y entre ellos puedes encontrar gente que sintonice contigo y con tus ideas de negocio”.

¿El clima sigue siendo uno de los principales factores competitivos para atraer talento?

Sí, y las conexiones aéreas. Con rutas internacionales directas o relativamente rápidas es más fácil que jóvenes de Europa decidan trabajar desde Sevilla durante los meses de invierno. En mi ‘coworking’ los hay, procedentes de Bélgica, Alemania, Rumanía,... Creo que Sevilla no debe jugar al postureo de fingir ser una potencia tecnológica para captar talento, pero sí esforzarse en conseguir que se radiquen en la ciudad personas con potencial emprendedor procedentes de Suramérica, Europa y África jugando la carta de ser un entorno agradable, con precios aceptables.

¿Cuál es el factor negativo que priorizaría resolver?

Hablar inglés. Es que en la ventanilla única empresarial, que aúna a tres instituciones públicas, hay empleados que no hablan inglés. En muy pocos bares y comercios hablan inglés. Y si la ciudad no te entiende, te vas. Nosotros intentamos desde Workincompany tapar esas deficiencias, y crear velcros para que ese talento, se mueva por donde se mueva en Sevilla, se quede enganchado a gente que sí forma parte de una dinámica internacionalizada.

Ponga un ejemplo.

Llegaron a buscarme en Sevilla unos jóvenes de una empresa de software de Berlín, querían conocer a gente con talento en la creación de software. Y acabaron contratando a uno que trabajaba desde nuestro ‘coworking’. Perdí un ingreso mensual. Pero ahora, al constatar su calidad, los berlineses se están planteando montar una subsede en Sevilla, porque les apetece poder vivir varios meses al año en una ciudad como ésta. Ante eso, las tramitaciones en cualquier organismo público han de ser muchísimo más ágiles, porque en eso constatan, comparándolo con su país, que Sevilla como anfitriona administrativa es muchísimo más lenta y se ponen más trabas, lo que bastantes veces desanima y disuade esa intención inicial.

Quienes le consideran embajador de Sevilla en estos ámbitos, al verle implicado en tantas actividades de las que se beneficia mucha gente, ¿le ven como una ONG? ¿creen que usted nada en la abundancia?

Debo estar haciéndolo mal, porque incluso en los inicios de este proyecto, cuando aún la crisis económica era muy severa, vino un arquitecto a ofrecerme que fuera inversor para un tema inmobiliario. ¿Por qué pensaba que yo ingresaba mucho dinero, si mi cuenta de resultados era patética? Tengo clarísimo que Workincompany ha de ser sostenible. No quiero parecer una de esas personas que te encuentras por Sevilla de vez en cuando y nunca sabes a qué se dedican. Ni debe haber quien piense que algo habrá oculto. Estoy dedicado de lleno porque he decidido solo hacer lo que me divierte y solo comer lo que me divierte. Y cuando no hay, paso hambre. Es mi reto, mi opción personal. Y en el ‘coworking’ pasan tantas cosas que no dejo de aprender y descubrir novedades.

¿Cuál es su dieta?

El minimenú. El mínimo dinero que necesito para hacer mi vida sostenible. Y está entre 600 y 800 euros al mes. He conseguido que mi vida sea satisfactoria con un bajo ingreso de dinero.