Dos pulsos a la pobreza

Carmen Tamayo y Magdalena Blaj, premiadas por su lucha contra la exclusión

21 nov 2017 / 07:00 h - Actualizado: 21 nov 2017 / 07:00 h.
"Voluntariado"
  • Carmen Tamayo ayuda a las mujeres que lo han perdido todo a reencontrarse a través del teatro. / Foto cedida por Mujereando
    Carmen Tamayo ayuda a las mujeres que lo han perdido todo a reencontrarse a través del teatro. / Foto cedida por Mujereando
  • Magdalena Blaj colabora con Médicos del Mundo. / Foto cedida por Médicos del Mundo
    Magdalena Blaj colabora con Médicos del Mundo. / Foto cedida por Médicos del Mundo

Pocas desgracias hay peores que perder casa y empleo, quedarse en la calle. Se abre un pozo del que es difícil salir. Nos puede pasar a cualquiera por asentados que nos creamos que estamos. Y como dice el tópico, de ese pozo es difícil salir.

Dos personas fueron reconocidas ayer en el Hogar Virgen de los Reyes por el concejal de Bienestar Social, Juan Manuel Flores, por su lucha contra la forma más extrema de la pobreza y la exclusión: quedarse sin hogar. Una desde fuera: Carmen Tamayo ayuda a las mujeres que lo han perdido todo a reencontrarse y comenzar a recuperar su vida desde el teatro. La otra, Magdalena Blaj, desde dentro: perdió su hogar en 2010, enderezó su vida, lo volvió a perder y su esfuerzo contra lo que antaño llamábamos en los periódicos marginación lo comparte con Médicos del Mundo, a quienes ayuda en su veterano programa de ayuda a las prostitutas de Sevilla.

Tamayo recibió ayer este reconocimiento durante la primera jornada de Mi casa son las calles, campaña de sensibilización sobre personas sin hogar del Ayuntamiento durante la semana de las personas sin hogar, que acaba este viernes.

Hace cuatro años comenzó a desarrollar el grupo de teatro Mujereando, por el que han pasado 47 mujeres atendidas por los servicios municipales para personas sin hogar. En este tiempo han representado cuatro obras de teatro. «Ellas son las protagonistas», expresó al recoger la mención. «Son bravas por levantarse y luchar todos los días». Y reflexionó: «He aprendido con ellas que somos muy vulnerables, y que nuestro bien más valioso son las relaciones sociales. Sin ellas he conocido a empresarios del aceite que han acabado en la calle». Con Mujereando Tamayo empodera a las mujeres que han llegado a la calle: «Cuando se ven ahí están solas y no saben ni para dónde tirar».

Pese al éxito del programa y del reconocimiento, el teatro, que depende de la Fundación Rais, corre peligro para continuar por la precariedad con la que estos problemas acaban abordados por la sociedad, aunque el concejal expuso que buscará cómo puede continuar.

En cuanto a Blaj, rumana que reside en España desde 2004 y que trabajó en oficios precarios hasta 2010, comenzó desde entonces una ruta por los albergues, por el centro Miguel de Mañara (de atención religiosa a pobres) y ejemplifica lo injusto que es culpar a los pobres de la pobreza: Salió («Si tienes fuerza de voluntad y ayuda se sale», expresa) y volvió al circuito de atención a las personas sin hogar de una España en crisis. Desde 2016 colabora en la unidad móvil de Médicos del Mundo que atiende a unas 500 prostitutas de las calles de Sevilla.

«Tengo una hija de su edad», cuenta acerca de su labor con las prostitutas. «Y les puedo dar el apoyo emocional de una madre. No las miro con ojos malos, sino como mujeres que hacen un trabajo muy difícil. Muchas están ahí (dominicanas, rumanas, pero también muchas sevillanas) porque no tienen otra alternativa y quieren salir, y de ahí también se sale».