Dosis de solidaridad de vecino
a vecino

Amas de casas, limpiadoras o comerciales integran la red de voluntariado que ofrece una primera ayuda a los necesitados más cercanos

Manuel J. Fernández M_J_Fernandez /
05 dic 2016 / 07:00 h - Actualizado: 05 dic 2016 / 07:00 h.
"Barrios","Solidaridad","Comprometidos con el prójimo"
  • La crisis ha movilizado a los barrios para dar respuesta a las necesidades básicas de los hogares. / J.M. Paisano
    La crisis ha movilizado a los barrios para dar respuesta a las necesidades básicas de los hogares. / J.M. Paisano
  • Buena parte del equipo de vecinos voluntarios de Mujeres Solidarias del Polígono Norte recogiendo pescado en las dependencias de Mercasevilla. / El Correo
    Buena parte del equipo de vecinos voluntarios de Mujeres Solidarias del Polígono Norte recogiendo pescado en las dependencias de Mercasevilla. / El Correo
  • La voluntaria Esperanza Jiménez repasa el lote entregado a una cabeza de familia en Amate. / El Correo
    La voluntaria Esperanza Jiménez repasa el lote entregado a una cabeza de familia en Amate. / El Correo

Vanesa no sabe de dónde saca las fuerzas. Lleva año y medio en paro y su esposo lo está también desde hace tres meses. Aún así saca tiempo de sus tareas en la casa y de la crianza de sus dos hijos pequeños –de 11 y seis años– para ayudar a los necesitados más cercanos: «Hay gente que lo está pasando verdaderamente mal. Yo al menos cuento con la ayuda de mis padres y mis suegros, pero hay quien ni siquiera tiene eso».

Su compromiso social comenzó en facebook, donde abrió un grupo solidario «para recoger ropa y juguetes en Navidad» que luego almacenaba en la casa de sus padres en el Cerro del Águila. «Lo ordenaba por tallas y cuando me enteraba de que alguien necesitaba ropa, se lo daba». Hace cuatro años conoció a Mayte Delgado y la Asociación de Mujeres Solidarias, a la que se unió desde un primer momento. «Entendí que juntos podíamos ayudar más». Desde entonces, Vanesa ejerce de voluntaria en esta entidad altruista del Polígono Norte que en lo que va de año ha repartido casi 20.000 kilos de alimentos entre unas 180 familias del barrio, de otras zonas de la capital (Amate, Polígono Sur, Torreblanca...) y hasta de la provincia (Alcalá de Guadaíra, Camas, Mairena del Aljarafe... ).

«Aquí se ayuda a todo el que viene», explica otro voluntario al que todos conocen como El Moraíto. Vive «de vender lo que salga» pero los días de reparto es la persona encargada de «entregar los números para que haya un acceso controlado al local [en la calle Meléndez Valdés] y no se produzcan peleas», explica Mayte, que es la presidenta de este equipo vecinal que conforman entre cinco y seis voluntarios fijos y otros cinco temporales. En más de una ocasión, han tenido que tirar del ingenio y llamar a numerosas puertas (incluida el Banco de Alimentos ) para mantener esta actividad que únicamente recibe la aportación fija del Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA). Una ayuda que, como insisten, «no es suficiente» para cubrir la «alta demanda» que tienen de familias con parados de larga duración y en riesgo de exclusión social que llegan principalmente a través de la asociación de vecinos.

En entonces cuando entran en acción estos voluntarios, entre los que se encuentran amas de casa, limpiadoras, comerciales, reponedores de supermercados, soldadores en paro... A todos les une las ganas de tender la mano a quienes lo están pasando francamente mal. De los casos que han atendido en los últimos meses, Vanesa recuerda uno con especial ternura: «Era una abuela de 80 años con una paga muy pequeña y que había asumido el cuidado de sus tres nietos menores porque su nuera está en la cárcel y su hijo murió. No tenía ni ropa para que los niños se vistieran».

Para esta abuela de 80 años y para otras tantas familias, la Asociación Mujeres Solidarias del Polígono Norte de Sevilla es el último salvavidas al que agarrarse gracias a distintos servicios que ofrece, entre los que destaca que se les proporcione periódicamente alimentos no perecederos.

El proceso sigue unos pasos. «Hay unos que están en el departamento de entrega, donde se hacen los distintos lotes siguiendo la tabla de reparto de FEGA, que aconseja que para una familia de cuatro miembros se entreguen 60 kilos aproximadamente». En los números que reparte El Moraíto aparecen encriptado los componentes que hay en cada hogar para llevar un control y evitar sorpresas. De ello se encargan en la zona de entrega la otra parte de este reducido voluntariado, que en más de una ocasión terminan llevándose «los problemas a casa».

Pero no siempre pueden socorrer como quisieran. «A veces no tenemos gasolina para ir a recoger comida al Mercasevilla y tampoco bolsas para poder dar luego el pescado», lamenta Vanesa, quien advierte de «lo difícil» que es ejercer el voluntariado en zonas desfavorecidas de la ciudad. Eso sí, está convencida de que su esfuerzo se ve recompensado con «la sonrisa» de quienes se llevan «los carros llenos» o simplemente «unas galletas para poder cenar esa noche». «Si no estamos ahí, esas personas qué hacen», se pregunta Vanesa cada noche cuando llega a casa y retoma la lucha familiar de echar los meses atrás.

Otro foco de solidaridad ciudadana se localiza en Amate. Los inicios activistas de Esperanza Jiménez están relacionados con la asociación de vecinos Hércules de la barriada Jesús, María y José, donde hace poco ha vuelto a ocupar la presidencia. «Con la crisis comenzamos a repartir alimentos por el barrio en Navidad». Pero el listado de demandantes fue creciendo conforme avanzaron los años y para atenderlo se sumaron más manos: «La ONG Cooperación Internacional se puso en contacto conmigo y empezamos a distribuir cajas de alimentos», recuerda Esperanza al tiempo que insiste en que ofrecen «una primera atención urgente» a los casos más necesitados «mientras Asuntos Sociales les busca una solución». Así, en la actualidad, dan alimentos no perecederos, ropa, juguetes y enseres (carritos de niños, camas, sábanas, mantas... ) a un total de 180 familias, repartidas en el Cerro-Su Eminencia (50), Sevilla Este-Alcosa (50), Torreblanca (50) y al colegio Blanca Paloma de Tres Barrios. A cambio solo piden que «los niños no falten al colegio» y que haya «cierta preocupación por la educación de los más pequeños de casa».

Esperanza es una de las 14 personas que conforman este equipo de personas altruistas de entre 22 y 74 años. Su día a día arranca en la calle Voluntariado, donde planifican la jornada «en torno a un cafelito» en la casa de la presidenta vecinal. De ahí se encaminan al local que tienen en la barriada La Negrilla. «Los lunes, martes y miércoles hay repartos, que hemos dividido por zonas: Torreblanca el primer día, Sevilla Este-Alcosa el segundo y Cerro-Su Eminencia, el último». El resto de la semana se dedican a «ordenar y recoger alimentos» que llegan de distintas entidades benefactoras, como «el Banco de Alimentos, la Fundación Cajasol, empresas como El Más y otras donaciones particulares».

Pero aún así siempre hay carencias de productos. «Ahora no tenemos leche, Cola-Cao y café. Se acercan unas fechas [navideñas] que qué menos que se puedan tomar algo de esto antes de irse a la cama». Esperanza tiene claro que la misión del voluntario es «repartirlo lo más justamente posible y que llegue a todos casi igual». Una dedicación que es puramente vocacional: «Esto es tan bonito y emotivo, que ayudas, sí, pero también te estás ayudando porque te motivas para tu vida», concluye