“Durante años fui tres días por semana a la cárcel de Sevilla para ayudar a presos”

Propietaria y mecenas. Desde hace 45 años, ha vivido por partida doble, tanto en Sevilla como en la Camarga francesa, su pasión por las tradiciones, las marismas, los caballos y los toros. Y por la acción social, en el lugar con menos ‘glamour’: la cárcel.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
30 abr 2017 / 07:57 h - Actualizado: 29 abr 2017 / 19:05 h.
"Son y están"
  • Michèle Ricard, en el bufete de su esposo, Francisco Ortiz Acuña, en Sevilla. / MANUEL GÓMEZ
    Michèle Ricard, en el bufete de su esposo, Francisco Ortiz Acuña, en Sevilla. / MANUEL GÓMEZ

“La defensa de las tradiciones y del medio ambiente en la región francesa de la Camarga, y llevar a cabo los valores sociales y culturales que me inculcó mi padre, son la pasión de mi vida”. Así se define Michèle Ricard, 69 años, hija de Paul Ricard, el célebre empresario de la firma de bebidas Ricard, fundada en Marsella en 1932. El éxito de su ‘pastis’, el licor de anís tan popular en Francia, fue el origen de lo que es hoy la gran multinacional Pernod Ricard en el sector de las bebidas alcohólicas. Michèle Ricard es la menor de sus cinco hijos, y está afincada en Sevilla desde 1972, donde también ha impulsado varias iniciativas. Entre otras, el Premio de Pintura Club del Arte Paul Ricard, convocatoria anual con 6.000 euros para el artista ganador, y exponiéndose todas las obras seleccionadas en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla. Y, junto a su segundo esposo, el abogado Francisco Ortiz Acuña, han alentado el hermanamiento del Parque Natural Regional de la Camarga y el Espacio Natural de Doñana, así como entre los municipios de Villamanrique de la Condesa y Saintes Maries de la Mer. Ambos paisajes y paisanajes marismeños.

¿Le han atraído más la naturaleza y la cultura que la gestión empresarial?

Sí. Mi padre fue un gran empresario, y también un gran humanista. Fue un pionero en la defensa del medio ambiente, de un paisaje mediterráneo como el de las marismas de la Camarga. En mi familia hay otras personas que son más capaces que yo dirigiendo las empresas del grupo Pernod Ricard, y están muy bien delimitadas las funciones. Yo me he centrado en custodiar los valores patrimoniales, históricos y culturales del dominio que me legó mi padre, y que es un símbolo de la Camarga. Mi hijo vive en Francia y sí está implicado en la gestión de la empresa familiar, mientras que mi hija reside en Madrid y ha tomado otros derroteros.

¿Cómo fue su infancia y adolescencia?

Nací en Marsella. Mi padre quería que todos sus hijos viajáramos mucho y se combinó la formación en Marsella con colegios en Suiza, Alemania e Inglaterra. Poco a poco, fui valorando lo que él había logrado en la Camarga, con su talante de afrontar cualquier dificultad y plantear soluciones. Pues, en 1940, durante la II Guerra Mundial, el Gobierno de Pétain prohibió el pastis, y mi padre, con el fin de evitar que todos sus trabajadores de Marsella fueran enviados de modo obligatorio a Alemania para trabajar al servicio de los nazis, los reconvirtió a todos en agricultores y ganaderos, poniéndolos a trabajar en Méjanes, la finca de 1.200 hectáreas que había comprado un año antes en la Camarga. No solo los protegió de esa manera, sino que reintrodujo la plantación de arroz en esas marismas, y la generación de riqueza en una comarca cuyas marismas estaban abandonadas, y desde la que se produjo leche, carne, cereales, legumbres, etc., que alimentaron a muchas personas de toda la región durante las penurias de la guerra y la posguerra.

¿Cuándo descubre Andalucía?

En los años 60. Me encantó conocer los llamados ‘pueblos blancos’. Cuando me casé por vez primera y me instalé en Sevilla, el ambiente en el que me integré primero fue el taurino, me acogieron muy bien. También era para mí un lazo con la Camarga, pues en nuestra finca criamos toros camargueses y es una comarca de fiestas taurinas. Lo que me chocaba mucho eran las diferencias de mentalidad entre la Francia de las libertades y la España del franquismo. Recuerdo cómo la gente llamaba a Franco el Caudillo. Y cómo, el día que murió, llevé como siempre a mi hija por la mañana a la parada del autobús para que fuera al colegio, y un señor, al vernos esperando, le sorprendió, y nos dijo: “Hoy no hay colegio, se ha muerto el Caudillo”. Volvimos a casa, puse la radio, y solo sonaban marchas militares.

¿Cómo ve el presente del mundo taurino?

Antes iba mucho a las corridas de toros, y tenía mi abono en Sevilla. Era torista. Ahora estoy más apartada. En nuestra finca de la Camarga tenemos una plaza de toros y cada año organizamos una feria de rejoneo, este año vuelven grandes rejoneadores como Hermoso de Mendoza. Lo que está creciendo es la presión de los antitaurinos. Y debo ser muy prudente. Porque, por un lado, está el Club Taurino Paul Ricard, que tiene decenas de miles de seguidores en Francia. Y, por otro lado, quienes pueden querer organizar campañas para perjudicar a nuestra empresa familiar. Tenemos en Francia amigos de la tauromaquia que han recibido sobres con amenazas y cuchillas de afeitar.

A su juicio, ¿quién encarna mejor hoy el puente cultural entre Francia y Sevilla?

De mi entorno, sin duda destaco al matrimonio formado por Rodrigo de Zayas y Anne Perret. Son los mejores embajadores culturales de Sevilla en Francia y de Francia en Sevilla.

¿Vive intensamente la Semana Santa y la Feria?

Ya no. A muchos amigos les sorprende, porque me han conocido andando delante de la Macarena en calles estrechas, y disfrutando mucho de la Feria. Ahora me gusta más estar en el campo, en nuestra finca en el Aljarafe. Con gallinas, caballos, perros, gatos, huertos, flores. He vivido las fiestas de Sevilla en unas condiciones tan buenas, que ahora no quiero ir a ellas para sentir desagrado. Prefiero la nostalgia. Ahora hay demasiado turismo y es difícil conservar las tradiciones.

Pero los problemas de convivencia que afectan a la Semana Santa y la Feria no los causan los turistas, son tensiones y conflictos entre sevillanos.

Sí, pero cuando hay tantos turistas, es más complicado organizar la seguridad en las calles.

¿Cuándo disfruta más de las marismas de Doñana?

Mi día grande es el de la Saca de las Yeguas. Me entusiasma. Tenemos casa en el Rocío, recibimos a muchos amigos, y me gusta más esa jornada que el ambiente en la aldea cuando se masifica durante la romería.

¿Va a más el hermanamiento entre marismeños del Guadalquivir y marismeños del Ródano?

Podría ser mucho más fructífero. Mi marido abrió camino, y demostró en 2013 que era posible hacer a caballo 1.700 kilómetros por caminos y parajes naturales para conectar esas dos comarcas. El año pasado lo han hecho, desde Francia y hasta Villamanrique, vaqueros de la Camarga, en coches de caballos, conformando una ruta para poner en común más humedales: el Delta del Ebro, la Albufera,... El recibimiento fue muy emotivo.

En sus investigaciones sobre la Camarga, ¿qué ha descubierto?

He encontrado documentos del siglo X, en concreto del año 920, que hacen referencia a las tierras de nuestra finca Méjanes, que heredé de mi padre. En el siglo XI fueron propiedad de Ramón Berenguer III, Conde de Barcelona, casado con María, hija de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid. Una de sus hijas está enterrada en la Catedral de Santiago de Compostela, fue para mí una grata sorpresa descubrir por casualidad su tumba en una de mis visitas a dicha catedral, pues sus padres residieron en Méjanes. Todos los años dedico unos diez días a hacer andando tramos del Camino de Santiago, ya he hecho todas las variantes desde el sur de Francia y por las diversas rutas que pasan por Asturias y León para llegar a Galicia.

¿Por qué creó un premio en Sevilla para pintores?

Es otra manera de hermanamiento. Mi padre pintaba y era mecenas. Me pareció bueno apoyar el desarrollo de artistas vinculados con Sevilla, y organizar un premio convocándolo con la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla.

A lo largo de sus doce ediciones hasta la fecha, han concursado, y han ganado, excelentes pintores como María José Gallardo, Simón Arrebola, Gloria Martín y Pablo Merchante. Casi siempre con obras de pintura figurativa.

Reconozco que me interesa más el arte figurativo. Pero cada vez valoro más la capacidad expresiva del arte abstracto para hacerse entender sin necesidad de que te lo explique un experto.

De los personajes que ha conocido a lo largo de su vida, ¿ha habido alguno que le haya fascinado especialmente?

Muchos, famosos o no. Gracias a mi padre tuve la suerte de conocer a Salvador Dalí. Era fascinante. Y en Sevilla, destaco a una persona extraordinaria: el padre Leonardo Castillo. Le conocí en el ambiente taurino y con él me introduje en otros ámbitos sociales completamente distintos, para ayudar, con él fui de acá para allá, era muy imaginativo para solucionar problemas. El día que nos presentaron, me dijo: “Llegas como el aceite a las espinacas”.

¿En qué le ayudó?

Tanto a él, como a Reyes García de Castro, la fundadora de Sevilla Acoge, otra persona maravillosa a quien también quise mucho, sobre todo les ayudé en la atención a presos en las cárceles de Sevilla, entre otras acciones muy discretas. Durante varios años, fui muchas veces, acudía tres días a la semana, por mis conocimientos de idiomas, para citarme con presos (que no fueran criminales) e informarles sobre trámites, para gestionar la localización de sus familias y que pudieran ponerse en contacto con ellos, sobre todo de países que no tienen consulados cerca. Conocí bien tanto la prisión antigua de Sevilla, la que estaba cerca de Cruzcampo, como la de Sevilla II.

¿Cómo se manejaba en esos encuentros a solas con cada preso?

Nunca me faltaron al respeto. Conocí a muchos que habían caído en las redes de la droga. También estuve a solas con un joven italiano que estaba acusado de ser miembro del grupo terrorista Brigadas Rojas. La experiencia más dura fue la relación con un marroquí que estaba muy enfermo, padecía distrofia muscular. Se gestionó que tuviera un permiso de fin de semana. Y yo sabía que no iba a regresar. Porque quería salir de la cárcel para morir fuera de ella, él sentía que se estaba muriendo, la droga le había hundido la vida física y psicológicamente. Y al menos quería morir en libertad, pocos días después.

¿También ayudaba en los trámites para reinsertarse a quienes cumplían sus condenas?

Sí, a algunos. Cené en Sevilla en varias ocasiones con presos, antes de marcharse a sus países. Conservo cartas muy hermosas de ellos y de sus familias. Conocer una cárcel da mucho que pensar. Y te hace comprender que no están en prisión muchas personas que sí deberían ser condenadas, como los que manejan el gran negocio de la droga.

¿Cuál es su vivencia más feliz con personas que se hayan reinsertado?

Fui la madrina de boda de un libanés al que ayudé en sus trámites. Era el chico bueno de la cárcel, trabajaba en la biblioteca. Lo habían condenado por pasar droga en una maleta. Cuando empezó a disfrutar de permisos de fines de semana, sacerdotes sevillanos se lo llevaban por diversos pueblos, igual que hacían con otros presos, para ir trabajando con él la dinámica de reinserción. Y, más adelante, se casó con una joven de un pueblo sevillano. Para mí fue muy bonito ir con mi marido a su boda y ser la madrina. Sé que ha rehecho su vida, y han tenido una niña.

¿Alguna otra entidad que le pidiera su implicación, por muy complicada que fuera?

Varias monjas de las orden de las Adoratrices me llamaban para que las sacara de apuros. Por ejemplo, en la Plaza de Europa, junto a la Alameda, para recuperar a un niño que era utilizado para robar en los bolsillos de los clientes de las prostitutas. Lo rescatamos, lo metimos en el coche, y lo llevamos a su centro de acogida en San Juan de Aznalfarache. Toda una aventura.

En la Sevilla a la que usted llegó por vez primera, se estudiaba francés como segunda lengua en casi todos los colegios. Hoy es abrumadora la predominancia del inglés.

Sí, Francia se ha quedado atrás en muchas cosas. También en el uso de nuestra lengua, lo que antes estaba muy bien visto.

Parece que ahora solo se asocia la ‘marca Francia’ a la moda, a la ‘delicatessen’, al objeto de lujo, cuando ha sido un faro del pensamiento, de la educación, del modelo de Estado...

La Francia del pensamiento y de la intelectualidad no sabe ahora cómo solucionar el problema que sufre el país por una cualidad positiva: ser un país de acogida. Hemos luchado durante siglos en favor de las libertades. Pero ahora la sociedad francesa está compuesta por muchas personas que tienen la nacionalidad francesa pero a las que no les gustan los valores y principios que emanaron de la Ilustración y de la Revolución Francesa. No quieren esa Francia, no aman los derechos y libertades. Y están matando la vaca lechera que les ha acogido. Por eso en Francia estamos preocupados y tristes.

¿La radicalización del voto es consecuencia del fracaso en la educación e integración de los franceses de nacimiento cuyas familias llegaron a Francia hace 60, 50 o 40 años?

En los factores del fracaso hay que tener en cuenta el complejo de culpabilidad. Los franceses, como potencia colonialista, no se portaron muy bien por el mundo. Y eso ha provocado no integrar a los inmigrantes en su justa medida. Por defender la libertad, sin tener en cuenta las consecuencias de una acogida mal equilibrada, Francia está pagando un alto precio. Y estoy muy preocupado por el ascenso de los extremismos. Muchos franceses se están dejando engañar por políticos que les hablan muy bien, sin darse cuenta de lo que son.

¿Cuál es su punto de vista sobre la Sevilla actual?

Es más cosmopolita desde la Expo’92. Me gustaría que fuera capaz de conservar su núcleo, su encanto, a la vez que evolucionar y ser más abierta. Los sevillanos deben abrirse más a lo que no conocen en el mundo, y ser más abiertos con quien llega a Sevilla. Me lo decía siempre el padre Leonardo Castillo, “en Sevilla, la primera pregunta que te hacen es: ¿Tú de quien eres?”. Yo soy una afortunada, no he tenido problemas de integración, he sido bien recibida. Pero otros extranjeros sí se han sentido poco acogidos.

¿Qué cambiar, en ese sentido?

Ser más hospitalarios en sus domicilios. Como me dicen unos amigos franceses, con queja: “Invitamos a la gente de Sevilla a comer en casa, pero ellos no nos invitan en la suya, lo hacen en la calle”. Los sevillanos son muy celosos de su intimidad. Y yo me siento una privilegiada, porque sí he estado en las casas de muchos amigos sevillanos. Solo puedo tener agradecimiento hacia Sevilla. Y me ha dado la oportunidad de compartir ahora mi vida con un trianero.