«El alma flamenca de Sevilla»

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
28 may 2017 / 08:15 h - Actualizado: 28 may 2017 / 08:16 h.
"Un paseo por Triana"
  • Espectáculo de la Bienal celebrado en el Hotel Triana. / El Correo
    Espectáculo de la Bienal celebrado en el Hotel Triana. / El Correo

Hay muchas cosas que no se pueden entender sin Triana y el flamenco es una de ellas. Para muchos investigadores y artistas estudiosos, el viejo arrabal sevillano es la verdadera cuna de este arte tan andaluz, aunque gaditanos, jerezanos y granadinos reclamen también su paternidad desde hace años. Lo cierto es que en el origen de esta música y de Triana como foco flamenco jugaron un papel muy importante figuras históricas gaditanas como El Planeta y El Fillo, el primero de Cádiz capital y el segundo de San Fernando. Tan importante fue ese papel que hasta hace pocos años había quienes aseguraban que El Planeta era trianero, Antonio Mairena entre ellos, pero ya nos encargamos de desmentirlo en este mismo periódico el 20 de febrero de 2011.

Antonio Monge Rivero, El Planeta, nació en Cádiz en 1790, donde vivió hasta 1838 y nacieron todos sus hijos, para emigrar luego a Málaga, ciudad donde falleció en 1856. Lo que no quita de que, sin vivir nunca en Triana, al menos que conste en algún documento, estuviera muy vinculado al barrio. El Fillo, en cambio, sí vivió años en el barrio, desde 1829 hasta su muerte, en 1854, y fue una figura clave del cante trianero. Ambos aparecen en las Escenas andaluzas del escritor costumbrista malagueño Serafín Estébanez Calderón, en el relato Un baile en Triana, cuya fiesta tuvo lugar en 1838, con El Fillo viviendo ya en la Cava de los Gitanos y El Planeta en Cádiz o en Málaga.

Otra figura clave del cante trianero, Frasco el Colorao, aún no había llegado al barrio cuando tuvo lugar la célebre fiesta que relató el escritor y político malagueño. Llegaría a mediados de la década de los cuarenta de aquel siglo, casado y con dos hijos, y murió octogenario en el mismo arrabal a finales de la octava década. Es aún una figura muy desconocida y tampoco era trianero, aunque Rafael Pareja lo hiciera maestro de todos los buenos cantaores de aquella época, entre otros del mítico Tío Antonio Cagancho, padre de Manuel Cagancho, uno de los grandes seguiriyeros de Triana.

Esta familia, la de los Caganchos, y la de los Pelaos, eran las dos grandes casas cantaoras de Triana, sin olvidar la del gran Curro Puya, de la familia de los Vega Bermúdez, con cantaores conocidos como Pepe el Culata y Curro Fernández, este aún vivo y padre de la cantaora Esperanza Fernández. La Josefa y Diego el Lebrijano no eran tampoco naturales del arrabal, pero vivieron en él. Como también se hicieron vecinos El Piyayo de Málaga o el jerezano Antonio Frijones, porque Triana fue siempre un barrio muy atractivo para artistas flamencos de otras partes de Andalucía, al ser uno de los lugares más flamencos de la región. Aunque unos se afincarían buscando seguramente el ambiente flamenco y su cercanía con Sevilla, sus academias boleras y cafés cantantes, y otros por sus fraguas, sobre todo los gitanos herreros.

Lo cierto es que Triana fue fundamental en la gestación y el desarrollo artístico del cante y el baile flamenco, así como cuna de artistas y estilos. Era ya una escuela importante de cante jondo en el siglo XIX, sin dar menos artistas que Cádiz y Jerez en aquella época. Y aunque Antonio Mairena y Ricardo Molina hablaran de que hubo una época hermética, en la que los gitanos no actuaban delante de los gachés y apenas salían de sus casas para cantar, bailar o tocar la guitarra, lo cierto es que los trianeros llevan más de dos siglos buscándose la vida con el flamenco, primero en las fiestas privadas de Sevilla, en casas señoriales, y más tarde en academias boleras y los cafés cantantes. Los gitanos y las gitanas, aunque ahora estén dando la matraca con lo del machismo. En todas aquellas fiestas de mediados del XIX, en las que bailaban La Campanera y La Nena, las célebres boleras sevillanas, casi siempre amenizaban las veladas unas gitanas de la Cava, lógicamente cobrando, que eran las que ponían la salsa flamenca. Y de ese mestizaje bolero-flamenco, salió el baile que luego sería uno de los grandes atractivos de los cafés cantantes y los teatros de la ciudad.

Si será verdad que no existió la dichosa época hermética, que a mediados del citado siglo ya había organizadores profesionales de fiestas flamencas en Triana. Un tal Peicker, era toda una celebridad en Sevilla porque organizaba fiestas para turistas en el barrio, cuando aún había que cruzar el puente de barcas. Esas fiestas se solían celebrar en casas pudientes, pero participaban bailaoras trianeras, seguramente también gitanas, luego ya asomaba el profesionalismo flamenco. Incluso mucho antes, porque, ¿es que no eran ya profesionales los artistas que tomaron parte en la fiesta de Estébanez, en 1838, como El Planeta, El Fillo, Juan de Dios, La Perla y El Jerezano? Serían herreros, carniceros, marineros, alfareros o zapateros, pero ya eran reclamados para ejercer su arte en público, luego cobrarían por hacerlo.

Tan importante era Triana para el flamenco, como una marca, que algunos de sus más célebres profesionales utilizaron el nombre del barrio como remoquete artístico, aunque hubieran nacido en la otra orilla: en San Luis, la Macarena, la Alfalfa o la Alameda. Por ejemplo, La Naranjita de Triana, la famosa bolera de mediados del XIX, que en realidad era de la Alfalfa. Fernando el de Triana, nacido en la calle Pozo y bautizado en San Gil. O La Finito de Triana, que era del distrito de San Vicente y llegó ya al barrio con bastantes años, donde murió anciana y pobre.

Sevilla ha dado más figuras importantes que Triana, pero sin el antiguo arrabal, la capital andaluza no sería casi nada en la historia del flamenco. Allí fue donde se fraguaron los estilos fundamentales, el cante jondo de verdad, las seguiriyas, las soleares y las tonás. Y hasta los cantes y bailes festeros por excelencia, como son los tangos y las bulerías. Figuras ya del siglo XX como Matilde Coral, su marido, Rafael el Negro; Naranjito, Manuela Carrasco, Milagros Mengíbar, El Arenero, Paco Taranto, Angelita Vargas y otros muchos, y la propia idiosincrasia del barrio, convirtieron este rincón en la estrella más refulgente del firmamento flamenco. Por eso le cantaba Mairena aquellas bulerías con tanto duende y compás:

Triana, Triana, ¡cómo reluce Triana!