Hay una creencia difícilmente desenmascarable: el mercado del arte es siempre y en todos los casos, caro. Hablar de galerías y de subastas parece ir de la mano, sin excepción, del retrato de una alta sociedad que sí puede permitirse invertir en obras de arte. Desgraciadamente no podemos ahora venir a llevar la contraria a dicho dibujo sociológico. Aunque sí que caben los matices. Es posible entrar en este universo con mucho dinero desde luego pero también con unos pocos ahorros en el bolsillo.

«Si la gente tiene todavía miedo a visitar, simplemente visitar, una galería, no digamos si de lo que se habla es de comprar o pujar», dice el pintor sevillano Gerardo Delgado. Hablar de la difícil supervivencia de las galerías de arte y las casas de subasta nos llevaría, probablemente, a otro contexto pero, en todo caso, su compleja situación actual no está alejada de la falla abierta entre estos espacios y la inmensa mayoría del público, aun incluso del que es aficionado al arte.

Es evidente que cuando una casa de subastas como la más activa de las que quedan en Sevilla Isbilya, en la Cuesta del Rosario saca a pujas una obra de Murillo se da por sentado que, de venderse, solo una institución podrá hacer frente a su coste. «Es fundamental que cada subasta tenga una obra estrella aunque para nosotros como empresa son de vital importancia los medianos y los pequeños coleccionistas que son los que mantienen el pulso de una puja», reconoce el director de Isbilya, José Muñoz. «Da mucho prestigio y notoriedad tener una obra importante, pero es el conjunto lo que da la medida de la subasta, lo que determina si es buena o mala», añadirá el responsable de una empresa que celebrará sus próximas subastas los días 25 y 26 de Enero, pudiendo participar en ella a partir de 80 euros.

Isbilya retomó el testigo de Arte y Gestión, que cesó sus actividades en 2013, tras operar durante años en la sede de la antigua Fundación Cajasol, hoy Espacio Turina. Cerró tras vender obras de arte y joyas durante 15 años a algunas de las más importantes instituciones y coleccionistas de este país. «Si hay un negocio que esté demostrando muy poca capacidad de adaptación a los nuevos tiempos ese es el del mercado del arte», opina el economista Martín Infante. Esta mala situación no solo afecta a los empresarios del ramo, también a muchos ciudadanos. Durante la existencia de Arte y Gestión se estimó que varios cientos de familia solucionaron sus problemas de liquidez gracias a la venta de obras de arte y joyas heredadas.

Otro mundo, diferente al anterior, es el de las subastas benéficas; cuyos precios más asequibles llaman a un tipo de público al que le mueve no solo una compra asociada a una idea exacta de inversión. Y en un pequeño formato, el surgimiento de los libros de artistas esté propiciando un mercado muy especializado de autoedición en el que los más curiosos e inquietos pueden acceder a la compra de pequeñas obras de arte seriadas a precios asequibles por cualquier bolsillo. Cierto es que siempre ha sido (y será) muy costoso adquirir una obra original, un óleo sobre lienzo o una escultura, por citar algunos de los formatos más cotizados. Pero los libros de artista, los grabados, aguafuertes y litografías constituyen algunos de los peldaños de acceso más interesantes y accesibles para quienes quieran comenzar en el coleccionismo y/o en el mercado de segunda mano.