‘El cubano’: «Le disparé por sorpresa, a quemarropa en el pecho»

El Cubano asegura que disparó porque la víctima tenía “encañonada” a su patrón, pero este lo niega.

04 abr 2018 / 14:38 h - Actualizado: 04 abr 2018 / 18:34 h.
"Sucesos"
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«No le di ninguna oportunidad, no le di tiempo a eso. Le disparé por sorpresa, le di a quemarropa en el pecho». Es la fría descripción que Alberto Hernández Blanco, El Cubano, hizo este miércoles sobre cómo acabó con la vida de Manuel Jiménez. «El otro fue por la espalda a quemarropa a dos metros», añadió con toda la tranquilidad y sin inmutarse. El Cubano admitió así el crimen, conocido como el de la gasolinera porque el cuerpo fue hallado en una de las situadas frente al Polígono Calonge y junto a la SE-30, y explicó al jurado que lo juzga a él y a su patrón, José María Y.T., que lo hizo porque la víctima estaba «encañonando» a este mientras otra persona le golpeaba con una barra de hierro. Una versión que el otro acusado negó. «Tenía los ojos chiquitillos, con la mirada fija. No reaccionaba. Nunca le había visto así», dijo el patrón, apodado El Gordo.

Eran las tres de la tarde del 27 de noviembre de 2015, cuando en la finca de José María Y.T. se personó la víctima con tres personas más, todos ellos «amigos», que también contaron este miércoles lo que vivieron. El Cubano aseguró que entonces se encontraba en la cocina de la nave que su patrón tenía en la urbanización Mataluna de Carmona y que a esos hombres «nunca los había visto». Venían a reclamar una deuda, según la familia de Manuel porque José María había robado un cargamento de dos toneladas de hachís del que ambos se había hecho cargo y, según El Gordo, era «unos 1.100 euros» por unos transportes que había hecho y en los que medió la víctima. Alberto Hernández dice que escuchó cómo le reclamaban el dinero y poco después «sintió» como su patrón «gritaba por favor Alberto ayúdame que me va a matar». Fue entonces cuando cogió «una escopeta de perdigones del calibre 12 milímetros» y salió. La escena que descrita era la de su patrón «en el suelo gritando» con Manuel encañonándolo «con una recortada de ocho milímetros» y a otro hombre con una barra de hierro.

No lo dudó, el pulso no le tembló. «Sí disparé, dos veces. Le disparé de frente a dos metros», reconoció sin ni siquiera temblarle la voz, mientras la familia del fallecido intentaba acallar su llanto en los bancos el público. «Yo soy muy ligero con una escopeta, yo no le doy tiempo y discúlpenme como lo estoy contando», añadió.

Su sinceridad le llevó a admitir que fue un ataque «sorpresa» sin mediar palabra, reconociendo él mismo que cometió un asesinato y no un homicidio. Ni siquiera le amenazó, «porque no soy capaz de eso», directamente actuó, y lo hizo por defender a un hombre al que «no le podré pagar en la vida todo lo que ha hecho por mi, aunque ahora me dé la espalda siempre le estaré agradecido». El Cubano, de hecho, se empeñó en repetir a lo largo de su interrogatorio su agradecimiento, pese a que el presidente del tribunal le llamó la atención varias veces por no limitarse a contestar las preguntas que le hacían, pues le ayudó dándole «cobijo y trabajo» y a su familia en Cuba mandándole «ropa, medicamentos, le pagó la graduación de mi hija. Eso supone mucho para mi, porque no puedo entrar en Cuba porque estoy acogido a la pena de muerte», dijo pese a sentirse «engañado» por José María, aunque «no traicionado».

El Cubano recuerda que El Gordo se dirigió a él tras los disparos y le dijo «estás loco, me vas a buscar la ruina». Luego ambos se separaron y él apagó «la vitrocerámica» que estaba encendida y cogió sus cosas. «Nunca me dijo que disparara», aseguró.

Una semana estuvo huido sobreviviendo en condiciones extremas, por lo que el fiscal le preguntó cómo lo hizo. «Fui entrenado por un equipo de operaciones especiales de los vietnamitas. Íbamos a luchar en la guerra del Amazonas fuimos preparados para ello durante seis meses». «Será un experto en supervivencia, pero no en geografía porque acaba de poner el Amazonas en Nicaragua», que fue la guerra en el que el acusado combatió, reparó el magistrado presidente, José Manuel de Paúl.

Sobre su fuga, Alberto Hernández dijo que «estaba muy nervioso», hasta el punto de que aunque su patrón le advirtió que «había matado al hermano de Antonio El Patilla, fui a casa de este a pedirle ayuda». Este tenía una venta cercana a la urbanización donde ocurrieron los hechos y era quien le presentó El Gordo a El Cubano.

Alberto Hernández también presumió de su conocimiento en armas pues formó parte de «comandos cazahombres» y no quiso desvelar algunos detalles porque aseguró que hay una investigación abierta por la UCO de la Guardia Civil con la que está colaborando. «Hay secreto y no puedo contar más», dijo, tal y como reveló a este periódico en una carta manuscrita remitida a la redacción y en «130 escritos remitidos a la Fiscalía».

El Cubano finalizó su declaración intentando dirigirse a la familia para «expresar el arrepentimiento», pero el magistrado le emplazó a la última palabra.

La versión que ofreció José María Y.T. –que solo está acusado por la familia del fallecido y no por la Fiscalía– no coincidió prácticamente en nada con la de El Cubano. Su relato es la de un hombre fuera de sí al que incluso llegó a temer. El Gordo aseguró la víctima «no llevaba pistola» y sostuvo que «nunca» se sintió amenazado por este grupo, ni siquiera cuando uno de ellos cogió la barra de hierro que estaba en el «suelo» y tampoco hubo forcejeo. Fue una conversación «de dos minutos» en la que él le dijo a Manuel que no le daba el dinero porque aún no le había devuelto «dos maquinas elevadoras». Entonces uno de ellos cogió la barra y fue cuando Manuel se dirigió a El Cubano: «mira este, qué me vas a matar», mientras se acercaba al cañón de la escopeta. Según El Gordo, «no llegó ni a tocarla, cuando le disparó». «Alberto tenía los ojos muy chicos, chiquitillos y la mirada fija, no movía la cabeza», aseveró. Sin embargo, seguía apuntando al cuerpo y luego a ellos mientras lo sacaban de allí, una maniobra en la que El Gordo dijo que colaboró. «Le decía de la pistola pero no me hacía caso», «nunca lo había visto así», admitió. De hecho, ya por la mañana había notado que «no se encontraba muy bien. No era el Alberto de todos los días». Tras lo ocurrido él abandonó la finca porque «cargó la pistola con otros dos cartuchos y tenía miedo». Se marchó a Llerena (Badajoz), pero cuando supo «que Manuel había muerto», volvió y aquella misma noche a su finca con la Policía.

Su relato tampoco coincide con el de los acompañantes de Manuel. Uno de ellos explicó que todos eran amigos de José María, pero que no conocían a El Cubano. Este testigo relató que acompañaron a Manuel y que cuando este le pidió el dinero a José María, que en todo momento negó que trafique con drogas, este le dijo «te estás confundiendo» mientras le tocaba el hombro, aunque «sin discutir». Iban «desarmados» y uno de ellos cogió una barra del suelo y entonces José María dijo «suelta la barra que mira ese tiene una escopeta». Entonces es cuando ven a Alberto armado. Manuel lo miró y le dijo a su amigo que «si le iba a matar. En cuestión de cinco segundos escuché un tiro, que lo tumbó de espalda». El testigo no supo decir si hubo otro disparo más, ya lo que recuerda es ponerse a cubierto y subir el cuerpo de Manuel al coche, pero sin la ayuda de El Gordo.