El doctor de la
infancia necesitada

Una calle del entorno del Museo recuerda la labor social que ejerció Jesús Vida en la consulta que tuvo en esta vía

Manuel J. Fernández M_J_Fernandez /
20 oct 2017 / 22:15 h - Actualizado: 20 oct 2017 / 22:19 h.
"Casco Antiguo - Centro"
  • El delegado del distrito Casco Antiguo rodeado de los hijos y nietos del doctor Jesús Vida Aguilar. / El Correo
    El delegado del distrito Casco Antiguo rodeado de los hijos y nietos del doctor Jesús Vida Aguilar. / El Correo

Ya lo cantaba Manuel Machado: «Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son...» Y en este caso el pueblo llevaba 50 años cantándolo. Aunque apareciera otro nombre, Aguiar. Cada vez que alguien cogía un taxi o explicaba dónde iba decía: «Sí, esa calle de escalones que sale de Gravina». La respuesta era: «Ah vale, sí, la calle del doctor Jesús Vida». Ayer el Ayuntamiento, familiares, amigos y antiguos pacientes de este querido pediatra sevillano realizaron «un acto de justicia» al confirmar con la nueva rotulación de esta vía lo que el pueblo, llano y sabio, ha estado pregonando hace décadas.

El acto de inauguración –también de bendición posterior de manos del párroco de San Vicente y delegado diocesano de hermandades, Marcelino Manzano– congregó a un gran número de personas en la esquina de Marqués de Paradas a una hora, las dos de la tarde, en la que los olores de guisos iban tomando los recovecos del centro, tentando al viandante a sentarse en la mesa. No faltaron ni los más pequeños de la familia. Incluso bebés como los que llegó a atender en los más de cuarenta años en los que pasó consulta en el número siete. En este caso, fue uno de sus nietos pequeños, el que hizo los honores –ayudado por sus padres– de tirar del damasco rojo y descubrir el nombre de «doctor Jesús Vida», así como un pequeño azulejo que inmortaliza que este facultativo «ejerció su profesión con la sabiduría, el amor y la entrega a la infancia más necesitada».

La emoción se palpaba en cada gesto y cada palabra. Sobre todo en las que pronunció una de sus hijas, Felisa, para agradecer a todos los grupos políticos, vecinos y entidades, como las hermandades del Gran Poder, la Soledad, El Museo, Las Penas, el Ateneo, San Juan de Dios o el colegio de las Salesianas, su colaboración; así como «las muestras de cariño y los testimonios recibidos» tras el fallecimiento de su padre el año pasado. «Gracias por hacer realidad un sueño. Gracias mamá, el 50% de esta calle es tuya. Juntos formasteis un tándem de entrega y bondad imparable».

Palabras que corroboraron testimonios de pacientes: «Me considero un afortunado por haberlo conocido cuando era padre primerizo. Tenía la enorme humanidad de una gran persona y la gran profesionalidad de un médico vocacional. ¡Cuánto nos enseñaste a través de tu persona, así como en cada receta que escribía a máquina y en la que siempre incluía una a los padres sobre cómo convertir limones en limonada. Especialmente, a tantas familias sin recursos que aquellos años [a finales de los cincuenta] generosamente atendía», aseguró con la voz entrecortada Antonio Márquez. El origen de todo estaba en el programa Al habla con la provincia, de Radio Nacional (RNE), que contenía un espacio de ayuda a los oyentes. A partir de ahí, Vida desarrolla una labor social con familias de zonas rurales o marginales que no disponían de asistencia médica para sus hijos.

Un vecino de la calle, que también fue paciente en sus años de «pelota de trapo», recordó cómo eran aquellos días de «peregrinaciones» a la consulta. «Era imposible jugar al fútbol porque en la acera de la derecha siempre había dos o tres Peugeu, que así lo llamábamos, con grandes escudos de pueblos. De pueblos, Andalucía y Extremadura, venían padres con niños en sus brazos y caras de preocupación. Cuando salían todo había cambiado. ¿Cómo?, nos preguntamos ahora, si no inyectaba ni tenía la pócima mágica», glosó Miguel Ángel Pérez de los Santos, que reveló una anécdota: «Solía tener paredes y vitrinas llenas de fotos de niños que había atendido. Una de ellas, en blanco y negro, estaba oculta sobre la mesa. El niño llevaba un escudo de 13 barras. Me dijo: ‘Con esta camiseta, el niño está curado de espanto’». Finalmente el delegado del Casco Antiguo, Juan Carlos Cabrera, cerró este reconocimiento a un sevillano que fue «todo un ejemplo en vida».