Son y están

«El futuro de muchos jóvenes está distorsionado porque en sus barrios carecen de los recursos que dan las oportunidades»

Francisco Santolaya Soriano. Profesor de Psicología Social de la Universidad de Sevilla y Director del Centro de Educación Integral-Fundación Persan. Ha modelado un programa pionero en España para que adolescentes sevillanos se formen mucho mejor como estudiantes y como personas, residiendo durante el curso fuera del hogar durante cinco días a la semana en pisos compartidos y aprendiendo competencias para valerse por sí mismos, desarrollar su talento e integrarse en el ámbito laboral.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
09 dic 2018 / 11:09 h - Actualizado: 09 dic 2018 / 12:09 h.
"Son y están"
  • Francisco Santolaya, profesor de Psicología Social, posa tras la entrevista. Foto: Jesús Barrera
    Francisco Santolaya, profesor de Psicología Social, posa tras la entrevista. Foto: Jesús Barrera

“Creo en la capacidad que tenemos desde la psicología social y comunitaria para cambiar los entornos donde vivimos. Me siento un privilegiado, porque estudio en la universidad lo que aplico en el terreno, y eso les sirve a mis alumnos como futuros profesionales de la intervención social. ¿Qué profesión es capaz de hacer eso? Me harto de currar, igual que un montón de gente en sus trabajos, y veo que tiene sentido”. Francisco Santolaya, a sus 43 años, convierte en optimismo toda su mundología. Y sabe de lo que habla porque está curtido en experiencias desde la universidad, desde la acción social, desde la gobernanza autonómica y desde la cooperación internacional. Se siente muy satisfecho por participar en el desarrollo del Centro de Educación Integral (CEI) de la Fundación Persan, una experiencia pionera que Educaweb ha galardonado con el premio a la mejor orientación académica y profesional en España.

Conoce Sevilla mucho mejor que quienes presumen de moverse solo por el centro, ha vivido en 10 de sus barrios (Calle Arroyo, El Plantinar, San Diego, Barriada El Rocío,..). Ahora reside en Triana, de donde es su esposa, también psicóloga.

¿Cuáles son sus raíces?

Mi padre nació en una aldea soriana donde ahora solo viven cinco habitantes, emigró a Cádiz y ahí conoció a mi madre, que es de Chiclana. Me he criado en el barrio de Loreto, muy humilde, y mi familia tiene una modesta tienda de ultramarinos en el barrio de Guillén Moreno. Son las dos únicas zonas de Cádiz todavía consideradas por la Junta de Andalucía con necesidades de transformación social. Mis padres me educaron para valorar el trabajo, el esfuerzo, el aprendizaje. Estudié en los Salesianos de Cádiz y llegué a Sevilla con 17 años porque quería hacer la carrera de Psicología.

¿Qué tipo de universitario era usted?

Como primogénito, tenía que dar ejemplo de buen estudiante. Valerme por mí mismo, compartiendo piso con otros estudiantes, me sirvió enormemente. Lo que más me hizo madurar fue descubrir las opciones de participación y representación estudiantil en reuniones, negociaciones, actividades... Superé la timidez y me presenté a delegado de clase, me eligieron, aprendí competencias y habilidades que marcaron el rumbo de mi dedicación hacia la psicología social y comunitaria.

Hay quienes dan el paso para intentar ser políticos tras destacar por su protagonismo reivindicativo como representante de alumnos.

En mi promoción los había que servían más para estar en primera línea. Prefiero ser de los que hacen muchas cosas. Detrás de los líderes hay un montón de gente así. Aprendí a trabajar en equipo, a que los objetivos de uno no se consiguen trabajando individualmente, sino colectivamente. Aprendí que la universidad no es solo estudiar. Es clave para el progreso social.

¿Cuál fue su primer trabajo?

En el grupo de investigación donde hace 20 años entré como becario, tenían la evaluación externa de los proyectos Horizon para la integración social y laboral de inmigrantes. Me recorrí Andalucía visitando asociaciones de inmigrantes o de apoyo a ellos, y centros municipales de acogida, y hogares, y lugares de trabajo... Para alguien como yo, con cierta inquietud social, ver las condiciones en las que vive la gente en tu propia comunidad autónoma, y conocer las experiencias vitales de esas personas, cómo trabajan y cómo se esfuerzan para enviar dinero a su país, me reafirmó en que la Psicología tiene sentido si es útil socialmente.

¿Qué le dejó más huella?

En la comarca del Poniente almeriense, visitar en pleno invierno a las nueve de la noche a jóvenes mauritanos que estaban trabajando en los invernaderos de plástico. Y ver cómo curraban, y dónde habitaban. Tremendo.

Está en debate la radicalización, en países como Francia y Bélgica, o en regiones como Cataluña, de un porcentaje de los hijos o nietos de inmigrantes, que reniegan del espíritu con el que se integraron sus padres o abuelos.

Cada persona es producto del contexto donde se socializa. Hay que verlo con cierta distancia generacional. Es natural que tomes distancia para diferenciarte de quienes hasta entonces han sido tus mitos: tus padres, tu familia. La pregunta es: ¿cómo resolvemos evolutivamente algo en el que los valores, o las creencias, o las referencias con las que me he criado, son distintas a las que me he socializado?.

¿Cuál es su respuesta?

Nos forjamos la identidad desde el punto de vista individual y social. Cuando una persona crece y se socializa en un contexto, no solo cambia la persona, también cambia el contexto. Lo que tradicionalmente definimos como cultura es algo que pertenece a un tiempo específico, y como no le demos la oportunidad de hacerla evolucionar, nos quedamos estancados. ¿Qué es la cultura? ¿Qué es la tradición? ¿Qué es lo nuestro? Nos equivocamos si solamente lo miramos desde el punto de vista individual. Es algo que cada persona resuelve individualmente, pero también lo debemos gestionar públicamente. Nuestros servicios públicos han de ser sensibles a la diversidad de nuestra población. No tiene sentido buscar “ciudadanos de pura cepa”.

¿Cuándo comienza su vinculación con el ámbito del voluntariado?

En el año 2000, cuando desde la Junta de Andalucía (primero la Consejería de Asuntos Sociales, después la de Gobernación) me contratan para dinamizar y después para asesorar sobre cómo vertebrar el voluntariado, primero en Sevilla y después para toda Andalucía. Partíamos del reto marcado por Naciones Unidas a todos los gobiernos para que fomentaran el voluntariado y la participación. Fue una experiencia formidable de la que aprendí muchísimo. Y manteniendo siempre mi actividad docente, no quería disociar la teoría de la práctica.

¿No tuvo la tentación de apoltronarse?

No. Ayudando a diseñar las políticas públicas de voluntariado, y el apoyo a las asociaciones y ONG's, viví una vertiente bonita de la Administración Pública. Por lo general, la gente va a quejarse. En mi ámbito, la gente iba a ofrecerse para ayudar. Encontré en la Administración personas con las que iría al fin del mundo, admirables por su dedicación, esfuerzo y pasión por su trabajo.

¿Qué lección intenta aplicar en la Universidad de esa experiencia?

Contribuir a que haya profesionales cualificados y comprometidos con que el conocimiento solo sirve si es útil para cambiar y transformar la realidad. Que no consiste en ser parte de un libro que llegue a la estantería de una biblioteca. Y que nuestras intervenciones sociales han de estar sostenidas por un referente teórico, y ser capaces de evaluar y medir lo que hacemos. No hagamos programas sin ton ni son, alocadamente, improvisadamente. Es lo mismo que decía en la Administración autonómica: No demos subvenciones porque sí. Vamos a darlas con criterio. No hagamos cosas si no las evaluamos, porque luego no sabemos si lo que hemos hecho ha sido beneficioso o no.

¿Cómo convence a una persona escéptica para que dedique tiempo al voluntariado?

La participación ciudadana genera espacios comunitarios alternativos y hace ver que juntos somos más capaces de lograr mejoras. Donde antes no había nada, ahora hay una asociación, un grupo de personas que interactúan. El voluntariado es una experiencia significativa en la vida de todos sus protagonistas. Tanto quien lo lleva a cabo como quien en apariencia solo lo recibe y, en el futuro, esa experiencia le llevará a donar su tiempo a otros. Lo que más tenemos no es material. Lo más valioso, y lo tenemos todos por igual, son 24 horas al día. Las decisiones de lo que hacemos con ellas son las que nos convierten en singulares. Vamos a sacarle partido. Y el voluntariado, la participación, le da sentido a eso.

¿Las crisis económica y política han frenado la involucración de la ciudadanía en asociaciones y entidades, o continúa creciendo como a comienzos de siglo?

Le respondo con cuatro claves. Primera: La mayor presencia y el mayor nivel de participación en la vida pública se da en los países con mejores estándares de calidad de vida. Hay una correlación clara entre calidad de vida, profundización democrática, asociacionismo y participación ciudadana. Cuando más lo hacemos es cuando se dan las condiciones vitales para que nos organicemos. Puede ser paradójico, pero los estándares están así, y no solo en España.

Dígame la segunda.

Nunca antes la juventud andaluza ha participado tanto como ahora. Porque nunca como hasta ahora ha habido tantas oportunidades de participación en la vida pública. En todos los sectores sociales hay al menos alguna entidad de voluntariado de referencia. Están en todas partes. Eso es un avance democrático. Las estadísticas también corroboran la mayor versatilidad de los jóvenes actuales respecto a los de generaciones anteriores.

Continúe.

Tercera clave: El voluntariado es tan heterogéneo y tan diverso que conviven bien entidades benéficas asistenciales y otras promocionales y empoderadoras. En la crisis ha tenido más peso el enfoque asistencial, y la lógica de la beneficencia sigue siendo necesaria para satisfacer necesidades básicas ante tanta vulnerabilidad. Pero no olvidemos la función de la participación y el voluntariado para impulsar hacia arriba a esos grupos sociales a los que primero se ayuda para amortiguar su caída.

¿Todo ello sin encomendarse al terreno político?

Es la cuarta clave: Implica también toma de decisiones en los programas y asuntos públicos. No es solo votar cada cuatro años. También es participar en la vida pública con demandas a las instituciones, cooperando con ellas, advirtiendo necesidades que les sería difícil identificar... Eso también es participación.

¿Cuál es su ventana al mundo?

El Laboratorio de Redes Personales y Comunidades, en el que he aprendido muchísimas cosas, en el que me he criado académicamente, y en el que colaboro con programas muy interesantes, junto a compañeros en la Universidad de Sevilla como Isidro Maya Jariego, que lo coordina, y a quien tanto admiro. Desde cooperación en Latinoamérica para la prevención del trabajo infantil, trabajando en asentamientos del extrarradio de ciudades como Lima, a la iniciativa OpenMed para fomentar que desde las universidades del Norte de África también se accedan a todos los recursos del conocimiento y se compartan experiencias.

¿Cómo se involucra en Sevilla en el Centro de Educación Integral?

La empresa Persan había cumplido 75 años y el consejo directivo y asesor de su Fundación decide impulsar una iniciativa más innovadora para el sector de la población que consideran más golpeado por la crisis: la juventud. Ven cómo en algunos barrios distorsiona el futuro de muchos chavales no acceder a los recursos y oportunidades que tienen en otras zonas y en otras familias. En febrero de 2016 me eligieron para dar forma a su idea de tener pisos que sirvieran de residencia de estudiantes donde aportarles esos recursos, darles la oportunidad, y tirar de ellos hacia arriba. Me entusiasmó el proyecto, es de lo más experimental y pionero que conozco en España. Y es un placer coordinar a un gran plantel de profesionales y voluntarios.

¿Cuál es el criterio para seleccionar a los adolescentes?

Buscamos a chicos y chicas de 13 a 15 años con capacidad de ser resilientes en sus entornos. Cuando fuimos a centros educativos y a servicios sociales, pedíamos que nos indicaran quiénes son esos de los que piensan: “Qué pena que nadie le eche una mano, porque, con todo lo que vale, podría llegar muy lejos”. A esos buscamos. Y para ellos se ha creado, de domingo a viernes, un espacio sociocomunitario alternativo y de aprendizaje muy significativo para sus vidas.

Explíquelo.

En dos pisos cedidos por Emvisesa en el Polígono Norte, uno es para 6 chicos y otro para 6 chicas, donde estudian y conviven, acompañados por un técnico que también duerme en el piso, supervisados con un tutor, con orientación personal y psicológica, y con multitud de actividades formativas y sinergias con el mundo laboral que no está al alcance en sus barrios. Por ejemplo, los profesionales de Persan que, como voluntarios, les dan clases cuando terminan su jornada en la empresa. Los del laboratorio les refuerzan en Física y Química, los de suministros, ventas y marketing les dan Inglés y Matemáticas,...

¿Cómo se materializa un modelo educativo integral?

Competencias para aprender a estudiar, lectura comprensiva, tener una agenda personal, saber organizarse los horarios, aprovechar el tiempo, marcarse las prioridades en la vida,... Se trata de hacer a los chicos competentes dentro y fuera del piso para manejarse en circunstancias cotidianas, en sus familias, en sus institutos, con sus amistades,... Estamos generando una dinámica de colaboración que va más allá de aprobar con un cinco o con un seis en Matemáticas. Estamos trabajando mucho otro tipo de factores para que desarrollen su talento. Con cada uno se trabaja su itinerario personal de crecimiento y gozan de autonomía para tomar decisiones. Y de modo complementario entienden que sus objetivos no se cumplen si no colaboran con los demás para que el piso esté limpio, para que la cena esté organizada, para que haya buen ambiente de estudio y de convivencia.

¿Qué otro tipo de enseñanzas les dan?

En el piso, además de las horas de estudio, también se hacen talleres complementarios. Por ejemplo, hablar en público, expresión corporal, creatividad, competencias digitales.

Educaweb, como pago en especie por el premio, ha impartido desde Barcelona a través de Skype sesiones de orientación. Los chicos y chicas se conectaron a través del televisor, en el salón del piso, y con ellos trabajaron técnicas de autoconocimiento.

¿Cómo integran a las familias que aceptan tener durante el curso cinco días fuera del hogar a alguno de sus hijos?

Lo que aprenden en los pisos, lo aplican después en su entorno de familia y amistades. Y se notan los cambios positivos. Hay padres y madres que alucinan cuando ven fotos de sus hijos tendiendo la ropa o planchando. E implicamos a las familias en todo el proceso, hacemos cada mes una 'escuela de familia', y durante todo el curso creamos una comunidad extensa, con los tutores, con los equipos de orientación, con los profesionales de servicios sociales, con los profesores, con los voluntarios,...

¿Qué más hacen para socializarlos?

Los hacemos partícipes en la zona norte de Sevilla en las redes asociativas, como la Mesa de Empleo, la Mesa de Educación,... Como un actor más en el conjunto de entidades del Polígono Norte y alrededores. Hay asociaciones de la zona que les cuentan sus proyectos, para que sepan cómo implicarse. Y un factor esencial: que una empresa privada, como es Persan, se compromete con los chavales a hacerles más accesible la proximidad a la inserción laboral en su tránsito de la adolescencia a la vida adulta. Se dan cuenta, y se motivan para ser merecedores de que den buena referencia de ellos.

¿Mejoran notablemente su rendimiento escolar?

Sí, y también aprenden a colaborar para echarse una mano con los deberes. Ya llevamos tres cursos, y una chica que está en Segundo de Bachillerato se ha ido de Erasmus a Alemania. Están aprobando en junio, y consiguiendo la beca 6.000. Eso es mucho en familias modestas. Que llegue su hijo o hija y les diga: “Aquí está la beca, con mi esfuerzo”. Tenemos ya tres en Segundo de Bachillerato y dos en Grado Medio.

¿Son adolescentes que aceptan fácilmente un modelo pensado por adultos?

Dentro de ellos late cuestionarse la realidad. Y eso es bueno. Si no propiciamos en los jóvenes el pensamiento crítico, no podemos luego reprocharles que no participen en la vida pública. Tengo muy clara la importancia de los entornos y contextos en la vida de cada persona. Aprendamos a aprovechar los contextos que sacan lo mejor de nosotros. Porque hay otros que sacan lo peor de nosotros.

Muchas de sus amistades tendrán hijos. Cuando usted les explica este modelo de educación integral y esos logros, ¿no le dicen: Ojalá pudiera apuntar a los míos?

Al principio, cuando uno habla de menores en pisos, hay que romper el prejuicio de identificarlo a menores infractores o menores tutelados. Después, cuando les cuentas que se respetan las normas que se les ponen, que cuando están estudiando no usan el móvil, que a las 11 de la noche dejan los móviles en el salón y se acuestan, que algunas chicas no se lo llevan al instituto, entonces nos dicen que les encantaría meter a sus hijos con nosotros. Porque las problemáticas de los adolescentes son comunes, estén o no en ámbitos de riesgo y exclusión.

¿Está de acuerdo con quienes consideran que somos una sociedad que hiperprotege a niños y jóvenes, y a la vez les da demasiado pronto total libertad para manejar teléfonos móviles e internet?

Se equivocan quienes creen que saber manejar un móvil o saber programar un aparato equivale a saber tomar decisiones sobre esa tecnología. Lo primero pueden lograrlo de manera intuitiva. Lo segundo tienen que aprenderlo, igual que han de aprender a forjar su personalidad, a tomar decisiones sobre sus amistades, sobre lo que les conviene o no al probar nuevas experiencias en la adolescencia,...

¿Qué aconseja a cualquier familia?

Para afrontarlo, la clave no es denostar el presente y añorar el pasado. Hay que hacer competentes a los adolescentes desde la familia y la escuela. No vale decirle a un chico o chica: “Aíslate de las redes sociales, no cojas nunca el móvil, porque así estarás protegido frente a los acosadores”. Sí indicarle: “Cuida el uso de las redes sociales. Toma como líneas rojas atender conversaciones con desconocidos. Cuida no dar detalles de tu vida personal a desconocidos, ni ir sola a según qué sitios”. Están más expuestos tanto los chicos como las chicas. Hoy también cuesta ser chico y desmarcarse del estereotipo del “hombre fuerte”. Me preocupa especialmente el nivel extremo de vulnerabilidad al que están expuestas las chicas.

¿Cómo valora la evolución de la sociedad sevillana desde que llegó a la ciudad hace 25 años?

Muy positiva. Su aspecto ha mejorado mucho con las peatonalizaciones, los carriles bici y más medios de transporte público. La vida cultural ha crecido de modo espectacular. La gente se asocia más. La única referencia asociativa ya no son la hermandad o la caseta de feria. El enfoque crítico: Hay muchísimo trabajo comunitario que hacer. Hay barriadas que están a un nivel de evolución que no es digno respecto al siglo XXI. Esta ciudad tiene como asignatura pendiente ser la voz de quien no tiene voz, de los más vulnerables, de los más excluidos. Esta ciudad tiene un potencial enorme que desarrollar. Merece la pena esforzarse.

¿Hay mucha vida de barrio y poca mezcolanza entre barrios?

Hay factores urbanísticos que explican cómo se mantiene la falta de interrelación pese a la evolución de la ciudad. Pero no es solo eso. Hay chicos y chicas integrados en el CEI que han ido por vez primera en su vida al centro de Sevilla cuando los llevamos el año pasado a dar un paseo en días de iluminación navideña. Alguien podría llevarse las manos a la cabeza. Pero uno se relaciona en el entorno en el que se socializa. Hay personas que no necesitan ir al centro de su ciudad. Sin embargo, hay personas que no entienden Sevilla sin estar en el centro. Reivindico que la interacción social no solo se experimenta bien en los lugares más visibles.

Hágalos visibles.

En el Mercado de Pino Montano hay una movida espectacular a nivel asociativo. Lo mismo que en el Polígono Norte. Sin embargo, el foco y los recursos se centran en el Polígono Sur.

¿Dónde podría usted el foco y los recursos?

Además de en el Polígono Sur, hay que afrontar lo que se vive en Hermano Pablo (Polígono Norte), en Las Lumbreras (Torreblanca), en Los Pajaritos (Tres Barrios-Amate),... Y eso que hay mucha gente comprometida que hace una gran labor desde centros educativos, desde entidades de trabajo sociocomunitario. Demasiado hacen, para los pocos medios que tienen. El problema de la desigualdad en Sevilla no se explica por la distancia geográfica al centro, sino por la distancia a los recursos que te permiten las experiencias y las oportunidades.

Un consejo para mejorar en Andalucía la cohesión social.

En la sociedad globalizada, los países se van a diferenciar los próximos diez años por cómo resuelvan bien o mal hacer accesibles y próximos los recursos comunitarios a la diversidad de la población. Ni somos ya una población homogénea ni los recursos son ilimitados. Hacer accesibles los recursos para todos es clave.