El pescaíto ya es cena, copa y lo que se tercie

El alumbrado inaugura la Feria de Sevilla más larga. El primer día de fiesta se vive sin la apretura de tener que trabajar al día siguiente

29 abr 2017 / 22:36 h - Actualizado: 30 abr 2017 / 13:11 h.
"Feria de Abril 2017"
  • Por primera vez, un escenario se alzó ante la portada para que actuaran los más grandes de las sevillanas. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez
    Por primera vez, un escenario se alzó ante la portada para que actuaran los más grandes de las sevillanas. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez
  • Por primera vez, un escenario se alzó ante la portada para que actuaran los más grandes de las sevillanas. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez
    Por primera vez, un escenario se alzó ante la portada para que actuaran los más grandes de las sevillanas. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez
  • El pescaíto ya es cena, copa y lo que se tercie

Hasta la feria del año pasado, la cena del pescaíto era algo así como meter los piececitos en el agua del mar antes del primer baño del verano para acostumbrarse a la temperatura del salado líquido. Era una toma de contacto, un poner el cuerpo a tono para lo que se avecinaba a partir de entonces. Aquellos privilegiados que podían disfrutar de la exquisita mezcla de los peces y el aceite de freír en la primera noche en el recinto de Los Remedios, tenían claro que al día siguiente era laborable y que había que moderar la expedición inaugural.

Pero eso ya es historia, los sevillanos quieren Feria y cuánta más mejor, así lo dejaron claro los poquitos que participaron en esa consulta ciudadana para ampliar el tiempo en el que en esta ciudad manda el farolillo, las sevillanas y los volantes. Así, ahora la cena del pescaíto, y en general toda la Feria, ha cambiado su biorritmo. Es un chapuzón en toda regla, un tirarse de cabeza en el océano de albero.

La primera visita ha quedado estipulada para el sábado y eso supone que, como decía la canción, no hay horario ni fecha en el calendario. Después del pescaíto, pues hay rebujito, mojito y lo que sea menester, pues el domingo, el Día del Señor, proporciona horas de colchón como para recuperarse de una primera etapa prolongada.

Sevilla es una ciudad que tiene una virtud muy acusada y es que sabe estirar aquello que más le gusta. La Semana Santa tiene Vísperas, Cuaresma, pero para los que no les resulta suficiente se creó la PreCuaresma, un concepto que ya casi se confunde con el tiempo de Adviento y Navidad. Con la Feria sucede lo mismo, y desde hace unos años se generalizó una especie de Feria apócrifa llamada la Preferia.

El cambio de fechas ponía en riesgo la durabilidad de este fenómeno. Pero no, ni que el periodo de juerga se amplíe un día más la ha asesinado. Hubo sevillanos el viernes en el laberinto de casetas, algunos con la excusa tan sugerente de «hacer la prueba del jamón»: es decir, darle el sello de calidad al ibérico que durante una semana se va a consumir en su bungalow flamenco.

El receso de la lluvia ha respetado el día inaugural y todo se ha desarrollado sin problema alguno. Las señales de humo que anunciaban que los peroles y las freidoras estaban a pleno rendimiento para tan simbólica cena, llenaron las últimas horas de luz en el recinto ferial. Es el mayor freidor del mundo, en el que millares de kilos de calamares, chocos, cazón y demás peces titulares de la alineación de la noche estaban ya dispuestos para alimentar a todos los que forman parte del mundo casetil. Ayer fue el día en el que se discutía sobre si el color elegido para las sillas este año es mejor o no que el de la Feria pasada.

Muchas parejas enfilaban el trayecto que separa la estación de metro de Blas Infante del país en el que las calles tienen nombre de torero. «Hemos dejado a los niños con sus abuelos. Les hemos dicho que hoy papá y mamá salían a cenar, pero para engañarles un poquito le hemos organizado también una cena de pescaíto, encargando en un freidor un buen surtido», contaban Lorenzo y Esperanza, que marchaban hacia Juan Belmonte. La cena a base de productos del mar el día en el que empieza la fiesta ya no es exclusivo de los asistentes a las casetas, cada uno ya monta en su casa un ágape festivo con su correspondiente cuarto y octavo de freiduría. Una Feria que ha llegado casi en mayo, pero que, al menos, para la noche inaugural obligaba a llevar alguna capita o manga larga para cobijarse de un airecito bastante desagradable. Dicen los entendidos que siempre es mejor que la semana de fiesta hago algo de fresquito que soportar un primer sopapo de los 40 grados sevillanos.

Quedarse en casa con su buen papelón y disfrutar de la retransmisión que hizo El Correo TV del alumbrado tampoco era un mal plan para los que prefieren mirar cara a cara a la Feria por primera vez este año a la luz del día.

Ya se sabe que lo frito da sed, y por ello el ajetreo, a última hora de la tarde en la inmensa nave, unos 6.000 metros cuadrados, que una conocida marca de manzanilla tiene en la Avenida de la Raza, era enorme.

Pero la Feria es sabia, aprende, no se enquista ni encasilla y se adapta a las nuevas tendencias. Si con naturalidad y esmero supo hacer suya la moda que hace unos años convirtió al gin tónic en la primera bebida globalizada de la historia, ahora también ha sido veloz para añadir a su carta los últimos copazos más de moda. Anoche, en alguna caseta de postín, podía verse un rinconcito dedicado para aquellos que presumen de poner buenos mojitos y demás cockteles caribeños, que tan demandados son ahora en chiringuitos vips y saraos cuquis.

Comienza una feria tan larga que da para mucho, incluso para hacer un kit kat de un par de días y volver a la fiesta para despedirla como se merece. El fin de semana, coincidente con el puente, augura que hasta el martes habrá retenciones de chaquetas y trajes de volante en los principales accesos al recinto. Hay quien opinaba ayer en el Real, que al contrario de lo que venía pasando, serán los últimos días los mejores y en los que se pueda saborear sin atropellos y empujones la fiesta.

Sevilla vive su feria más currista de los últimos tiempos. Sin el faraón en la plaza, la mascota de la Expo y todo lo que significó la efeméride de 1992 va a estar muy presente en todos lo que se den un paseo por el recinto.