En lucha continua contra la mente propia y la ajena

Prejuicios sociales. Al esfuerzo constante de autocontrol y de mantener a raya su psique que hace el enfermo mental se suma tener que justificarse o disimular ante los demás

10 oct 2016 / 08:06 h - Actualizado: 11 oct 2016 / 07:27 h.
"Objetivo: salud mental"
  • El rechazo social es uno de los principales miedos que afronta un enfermo mental y su reacción es el aislamiento. / Paco Cazalla
    El rechazo social es uno de los principales miedos que afronta un enfermo mental y su reacción es el aislamiento. / Paco Cazalla

«Fuera de aquí no te entiende nadie», cuenta María José durante una de las terapias de grupo para trastornos ansiosodepresivos a las que asiste en la Unidad de Salud Mental Guadalquivir, donde lleva años en tratamiento luchando contra un estado psicológico que hace que haya días que no tenga fuerzas para levantarse de la cama. Lo que más rabia le da es que su familia y amigos le digan eso de «tienes que animarte y salir para desconectar», porque ella ya se sienta culpable por su estado (¿se sentiría igual si es una gripe lo que la obliga a quedarse en cama?).

En la terapia coincide con otras mujeres –no sólo la enfermedad mental tiene más incidencia en ellas sino que son también las que más buscan ayuda– que sufren de ataques de pánico inesperados que les provocan tics nerviosos y aumentan cuanto más le dicen que se tranquilice. O que sufren agorafobia (miedo a los espacios abiertos) y su entorno no hace más que insistirle en que ponga de su parte e intente enfrentarse (¿le dirían lo mismo si lo que sufriera al salir fueran mareos provocados por problemas de cervicales?).

Catalina sufrió anorexia con 32 años y critica que «la gente piensa que es algo frívolo, por el aspecto, y no, es muy interior, por eso es tan difícil de tratar y cada paciente es distinta». De hecho, en su caso, al contrario que muchas adolescentes, cayó este trastorno alimenticio no por sentirse a disgusto con su aspecto físico sino por no estar satisfecha con su estilo de vida. «La comida se convirtió en mi forma de rebeldía, de protesta. Sentía que no hacía nada bien, que no valía, y al no poder controlar mi vida empecé a controlar lo único que podía, la comida», explica hoy recuperada aunque asegura que la anorexia «no se cura». «Caer es fácil pero salir te lleva una vida entera. Tienes que mantenerte a raya porque cuando estás triste vuelve la culpa, la baja autoestima, y en esos momentos es cuando tienes tentaciones», alerta. En su caso, fue un hermano quien la llevó al médico ante su decrepitud física –estuvo un mes ingresada– pero su propio marido (ex tras el episodio ) no llegó nunca a admitir la realidad de lo ocurrido.

Ignorar el problema e incluso culpabilizar al enfermo mental es uno de los estigmas a los que éste se enfrenta. En cualquier trabajo, todo el mundo comprende que un compañero esté de baja por una patología física pero una baja por depresión levanta suspicacias pese a que es uno de los riesgos psicosociales más comunes en el ámbito laboral.

La cosa se complica aún más si la enfermedad es la esquizofrenia, la paranoia o la psicosis, que requieren un exhaustivo seguimiento del tratamiento. Con ellos, pueden llevar una vida normal pero si se sabe lo que padecen ¿tienen las mismas oportunidades de lograr un empleo o emprender una relación sentimental?

Saltarse el tratamiento puede provocar en estos enfermos conductas violentas fruto de la realidad paralela en la que creen vivir. De ahí que el Código Penal contemple como eximente la enajenación mental, no siempre aceptada socialmente y que suele plantear debates jurídicos. En Sevilla en los últimos años se aplicó en el juicio del parricida de Dos Hermanas que en 2013 mató a sus padres y hermana (su familia acudió días antes a Salud Mental a pedir su ingreso porque había dejado el tratamiento para su esquizofrenia paranoide crónica). Fue condenado a 25 años de internamiento en el Psiquiátrico Penitenciario en vez de en la cárcel porque tanto el jurado como el juez consideraron que actuó con sus facultades intelectivas y volitivas anuladas. Por contra, en el caso de la mujer de Pilas que mató a sus dos bebés recién nacidos y los ocultó en el congelador, los forenses apuntaron a un «trastorno disocial» que afectaba a sus relaciones con el entorno pero «no al control de su voluntad». Fue condenada a 35 años de cárcel por sendos asesinatos con alevosía.

Aunque la psiquiatría tiene bien definido qué es una enfermedad o trastorno mental, y su tipología, la sociedad sigue dudando de muchas de estas patologías y rechazando a los pacientes más graves. El resultado es que el enfermo mental no sólo tiene que luchar contra su psique sino contra la de todos los demás.