«En mi tierra natal han perdido el norte y el ‘seny’, mucha gente vive coaccionada»

Ex Director Técnico de Parques y Jardines de Sevilla. Cataluña y Andalucía no se rompen ni en la mente ni en el corazón de este barcelonés de 83 años que nació en la Colonia Güell y al que Sevilla le debe la recuperación integral del Parque de María Luisa

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
30 sep 2017 / 21:12 h - Actualizado: 30 sep 2017 / 23:34 h.
  • José Elías Bonells, historia viva de los parques y del paisajismo urbano en Sevilla. / Jardines de la Oliva
    José Elías Bonells, historia viva de los parques y del paisajismo urbano en Sevilla. / Jardines de la Oliva

El nombre de su hermoso blog es Jardines sin Fronteras. Sus artículos más recientes, de hace escasos días, están dedicados a los jardines botánicos de Portugal, a las rosaledas en Europa y en Canadá. Para él es una dolorosa paradoja que le quieran alzar fronteras desde su tierra natal con un referéndum secesionista. José Elías Bonells es ya tan catalán de pura cepa como andaluz de fecunda plantación. Nació hace 83 años en la Colonia Güell, y cada vez que retorna se aloja en la vivienda familiar de esa ‘ciudad jardín’ modernista y moderna para obreros, declarada patrimonio histórico-industrial, y tiene al lado la Cripta Gaudí. En Sevilla, donde vive desde 1956, es vecino del centro, muy cercano al Guadalquivir y al Puente de Triana. Si los árboles de Sevilla fueran acaso solidarios, que diría Mario Benedetti, hablarían mucho y bien de José Elías Bonells. Su labor durante 49 años desde el Servicio Municipal de Parques y Jardines fue muy importante para reverdecer y embellecer la ciudad. Y continúa asesorando y apoyando a profesionales y colectivos, está al día tanto de los avatares locales como de las innovaciones técnicas. Su saber en esta materia es enciclopédico, y suya es la guía de referencia sobre los parques y jardines de Sevilla.

¿Cómo son sus raíces catalanas?

Nací en Colonia Güell, en Santa Coloma de Cervelló, junto a Barcelona. Es una colonia industrial creada por Eusebio Bertran i Güell, uno de los principales industriales que se estableció en Barcelona. Influido por las huelgas, montó esta colonia, donde trabajaban haciendo terciopelo más de 800 trabajadores. Un pueblo muy avanzado socialmente: con escuelas, con guarderías, con casas para los trabajadores, que apenas tenían que pagar por ellas. Allí hacíamos deporte, celebrábamos las fiestas, se hacía toda la vida. Mi abuelo creó el ateneo cultural de la Colonia Güell. Mi padre era pequeño agricultor y arrendatario de tierras del propio Güell.

¿Por qué se decantó hacia la jardinería?

Mi padre veía que de una pequeña finca agrícola no podría vivir un matrimonio con dos hijos. Cuando cumplí 13 años, me enviaron a Barcelona para estudiar cuatro años en la Escuela Municipal de Aprendices Jardineros, fundada en 1933 por Nicolau María Rubió, arquitecto, que dirigió el servicio de parques y jardines, y trabajó con Forestier para ese cometido en la Exposición Internacional de 1929 en Barcelona. Rubió tuvo que huir por la guerra civil, y le sucedió otro arquitecto y paisajista, Lluis Riudor i Carol. Tanto él como un gran técnico botánico, Joan Pañella Bonastre, contribuyeron a que la escuela tuviera calidad y reconocimiento a nivel europeo.

¿La jardinería era su vocación?

No era una vocación. Pero estudiando, y gracias a muy buenos profesores, me estimuló el interés. Y pronto dejó de ser una vocación para convertirse en una pasión. Actualmente, a mis 83 años, sigo llenando mi vida con los jardines. Me voy a pasear por ellos, sigo estudiando para aprender nuevas cosas, escribo del tema en mi blog, y asesoro sin buscar beneficio económico. Por ejemplo, hace pocos días estuve viendo y comentando con el actual director de Parques y Jardines lo que van a hacer en los Jardines de Murillo con motivo del Año Murillo dedicado al pintor.

¿Qué documentación manejaban hace 70 años para aprender sobre jardinería, botánica,...?

No tuvimos más remedio que aprender inglés y francés, porque los mejores libros sobre la materia estaban escritos en francés o en inglés.

¿En su casa se hablaba catalán?

Sí, lo aprendí por transmisión familiar, sin libros de gramática. En la época de mi infancia no se enseñaba catalán en la escuela.

¿Cómo cambió su vida de rumbo para asentarse en Sevilla?

En 1956, estaba yo trabajando de asistente técnico para los parques municipales de Barcelona. Y viajaron desde Sevilla Celestino Fernández Ortiz, que entonces era concejal del Ayuntamiento, y Luis Gómez Stern, como arquitecto, buscando a alguien que se hubiera formado en dicha escuela, para ofrecerle ser director técnico de Parques y Jardines. Yo tenía familia en Sevilla: un tío y cuatro primas. Me lo plantearon, y me dije: “me voy de prueba”. Además, yo jugaba de delantero centro en el San Andrés, entonces en Tercera División. Y el entrenador, Pepe Planas, le recomendó al Sevilla que me fichara. Pero renuncié a eso y me centré en los parques y jardines. Y la “prueba” se convirtió en 49 años de trabajo para el Ayuntamiento, la mitad del tiempo durante la dictadura y la otra mitad durante la democracia. He estado con doce alcaldes: desde el Marqués de Contadero hasta Monteseirín. Y llevo ya 61 años viviendo en Sevilla, y sintiéndome un sevillano más.

¿Mantuvo su ligazón con Cataluña?

Por supuesto. Mi mujer es catalana. Era hija única, su padre tenía una agencia de transportes. Nos conocimos de niños, teníamos 12 años. Nos casamos cuando yo llevaba tres años en Sevilla, ella trabajaba de peluquera. Ya nos queda poco para cumplir 60 años de matrimonio. Tenemos siete hijos. Seis nacieron en Cataluña y una en Sevilla. La mayoría están asentados en Andalucía, y ahora se alegran especialmente, viendo cómo está de tensa y preocupante la vida en Cataluña.

¿Cómo funcionaba ese servicio municipal en la Sevilla de 1956?

Llegué con 21 años y tomé el relevo del ingeniero de montes Juan Villagrán. Me encontré con muchas personas buenísimas, jardineros tradicionales, que me acogieron con los brazos abiertos. Algunos incluso habían trabajado con Forestier en el Parque de María Luisa. A ellos les debo muchísimo de lo que se logró hacer. A Benedicto Luque, jardinero mayor. A los Carmona, los Gallegos, los Muriel, los Romero,... Capataces con gran maestría. Cuando entré, teníamos 360 personas, y no había ni oficina. La labor administrativa la hacía un solo funcionario en la antesala de la Sala Capitular del Ayuntamiento. Años después, ya conseguimos estructurar el área y montar la sede en el Pabellón de Marruecos de la Expo del 29.

¿Había sensibilidad social para conservar parques o para crearlos?

Con la cantidad de necesidades que había en muchos hogares de Sevilla después de la guerra civil y posguerra, a la gente no podías hablarle de parques. Por eso tiene especial mérito la labor de muchos jardineros, que estaban mal pagados, y pese a la falta de voluntad en la ciudad por conservar el Parque de María Luisa, lograron mantener durante los años cuarenta y cincuenta bastante de lo que hoy disfrutamos. Nosotros, a partir de ahí, pudimos poco a poco recuperarlo en su carácter de jardín histórico que ha de ser compatible con su uso como espacio abierto.

¿Se conservaba buena documentación en los archivos municipales?

Sí, me ayudó mucho el historiador y archivero Alfonso Braojos. Había muchos documentos y fotos, incuyendo las recomendaciones que había dado Forestier.

¿Estaba muy frondoso?

Sí, descubrí que las especies más fuertes se habían apoderado del parque. Los grandes eucaliptos que plantó Forestier para que dieran masa arbórea a fecha fija porque la Exposición Iberoamericana iba a inaugurarse en 1914. Y después se retrasó hasta 1929. Forestier, en sus memorias, aconsejó que se quitaran árboles de crecimiento rápido y se diera cabida a árboles más nobles. Pero no se hizo. Nosotros sí lo afrontamos desde 1956. Inventariamos todas las especies y retiramos algunos eucaliptos, y también otras plantas que igualmente estaban invadiendo a otras. Lo que ya no se debía hacer era eliminar todos los eucaliptos, porque habían conformado las masas verdes de más tamaño y frondosidad, las que dan aire de bosque a algunos lugares del parque.

Ahora preocupa el mal estado de muchos de esos eucaliptos muy frondosos. ¿Qué padecen?

A mi juicio, no tienen una enfermedad, hay que dar con la clave de por qué están decayendo tanto. Estoy en contacto con los técnicos municipales y yo sospecho, aunque ellos creen que no, que les está afectando el cambio de los pozos de riego. Porque en otros lugares donde se riega con otra agua, los eucaliptos estan magnificos. Durante muchos años, el Parque de María Luisa se regaba con agua potable, a través de un pozo con el que también se llenaba la ría de la Plaza de España. Emasesa propuso, para ahorrar agua, un sistema de riego por aspersión que se nutre de dos pozos creados a tal fin. Y yo creo que hay exceso de cal.

Sugiera una ruta por otros lugares de la ciudad donde intervino.

Siempre es una labor colectiva. De lo primero fue el arbolado al urbanizarse la Avenida Eduardo Dato y el Paseo de Colón. Hay muchos lugares: la Avenida San Francisco Javier, la Plaza de la Concordia, el Paseo de la O, los jardines delante del Parlamento andaluz. El Parque de los Príncipes, con Luis Recasens de arquitecto y José Lupiáñez de aparejador. Y el Parque Amate, entre otros.

¿La caída de árboles en Sevilla es ahora mayor que cuando usted tenía que prevenirla?

No hay tantas caídas como puede parecer a tenor de algunas noticias. También se caían algunos en mi etapa. La ciudad ha de ser consciente de que es muy necesario gestionar bien su mantenimiento, controlar su estado y analizar las causas de cualquier caída para prevenir. Pongo un ejemplo: si descubres que en una obra en la calle para alcantarillado y colectores, al abrir un ovoide, han cortado raíces de árboles. Si lo tapan y no dicen nada, a los cinco o seis años, tras pudrirse totalmente lo que les queda de raíces, los árboles se caen, y nadie sabrá por qué. Y es un riesgo para la integridad de los viandantes.

¿Qué no se puede evitar?

Si ocurre un vendaval especialmente fuerte, caerán muchas ramas y algunos árboles. Recuerdo que al día siguiente de la misa que celebró el Papa Juan Pablo II en los terrenos de la Feria, hubo una fuerte tormenta, un viento inusualmente intenso, y cayeron más de cien árboles. Porque los árboles se desarrollan en función de las condiciones habituales de la climatología. Y al no haber en Sevilla habitualmente vientos fuertes, no se protegen de eso.

¿Cuáles son sus árboles favoritos?

Empecé teniendo predilección por los más duraderos: El roble, la encina, el almez,... Y después por árboles más tropicales que introdujimos con fuerza en las calles de la ciudad: la jacaranda, la tipuana,... Son árboles grandes, de mucha sombra. Últimamente, me gusta la creciente introducción del árbol de las orquídeas, tiene mucho atractivo por la gran floración que da en primavera. Y en Sevilla se ha tenido tradicionalmente en cuenta que sus árboles y plantas embellecieran la ciudad coincidiendo su floración con las fiestas de primavera. Es cuando llegaban más turistas y cuando se presumía más de Sevilla.

En la creación de barrios y barriadas, tanto después de la última gran riada, en 1961, como antes y después de la Expo’92, ¿contaban con usted en el Ayuntamiento para intervenir en la planificación de las zonas verdes?

Casi nunca. En los años 60 y 70, los grandes desarrollos de la ciudad, muy centrados en construir viviendas, los hacían el Instituto Nacional de la Vivienda, la Obra Sindical del Hogar, y lo traían todo configurado. Hoy en día sigue padeciéndose en Sevilla que se hacen parques y jardines sin contar con el Área de Parques y Jardines. Desde hace décadas, los intocables son ahora los de la Gerencia de Urbanismo. No hay quien les enmiende la plana. Para ellos, Parques y Jardines ha de mantener lo que ellos hacen, pero muchas veces no lo diseñan bien ni tienen en cuenta cómo ha de ser mantenido. El ejemplo desafortunado más reciente es la remodelación del Paseo Marqués del Contadero, realizada con un proyecto ideado desde la Gerencia de Urbanismo, cargándose lo que hace cuarenta años diseñaron el arquitecto Amalio Saldaña y el ingeniero José Luis Prats. Una actuación que fue premiada por su calidad. En la de ahora, la falta de sombra es clamorosa.

Sombra y río. Dos clásicos en las conversaciones sobre Sevilla.

No sé por qué no se les mete en la cabeza a quienes planifican y diseñan, que la sombra es un factor fundamental para la calidad de vida en Sevilla. Yo voy andando mucho por la ciudad, y cuando llego a una zona donde no hay opción de sombra, me cabreo. El río es uno de los temas sobre el que más discuto. Llevo 61 años en Sevilla y sigo sin ver una actuación cohesionada, basada en un plan coherente, sobre qué quiere hacer la ciudad en el río. Seguimos con intervenciones deslavazadas donde cada arquitecto o cada ingeniero quiere dejar su firma en la pequeña área donde actúa. Uno arregla una cosa por allí, otro hace algo por aquí, y nadie marca una pauta integral.

¿Los alcaldes y concejales le daban pie a que usted les dijera lo que pensaba?

Tanto en dictadura como en democracia, sufrí maniobras para expedientarme, por cuestiones nimias. Porque no suele gustar que les digan las verdades. Una de las fuentes de conflictos es el gusto de los políticos por ser los únicos que hablen a los periodistas. Aunque no sepan de los temas de los que quieren hablar. Los funcionarios expertos tenemos que ser los prestidigitadores que les preparemos la magia. He llegado a ver cómo a José Luis Prats, el gran ingeniero que creó Emasesa, le prohibían hablar con la prensa.

Imagino que con el sector de los arquitectos habrá tenido tanto sinergias como discrepancias para integrar árboles y jardines en sus proyectos. ¿Proliferan los que consideran que el arbolado es un obstáculo delante de sus edificios?

Sí, los hay que no quieren árboles porque dicen que les tapa su creación. En cambio, hay otros que recurrían a la jardinería para tapar defectos de su arquitectura. Y me decían: “Tápame esto, aquello no”. Vamos a ver: Ni la ciudad tiene que ser un bosque ni puede descuidarse el espacio público alrededor de un edificio, sabiendo además cómo es la climatología en Sevilla. Porque el exterior es lo único disfrutado por toda la población, mientras que el maravilloso diseño del interior del edificio solo lo gozan quienes están dentro.

¿Presumió mucho de jardines en Sevilla con los visitantes a la Expo’92?

La Expo’92 fue un gran adelanto para la ciudad. Yo no intervine en la Cartuja, de todo se ocupó la Sociedad Estatal. Se invirtió muchísimo dinero, nadie preguntaba el coste, y estaba todo bien y perfectamente organizado. En cambio, en la ciudad gestionada por el Ayuntamiento, no se invirtió ni un duro en adecentar el Parque de María Luisa para ese año. Y muchas veces pasamos una vergüenza tremenda al enseñar el Parque, era muy fuerte el contraste de mantenimiento en comparación con la Expo.

Veinticinco años después, ¿el sonrojo ha cambiado de orilla?

Primero, es de lamentar cómo en toda la ciudad se ha desaprovechado la experiencia innovadora del ‘microclima’ para refrescar la temperatura en calles y plazas. Después, sí, se te cae la cara de vergüenza por el estado penoso de las antiguas huertas del Monasterio de la Cartuja. Y peor aún está el Parque del Guadalquivir, ya alerté en el Ayuntamiento antes de que se hiciera que Sevilla no iba a conservar bien ese parque. Lo más escandaloso es cómo se abandonó el Jardín Americano, fruto de la mayor operación de introducción de plantas desde América a un lugar de Europa: 642 especies. Colón no llegó a eso ni de lejos. Todos los que estamos metidos en Sevilla en temas de botánica y jardinería hemos sentido vergüenza, y lamentamos cómo ha quedado. En cambio, envidiamos lo bien que tiene Gijón su jardín botánico. Córdoba también nos da cien vueltas con el suyo. Y en Sevilla somos incapaces de mantener, y de convertir en un lugar turístico y cultural único en Europa, las dos hectáreas del Jardín Americano.

¿Qué nos delatan árboles y plantas en Sevilla sobre el cambio climático?

Mucho, porque el aumento de la temperatura es una constante. En 1956, descartábamos plantar muchas especies en Sevilla por temor al frío y a las heladas durante el invierno. Ahora es al revés, falta frío. Por eso se aclimatan con facilidad especies como jacarandas, tabebuias, tipuanas, bauhinias, palmeras de Cuba, entre otras muchas.

Entremos en un jardín espinoso. El caso Fitonovo, con juicio aún por celebrar, destapó el pago de ‘mordidas’ a políticos, funcionarios y técnicos del área municipal de Parques y Jardines por la concesión a esa empresa del mantenimiento de las zonas verdes. ¿La corrupción es una plaga?

Hay un problema generalizado en España: la financiación de los partidos políticos. Todos se han financiado de forma irregular. Los que más poder tenían, seguramente más. Los otros, menos. No se sorprendan con el ahora famoso tres por ciento. Igual que en su día se destapó la entrega de maletines con fajos de billetes por conceder la construcción o reforma de tramos de carreteras. Si los contratistas no hacían eso, no cogían ni una obra.

La temperatura que ahora más nos preocupa es la política, por el conflicto en Cataluña. ¿Cuál es su punto de vista?

En mi tierra natal han perdido el norte. Y el ‘seny’. Los independentistas no van a parar y declararán la república catalana. Aunque voten cuarenta en un referéndum que es una farsa. Porque con la CUP han atemorizado a la mayoría, mucha gente vive coaccionada. A quien no es independentista le tildan de facha. Están provocando un cisma en muchas familias. En numerosos hogares se evita hablar de política. Han justificado la corrupción de Pujol, dicen: “Se ha llevado dinero pero fue un buen presidente”. En los pueblos pequeños no hay libertad, quien no vota independentista queda señalado.

Cuando retorna a Colonia Güell, ¿qué le comentan en el vecindario?

Voy todos los años a Barcelona, tengo sobrinos y nietos, visito siempre al Jardín Botánico, también paseo por otros parques, aprendo de lo que están haciendo otros colegas. Y hablando con amigos y familiares he notado la degradación de la convivencia en términos políticos. Sé que si alguien se atreve a poner una bandera española en el balcón, se arriesga a que le pinten su fachada con insultos. Cuando paseo por el bosque de la Colonia Güell, me cruzo con muchos catalanes de origen emigrante, que viven en los bloques de pisos de Sant Boi de Llobregat, que está al lado. Me saludan, me cuentan sus vivencias. Están encantados con haber encontrado en Cataluña trabajo e integración. Pero la mayoría me dice que están muy preocupados por sus hijos, porque han asumido el independentismo. Y me dicen que no atienden a razones, no les hacen caso. Y eso les asusta.

¿Vaticinó alguna vez que iba a vivir algo semejante a lo que está sucediendo en Cataluña y en relación a la identidad catalana?

Sí, se veía venir. No se ha hecho caso a las pruebas evidentes de que se estaba adoctrinando en las escuelas a los niños. Ni tampoco se reaccionó ante síntomas como la quema de banderas españolas, romper retratos del Rey, exhibir banderas independentistas en los estadios de fútbol, etc. Un ascua que se les ha encendido hace años, y ahora no saben cómo apagar el incendio. Porque lo deberían haber apagado muchísimo antes. No me explico cómo han dejado hacer durante tantos años, lo que tenemos ahora es el fruto de lo que se ha sembrado.

¿Por qué muchos hijos y nietos de emigrantes son acérrimos independentistas?

Un amplio porcentaje de la población catalana actual procede de las migraciones. No solo desde otras zonas de España. También hay muchísimos latinoamericanos, asiáticos, africanos,... Piense que, por ejemplo, yo he conocido Hospitalet con 30.000 habitantes, y ahora tiene 400.000. Los hijos de todos ellos han sido y son educados bajo el adoctrinamiento de la Generalitat: “nosotros somos los buenos, España nos roba, Madrid es el enemigo de Cataluña, si fuéramos libres todo sería mejor,...”. Toda esa juventud es ahora independentista, aunque sus padres o abuelos sean paquistaníes, bolivianos o extremeños.

Usted ha sido funcionario. ¿Por qué muchos funcionarios están colaborando, por activa o por pasiva, con la desobediencia a la ley?

Creo que muchos funcionarios, y altos cargos, y concejales, y alcaldes, no tienen claro que haya que tirarse al pozo de la independencia, que nadie sabe dónde acaba. Porque nadie desde el independentismo les ha explicado qué sucederá. Pero no se atreven a desmarcarse, y eso les va a poner en evidencia.

¿Teme que algún día le escindan su identidad y necesite tener dos pasaportes, el español y el catalán?

No quiero ni planteármelo. Y procuro no hablar mucho de eso ni en mi familia. Porque antes o después puede producirse.