«En Milán y en Nueva York me hicieron ver lo que gusta mi auténtica creatividad»

Diseñadora de muebles, espacios, objetos e instalaciones artísticas. Mercedes Eirín Gallardo es la creadora más polifacética y cosmopolita de la Sevilla actual. Universo Eirín es la plasmación de sus ideas y los encargos de arquitectos, museos, coleccionistas y hoteles que la admiran.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
23 dic 2016 / 22:03 h - Actualizado: 24 dic 2016 / 12:21 h.
"Son y están"
  • Mercedes Eirín, en su estudio, situado en el centro de Sevilla, sentada en su mecedora ‘Trapezio’. / Manuel Gómez
    Mercedes Eirín, en su estudio, situado en el centro de Sevilla, sentada en su mecedora ‘Trapezio’. / Manuel Gómez

El Museo Thyssen Bornemisza de Madrid vende el bolso-escultura Donna, de terciopelo y metal, encargo que ha realizado en exclusiva Mercedes Eirín, quien eligió inspirarse en el cuadro ‘Malvarrosas’ del pintor impresionista norteamericano Frieseke. El Hotel Vital Suites de Maspalomas (Las Palmas) va a colocar la próxima semana para su decoración permanente una gran instalación-iluminación, de nombre Eclosión, concebida y realizada por Eirín. El arquitecto neoyorquino Rafael Alvarez, al frente de Alvarez Brock Design, admira su talento y le ha abierto muchas puertas en Estados Unidos y América Latina. La saudí Basma al Sulaiman, considerada una de las 50 principales coleccionistas de arte contemporáneo a nivel mundial, ha comprado creaciones exclusivas de Eirín para incorporarlas a su colección. Universo Eirín es la tarjeta de visita y la fábrica de ideas que bullen en la cabeza y en las manos de Mercedes Eirín, sevillana de 44 años, que vive en su ciudad natal, junto a la calle Feria, en su barrio de siempre, y tiene cerca su estudio-taller, en la calle Don Pedro Niño. Es madre de una niña de 6 años, su pareja es un informático italiano, doctorado en Filosofía, que trabaja para la empresa almeriense más internacional: Cosentino.

¿De dónde emana su manantial creativo?

Mi padre, Jesús Eirín, era pintor, vivía de hacer retratos sobre todo a personas del Norte de Europa que le enviaban por correo sus fotos a Sevilla para que le sirvieran de modelo. Tenía un representante que le abrió ese mercado. Así fue capaz de mantener económicamente a mi madre y a mí, hija única. Yo estudié en los colegios Santa Isabel y Salesianas de San Vicente. En el Instituto Julio Verne me pilló el cambio de ley educativa y decidí hacer dos titulaciones en un solo año, me aprobé 21 asignaturas a la vez entre BUP y FP de Gestión de Empresa. Mi padre no quería, bajo ningún concepto, que yo me dedicara profesionalmente a lo artístico. Le gustaba cómo pintaba, pero le tenía miedo a las dificultades que depara vivir del arte. Yo lo adoraba, pero, a escondidas, el mismo año que hacía COU, me matriculé en la Escuela de Artes y Oficios, y por las tardes iba para estudiar Arquitectura de Interior. A los seis meses, como sacaba muy buenas notas en ambos centros, mi madre me ayudó a contarle la verdad a mi padre y que aceptara.

¿En qué quiso especializarse?

Escogí Interiorismo por ese consejo paterno de tener formación en algo que pudiera ser más de provecho como ingresos fijos. Pero también tocaba pintura, escultura, cerámica,... Y me matriculé por libre en la Facultad de Bellas Artes en las asignaturas que me interesaban: dibujo, escultura, anatomía,... Y también aprendí fijándome en los estudios y talleres de artistas que eran amigos de mi padre, y a los que acudía con él de paseo por el barrio de la Macarena, por San Julián, San Luis, calle Feria... Uno de ellos era Rafael Rodríguez Hernández, autor de las pinturas murales en la Basílica de la Macarena.

¿Cuáles fueron sus primeras creaciones que puso a la venta?

Muchos retratos y, sobre todo, dibujos a mano de perspectivas a vista de pájaro de un pueblo, eran planos artísticos donde tenía que usar lupa para dibujar torres de iglesias, edificios relevantes... Tardaba un mes por plano y pagaban muy bien. Me sirvió para adquirir paciencia y método a la hora de trabajar. En mis inicios, también hice y vendí muchas imágenes de la Macarena y del Gran Poder. Y para los Salesianos de la Trinidad pinté frescos en su iglesia y cuadros de gran tamaño que me encargaron. Todo eso lo dejé porque quería abrir paso a la verdadera personalidad creativa que yo llevaba dentro.

¿Por qué optó entonces?

Empecé en 1996 a ganarme la vida trabajando para otros. Cuatro meses diseñando y vendiendo en una tienda de muebles de cocina. Otros cuatro meses en un estudio de decoración. Y después ya di el paso en 1997 a montar, con socios, mis propios negocios, en el barrio de Nervión: Taracea, para cocinas, y Albores, para mobiliario. Como iban muy bien, además abrí mi estudio como creadora junto a la Alfalfa. En ese frenesí de trabajos a la vez, el balance económico era favorable. Ganaba dinero. Pero me di cuenta de que no era feliz. Empecé a sentirme ahogada, porque solo en mis ratos libres, cuando me ponía a dibujar en mis cuadernos, era cuando realmente creaba con plenitud. Empecé a darme cuenta de que en Sevilla y Andalucía, aunque trabajaba de sol a sol, por mucho que sembraba casi nadie creía y valoraba mi verdadero concepto.

Y en esa nueva encrucijada emocional, ¿qué camino tomó?

En 2012, decidí plantearme el reto de ser elegida para participar, en Milán, en la mejor feria mundial del diseño, el mobiliario y el interiorismo, la Milano Design Week, con el fin de comprobar si lo que yo quería crear le podía gustar a alguien. Era un planteamiento inocente: que el mundo me conociera y dijera si yo valía o no. Un arquitecto amigo, Antonio Jesús Pérez Romero, me ayudó a montar el proyecto. Muchos nos dijeron que estábamos locos, que hacía falta estar ocho años en lista de espera. Pero hicimos los prototipos, nos plantamos en Milán para que nos conocieran los organizadores, y nos seleccionaron. Nos dieron 300 metros cuadrados de la mejor zona expositiva. Y fuimos elegidos como una de las revelaciones del certamen.

¿Cómo asimiló el espaldarazo?

La primera paradoja es que gusté a un nivel tan alto que recibí una avalancha de propuestas ¡y no podía atenderlas! La escudería Lancia me pidió cuatro creaciones y que se las entregara en cuatro semanas. Cuando mis plazos de diseño y producción eran de tres meses. La editorial de arte Taschen quería una instalación artística para la semana siguiente, lo que era imposible. ¡Era a la vez mi primer momento de éxito y tener que decirle no a empresas tan importantes!. Y también era la primera vez que los medios de comunicación me hacían entrevistas. Me quedé en blanco ante la cámara en mi debut para una televisión. Todo eso lo tengo ya más que superado.

¿Qué cambió cuando retornó a Sevilla desde Milán?

Di un giro total a mi rumbo empresarial y profesional. Aposté dedicarme al 100% a eso. Puse fin en 2014 a mis otros negocios, y empecé a prepararme de modo autodidacta para organizar una empresa dirigida a ese tipo de creaciones y de clientes. Y muy rápido tuve la oportunidad de probarme en la creación del Universo Eirin: el empresario Luis García Catalán me encargó el diseño de un hotel en Aracena. Desde ponerle el nombre, Essentia, y crear su marca y logotipo, hasta la decoración, la estrategia de negocio y segmentación de clientela a la que captar. Confió plenamente en mí, conformé en mi estudio un equipo de 12 personas para dar respuesta a su petición: “Quiero ser un referente en la zona”. En mi cabeza se quedó grabada la palabra ‘referente’. Y me dejó hacer para alcanzar ese objetivo. Es el que me planteo en toda creación: que sea un referente. Es lo que explico en mis conferencias: cómo intentar conseguirlo cuando te hacen un encargo.

¿Cómo concibió ese hotel?

Trabajé en coordinación con el arquitecto para, aprovechando que el hotel está en una colina, meter un cauce a modo de río por el interior del hotel, va haciendo cascada en cada nivel del edificio. Es es el eje conceptual de un lugar donde respirar aire puro y respirar arte (cuenta con una galería) no solo en las habitaciones (todas distintas en su configuración), sino también introducir arte en las cocinas y arte en la elaboración del menú. Y, además, creé para ese hotel una gran instalación escultórica, The Air, que es emblemática en mi carrera.

Como empresaria, ¿cuáles son sus principales líneas de negocio?

Tengo sobre todo tres. Una es el mobiliario-arte y, mobiliario conceptual, para coleccionistas, galerías, tiendas y hoteles. Tengo un catálogo de muebles, con piezas como la mecedora Antojo, las estanterías Shangai y Pisa, las sillas Flúor, Trapezio, Illusion; la lámpara Vulcano, etc. Otra línea de negocio es la creación de proyectos integrales de decoración e interiorismo, en colaboración con arquitectos. Y la tercera es la creación de instalaciones artísticas y esculturas para hoteles y otros espacios de hospitalidad donde propiciar emoción y ser el hilo conductor. Ya he enviado creaciones de ese tipo a hoteles de México y República Dominicana. De cualquiera de estas tres líneas, pueden ser piezas exclusivas o casi exclusivas, tenemos tres formatos de producción: una sola pieza, o quince, o cincuenta.

¿Dónde se fabrican?

Todo en Andalucía, todo con artesanos, de muy diversos municipios. Conozco ya a muchos, y con ellos, en sus talleres, puedo experimentar y pueden materializar mis creaciones. Me gusta hacer con ellos I+D para resultados artesanales e industriales. Por ejemplo, la instalación Eclosión está elaborada en malla metálica. Nunca había trabajado con ese material. Lo he hecho probando y probando. El prototipo siempre nace en mi estudio-taller. Mi dinámica creativa es: cerebro, corazón, manos. No pasa inicialmente por una pantalla de ordenador. Necesito tocar el material y la creación del objeto, por eso hago maquetas en barro. Solo después de culminar esa fase, mi equipo lo convierte en objeto tridimensional en un ordenador, con el fin de pasarle las pautas a los artesanos y hacer una prueba real en sus talleres. Y el proceso siempre finaliza volviendo el objeto a mi estudio, para darle el acabado final.

En su fuero interno, ¿se llevan bien la organización y la inspiración?

No soy sistemática, pero asumo como obligación ineludible que he de dirigir un equipo y controlar la producción. Y he aprendido de muchos errores que he cometido como empresaria, en esa faceta me he orientado a base de errores. Mi cabeza es pura creación. Y cuando más crea, más quiere crear. Es como un veneno, no puedo parar. Por eso en mi tarjeta de visita me he dibujado como una cabeza con forma de ventilador. Empiezo a soltar ideas, y de ese caos luego sale el orden, el diseño, las formas, las rectas, la arquitectura... Es verdad que cuando estoy muy creativa, no hay quien me aguante. Cuando he de meterme en el tema de la producción, para mí es puro estrés, y me pongo histérica, y lloro, y me desahogo. Y salimos adelante. Quienes están a mi alrededor lo tienen asumido, se estresan conmigo. Viva la locura.

¿Cómo compagina ser madre, creadora y empresaria?

Es complicado pero lo llevo muy bien. Mi hija es más creativa que yo, desde pequeñita está viviendo en ese ambiente. Yo quería ser auténtica hasta la médula, y que mi hija lo viera. Me he dado cuenta de que tengo algo que decir al mundo. Con mis trabajos creo emoción. Lo que hago le importa a otros. El arquitecto Rafael Alvarez, en Nueva York, fue el primero que me convenció para que creyera en mí misma.

¿Qué opinan las personas que la conocen de su etapa inicial, tan distinta?

Se sienten muy orgullosos. Y mi madre no ha sabido de lo que soy capaz hasta que fue a ver en Aracena el Hotel Essentia. Se hartó de llorar, de alegría. La gente está descubriendo esa persona que yo era. Y entiende que yo no era rara, sino diferente. Tenía mucho que dar. Y siento que aún tengo que dar mucho más.

¿Sigue teniendo pocos clientes en Sevilla y Andalucía?

Muy pocos. A la gente le gusta, pero no compra. Y yo tengo que comer, y pagar sueldos. Sí tengo clientes en Francia, Italia, México,... En Andalucía hay muchísima calidad creativa, pero no la sabemos vender. Además, padecemos el protagonismo que tiene mucho fantasmón. Gente que apenas ha salido de Andalucía y se creen el ombligo del mundo. Son como fantasmas y alegorías de sí mismos. Esas cosas no las soporto. Tengo un nivel de interlocución fuera de España con decoradores y arquitectos importantes, con los que se habla de modo normal para llegar a acuerdos y para coordinar proyectos. En España, por desgracia, te topas con muchos que se creen el rey del mambo. Los mejores son más humildes, jamás miran a alguien por encima del hombro. Yo he sufrido mucho con eso.

¿Qué experiencia especialmente novedosa le aguarda en 2017?

Me van a dedicar una exposición de creaciones mías en La Locanda Cipriani, famosísima villa con restaurante de lujo en el islote de Torcello, en Venecia. El lugar más ‘chic’ en el que he estado. Lo gestiona Bonifazio Brass, hijo del cineasta Tinto Brass. Me invitó cuatro días, estuve en la habitación donde se alojó Hemingway, me hizo firmar en el libro de ‘vips’ y la firma que había al lado era la de Brad Pitt.

¿No se ha probado aún en una producción de artes escénicas?

Aún no. Me animan a ello amigos de Sevilla como el director de teatro Julio Fraga y la actriz Ana Fernández. Cuando hago una presentación de mis creaciones procuro que sea con una ‘performance’. Así lo tengo previsto también en el Museo Thyssen de Madrid, en el acto para dar a conocer el bolso-escultura Donna.

¿Qué encargo más sorprendente ha aceptado?

El diseño de una avenida, en Torremolinos. Me encantó hacer el proyecto.

Si hace bolsos, concibe hoteles y diseña avenidas, ¿usted cómo se define cuando se presenta ante desconocidos?

A veces no sé cómo presentarme. Lo que me define es la capacidad de idear y de materializar esas ideas en creaciones.

¿Ha vuelto a entrar en la Escuela de Artes y Oficios, donde empezó a hurtadillas?

Hace pocos días me han propuesto impartir próximamente una sesión a los alumnos, vinculada a un máster de Diseño en el que he empezado a dar clases, por encargo de la Escuela de Aparejadores y Arquitectos Técnicos. Está siendo mi primera experiencia docente. Lo que sí he dado son muchas conferencias, dentro y fuera de España. Me pensé cómo hacerlo. Y decidí que en las aulas también voy a ser yo misma, sin convencionalismos, sin ocultar nada. Le pedí a los directores del Máster que me dieran su opinión. Y les ha gustado: «No hay mucha gente como tú», me dijeron.