«Era un chutadero de droga y lo convertimos en un parque admirado en el mundo»

Raúl Puente. Profesor de la Universidad Olavide y experto en huertos urbanos. Su barrio de Miraflores ha sido pionero por gestionar un parque como fuente de educación, empleo, ecología y sociabilidad. Experiencia por la que le llaman desde muchos países y que lamenta se haya estancado en Sevilla.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
08 sep 2018 / 19:23 h - Actualizado: 09 sep 2018 / 10:22 h.
"Son y están"
  • Raúl Puente, en los huertos urbanos del sevillano Parque de Miraflores, pioneros en España. / Jesús Barrera
    Raúl Puente, en los huertos urbanos del sevillano Parque de Miraflores, pioneros en España. / Jesús Barrera

“Cuando hace veinte años le decía a alguien que yo era coordinador de unos huertos en un barrio de Sevilla, me miraban con perplejidad. ‘¿Eso qué es?”. Raúl Puente Asuero, sevillano de 44 años, profesor de Geografía en la Facultad de Humanidades de la Universidad Olavide, es un experto con dimensión internacional en la materia, hasta el punto de que ya en 1996 pudo dar a conocer en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Hábitat, celebrada en Estambul, la experiencia pionera de vecinos en el Parque de Miraflores. Lo ha aprendido desde la práctica, primero como integrante del Comité Pro-Parque Educativo Miraflores, cuyos fundadores recibieron en 2012 la Medalla de la Ciudad, y después lo ha sistematizado en los ámbitos académicos, políticos y ambientales de la sociología urbana. Es autor de ‘Los huertos urbanos de Sevilla: de la tradición a la novedad’ y de la ‘Guía para la creación de huertos sociales ecológicos en Andalucía’.

¿Cuáles son sus raíces?

Soy el tercero de cuatro hijos en una familia donde mis padres ya están jubilados. Mi madre ha sido maestra de Infantil y Primaria. Mi padre trabajaba como administrativo en Abengoa. Mi barrio de infancia y adolescencia es la barriada de Los Arcos, junto al Parque de Miraflores, y entre San Diego, Las Naciones y la Casa Cuna. También me movía mucho en Pino Montano, porque estudié en el IES Pino Montano. La EGB la viví en el Colegio Leonor de Guzmán, allí daba clases mi madre y todos los hermanos estuvimos allí matriculados, así nos íbamos con ella al cole. Ahora sigo viviendo cerca de un parque, el de Amate, resido en la zona de La Negrilla, con mi mujer y nuestras dos niñas pequeñas.

¿Se sentía de joven atraído por temas como los que ahora aborda?

Me ha gustado siempre mucho la Geografía. Es una ciencia muy completa donde combinar fácilmente cuestiones que parecen contrapuestas. Es una carrera en la que la Universidad de Sevilla tiene muy buenos profesores. Especialmente influyeron en mí, no solo en mi manera de ver los estudios, sino en mi opción profesional, Víctor Fernández Salinas, especialista en patrimonio; Leandro del Moral, especialista en la cultura del agua, e Inmaculada Caravaca, experta en geografía económica y empleo. Posteriormente, también han sido importantes para mí Rocío Silva, especialista en medio rural y agricultura, que, junto a Antonio García, su compañero en la Universidad Pablo de Olavide, me dirigió la tesis doctoral sobre los huertos.

¿Los huertos son una tendencia fruto del deseo de ocupar el tiempo con una actividad sana?

En muchos países se ha disparado en la última década la creación de huertos urbanos. En la mayoría, la motivación es alimentación sana, contacto con elementos de la naturaleza y hacer las ciudades más habitables. He participado en un proyecto europeo de investigación, Urban Allotment Gardens, colaborando en red investigadores de bastantes universidades y países, para hacer una puesta en común. Me tocó investigar el fenómeno en Andalucía. Descubrí que la crisis económica fue el revulsivo para que de 2008 a 2018 ha crecido de 7 a 300 el número de huertos en Andalucía. No solo ha sido buscar alimentación sana y ecologismo, sino por pura necesidad.

¿Conocía a quienes habían creado junto a su domicilio los de Miraflores?

No. De niño, en los años ochenta, había participado en alguna actividad en el parque. Y había acompañado a mis padres en alguna concentración vecinal reivindicativa para que se culminara la realización del parque. Pero no tenía mucha conciencia sobre lo que pasaba. Los conocí porque me lo propuso Víctor Fernández Salinas durante la carrera. “Cerca de donde tú vives hay una asociación, el Comité Pro Parque Educativo Miraflores, que están haciendo cosas interesantes en recuperación del patrimonio y de los saberes agrícolas. ¿Por que no te acercas, colaboras con ellos y eso te sirve para hacer un trabajo práctico en la asignatura?”. Era 1995. Me gustó la experiencia y la movida que tenían montada. Descubrí que eran pioneros en España. Me incorporé a la asociación vecinal, presidida por Manuel Lara, y cuando acabé la carrera, en 1999, me ofrecieron ser el coordinador de los huertos.

¿En Sevilla se sabe quién es Manuel Lara?

No. Su mérito es enorme. Persona culta, de valores muy sólidos, tras regresar del exilio no solo ha sido un visionario, con ideas adelantadas a su tiempo, sino que sobre todo ha tenido la energía y la resistencia para llevarlas a cabo en su barrio y perseverar durante 30 años. Manuel Lara ha resistido lo impensable. Con él, y con otros miembros fundadores del Comité Pro Parque Miraflores, he aprendido tanto que ha sido para mí como hacer una segunda carrera, con lecciones para mi profesión y para mi vida personal.

¿Qué se planteó aportar a una iniciativa impulsada por personas de mucha más edad y con trayectorias biográficas, procedentes del exilio o del medio rural, muy diferentes a la suya?

Al principio, lo que más atrae a la gente joven: la reivindicación. En los años noventa se montaron varias campañas reivindicativas para salvar el parque, que sufría de modo constante deterioro, vandalismo y abandono. Un espacio de 90 hectáreas hecho polvo. Queríamos que dejara de ser un chutadero de droga, y se convirtiera en un lugar agradable y sostenible, ecológicamente y culturalmente. No podíamos imaginar que llegara a ser un modelo de parque admirado en el mundo.

¿Cuál fue el punto de partida?

Recuperar una huerta histórica, su tradición y su territorio, actualizándola a nuevos usos y a nuevos vecinos, con un formato de huerto público y urbano. El mejor ejemplo era recuperar la Hacienda Miraflores, donde los arqueólogos rescataron columnas romanas y capiteles árabes. Estamos hablando de un emplazamiento que es Bien de Interés Cultural, donde hay restos de un asentamiento humano en la época del Calcolítico, 3.000 años antes de Cristo. Y una villa romana del siglo I. Un lugar que estuvo en manos del Conde Duque de Olivares, de la Compañía de Jesús, por el que pasaron reyes, artistas,... ¡Cuánto se defendería este patrimonio si estuviera en el centro de Sevilla! Hasta al vecindario le cuesta valorarlo porque en Sevilla se inculca a toda la población la idea de que solo es importante lo que está en el centro o lo que sucede en el centro.

¿Lo investigó como geógrafo?

Sí, estudiando mapas entendimos mejor la relación entre el arroyo Tagarete y las huertas. Los sistemas hidráulicos están todos en línea. Hay cinco pozos con noria, con sus correspondientes albercas y aljibes, de los siglos XVI, XVII y XVIII. Uno está reconstruido junto a la Casa de las Moreras. Y el aljibe de la Huerta de la Albarrana puede verse. Ese alineamiento indica que por debajo hay un venero subterráneo, porque en esos siglos no había medios para profundizar 150 metros al excavar un pozo, era necesaria hallar agua más cerca. Estamos en una de las terrazas del Guadalquivir, donde el Tagarete actuaba como pequeño Nilo que inundaba los terrenos y los hacía muy fértiles. Se han utilizado desde época romana.

Quizá tampoco muchas personas con las que usted contactaba sabían la cantidad de huertos que aún había dentro de Sevilla a mediados del siglo XX.

Efectivamente. Sevilla era una ciudad con multitud de huertas intramuros, sobre todo en la zona norte del casco histórico. Y extramuros, en Triana, en Nervión, etc., como acreditan los mapas del siglo XIX, tenía una enorme cantidad de casas con terrenos para huertos que abastecían a la ciudad diariamente de productos frescos. Más allá de esa primera corona de huertas, que podía medir dos o tres kilómetros desde las murallas, ya cambiaba el paisaje y empezaban las grandes extensiones agrarias con cultivos de secano, como olivares y trigo. Esa corona de huertas desapareció de manera radical en el siglo XX con el desarrollo urbanístico, sobre todo en los años cincuenta y sesenta.

¿Con qué acciones lograron materializar los objetivos sociales y educativos?

Creando actividades en las que los ciudadanos se implicaran de modo continuo y siendo protagonistas, contribuyendo a mejorar su vida y la del barrio. En la mayoría de los parques, en cualquier ciudad, la persona entra y se va sintiéndose un mero usuario que consume un servicio. Ya sea para correr, para pasear al perro, etc. En Miraflores, donde el Ayuntamiento, tras crear el parque, no lo mantenía bien, la lectura fue: “no esperemos a que papá administración algún día lo haga”. A partir de 1991-92, se vertebraron tres programas: escuela-taller, huertos de ocio e itinerarios pedagógicos.

Concrete cada uno.

En la escuela-taller entraban 60 jóvenes del entorno cada dos años, aprendiendo un oficio (albañilería, pintura, jardinería, herrería,...) y aplicándolo en el propio parque. Los primeros seis meses en régimen de formación, y los dieciocho posteriores con contrato. Jóvenes del barrio reconstruyeron las edificaciones históricas que están en el parque. Ya no veían el parque como el lugar donde beberse la litrona, se sentían implicados para mantenerlo bien. Y si otros llegaban con ganas de vandalismo, ellos les decían: “No destrocéis ese edificio que lo he pintado yo”.

¿Y se logró lo mismo en los huertos de ocio?

Más aún. Se crearon 165 parcelas de huertos de ocio para adultos, es lo más visible y famoso del parque. Quienes los usan no tienen por qué ser del barrio, pueden residir en otra parte de Sevilla. Ocho parcelas se reservaron como huertos de asociaciones que en ellos trabajan con discapacitados, o con toxicómanos rehabilitados, etc. Y se habilitaron huertos escolares para los 11 colegios públicos de todos los barrios del entorno. Cada curso teníamos por las tardes a 250 niños haciendo actividades en ellos todas las semanas para aprender sobre la naturaleza. Servía también para enseñar a los niños que la naturaleza está también en tu barrio, no es solamente algo a lo que te llevan en autobús a muchos kilómetros de distancia.

¿Cómo eran los itinerarios pedagógicos?

Visitas concertadas, durante dos horas, para grupos escolares, de universitarios, congresistas... Algún año hubo que pasaron 7.000 personas mediante este programa, atendidos por un técnico especialista en patrimonio o en agricultura ecológica. Así integramos el interés que despertó Miraflores. Contactaban con nosotros muchas personas que venían a Sevilla para participar en congresos o seminarios, o estaban de turismo por la ciudad, habían tenido noticia sobre nuestras experiencias, o nos habían conocido en algún foro, y querían aprovechar su estancia en Sevilla para visitar el parque y los huertos. Tanto desde muchos lugares de España como de Brasil, Argentina, Francia, Portugal, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, Canadá,... Unos estaban más vinculados a la arquitectura, otros a la ecología, otros a la participación ciudadana,... Muchas veces concertábamos con los bares de la zona una comida para esos grupos.

Sería motivo de orgullo para ustedes.

Mucho. Lo que se había convertido en una escombrera, en un lugar marginal de la ciudad, se transformó en fachada agradable y visitable de Sevilla. Los extranjeros acudían sin los prejuicios sobre qué es centralidad y qué es periferia en Sevilla, lo consideraban un factor de Sevilla a destacar, un elemento identitario. Lo que desde la propia ciudad no se valora por el ombliguismo dominante que desdeña lo que está fuera del centro. Llegamos a estudiar cómo estaba generando economía en la zona. Todas las viviendas con vistas al parque se revalorizaron más que las cercanas a la ronda SE-30. Las ferreterías vendían herramientas a los hortelanos. Comercios de la zona se beneficiaban de la cantidad de gente (niños, jóvenes y adultos) que pasaba por los huertos: bares, restaurantes, quioscos, panaderías,...

¿Cómo gestionaban las actividades en el parque?

Desde 1991 hasta 2016 gestionamos esos programas desde el Comité Pro Parque Miraflores, contando con una subvención del Ayuntamiento de Sevilla que dedicábamos a contratar profesionales: pedagogos, educadores sociales,... Porque sobre todo se trabajaba con niños, y eso hay que saber hacerlo muy bien. La gran dificultad siempre ha sido la misma: la subvención te la dan con muchos meses de retraso. Pero los trabajadores tienen que cobrar cada mes. Nosotros les pagábamos, y esa dinámica generaba deudas y conflictos.

¿Cuánto dinero les concedían anualmente?

Empezó siendo del equivalente a 20.000 euros, desde 1994, con Rojas Marcos como alcalde. Con Becerril y Monteseirín fue ascendiendo, lo máximo fue 100.000 euros. Además de contratar a cuatro o cinco técnicos, también destinábamos ese dinero a reparaciones de motores, a compra para los niños de herramientas, semillas y material educativo. Con Zoido como alcalde, desde 2011 se redujo la subvención a la mitad, 50.000 euros. Pese a ello, mantuvimos los programas, pero cada vez era más difícil resolver cualquier problema y cualquier retraso. Y ya había crecido el número de huertos en Sevilla, desde 2005 le planteamos el Ayuntamiento que tuviera una visión diferente de este tema y lo asumiera como un proyecto propio.

¿Por qué?

Una subvención sirve para arrancar una actividad. Pero si el modelo es una subvención que llega muy tarde y cada vez más menguada, acaba siendo un modelo cutre. Cuando Miraflores había sido en España ejemplo a seguir, nos llamaban desde muchos lugares para que acudiéramos a explicarlo. Dijimos en el Ayuntamiento hace más de diez años: “Tienen implicados a los hortelanos y al vecindario, lo que reduce los gastos. Los huertos van a proliferar en Sevilla porque en muchos barrios van a querer tener el suyo. Con muy poca inversión se logran grandes réditos sociales. Incluso electorales. Empleen el dinero en gestionar de modo unificado su mantenimiento y actividad”. Cuando llegó en 2015 Juan Espadas a la alcaldía, lo volvimos a plantear. Y renunciamos a la subvención de 50.000 euros. Les animamos a que los sumaran a un presupuesto más amplio para la gestión integral de toda la red de huertos.

¿Qué se hace hoy en día en Miraflores?

La asociación sigue adelante con los huertos, en los que están vinculados unos 180 hortelanos, cuyos cultivos son para autoconsumo o trueque o donación, siempre ha estado prohibida su comercialización. Me dedico a lo relacionado con patrimonio, historia, paisaje y naturaleza, pero ya no gestionamos los programas y éstos no se hacen. El Ayuntamiento ha dedicado el dinero a contratar a una empresa privada para realizar actividades con niños, pero ahora son talleres esporádicos, el impacto en los niños es muy inferior. Los huertos escolares desaparecen, las Ampas de los 11 colegios se desconectan del parque. Se ha perdido mucha diversidad social, porque se había logrado que de modo continuo hubiera niños en sus huertos escolares, jóvenes en la escuela-taller, visitantes adultos de diversa procedencia y raigambre social-cultural, y hortelanos que suelen ser personas de edad avanzada. Toda esa mezcolanza favorece la innovación. En cambio, ahora van quedando solo personas muy mayores, que, por su edad, se van haciendo más conservadoras y se van encerrando en sí mismas. Ya se escucha a veces por el parque, con tono quejoso: “¿Por qué vienen niños de un colegio a visitarnos?” Cuando antes los había a diario.

¿Qué se está aplicando del Plan de Huertos Urbanos de Sevilla en cuya elaboración ha participado durante 2016 y 2017?

Lleva año y medio en el cajón de la Gerencia de Urbanismo. De momento solo se va a hacer un huerto, en la Hacienda Su Eminencia, que fue sede de la Fundación Forja XXI. Hay que agradecerle al alcalde, Juan Espadas, a la Gerencia, y a la funcionaria de Urbanismo, Pepa García Jaén, el impulso que dieron al proyecto del Plan. Su elaboración se sacó a concurso y la empresa que lo ganó me llamó para dirigir a un equipo formado por arquitectos, ambientólogos, geógrafos, etc. Planteamos una gestión unificada y un impulso municipal para aumentar de 13 actuales a 31 el número de huertos. Hoy en día casi todos están en los sectores norte y este de la ciudad (San Jerónimo, Alcosa, Torreblanca...), y se conseguiría reequilibrar territorialmente, para que toda la población de los demás sectores también tuviera un huerto accesible a diez minutos de su domicilio. Hay solares y parques donde hacerlos. Los huertos actuales suman 27,5 hectáreas. Si se culminara el Plan, habría 48,9 hectáreas. Y mi primera decepción es que el Plan no esté disponible a la ciudadanía. Solo han publicado un resumen.

¿Por qué no se lleva a cabo?

La construcción de un huerto es barata, no cuesta mucho. Y que se haga solo uno implica que de palabra el Ayuntamiento tiene mucha y buena voluntad, pero que sigue considerando los huertos como lugares donde tapar agujeros si se quejan los hortelanos, pero donde no se lleva a cabo un proyecto bien planificado. El Ayuntamiento ha de entender cómo pueden ser una seña de identidad de Sevilla, en un modelo de ciudad más verde, más solidaria, más habitable. Con la ventaja de que son espacios verdes de mucho menor coste, los mantienen los vecinos y éstos se sienten contentos implicándose en ellos.

¿Ha estudiado este tema en alguna gran ciudad europea?

Sí, París, participando en el proyecto Agricultura Urbana, con la universidad Agro Paris Tech y financiado por la Fundación Carrefour. Hemos investigado de modo comparado los huertos de París y Sevilla, y las motivaciones de los hortelanos en ambas ciudades. En Sevilla hay más casos de personas que lo hacen por necesidad alimenticia o por su arraigo de familia agrícola. En París, el 100% son muy ‘urbanitas’ que se acercan a este tema por una visión más utópica y bucólica de la relación con la naturaleza. Los huertos de Sevilla producen mucho más que en París, donde en invierno las cosechas son mínimas o inexistentes. En cambio, en París se ha generado antes la creación y desarrollo de nuevas empresas asociadas a los huertos urbanos. Por jóvenes que han vivido primero esa experiencia de huerto de ocio, y después han decidido buscar terrenos fuera de la capital para producir hortalizas y verduras con criterios de agricultura ecológica y convertirlo en su proyecto de vida profesional.

¿Dónde se establecen en el entorno de Sevilla?

Están muy diseminados. En Salteras, Valencina, Benacazón, Umbrete, la comarca de Los Alcores, cerca de Dos Hermanas,...

¿Qué otros ofrecimientos le han hecho desde el extranjero al calor de la experiencia en Sevilla?

La Universidad de Poznan (Polonia) me invitó una semana el pasado mes de agosto para dar conferencias, conocer huertos y reunirme con políticos y colectivos sociales, en aras a intercambiar conocimientos, ver similitudes y diferencias, y qué podemos hacer juntos aprendiendo unos de otros. Y un gran proyecto en el que sigo vinculado es en Colombia. En las principales ciudades (Bogotá, Barranquilla, Medellín, Cali), invitado por una empresa colombiana he estado reunido con representantes municipales e impulsando proyectos locales de huertos urbanos. Son megalópolis con masiva migración reciente de campesinos que se sienten fuera de su hábitat original. Aquí los huertos no son una motivación ‘hippie’ ni bucólica, sino estructurar su seguridad alimentaria para garantizarles comida en un ambiente de pobreza. Y fortalecer psicológicamente sus señas de identidad. Así se sienten más útiles en la vida urbana y que no busquen meterse en los bajos fondos de la marginalidad.

Por lo que ha conocido dentro y fuera de España, ¿qué propondría aplicar en Sevilla?

El modelo de 97 huertos comunitarios en Montréal (Canadá), es sensacional, con una gestión municipal unificada. Sevilla se ha quedado atrás por falta de eso. Sugiero que el Ayuntamiento determine cuál es su departamento de referencia para cualquier problema o propuesta sobre un huerto, y que toda la sociedad sepa a quién acudir y preguntar, con dos o tres funcionarios que se especialicen. Ahora están las competencias divididas entre tres departamentos: Parques y Jardines, Urbanismo, Participación Ciudadana.

¿Y además?

Firmar convenios de colaboración con todas las asociaciones de hortelanos, y no solo con algunas. Estipulando claramente cuáles son los derechos y obligaciones tanto de las asociaciones como del Ayuntamiento. Y es muy necesario dotar a Sevilla de una ordenanza municipal sobre los huertos. Ahora no hay normativa sobre qué se puede hacer y qué no.

¿Cuál sugiere como ejemplo?

La que tiene la ciudad de Burgos desde 2008. Y yo he elaborado ordenanzas para municipios andaluces, como Alcalá la Real. Y en Alcalá de Guadaíra también lo voy a hacer, he participado en el diseño del modelo de huertos con los arquitectos Carlos y Gonzalo Díaz Recasens.

Lo que se cultiva en un huerto urbano está en un entorno con mayor nivel de contaminación atmosférica que la mayoría de las fincas agrícolas. ¿Está garantizada la seguridad alimentaria?

En Madrid, que tiene más contaminación atmosférica, se han hecho análisis que acreditan cómo pasarían sin problema cualquier control, más que los cultivados en invernaderos de producción industrializada donde no hay cerca gran volumen de tráfico rodado pero donde se les aplican plaguicidas, herbicidas y fertilizantes. Es falso afirmar que son peores por el mero hecho de cultivarse en una ciudad. Dicho esto, tampoco se puede poner un huerto en cualquier lugar de una ciudad, y no es similar el volumen de tráfico y el grado de contaminación en todas las zonas. En Sevilla no es lo mismo crear un huerto en Miraflores que en la calle Luis Montoto. Antes de plantear la ubicación de un huerto, donde en el fondo lo que se hace es agricultura muy natural, hay que realizar cuatro análisis: calidad del aire, calidad de las aguas (suele usarse de la red pública), calidad de la tierra y contaminación acústica.