«Es increíble que criminalicen a bomberos sevillanos por rescatar refugiados en Lesbos»

Juez. Sus sentencias sobre reagrupamiento familiar han marcado tendencia para la legislación y su humanismo reivindica con el libro ‘Europa, entre el miedo y la hospitalidad’ que los millones de refugiados víctimas de guerras y miserias no son el enemigo a batir

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
24 mar 2018 / 19:03 h - Actualizado: 24 mar 2018 / 19:15 h.
"Son y están"
  • Francisco Pleite ejerce desde 2008 en Sevilla como juez de lo Contencioso-Administrativo. / Jesús Barrera
    Francisco Pleite ejerce desde 2008 en Sevilla como juez de lo Contencioso-Administrativo. / Jesús Barrera

“En el trabajo de un juez, en la soledad del juzgador, siempre hemos de estar centrados en que nuestro desempeño dedique todo el tiempo necesario a cada caso, uno a uno. Y lo mejor que podamos. Porque es la respuesta que espera cada ciudadano. Bien razonada y bien motivada. Cualquier juez tiene mucha carga de trabajo. Pero para un ciudadano ese caso puede ser el único en su vida, puede ser muy importante”. Así reflexiona Francisco Pleite Guadamillas, 52 años, nacido en Polan, pequeño pueblo toledano. Para que cada día, tanto en su despacho en el Juzgado 9 de lo Contencioso-Administrativo de Sevilla, como en su domicilio, nunca deje de tener presente su condición de servidor público.

¿Cuáles son sus orígenes?

Mis padres tenían una pequeña tienda de comestibles, el clásico ultramarinos. Yo trabajaba en la tienda cuando no estaba en clase o estudiando. El bachillerato ya lo hice en Toledo capital. Desde chaval era ávido lector de periódicos, me gustaban el Derecho y la Historia. Hice la carrera de Derecho en la Complutense. Trabajé como interventor en la Junta de Castilla La Mancha y después decidí dedicarme a la judicatura. Gané la plaza y en 2003 mi primer destino fue Palma de Mallorca. Desde 2008 estoy en Sevilla. Siempre me he dedicado a lo contencioso-administrativo. Es una materia que me gusta bastante, he escrito varios libros sobre Derecho Administrativo, Contratación Pública,.. Y he dado clases tanto en la Universidad de Sevilla como en la Olavide.

¿Cuántas personas forman parte de su equipo en el Juzgado?

En la oficina judicial, mi equipo se compone de siete personas. Cada uno, con su función, es esencial en el trabajo. Trato de mentalizarles sobre cómo es un trabajo de todos. El juez es quien tiene que tomar la decisión, pero todos participamos del resultado final y del servicio público.

¿Qué temas han emergido en los últimos años como asuntos de mayor reiteración en su juzgado?

Muchos relacionadas con los funcionarios y empleados públicos. Conflictos sobre sus retribuciones (pagas extras, trienios, reducción de complementos...). O dirimir la responsabilidad sanitaria del Servicio Andaluz de Salud y de su personal.

En España, las estrategias políticas han delegado en jueces y tribunales para afrontar a ritmo y criterio procesal las crisis de Estado: la corrupción, el secesionismo catalán,... ¿Cuál es su punto de vista?

La Justicia no está para hacer política, ni la política para utilizar la Justicia. Tienen que estar muy bien separadas y muy bien delimitadas. Cuando se juega a lo contrario, chirría todo el sistema. En general, en España se tiende desde la sociedad a desviar hacia la instancia judicial muchas decisiones y soluciones que pueden resolverse a la hora de legislar y de gobernar. No solo aspectos políticos. También otros que no son la función judicial primordial. Temas donde no se deja rematada la solución desde la política y ello aumenta la litigiosidad que satura los juzgados. Por ejemplo, todo lo que ha saturado la reforma laboral, y lo mismo ha sucedido con las cláusulas suelo.

Explíquelo.

Tenemos que reflexionar si el papel de los jueces es resolver millones de casos de cláusulas suelo, y tener a los ciudadanos esperando muchos meses una sentencia, tras animarles a que cada uno presente una demanda. Cuando debería estar determinada la forma en la que se les da una salida en la mediación con los bancos, en la devolución de dinero si se han anulado dichas cláusulas, etc.

¿Con cuánta dilación está fijando las fechas de juicio?

Solo tres o cuatro meses. Ahora, para junio de este año. Es un lujo, estoy muy contento con el trabajo de todo el equipo.

¿Cuántos casos juzga al año?

Hay años de 350 a 400 juicios. A la gente le llama la atención que solo celebramos juicios un día a la semana. Pero ese día suelen ser 15 juicios. Y después hay que poner 15 sentencias. Que redactamos, dictamos y repasamos nosotros. Y al miércoles siguiente, llegan otros 15 juicios, y se supone que para entonces ya tengo resueltos los 15 anteriores. Y, además, todo lo que me compete de medidas cautelares, entradas en domicilios, recursos, pruebas, incidentes de ejecución,.... Es una continua carrera de fondo.

Equivale a un promedio de elaborar una sentencia por cada día del año. ¿Cómo se organiza para no estar trabajando a diario?

Intento preservar que haya días de descanso. Porque la actividad de un juez agota mucho mentalmente, hay que evitar el estrés. Conozco compañeros que están enfermos por exceso de trabajo y de estrés. Si tienes en una mañana 15 juicios, has escuchado 15 asuntos litigiosos, al menos han hablado 30 personas, has estado tomando notas... Después de tantas horas, necesitas despejarte, pasear, para ponerte de inmediato en casa o en el juzgado a pensar... Sabes que es de diez días el plazo para dictar cada sentencia. Es muy difícil cumplir ese plazo. Sobre todo en casos novedosos y complicados para los que quieres aportar una respuesta muy bien pensada, hablando con compañeros, mirando mucha legislación,... Lo fácil sería no complicarse la vida, y resolver rápido. Pero tu profesionalidad exige hacerlo lo mejor posible. Y eso requiere tiempo. Tiempo de trabajo que no se ve en los juzgados, porque se hace en casa.

¿Cómo integra la inmensa cantidad de normativa que entra en vigor a nivel europeo, nacional, autonómico, local? ¿Tanta legislación superpuesta no es también una fuente de litigios?

El juez español ha de ser consciente de que es un juez europeo. En el Derecho Administrativo, sobre todo, hay una normativa muy dispersa. Lo difícil es valorar en algunos litigios qué es lo que se tiene que aplicar, más aún cuando hay reformas legislativas donde transitoriamente hay apartados que se aplican y otros no. Pero no podemos perder de vista la aplicación del Derecho comunitario conforme al Tribunal Europeo de Justicia, que es el garante de la interpretación. Pertenecer a Europa supone también ceder soberanía a la hora de legislar y regular determinadas materias.

¿Recurren a la Administración de Justicia personas de todas las clases sociales, o hay una brecha que merma la igualdad de oportunidades?

En España, uno de los grandes logros es la garantía a la tutela judicial efectiva. En eso somos uno de los países más garantistas y avanzados de Europa. El derecho a una justicia gratuita, para quien no dispone de renta suficiente (mientras que en otros países se pagan tasas), y el derecho a abogado de oficio y a procurador de oficio. Y el derecho a apelar para que la sentencia la revise otro tribunal. Tenemos que mantener en nuestro país el acceso gratuito a justicia, sanidad y educación, son los tres pilares de la igualdad de oportunidades.

En su labor como juez, ¿qué sentencia ha sido más tenida en cuenta para resolver un problema?

En dos casos de reagrupación familiar vinculados a extranjería. El primero fue el de una mujer española que había tenido un hijo con un argentino. El hijo era español. El padre pidió la autorización de residencia y trabajo. Y no se la concedieron. Efectivamente, en el reglamento de extranjería no había contemplado ese supuesto. Había los supuestos de trabajo por cuenta propia, trabajo por cuenta ajena, arraigo social cuando llevas tres años, pero no había el arraigo familiar.

Yo, en mi sentencia, hice una labor que no había en el reglamento, donde no se estipulaba ese supuesto. Interpreté la ley y dije que no eran números clausus, sino que podía haber otros supuestos, y acudiendo a la normativa internacional de derechos del niño y de la infancia, más la normativa de la Constitución española de protección a la familia, le reconocí la autorización de residencia sin estar contemplado como ese supuesto en el reglamento. Al cabo de los años, se modificó el reglamento para incorporar mi aportación.

¿Cómo justificó la idoneidad de su decisión?

Era lo justo, y además evitaba el absurdo de que no se le podía expulsar porque era padre de un español, pero tampoco se le podía desautorizar a residir en España, porque, de lo contrario, ¿cómo iba a cumplir con sus obligaciones como padre de alimentar y cuidar del niño?. No tenía sentido.

¿Cuál es la otra sentencia con mucha repercusión en el ámbito judicial?

Sobre la reagrupación familiar de un español con un familiar (un hijo) no comunitario. Un español que se fue a Cuba, se casó y trajo a España a su esposa. Ella pidió la tarjeta de familiar comunitario. Y se la denegaron. Recurrió, y en el Juzgado de Primera Instancia se la concedieron. En Segunda Instancia lo confirman, pero hubo recurso al Tribunal Supremo. Y el Supremo dijo que no, que había que aplicar el mismo régimen que a los extranjeros. Y como no tenían medios económicos, esa mujer no podía estar en España. A mí me parece que el vínculo, en este caso familiar, prevalece con el derecho a reagrupar. Por eso planteo una cuestión de inconstitucionalidad. Porque no era la aplicación de una directiva europea, sino la normativa administrativa española que dice: se les aplicará lo mismo que a los comunitarios.

Indique su propuesta.

Que esa normativa tenía que estar prevista en una norma con rango de ley. Primero, por la Constitución española, la protección a la familia. Y segundo, porque la Convención Europea de Derechos Humanos dice en el artículo 8.1 expresamente que cualquier injerencia de los poderes públicos en la familia tiene que estar prevista en una norma con rango de ley. ¿Cómo una orden ministerial puede regular el derecho a que un español pueda vivir con su familia en función de sus ingresos económicos? Me parecía muy fuerte.

¿Qué le impulsa a escribir sobre Europa y los inmigrantes?

El primer impulso fue escribir y enviar al periódico ‘El País’ dos artículos, ‘En la Europa de los refugiados’ y ‘Extranjeros en el mundo’, como respuesta a noticias falsas y teorías que empezaban a circular y propagarse. Hablaban de los refugiados como los causantes del fin de la civilización occidental, que eran el caballo de Troya, que iban a destruir nuestro bienestar, que había que cerrar las fronteras,... Y todo ello con el surgimiento de algunos movimientos xenófobos en Europa y el resurgimiento de los nacionalismos. Todo eso me hizo reflexionar. Y estoy muy agradecido a una personalidad como Antonio Garrigues Walker por aceptar mi petición para que escribiera el prólogo.

¿Cómo decidió estructurar el libro?

Lo planteé como un ensayo, más humanista que jurídico, para exponer las causas de la indolencia y pasividad ante las miles de muertes cada año por ahogamiento en el Mediterráneo, víctimas del intento de llegar a las costas europeas. Y la pérdida de la capacidad de conmoverse, lo peor que le puede pasar a una sociedad, perder la empatía con el ser humano. Como a muchas personas, me conmovieron imágenes como las del niño Aylan, muerto en la playa, y conocer el periplo de su familia, que intentaba llegar a Canadá como refugiada pero le negaron el visado. Me recordó lo que sucedió en la Segunda Guerra Mundial, cuando muchos judíos querían huir de Alemania y no se les recibía en otros países, sino que se les rechazaba, y fueron condenados a morir....

¿Cuál es su principal objetivo al publicarlo?

Que la gente reflexione sobre la realidad y sobre el verdadero problema. Que no nos dejemos engañar por los intentos de inocular a la sociedad un miedo para controlarla. El libro es una llamada de atención, sobre todo a Europa, porque creo que se juega bastante en esto. En este siglo va a ser muy importante el tema de los refugiados y de los inmigrantes. Pero siempre ha habido refugiados a lo largo de la Historia.

Y también miedos.

Europa se ha fundado sobre la libertad y la dignidad humana. Cuando Europa deja de reconocer esa dignidad humana a los que vienen, precisamente es cuando está empezando su declive real como civilización, en cuanto que se basa en valores. Y la pérdida de esos valores, y el miedo, es lo que la pueden conducir al fracaso. Ya Europa ha fabricado miedos a lo largo de su Historia que han sido nefastos para la Humanidad. Me gusta la frase del gran escritor Stefan Zweig, en el libro ‘El mundo de ayer’, de 1942: “El hombre antes tenía cuerpo y alma. Y ahora, si el hombre no tiene pasaporte, no se le considera hombre”. Por eso a través del lenguaje se desvaloriza a la otra persona cuando hablamos de ‘sin papeles’, ‘indocumentados’, ‘ilegales’... Hay un capítulo de mi libro dedicado al daño que puede hacerse según se use el lenguaje.

¿Algún otro escritor que le inspire?

Hay una frase que me gusta mucho de Kapuscinski: “Temo a un mundo sin valores y sin reflexión, un mundo en el cual todo sea posible. Porque entonces, lo más posible será el mal”. Eso es muy importante. Cuidado con convertirnos en una sociedad más intolerante, donde no escuchemos al otro. Y también tengo muy presente la frase de George Steiner en su ensayo ‘La idea de Europa’: “Hay que recordar que es preciso recordar”.

A su juicio, ¿cuál es la pregunta que hemos de plantearnos de modo correcto?

Si el problema son los refugiados y los inmigrantes, o el problema son las guerras y la pobreza que provocan el éxodo. No puedes vivir en un mundo aislado cuando tienes a un lado a gente que se está matando a tiros, y, al otro lado, gente que se está muriendo de hambre. Y decir: “Vamos a levantar aquí una pared, voy a tomar mi sol. Que no me molesten y que no vengan. Y que se vayan a sus países”. Europa no puede arreglar todos los problemas del mundo. Pero sí se tiene que preguntar qué modelo de sociedad quiere. No olvidemos que muchísimos europeos emigraron para colonizar países de otros continentes. Tuvimos curiosidad por sus tierras y recursos, los explotamos. Y ahora vienen ellos a nuestra tierra, no por curiosidad, sino porque tienen hambre o huyen del horror.

Para definir ese modelo de sociedad, ¿qué hemos de tener en cuenta?

De nada sirven los pequeños parches. Para que no entren refugiados desde Turquía, se decidió pagar al Gobierno turco y que se los quedara. Pero ahora se están viniendo por Libia. ¿Acaso una familia con cuatro hijos que lleva años en un campo de refugiados en Turquía, sin ninguna opción allí de futuro próspero, se va a quedar de brazos cruzados y no va a intentar ir a otro lugar mejor? Si no se consolida el desarrollo económico en el norte de África, la oleada de refugiados será de millones de personas. Y atentos a países como Nigeria. Ahora tiene 190 millones de habitantes. Se calcula que en el año 2050 tendrá 400 millones. La migración puede ser gigantesca. Con vallas en las fronteras no lo vamos a atajar. Presión demográfica que se suma a la de todos los estados fallidos que hay al Noroeste de África, y la incidencia de las franquicias terroristas del llamado Estado Islámico.

Hemos hablado de críticas. ¿A quién elogia?

Alemania es la única que dio la cara para salvar la dignidad de Europa cuando era enorme la avalancha de refugiados desde Siria. Siendo consciente de que, además de por humanidad, Europa necesita población joven, porque es una sociedad envejecida. Mientras tanto, otros gobiernos discutían sobre exiguas cifras para acoger, que si 3.000 personas para un país, o 5.000 para otro. Es falso que acogerlos perjudicara a nuestro desarrollo económico. Somos en la Unión Europea 500 millones de habitantes, ¡y ni siquiera proponemos acoger a un volumen de personas equivalente al 0,5 % de nuestro censo, que serían 2,5 millones!. Mientras que un país más modesto, como Líbano, ha dado hospitalidad a un millón y medio, que ya suponen el 25% de su población. Igual que Jordania.

¿Acaso no se mitifica la bondad política y ética de Europa?

En Italia ha llegado a ser un delito estar sin documentación. Imagine a un senegalés que ha llegado hasta allí tras miles de kilómetros viajando. No podemos dejar de ver como persona a cada refugiado. No le quitemos la condición humana y después nos pongamos a hablar de economía. Y si hablamos de mitos, yo lo hago en el libro, para recordar que todas las civilizaciones y religiones (la cristiana, la judía la musulmana, los mayas,...) se basan en migraciones y en inmigrantes.

¿Cómo lo integra en su argumentación?

La mitología griega consideraba que Zeus se podía convertir en una persona. Tenían que acoger a los mendigos. Cuando Ulises iba por ahí, se le acogía, porque podía ser un dios el que viniera a tu casa y le tenías que dar alimento. Podíamos pensar que detrás de cada ser humano quizá haya algo de divino, y tendremos que acogerlo. Recordemos otro ejemplo de acogida y hospitalidad. Cuando Jesucristo dice: “Cuando tuve hambre me diste de comer. Tuve sed y me diste de beber. Fui forastero y me acogiste”... Eso está en más religiones.

¿Tras la publicación del libro, se ha vinculado a alguna entidad o asociación dedicada a refugiados o inmigrantes?

Los derechos de autor del libro y los beneficios de su venta son para la ONG Proem Aid, de la que forman parte los bomberos pendientes de ser enjuiciados en la isla griega de Lesbos. Estoy colaborando con ellos.

Como juez, ¿qué le parece el proceso judicial al que están sometidos en Grecia los bomberos sevillanos que, de modo voluntario, se dedicaron durante varios meses en aguas de la isla de Lesbos a evitar el naufragio y muerte de miles de personas que huían de la guerra en Siria?

Es criminalizar la labor humanitaria. Parece increíble que hoy en día se pueda imputar y acusar a unos ciudadanos que han dejado su trabajo, que se van altruistamente a salvar vidas, que es lo que tenían que estar haciendo otros, y que esa actuación se criminalice. En el siglo XXI, me parece imperdonable. Precisamente a quienes están dando la cara para salvar la dignidad de Europa, de la Europa que presume de la Convención de los Derechos Humanos pero mira para otro lado. Está en juego la dignidad de todos nosotros, de todos los que estamos en nuestras casas, vemos esas imágenes dramáticas y no hacemos nada.

Apela a nuestra conciencia colectiva, y a la particular de cada persona.

Como me decía un compañero de la judicatura: “Algún día, mis hijos echarán cuentas sobre todo esto, y nos dirán: “¿Y tú qué hiciste?”. Eso es lo que nos tenemos que preguntar: Qué hicimos, qué hacemos.

¿Las sociedades enferman y no saben curarse?

Efectivamente, una sociedad es un cuerpo vivo y puede enfermar. Pensemos en lo que pasó en Europa hace 75 años con la aniquilación de millones de judíos. Por eso es tan importante que, en cualquier época, haya muchas voces que nos hagan reflexionar para vernos y analizarnos. Y entender la deriva en la que puede incurrir una sociedad cuando llega a ser insensible.

Como ciudadano de Sevilla, ¿qué sugiere mejorar en la ciudad?

Sevilla tiene una gran riqueza patrimonial que ni enseña ni luce todo lo que podría y merece. Noto que hay personas que consideran que con su aspecto actual así ya está bien. Pero creo que hay muchos pequeños detalles a mejorar. Le vendría bien un impulso revitalizador.