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Francisco Gali, navegante sevillano, vuelve a la vida

Un artículo sobre el mapa de Tlacotalpa, ejemplo de cartografía náutica local, rescata a un aventurero del siglo XVI tan notable como desconocido

04 oct 2017 / 22:49 h - Actualizado: 04 oct 2017 / 22:53 h.
"Investigación","Universidad de Sevilla"
  • El mapa de Tlacotalpa, elaborado con la forma habitual de los mapas medievales, la del pellejo de un animal. / El Crreo
    El mapa de Tlacotalpa, elaborado con la forma habitual de los mapas medievales, la del pellejo de un animal. / El Crreo
  • Manuel Morato, en su despacho. / El Correo
    Manuel Morato, en su despacho. / El Correo

Manuel Morato, doctor arquitecto, andaba en 2008 enfrascado en su tesis doctoral, buceando en ejemplos de cartografía en Hispanoamérica en el siglo XVI, cuando topó con la figura de Francisco Gali: sevillano, marino, aventurero. El siguiente paso estaba cantado: el Archivo de Indias. «Y veo que allí no hay nada», cuenta ahora, cuando se ha convertido poco menos que en el gran experto de tan insólito personaje.

«Me pareció una figura un poco enigmática. Un señor que además hace unos magníficos mapas. Que era marino, no era cartógrafo, y se ve que era muy resolutivo en su profesión como navegante. Estaba comisionado por el rey para buscar nuevas rutas hacia Oriente. Y siendo sevillano no se sabía prácticamente nada de él, de su estancia en Sevilla», suelta de un tirón. Se planteó entonces escribir sobre sus trabajos: dos mapas firmados y uno atribuido. Cuando vio la amplitud de su plan, decidió algo tan sencillo como empezar por el principio. Se planteó «dedicarle un artículo a este primer mapa, al que yo tengo acceso –está en la Real Academia de la Historia, en Madrid–. Porque el otro, que estaba en Estados Unidos, me llegó hace unos meses. La reproducción», aclara.

Intrigado por Francisco Gali, investigó en una doble vertiente: la de su notable labor como creador de mapas y la de su poco conocida vida. «Hay muchos escritos sobre él, pero nada corroborado», comienza a explicar Morato en su despacho de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de la Universidad de Sevilla. «En unas fuentes se dice que era sevillano, es lo más probable, de una familia de alarifes, constructores, arquitectos sevillanos. El apellido Gali se da en la parte de Levante. También se dice que proviene de Italia, yo no he encontrado nada, en otros lugares se dice que era vasco, valenciano, de Zaragoza».

Y poco más se sabe de él. «Escribió un manuscrito, dejando un poco al margen su labor como cartógrafo, sobre los viajes que emprendió desde la costa oeste de América, desde Acapulco hasta Manila. Llegó a fondear en las costas de China. Unos dicen que murió en México. Realmente murió en Filipinas, eso sí está datado». Ese manuscrito se lo envió al rey de España, Felipe II, pero «cayó en manos de un holandés que lo publicó en holandés, en inglés, en latín y creo que también en francés. Nunca se ha publicado en español», cuenta. Y así se dio «a conocer mundialmente como navegante y explorador». «¿Y antes de eso, de que embarcara, qué se sabe de él? Nada», pregunta y se responde Morato. En el Archivo de Indias hay una relación de pasajeros a Indias, lo lógico es que existieran documentos con los viajes que realizó un oficial de la flota, comisionado por el rey. Sin embargo, reitera, «eso se ha perdido. Tampoco es raro. Sabemos que muchos documentos que había depositados en Sevilla se perdieron: hubo un incendio, hubo un traslado. No es raro. Pero da la casualidad de que de este hombre, todo lo que pudiera haber habido se ha perdido».


El valor del mapa

Afrontó Manuel Morato la escritura de su artículo sobre el mapa de Tlacotalpa, pequeña localidad costera mexicana, fechado en febrero de 1580. Se publicó en The Cartographic Journal antes del verano con el subtítulo Un ejemplo temprano de cartografía náutica en Hispanoamérica. Ha obtenido una repercusión con la que no contaba. «No lo había pensado en la vida», valora.

Lo ideal es empezar aportando algo de contexto. En el siglo XVI, la Corona española pretendía contar con un mapa de América. Ideó un sistema de encuestas, llamadas relaciones geográficas, que consistía en enviar a cada población un cuestionario que debía completar un mapa. «La mayoría de los mapas que se hacían en la época en Nueva España, lo que actualmente es México, donde se comienza a cartografiar el continente sur y centroamericano, se hicieron con intervención de artistas indios. Tienen un valor histórico muy interesante, pero carecían de exactitud, quizá para ellos no era un valor. Representaban las cosas de manera muy simbólica. De manera que este de Tlacotalpa es uno de los escasos ejemplos de mapas hechos con los cánones de la cartografía, digamos, científica. Y es un ejemplo curioso porque está hecho con bastante precisión, con exactitud». Esa exactitud era clave para quienes pretendían navegar por aquellas aguas. Que, entre otras cosas, pretendían traer a España las riquezas del nuevo continente con los mínimos sobresaltos posibles.

Acaba Morato con una reivindicación. «Tengo la suerte, o la desgracia, de que a mí me interesan las cosas que hicieron nuestros antepasados desde el punto de vista de la exactitud. Con unos medios muy rudimentarios, llegar a delimitar las costas con una precisión casi casi, en algunas zonas, clavada a la del satélite», comienza, y acaba: «Estamos en una época en la que hay un cierto complejo por parte de los españoles sobre su historia y su papel en el descubrimiento y colonización de América. Yo con esto quiero un poco reivindicar que hay motivos para poner en valor cosas que hicieron nuestros antepasados allí». Dicho queda.