La madrugada del 19 de febrero de 2016, durante su estancia en Lesbos como voluntario con la ONG Proemaid, Jorge James, bombero sevillano, trasladó a un niño desde un bote lleno de refugiados hasta el lugar que una ONG dedicada a la asistencia médica ocupaba junto a la costa griega. «Cuando lo tuve en brazos pensé que estaba muerto. No respiraba. No lo olvidaré», cuenta.
Esa noche llegaron otros siete botes con refugiados. Jorge trabajó 27 horas seguidas, pero no se fue a descansar. Siguió pensando en el niño que sacó del fondo de un bote. «Le practicaron la rcp –reanimación cardiopulmonar– desastrosa. Les imploramos un relevo o que nos dejaran explicarles cómo hacerlo, pero no nos hicieron caso. Me percaté de que iba la madre, la llevaba de la mano otra voluntaria para que viera la escena, y conseguí llevármela». «¿Por qué lo cuento? Porque me marcó. Vimos que las personas que creíamos competentes eran un desastre. Llegó la ambulancia de Lesbos, con personal incompetente, se llevaron al niño y pensábamos que había muerto», reitera.
Cuando acabó la noche se dedicó a buscar equipo médico en España. Contactó con el 061, con el Samur..., «con todo lo que conozco», para que enviaran material o que «estuvieran ellos allí con una ambulancia». Lo que Jorge no sabía es que sus dos compañeros de aquella noche estaban, cada uno por su cuenta, haciendo exactamente lo mismo.
Al final consiguieron una ambulancia, que les regaló la Cruz Roja de La Rioja. Crearon la ONG Rowing Together, «para darle peso legal y poder recibir donaciones», y se lanzaron a la búsqueda de equipo y personal médico.
Si un hecho concreto activó el deseo de los voluntarios de ayudar de otra forma, otras situaciones acabaron por marcar lo que Rowing Together ha acabado por ser. «Han sido casualidades, una cosa ha ido llevando a la otra», aclara Jorge. «En el primer equipo médico iba Javi, un bombero fundador de la organización, y dos ginecólogas. Se dieron cuenta de que las mujeres estaban desatendidas, no existía nada de ginecología ni de obstetricia. Contactamos con una ONG, Humédica, y nos donaron un ecógrafo. Desde entonces nos hemos centrado en la asistencia ginecológica. Vemos a 30 o 35 mujeres embarazadas al día, más cualquier urgencia». Grandes organizaciones como Cruz Roja o Médicos sin Fronteras cubren la atención primaria con un horario estricto, de forma que Rowing together asume también a los pacientes que llegan fuera de hora.
Cada equipo lo componen un traductor –un palestino refugiado–, un coordinador, siempre uno de los fundadores, y el personal médico: dos médicos o un médico y un enfermero.
Detectaron carencias también entre los menores. Tras probar un proyecto educativo acabaron por desarrollar otro lúdico y deportivo «muy gratificante. Hay padres que nos dicen que llevaban años sin ver sonreír a sus hijos».
Jorge estuvo en el norte de Grecia en mayo durante dos semanas, y volverá el 21 de enero. Al modo de Proemaid, los equipos se relevan cada 15 días. Y, también del mismo modo que la ONG que los llevó por primera vez a Grecia, necesitan ayuda, además de personal médico. En su web (rowingtogether.org) y su página de Facebook explican cómo colaborar. «Se está haciendo largo en el sentido de que es difícil y ves la situación que no cambia. Y siempre escuchas lo mismo: la semana que viene.... Para mantenernos no vale con ganas y energía. Necesitamos dinero: eso es así».
Jorge ratifica otra evidencia. «Todos los que vamos volvemos más sensibilizados», cuenta, y tira de su experiencia para explicar su visión: «Tengo un niño de un año y medio y tiene de todo. Y allí veo familias enteras en tiendas, me envían fotos con nieve –las temperaturas han caído en invierno hasta 15 grados bajo cero– y en verano, el calor y los mosquitos son criminales. Pero es increíble lo que nos enseñan esas personas: cómo aguantan, han dejado todo atrás y sólo quieren llegar a una zona segura». Hay quien está dispuesto a ayudarlos.