«He visto cosas desagradables, pero nada tan duro como huir de una guerra»

Entrevista a Manuel Blanco, uno de los bomberos acusados. Un pequeño juzgado del pueblo de Mitilene, en la isla de Lesbos, responde desde hoy a una gran pregunta: los tres bomberos sevillanos ¿salvaban vidas o traficaban con personas?

06 may 2018 / 18:39 h - Actualizado: 07 may 2018 / 09:11 h.
"Juicio a la solidaridad","Cooperantes en Lesbos"
  • Manuel Blanco (a la derecha) es recibido por un voluntario de Proem Aid en Lesbos. / Proem Aid
    Manuel Blanco (a la derecha) es recibido por un voluntario de Proem Aid en Lesbos. / Proem Aid

Los tres bomberos de la ONG Proem Aid Manuel Blanco, Julio Latorre y Enrique Rodríguez están en Lesbos a la espera de su juicio. El tribunal los citó a las 9.00 horas de hoy. Con la convicción de que no solo no han cometido ningún delito, sino que lo hubieran hecho al desoír las llamadas de auxilio en el mar Egeo, Manuel Blanco, que ejerce de portavoz de los tres, atiende por teléfono su última entrevista en España, minutos antes de volar a Grecia este sábado. El fiscal los acusa de tráfico de personas, y las penas pueden elevarse hasta los 10 años, aunque no van solos: toda la sociedad, desde políticos a ciudadanos de a pie, los cree y tienen la convicción de que será muy difícil a la acusación poder probar que hacían otra cosa que rescatar refugiados de morir ahogados como el niño que removió las conciencias, el difunto Aylan.

{¿Con qué ánimo embarcan para Lesbos?

—Pues con buen ánimo. No en vano contamos con todo el apoyo del Ministerio de Asuntos Exteriores, de la Junta de Andalucía, de muchos ayuntamientos y de tantas y tantas personas, que nos lo han hecho llegar a través de las redes sociales. Pero por otra parte tenemos incertidumbre y preocupación por los delitos que nos imputan y la pena que podrían correspondernos.

—¿Este encontronazo con la Justicia griega les ha afectado, sobre todo en sus ganas de seguir salvando vidas?

—Tenemos las mismas ganas de siempre, que son las que son. Esa es nuestra vocación, como bomberos y salimos igual como ya hemos hecho en otras ocasiones, por ejemplo con terremotos.

—¿Ha supuesto su apresamiento y ahora su enjuiciamiento un cambio en la manera en la que trabaja la ONG Proem Aid?

—No ha afectado al procedimiento de rescate, aunque sí estamos más nerviosos por si se repite un incidente similar. Pero ya entonces hablamos antes con la Embajada, les comunicamos lo que haríamos cada día, y lo mismo con los guardacostas griegos: primero nos entrevistamos con ellos y después les íbamos contando nuestros planes por correo electrónico.

—Así explicado parece que los detuvieron por un malentendido.

—Pues sí. Más cuando las circunstancias fueron que estábamos a bordo de una embarcación de una ONG danesa porque nuestro barco estaba en tierra, sometiéndose a una reparación.

—¿El sistema de trabajo de Proem Aid sigue siendo el mismo después de aquello?

—Sí. La prueba es que la detención se produjo en nuestra misión número tres. Después pasaron por Lesbos 30 equipos y ninguno tuvo problemas. Y regresamos a la isla en 2017. Rotamos cada 15 días porque las misiones allí son muy duras, en especial por lo que ves.

—Duras por lo que ven, no por el trabajo en sí de patrullar el mar, de rescatar...

—Te pones a pensar que los refugiados son gente como tú y como yo y cuya única salida es tirarse al mar e intentar alcanzar los países de Europa.

—¿Lo más duro que ha visto?

—En Lesbos he visto cosas muy duras. Siempre he visto cosas desagradables. He rescatado cadáveres por mi profesión. Pero hay una diferencia entre los fallecidos de un accidente, o incluso de algo tan tremendo como la caída de un avión, con lo que vivimos allí. Los refugiados no estaban allí por accidente, sino que huyen de una guerra, de una situación provocada. No por azar. No es por la mala suerte por lo que cogen a su familia, a sus mujeres y niños y los meten en un barco que no flota para escapar. Si eres padre además empatizas con esas gentes y piensas qué les mueve, qué habrán dejado detrás para iniciar ese viaje.

—¿Ha mantenido el contacto con alguno de los refugiados a los que sacó del mar? ¿Sabe si han rehecho su vida en Europa, si los han devuelto más adelante, si están atrapados en algún limbo infernal en los Balcanes?

—No. Hay que tener en cuenta que el rescate se hace en condiciones extremas, de a vida o muerte. He rescatado a muchas personas en Lesbos. A cientos. En situaciones de extrema gravedad. No era la situación de intercambiar teléfonos.

—¿Soportaría volver a ayudar tras haber visto esos dramas tan duros?

—Soy vicepresidente de la ONG y, desde luego, vamos a seguir trabajando.

—¿Ha vuelto a Lesbos antes de la declaración que presta este lunes ante el juez? ¿A alguna otra misión después de su acusación de tráfico de personas por la que le piden hasta 10 años de pena?

—No. Los que tenemos familia hemos decidido pasar este tiempo en casa, con los nuestros, sobre todo para que no pasen angustia porque el temor a que una detención así se repita está. Solo he salido a Bruselas a intentar que la UE cambie una directiva, además de dar charlas en más de 300 colegios y universidades. Porque sabemos que no solo hay que estar. También hay que contarlo y explicarlo.

—¿Qué directiva comunitaria quiere cambiar?

—El primer artículo de la Directiva de Facilitación [Directiva 2002/90/CE del Consejo de Europa de 28 de noviembre de 2002, destinada a definir la ayuda a la entrada, a la circulación y a la estancia irregulares] dice que los Estados miembros podrán no criminalizar a las organizaciones humanitarias [«Los Estados miembros podrán decidir, en aplicación de su legislación y de sus prácticas nacionales, no imponer sanciones a la conducta definida en la letra a) del apartado 1 en los casos en que el objetivo de esta conducta sea prestar ayuda humanitaria a la persona de que se trate»]. Queremos cambiar ese verbo ‘podrán’ por ‘deberán no criminalizar’ a las organizaciones humanitarias, siempre que se acredite que prestan ayuda, por supuesto. Que la UE, que se dice defensora de los derechos, tenga tales reglamentos...

—¿Ha visto, aunque sea de lejos, las mafias que trafican con personas?

—Intuyes que hay algo. Los botes no vienen de la nada, no se hacen solos y muchos olían a pegamento recién aplicado. Pero allí solo tenía ojos para mirar al mar y sacar a la gente de las aguas, no para indagar.

—¿Cuánto cuesta la travesía en uno de esos botes precarios en los que llegan los refugiados?

—Decían que mil euros los voluntarios que llevaban más tiempo, pero creo que eso es más Radio Macuto que una información contrastada. Desde luego es creíble. Los refugiados llegaban tan desesperados que habrían pagado mil euros o lo que les hubieran pedido.

—¿Y aún así me ha dicho antes que quiere volver?

—Desde luego, no nos vamos a quedar en casa. Como dice el hashtag del vídeo con el que nos apoyan en las redes sociales, estamos #CondenadosaSalvarVidas. Te sale de dentro y no puedes hacer nada contra eso. Es que por esa vocación somos bomberos.

—También van voluntariamente a declarar ante un tribunal con acusaciones muy serias. ¿No le ha tentado seguir el ejemplo de algún que otro político doméstico y salir pitando?

—No es esa nuestra manera de afrontar las cosas.

—Pero es consciente de que la posibilidad de viajar a Lesbos hoy y no volver a casa en 10 años existe.

—Es un escenario poco probable. Pensamos que será difícil que nos condenen, pero si la sentencia a pesar de todo es negativa, entre las medidas cautelares mientras se decide la apelación puede estar el dejarnos volver a casa. Tenemos un plan A, un plan B y hasta el C y el D. Y tener tantos planes también forma parte de la idiosincrasia de los bomberos.

—Han recibido un fuerte apoyo político y social. ¿Jurídico también?

—Tenemos el apoyo jurídico que nos hemos pagado. Hemos rechazado a quienes buscaban con nuestro caso publicidad gratis y confiamos plenamente en nuestro abogado griego [Haris Petsikos], porque además es el que conoce el sistema judicial y las leyes helenas.