Historia bajo tierra

Patrimonio. El enclave geográfico privilegiado de Sevilla la convirtió en parada y fonda de civilizaciones. La ciudad presume de su legado en muestras en su subsuelo

10 may 2017 / 22:55 h - Actualizado: 11 may 2017 / 22:14 h.
"Patrimonio","Arqueología","La Sevilla subterránea"
  • Visita escolar al Antiquarium de Sevilla que se encuentra bajo las Setas de la Plaza de la Encarnación. / Javier Cuesta
    Visita escolar al Antiquarium de Sevilla que se encuentra bajo las Setas de la Plaza de la Encarnación. / Javier Cuesta
  • Una de las casas romanas del Antiquarium. / Javier Cuesta
    Una de las casas romanas del Antiquarium. / Javier Cuesta
  • Ruinas bajo el mercado de Triana. / El Correo
    Ruinas bajo el mercado de Triana. / El Correo
  • Excavaciones en el Patio de Banderas. / Antonio Acedo
    Excavaciones en el Patio de Banderas. / Antonio Acedo
  • Bóveda sobre la que se hallaron los arcos invertidos que sustentan la Fábrica de Tabacos. / Pepo Herrera
    Bóveda sobre la que se hallaron los arcos invertidos que sustentan la Fábrica de Tabacos. / Pepo Herrera
  • Imagen de la calle Don Remondo. / El Correo
    Imagen de la calle Don Remondo. / El Correo
  • Hubo leyendas sobre túneles en La Giralda. / El Correo
    Hubo leyendas sobre túneles en La Giralda. / El Correo
  • Calle Argote de Molina. / El Correo
    Calle Argote de Molina. / El Correo

Dicen los arqueólogos que Sevilla es una ciudad muy desagradecida para su profesión. «En Mérida das una patada y aparece Roma». Sin embargo, en la ciudad hispalense hubo que excavar hasta los seis metros para hallar el conjunto de la Plaza de la Encarnación que hoy se expone en el Antiquarium. El nivel freático de la ciudad, además hace que el problema del agua sea una dificultad para las excavaciones.

A esta cuestión se une que la arqueología es lenta y cara, además de las repercusiones que la falta de movimiento en el sector de la construcción ha tenido en este campo científico. A menos obras, menos trabajo para los arqueólogos.

La excepcional ubicación de Sevilla y su proximidad al río la convierten en lugar de paso y asentamiento de civilizaciones. En la Gerencia Municipal de Urbanismo trabajan dos arqueólogos: uno para planeamiento y otro para las licencias, que se encargan de organizar el trabajo de conservación sobre lo ya descubierto y plantear nuevas actuaciones.

El suelo urbano de Sevilla ha ido creciendo desde sus orígenes adaptándose a la topografía del lugar a salvaguarda de las crecidas del río. Es por ello que los primeros habitantes de la ciudad se instalaron en el punto más elevado de las terrazas del Guadalquivir, en una cota +12 metros en un fondo de valle tan fértil como accesible que hizo de él el mejor enclave de todo el territorio.

El Antiquarium de Sevilla ofrece restos arqueológicos de diferentes momentos de la historia de Sevilla desde el s. I hasta el s. XIII. A los nueve metros de profundidad en que se encuentran los restos de una factoría de salazones de la Hispalis romana hasta los 3,50 metros en que se conservan los pavimentos de la casa almohade de la Isbiliya islámica. Durante los meses de octubre de 1991 y enero de 1992, se realizó la primera excavación arqueológica en el solar de la Encarnación. Esta actuación se diseñó para determinar la potencia del yacimiento y las características de los restos.

Esta zona norte de la ciudad fue urbanizada inicialmente en la primera mitad del siglo I después de Cristo, concretamente durante la dinastía julio-claudia. Se ha documentado una urbanización planificada en base a calles orientadas según los ejes cardinales, creándose grandes manzanas rectangulares. Los usos más antiguos se relacionan con el almacenaje de mercancías y la producción de salazones y salsas de pescado.

Hay también restos de la Hispalis en el Alto y Bajo Imperio romano, entre los siglos II y III. Hacia fines del siglo I, en época de Trajano, la ciudad sufre una transformación y se abandonan los espacios artesanales de este emplazamiento, ocupándose en su mayoría sus parcelas por casas. De esta época, pues, se muestran varias casas (domus), casi completas y alguna completa, algunas pavimentadas con mosaicos y con patios de columnas de ladrillo que posteriormente darán paso a las de mármol, como la Casa de las Yedras, Casa de los Dameros, Casa de Baco, Casa del Océano o Casa de la Ninfa, en la que sobresale el mosaico de Medusa , y el de los Pájaros.

De la Sevilla hispano-musulmana de Isbilya, entre los siglos XI y XIII, se exhiben también vestigios almohades de la nueva ciudad, en la que predominan las sencillas casas unifamiliares de mampostería en calles de suelo terrizo. Entre estas viviendas está la Casa de la Noria, en la que se encontró un hermoso plato tipo califal, con decoración geométrica y vegetal en vidriado verde y negro, del siglo X, en plena época del Califato Omeya.

A comienzos de noviembre de 2015 se iniciaron los trabajos de excavación en un semisótano abandonado durante siglos y desconocido para el gran público que se encuentra bajo el Palacio del Rey Don Pedro en los Reales Alcázares. Los 200 metros cuadrados que supone este espacio han sido bodega y almacén del palacio para posteriormente, durante los últimos 400 años, acumular material de desecho de todas las obras que se fueron realizando en el edificio. Cuenta con una arquitectura que se mantiene intacta desde el siglo XIV y es un magnífico exponente de la construcción mudéjar en ladrillo, material con el que están edificados sus muros, arcos, tabiques y bóvedas.

En su interior se va a exponer toda la colección arqueológica que se ha descubierto en las excavaciones efectuadas en el entorno del Patio de Banderas. La idea es restaurar 231 piezas, de las cuales 14 son prehistóricas, cinco prerromanas, 53 romanas, ocho de la tardo antigüedad, 126 islámicas, siete bajomedievales, 14 modernas y cuatro contemporáneas. Todos estos restos se rehabilitarán en la casa número 6 del Alcázar.

En el espacio expositivo se pondrán restos cerámicos de del siglo IX a. C., del Neolítico y del Calcolítico. También hay lucernas romanas del siglo I a.C., ungüentarios, ánforas e incluso el famoso relieve faloide que se halló en el Patio de Banderas, un tipo de ornamento romano que hasta ahora sólo había sido hallado en Italia. De la Roma imperial también hay varias estatuas y pedestales de mármol, mientras que de la época islámica califal se han hallado capiteles, basas, elementos cerámicos como ollas, canastos, pocillos e incluso tazas. Igualmente hay restos taifas como ánforas, atifles, y birlos, curiosamente todos estos aperos de los alfareros de la época, un oficio muy habitual en aquella sociedad. La colección también incluye teteras almorávides, tinajas almohades, vajillas del siglo XV.

La cripta del Patio de Banderas se va a convertir en uno de los grandes atractivos del Alcázar cuando se abra definitivamente al público. En estas excavaciones se encontraron las que son las evidencias arqueológicas más antiguas de la ocupación humana de la ciudad, huellas fenicias sobre el siglo IX antes de Cristo. Han aparecido también restos neolíticos y calcolíticos, pero totalmente descontextualizados. Lo extraordinario de la cripta es que se pueden ver columnas y pilastras de casi dos metros, cuando por ejemplo en Itálica ya es difícil encontrarlas de medio metro. También será posible contemplar alguna que otra sorpresa, como los restos de un monasterio visigodo que se construyó sobre la estructura romana.

Sobre el subsuelo de Sevilla, pasadizos secretos y túneles misteriosos, se ha escrito mucho en los últimos siglos. Hubo quienes aseguraron que bajo el caparazón de la ciudad habría una red de galerías en todas direcciones. Unos que estaban dedicados a trasladar a lugar seguro todas las riquezas que llegaban del Nuevo Mundo, otros que llevaban a recintos secretos en los que los judíos de la ciudad escondían sus tesoros. Hay leyendas sobre túneles que llegan hasta San Juan de Aznalfarache, de comunicaciones subterráneas que, partiendo de la Giralda, se dirigen hacia todas las iglesias de la ciudad. Raro es el palacio o el templo en el que no se refiere la existencia de algún misterioso pasadizo secreto.

La calle Don Remondo se llamó Horno de las Brujas pues cerca de ella aparecieron unos misteriosos subterráneos donde los antiguos situaban las escuelas de magia diabólica de los «moros». Se tardó siglos en averiguar que no eran sino restos de unas termas romanas. En la calle Bustos Tavera, por ejemplo, se han encontrado tramas subterráneas de origen y destino desconocido.

A raíz de las obras llevadas a cabo desde 2011 en la antigua Fábrica de Tabacos en su sótano, se produjo uno de los hallazgos más interesantes sobre la historia arquitectónica del edificio: la existencia de un sistema antisísmico de cimentación del que no se tenía constancia hasta el momento.

Bajo el edificio hay una serie de arcos invertidos que dotan al conjunto de una gran resistencia a los terremotos y de una especial fortaleza ante posibles asientos diferenciales en un terrero inestable debido a su cercanía al río Guadalquivir, y al ya soterrado arroyo Tagarete. Los problemas de cimentación surgieron desde el inicio de los trabajos. Pensaron primero elevar el nivel de la rasante del edificio hasta una altura que lo salvara de las avenidas del río. Comenzaron a excavar y vaciaron todo el rectángulo sobre el que se iba a levantar la construcción. Dejaron toda la tierra muy cerca, en la zona que hoy ocupa el Prado de San Sebastián. Su idea era construir los cimientos y, posteriormente, enterrarlos con esa misma tierra.

Fuera de España existe otro ejemplo conocido de una retícula de arcos invertidos como cimiento de un edificio: el Trinity College de Cambridge.