«Hoy se valora y protege como patrimonio la vida que da la vecindad a un barrio»

Plácico González, profesor de Arquitectura en la Universidad Tongji de Shanghai. Experto en los vasos comunicantes entre tradición y modernidad, y en estudiar como patrimonio no solo las edificaciones sino los modos de vida, ya sea en viviendas sociales de Berlín o de Sevilla.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
02 jun 2018 / 19:42 h - Actualizado: 03 jun 2018 / 16:48 h.
"Son y están"
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Cuando le localizamos para concertar la entrevista, estaba en el campus de Oxford. Cuando nos dio fecha y hora, iba a participar en Sevilla en un seminario sobre viviendas sociales en el Tardón. Cuando se publica ya está en Shanghai, la ciudad donde ahora reside casi todo el año. Para Plácido González no hay barreras. Le interesan Occidente y Oriente, el siglo XX es también patrimonio histórico, y tanto en los centros urbanos como en las barriadas. Perspectiva muy internacional e interesante para Sevilla, donde es perenne el debate sobre qué hacer con muchas y valiosas edificaciones, sea cual sea su origen histórico, cuando sus propietarios públicos o privados las cierran.

Nació en Sevilla hace 43 años. Casado con una arquitecta, ambos esperan su primer hijo. Plácido González es el primogénito de tres hermanos en una familia cuyo padre, abogado, ha trabajado muchos años en la Caja Rural de Sevilla, y su madre, ya también jubilada, ejerció como profesora en Primaria y Secundaria. Bami, el Polígono San Pablo y Nervión han sido los barrios donde ha residido. Desarrolló todo su periodo escolar en el Colegio San Francisco de Paula.

¿Qué le inspiraba en su infancia y adolescencia?

Siempre tenía interés en plasmar mediante dibujos lo que yo vivía y los lugares que visitaba. Desde niño me interesó la arquitectura histórica, y dibujaba una representación de todos los espacios donde pasábamos las vacaciones. Cuando llegué a COU, vi claro que mi opción era la carrera de Arquitectura.

¿Por qué ha preferido la investigación a la construcción?

Terminé la carrera en 2001, cuando la profesión estaba en la cresta de la ola. Trabajé en primer lugar en el estudio de Antonio González Cordón, y después en el de Rubino y García Márquez. Participé en diseños, proyectos y obras. Pero antes, como estudiante, a la vez colaboraba desde 1996 en el departamento de Historia, donde tuve el apoyo del profesor Carlos García Vázquez, y disfrutaba mucho. Descubrir cómo a lo largo de los siglos se han planteado problemas parecidos y siempre han existido soluciones buenas. Aprender de todo eso me parecía importante. En 2005 empecé a colaborar con el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico y en 2007 ya me dediqué a fondo a preparar mi tesis sobre memoria, historia y producción de nueva arquitectura. Un tema que me interesa profundamente a nivel general, y que centré en los desarrollos suburbanos en Europa y Estados Unidos.

¿Le atrae descubrir más los rasgos de continuidad que los elementos de ruptura?

Siempre hay continuidad. Los arquitectos son personas que crean a partir de referencias y de cosas que ven, a partir de su experiencia del espacio, de la ciudad y de las situaciones, que luego plasman. Y esa continuidad histórica a mí siempre me ha interesado investigarla. En cuanto a patrimonio, me he especializado en la arquitectura del siglo XX.

¿Su primera gran experiencia internacional?

Nada más acabar la carrera, en el estudio que yo compartía con José Luis Sainz-Pardo, Miguel Ángel Chávez e Isabel Fernández García, nos presentamos a Europan, un prestigioso concurso internacional para jóvenes arquitectos. Consistía en diseñar proyectos de viviendas para Izola, una ciudad de la costa adriática en Eslovenia, de impronta italiana. Y logramos un premio con nuestro proyecto. Fue una motivación muy gente para alguien como yo, que estaba empezando.

¿Cómo ha dado el salto de ser profesor e investigador en la Universidad de Sevilla a la de Tongji en Shanghai?

En materia de arquitectura es la principal universidad de Shanghai, y mi relación comenzó en 2011, cuando un grupo de profesores y alumnos de Sevilla participamos en un intercambio. Viajamos en verano para estudiar la renovación de un barrio tradicional de Shanghai, con el tipo de vivienda que llaman lilong. Fui con otros profesores como Carlos García Vázquez, Ramón Pico y Paco Gómez. Fue muy fructífero. Íbamos con la idea preconcebida de Shanghai como ciudad futurista y conocimos la sensibilidad que tienen allí acerca del patrimonio, que es muy diferente a la nuestra, pero que también hay que encajarla dentro de su mentalidad y de su mundo. Al año siguiente, volví a repetir porque me vinculé al programa que Tongji tiene para captar profesores extranjeros.

¿Cuál fue la siguiente experiencia?

En 2012, un taller parecido en Mianyang, que es una provincia de Sichuán, en el interior de China.

Y en 2013, 2014 y 2015 ya estuve de profesor visitante en la Universidad de Tongji. Organizaba las clases de manera que estaba de profesor en Sevilla durante un semestre y el otro semestre en Shanghai. Y en 2015 Tongji convocó una plaza de profesor vinculada a un proyecto sobre patrimonio. Me presenté, me eligieron y ya estoy viviendo casi todo el año en Shanghai, donde además también me propusieron ser editor de la revista Built Heritage, que edita dicha universidad. También me atraía porque antes participé en el equipo editorial de la revista Neutra, del Colegio de Arquitectos de Sevilla, y en publicaciones del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico.

¿Cómo es su vida cotidiana en tan enorme megalópolis?

Hemos estado viviendo dos años en la zona céntrica de Shanghai, la que fue concedida a Francia en tiempos coloniales. Nos acabamos de mudar a una zona suburbana, por la que la ciudad se expandió a finales del siglo XIX y que hoy es un segundo centro, con torres de muchísima altura. Ahora estamos residiendo en un piso de la planta 26, que es la primera vez que mi vivienda está a tanta altura. Me muevo en metro de casa a la universidad, y vuelta. Tenemos mucho trabajo pero mi mujer y yo procuramos aprovechar ratos de ocio para disfrutar de una ciudad muy dinámica, emprendedora, estimulante. Ha sido siempre la de China más abierta a Occidente, y realmente es un lugar único.

¿Qué tipos de estudiantes tiene en sus clases?

Los hay tanto chinos como de otros países. Imparto las clases en inglés. Hablo chino para el manejo de la vida cotidiana pero no lo suficiente como para dar una clase teórica. Tongji es una universidad muy abierta, fue fundada por alemanes, tiene vinculación a nivel internacional con muchísimas universidades y atrae a muchos estudiantes extranjeros que ven en ella la oportunidad de acceder a la realidad china, que para el mundo de la arquitectura es muy dinámica y muy interesante. Para los estudiantes chinos, aprender y en inglés los hace enormemente competitivos. Puedo decir que su capacidad de trabajo es extraordinaria. Impresionantes sus ganas de aprender, lo absorben todo como esponjas.

¿Son más estrictos que en España para seleccionar el alumnado?

El proceso de selección es muy intensivo. A cada estudiante candidato se le hace una entrevista que dura hora y media. Se le ponen como prueba situaciones en las que tiene que demostrar el interés y la valía para acceder a la universidad.

¿Cómo sobrelleva esa ambivalencia entre la pasión por el saber y un régimen de partido único que condena a quien defiende la libertad?

No veo ambivalencia porque China, como sociedad y como civilización, se ha estructurado siempre, desde hace miles de años, mediante un funcionamiento muy jerárquico. Eso está presente en Confucio y lo impregna todo. La familia, la sociedad, cada etapa histórica, cada sistema político. En mi trabajo intelectual y académico, no me he sentido limitado, me ofrecen unas condiciones positivas para desarrollar lo que quiero hacer, y veo en Shanghai una sociedad enormemente abierta.

¿De qué manera es ese espíritu de apertura?.

Me considero un privilegiado por conocer de cerca la sociedad china. Hay clichés sobre el país que no se corresponden con la vida real. En Shanghai, la gente tiene mucho desparpajo a la hora de hacer las cosas, una manera muy libre de ocupar las calles y el espacio público, un carácter muy abierto, está interesada en hablar contigo, por conocer qué haces... Es un modo de vida que me resulta cómodo para mí como mediterráneo. Esta no es una sociedad gris. El espíritu que tienen para inventar es sorprendente. Y la cantidad de personas que llegan desde Europa y Estados Unidos hacen aún más interesante aprovechar las posibilidad que ofrece China.

¿Cómo es su concepto del patrimonio cultural y arquitectónico, en comparación con el europeo?

China es consciente de su intenso proceso de historia en construcción. Crece, crece y crece. La idea de patrimonio no es de resistencia. En nuestra tierra, se tiende a pensar que el defensor del patrimonio se niega a cualquier cambio o derribo. En China, la idea del patrimonio es la de motor de desarrollo. Y la cultura es un motor de desarrollo. Y la historia es un vehículo de construcción del futuro. Lo tienen muy claro. Desde el punto de vista científico, conservan los materiales empleando los métodos más novedosos, restauran con tecnología puntera, y a la vez son muy creativos recuperando edificios y dándoles nuevos usos, los vinculan a nuevas actividades económicas.

¿Lo intangible se valora más como patrimonio que en España?

Sin duda. En China es tradicional la idea del edificio como renovación constante. La gran preocupación no es cuán antigua es la piedra, como sucede en nuestras catedrales, sino cómo se construye una vida, qué se hace en madera y qué ha de ser reemplazado cuando se deteriore. Les importa más proteger los saberes artesanales que proteger la piedra.

¿No le tienta volver a edificar, más aún en ese ambiente tan dinámico?

En 2008 dejé de hacer proyectos. Me sigue atrayendo esa vertiente creativa, pero también es creativo todo lo que hago. El 30% por ciento de mi trabajo es para la docencia, un 20% para la investigación, y un 50% del tiempo es para la edición de la revista.

Explique qué es Docomomo, la organización en la que también participa.

Es una organización internacional bastante activa que se encarga de documentar y conservar la arquitectura del Movimiento Moderno. El capítulo de la Península Ibérica, unidos expertos de España y Portugal, es el más activo a nivel mundial. He participado representando al Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico en la comisión técnica del Docomomo. Y también a través de investigaciones que he desarrollado. Es una institución puntera, a tener en cuenta.

¿En qué consiste su colaboración con el Instituto de Patrimonio Cultural de España?

Desarrolla el Plan Nacional de Arquitectura del Siglo XX, redactado entre 2013 y 2014, publicado en 2015, y dentro de un plan de protección de la herencia cultural del pasado siglo que también engloba a las artes plásticas, la cinematografía, la radio, la televisión, etc. Es un trabajo muy ambicioso, muy bonito, y muy interesante para mí por lo que ha tenido de debate teórico acerca de cuáles son los rasgos comunes.

¿Cómo se pasa del dicho al hecho? Porque en España somos más expertos en crear comisiones y planes que en aplicar soluciones.

La comisión técnica de Docomomo se dedica a la documentación del patrimonio, no interviene en él. En primer lugar, identifica bienes de interés patrimonial, detalla cuáles son sus valores. Después, Docomomo como fundación sí hace una labor de difusión de ese trabajo de la comisión técnica, y contacta con instituciones para promover la salvaguardia de estos edificios. Respecto a la comisión para el Instituto de Patrimonio Cultural Español, que está en el Ministerio de Cultura, define ámbitos de actuación, estrategias e intervenciones en el patrimonio del siglo XX. Las políticas culturales están transferidas a los gobiernos autonómicos y la capacidad del Estado es limitada, pero veo que dentro de su alcance sí es útil.

Si de usted dependiera, ¿a qué daría prioridad para proteger y usar como patrimonio arquitectónico del siglo XX español? ¿Son más emblemáticos los erigidos como monumentos, o, en cambio, viviendas, fábricas, edificios de oficinas, estaciones ferroviarias,...?

La idea del patrimonio del siglo XX, como cualquier idea de patrimonio, es una idea política. Y tiene detrás un modelo de sociedad, una inspiración clara en una idea de progreso, que marca el tipo de edificios o de bienes que se incluyen como patrimonio. Destaco el gran interés en intervenir sobre la vivienda social, que es un campo muy reciente en cuanto a la consideración patrimonial que ha recibido. Es uno de los retos para la configuración de patrimonio originado en el siglo XX. De hecho, mi última estancia en Sevilla, el pasado mes de mayo, ha sido para asistir al seminario que cierra el proyecto Rehabitar, sobre la barriada del Carmen, en el Tardón, investigación promovida por el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico y en la que participo.

¿Qué valor patrimonial tiene esa barriada?

Es un caso muy interesante porque se ha trabajado en localizar cuáles son los valores y los atributos patrimoniales de un sitio en el que vive la gente a diario y que considera a priori que no es bonito, que no es histórico. Son barrios que necesitan actualizar las viviendas, construidas en los años cincuenta del siglo pasado. Y hay familias que ya no son las que allí residían en sus inicios. Con tipos de actividad económica que no son los mismos, ni lo es su manera de vivir la ciudad. Y, con todo ello, se trata de adaptar la idea de patrimonio para que sea un motor de cambio, de lo que fue en su día el barrio del Carmen a lo que es ahora. Y como tal, hacerlo extensivo a otros muchos casos de viviendas y lugares en los que sí existe una idea de cultura y pertenencia a un sitio.

¿En China hay una perspectiva similar?

Me está pasando lo mismo también con ejemplos de viviendas que la gente considera casas viejas que no interesan porque están mal cuidadas. Y se trata de hacer ver cómo pueden entenderse de modo diferente a través de una idea, de una percepción cultural.

Señale ejemplos a tener en cuenta.

En el campo de la vivienda social hay interesantísimos casos de intervención desarrollados en Alemania. Como las viviendas sociales La Herradura (Hufeisensiedlung en alemán), creadas en Berlín en los años 30 del siglo XX y ya protegidas por la Unesco. Donde es muy importante la aportación de los vecinos al valor patrimonial mediante el cuidado diario y su identificación con el barrio. En Sevilla, es muy singular Ciudad Aljarafe, en Mairena, incluyendo al Colegio Aljarafe, barrio y centro educativo diseñados por Fernando Higueras, uno de los grandes arquitectos españoles de la segunda mitad del siglo XX. Acudí con motivo del 40 aniversario de su creación y me sorprendió gratamente la capacidad que tuvo el barrio de organizar una actividad acerca de su propio origen, de su propio carácter. Eso es lo que ha de valorarse más desde una perspectiva actual: no solamente valorar los objetos arquitectónicos, sino el papel que tiene la gente a la hora de valorarlos y aportarle valor.

Usted es un investigador sevillano que acaba de estar en Oxford representando a una revista china en un seminario de editores de publicaciones científicas chinas. ¿Eso ya no es exótico?

No, y había editores de revistas sobre botánica, sobre inmunología, sobre mapeado,... En mi caso, represento a Built Heritage, trimestral, en inglés, que aborda temas de arquitectura, urbanismo, paisaje, etc. El seminario lo organizó una de las grandes editoriales mundiales, Taylor & Francis, que tiene un campus a las afueras de Oxford. Ha sido muy interesante conocer cómo están trabajando para mejorar la calidad de los contenidos en las publicaciones académicas y científicas, los filtros para garantizar su rigor, así como la creatividad a la hora de transmitir el conocimiento.

Estará prevenido ante lo fácil que es el ‘copia y pega’ en un texto para colarlo en una tesis o en un máster, y ante la cantidad de ‘fake news’ que se producen para manipular a la opinión pública.

Acabo de encontrarme, revisando un artículo que nos ha llegado para publicarlo en Built Heritage, cómo el autor ha metido un texto copiado de Wikipedia. Y también lo he descubierto con alumnos de segundo de Arquitectura en Shanghai.

¿Qué opina de la arquitectura moderna con ínfulas faraónicas o epatantes, encargada a arquitectos con vitola de estrella mediática? ¿Qué se debe conservar de esa tendencia?

Es una tendencia global desde los años 80 ligada a un modo de gestión empresarial de las ciudades: competir entre sí por atraer capital e inversores. Y crear arquitectura rompedora y epatante para promocionar la ciudad no solo con el pasado. Hay otra arquitectura relacionada con la producción de identidad y con la producción de memoria, más relacionada con la idea de patrimonio. A mí me interesa el lugar en el que estas dos tendencias se juntan. Cómo puede producirse una arquitectura que tenga un efecto llamada, y que en su calidad establezca contacto con la memoria y con el carácter de los lugares. Cada generación determina qué es su patrimonio, y se apropia de él. Y el tiempo dirá qué hace con esa arquitectura ‘estelar’.

¿Cuáles son sus referentes de verdadera modernidad?

Para mí, el futuro pasa por un fundamentado conocimiento de la tradición, de la memoria de los lugares. Eso no implica que renuncie a ser futurista, a tener una visión de lo que la arquitectura puede aportar a una ciudad y cómo puede cambiarla. Lo consecuente es hacer una arquitectura de nuestro tiempo. Yo no estoy llamando a la nostalgia. Es importante que la proyección del futuro tenga siempre una idea clara de dónde viene para saber adónde podemos llegar.

¿Quiénes destacan en esa línea?

Me interesa mucho la arquitectura de Herzog & De Meuron. Cuando he estado en Oxford, he tenido la ocasión de visitar el edificio que han hecho para la Escuela de Gobernanza de la Universidad de Oxford. Es excepcional. Completamente rompedor en cuanto al empleo de los materiales, pero también tiene resonancia con edificios históricos, como la famosa biblioteca de la Universidad de Oxford, que es un edificio de planta centrada. Me interesan esas resonancias, esa memoria que encierra la contemporánea de la arquitectura precedente. Y para mí otra referencia fundamental es el portugués Álvaro Siza.

¿Y españoles?

Me ha interesado siempre mucho la arquitectura de Iñaki Ábalos, y la de Rafael Moneo, excepcional, que ha determinado la arquitectura española en los años 80. Y me importa ver lo que están haciendo arquitectos más próximos a mi generación. No somos conscientes en España de la alta proyección que tiene la arquitectura española contemporánea a nivel internacional.

El Ayuntamiento de Sevilla incluye en su plan estratégico de ciudad para 2030 la recuperación y reutilización de al menos 30 edificios con valor patrimonial. Desde la Fábrica de Artillería en San Bernardo a la de Altadis en Los Remedios, o la Hacienda Miraflores, o el Mercado Puerta de la Carne. Con su perspectiva internacional, ¿qué aconseja para acertar?

Que la continuidad de la vida de los edificios tenga una coherencia en cuanto al uso. Los edificios no son cáscaras, tienen una vida propia, y tienen una manera de ser pensados, utilizados y luego reutilizados. Esa idea de continuidad es importante. He estudiado a fondo algunos de esos edificios,

como el Mercado de la Puerta de la Carne, que es un edificio realmente único en España, lo que hay que tener en cuenta. Me resulta especialmente doloroso y penoso ver cómo pasan años y años, y puede llegar una situación en la que lo más conveniente sea demolerlos. Y tal vez con eso ganen quienes no han apreciado el valor que tienen estos edificios.

¿El uso policial de la antigua comisaría de la Gavidia impide en Sevilla valorar su recuperación y reutilización?

Hay oportunidades para convertirlo en un edificio de referencia para el barrio en el que se encuentra y la parte de la ciudad en la que está. Como historiador de la Arquitectura, le veo un valor arquitectónico importante. En su configuración y planta se vincula con la memoria cultural del patio, y a la vez conecta con las tendencias de la arquitectura moderna a nivel internacional en los años 50, dando un salto para pasar por encima de los gustos y criterios de los gobiernos franquistas de la época.

¿Qué haría con los edificios y terrenos de la antigua fábrica de tabacos en Los Remedios?

Tiene un valor arquitectónico importante, y es muy necesario continuar en esos terrenos la apertura de la ciudad al río, el barrio de Los Remedios está totalmente desconectado de la orilla.

¿Cuál es su opinión sobre las ‘Setas’ como operación para recuperar la Plaza de la Encarnación?

Participé con un proyecto en ese concurso, fue de los últimos que hice antes de dedicarme totalmente a lo académico. Me pareció escandaloso el coste de las ‘Setas’, más aún en la época de crisis general cuando se produjo ese gasto. Y la memoria sobre las ‘Setas’ ya está vinculada a la memoria del 15M, pues allí se contestó la idea de privatizar el espacio público, no en vano es gestionado por una empresa privada y cada noche se cierra el acceso a su plaza superior. Es un hito urbano que ha terminado siendo asimilado de una manera muy natural por la gente. Igual que muchas otras arquitecturas que en su día fueron epatantes, en cualquier ciudad la gente termina asimilándolas. Dentro de 20 o 30 años a la gente ya no le dolerá el coste escandaloso. No lo estoy justificando, pero es lo que pasa. La imagen de las ‘Setas’ cada vez es más conocida por el mundo y se asocia a Sevilla. Me ha pasado varias veces en China, al presentarme en algún ambiente de arquitectos y decir que soy de Sevilla, me respondieron (en inglés), “Sí, sí, donde están las Setas...”.

¿Será incluido en los catálogos del patrimonio de Sevilla?

Muy posiblemente. Dependiendo de cómo se cuenten, el patrimonio y la historia son como un calcetín. Cada vez más expertos en patrimonio analizan la influencia de la perspectiva del marketing y del turismo. El valor del patrimonio a tenor de la experiencia que se tiene del patrimonio. Y si se sigue ese criterio, las ‘Setas’ inevitablemente terminarán siendo patrimonio.

¿Acaso no ha imperado en las últimas décadas considerar que el único valor patrimonial de cualquier inmueble es su fachada y no lo que se vive en su interior? Por ejemplo, en los espacios que son mezcla de casa de vecinos, talleres de artesanos, patios compartidos,...

Esto es muy importante, construir desde la arquitectura la idea de lo común, de lo que se comparte. Recordemos cómo en Sevilla se han enrejado desde los Jardines de Murillo a plazoletas, por miedo a la delincuencia o a la ‘botellona’. A la vez, en la calle San Luis y su entorno, han avanzado experiencias como Rompemoldes para actualizar el modelo de corral de vecinos y vincular lo productivo con lo habitable. La sociedad es lo suficientemente amplia como para que en ella tengan cabida visiones completamente diferentes acerca de qué es el patrimonio. Y va a haber mucha gente que siga interesada en mantener este tipo de vida en común, y gente a la que le va a dar igual y su vida va a ser mirar la pantalla del móvil.

¿La sostenibilidad ambiental llegará a ser un valor patrimonial en la mayor parte de los países?

Por supuesto. Va a ser un valor prioritario en la concepción de los edificios. Ya lo era. Desde sus orígenes, el valor de la arquitectura vernácula y tradicional ha estado muy vinculado a esta idea de la sostenibilidad. Y también lo aplicaron los arquitectos modernos, ya estaban imbuidos de un pensamiento medioambiental. Sert, que en Sevilla construyó la Casa Duclós, era un estudioso y conocedor profundo de la arquitectura tradicional y de la ibicenca. Conectar con el lugar, hacer de la arquitectura una traducción del paisaje en el que se encuentra, con el empleo de mínimos recursos.

¿Es ecoeficiente el edificio de Shanghai donde usted vive en la planta 26?

No creo. Pero para la sostenibilidad de ciudades como Shanghai, donde la altura media de los edificios es de 30 plantas, es más eficiente consumir menos suelo construyendo edificios altos, que el modelo urbano de urbanizaciones de mil viviendas. Éste requiere más gasto en construir infraestructuras de agua, electricidad, etc. La ciudad vertical y densa es más sostenible que la extensa y difusa, basada en el modelo suburbano que se propagó desde Estados Unidos, en el mito de estar en contacto con la naturaleza mediante chalés y que eso aporta una vida más saludable. Cuando se plantea para todos, es insostenible. Por eso el Gobierno chino ha determinado que Shanghai, ya con 24 millones de habitantes, no puede crecer más a lo ancho. No quieren una ciudad de 100 millones de habitantes.

¿Cuál es su punto de vista sobre la evolución de la sociedad sevillana?

Tiene que cuidar un valor muy importante: su escala. Su tamaño medio, en la escala europea, la hace agradable porque es abarcable, y aglutina actividad económica y actividad cultural. Sevilla tiene que saber cultivar su diversidad. Hay muchas Sevillas dentro de Sevilla. Gente que tiene opiniones, visiones y vivencias muy diferentes acerca de la ciudad, la habita de manera de manera muy diferente y en coexistencia normal y pacífica.

¿Cómo se cultiva, si muchas de esas Sevillas se ignoran?

Evitando imponer visiones unitarias sobre la propia ciudad. El uso del espacio público ha de ser completamente plural, completamente abierto y participado por todo el mundo. La imagen que se vende de la ciudad debe incorporar otros muchos valores que tiene y que no son estereotipos. El valor de la heterogeneidad es algo que ocurre naturalmente. En Shanghai hay veinte mil Shanghai y hay una sorprendente capacidad de integración. Sevilla debe tener en cuenta la necesidad de seguir cultivando esta idea de compartir lo plural e incluso de una vida donde ignorarse mutuamente.

Plácido González forma parte de la comisión de expertos sobre el patrimonio cultural español del siglo XX. / MANUEL GÓMEZ