Inteligencia vigila 472 focos de radicalización

Ignacio Cembrero radiografía ‘La España de Alá’, donde el riesgo es bajo al no haber segundas generaciones ni guetos

02 nov 2016 / 08:00 h - Actualizado: 02 nov 2016 / 21:48 h.
"Sociedad","Inmigración","Religión","Yihad islámica"
  • Garajes y naves acogen 17 mezquitas. / Paco Cazalla
    Garajes y naves acogen 17 mezquitas. / Paco Cazalla
  • Inteligencia vigila 472 focos de radicalización
  • Cembrero, en la presentación del libro. / El Correo
    Cembrero, en la presentación del libro. / El Correo

De las más de 1.400 mezquitas que hay repartidas por España, apenas media docena son «oficiales» y dos están en Andalucía: una en Marbella (Málaga) y otra en Granada. El resto son oratorios en garajes y naves, como las 17 «mezquitas clandestinas» de Sevilla donde los proyectos de la comunidad musulmana para levantar un gran lugar de oración han chocado con la oposición vecinal y pocas facilidades de los gobiernos locales para ceder terrenos. En los colegios andaluces hay 19 profesores de religión musulmana para 44.600 alumnos. El único Instituto Halal que certifica la carne sacrificada siguiendo este rito está en Córdoba y supone «un gran negocio». En España hay dos hoteles Halal, en Marbella y en Córdoba. Y en Cumbres Mayores, famosa por su chacina ibérica, se encuentra un secadero único de jamón de cordero. Son algunas curiosidades que el periodista Ignacio Cembrero, corresponsal durante años de El País en países islámicos, detalla en La España de Alá (La Esfera de los libros). El dato más novedoso del libro es el mapa de los puntos de radicalización que maneja el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (Citco), desde mezquitas a locutorios, teterías o pisos compartidos que este organismo tiene bajo especial vigilancia. En Sevilla hay 472, una cifra que sitúa a la provincia por debajo de la media, como a la mayoría de Andalucía.

Sólo Málaga y Almería superan el millar de puntos de posible radicalizaciónson también las provincias andaluzas donde se concentra la mayor parte de los 300.000 musulmanes que viven en Andalucía. Aún así, están muy lejos de los 6.168 puntos detectados en Barcelona, los 3.288 de Madrid o los 2.789 de Murcia.

Durante la presentación del libro en Sevilla, organizada por el Centro Andaluz de las Letras (CAL) dirigido por Juan José Téllez, Cembrero dejó claro que España y Andalucía presentan un riesgo terrorista inferior al de otros países de la UE que ya han sufrido atentados como Francia y Bélgica. La clave, a su juicio, es la dispersión de los 1,2 millones de musulmanes residentes en el país ya que, salvo en Cataluña, «no hay guetos». Pero también el hecho de que los inmigrantes musulmanes llegaron a España dos décadas después y aún no hay «segundas y terceras generaciones que son las que dan problemas». Las primeras vienen a trabajar pero sus descendientes «desorientados, ya no se sienten de su país de origen pero tampoco españoles. Les queda su religión y algunos abrazan versiones erróneas». Ello unido a un mundo árabe lleno de turbulencias supone un caldo de cultivo para radicales.

Al riesgo bajo en España también contribuye, según Cembrero, una «buena legislación» que reconoce los derechos de esta comunidad –otra cosa es que se cumpla–, con la que desde 1992 hay acuerdos firmados entre el Gobierno y organizaciones como la Junta Islámica (curiosamente, formada por conversos, un movimiento que nació en Córdoba en los 70 entre jóvenes rebeldes con el nacional catolicismo franquista).

La crisis de los refugiados no ha traído partidos de extrema derecha ni el aumento de la islamofobia como en el resto de la UE. Tras el 11M de 2004, reconoce el autor, «los imanes en España y la embajada de Marruecos se echaron a temblar». Pero desde los sucesos de 2001 en El Ejido (localidad almeriense con una de las poblaciones inmigrantes más numerosa) no se han producido graves incidentes. También es cierto que de los 17.000 refugiados que huyen de Siria y otros conflictos que España se ha comprometido a acoger sólo han llegado 474 y pese a lo que pueda parecer, el litoral andaluz es una puerta de entrada a Europa de la inmigración irregular pero mucho menor que el Mediterráneo central y oriental o Melilla. En total, este año han llegado unos 6.500 inmigrantes.

Marruecos y Argelia ejercer «un control muy eficaz de sus costas» pero el periodista alerta de que la inestabilidad política de Argelia supone un riesgo porque «está a 180 kilómetros en línea recta de la costa de Almería». Además, apunta a un «fenómeno reciente» detectado en Alicante de «barcos nodriza que llevan varias lanchas semirrígidas, zarpan de Melilla y cerca de las costas sueltan las lanchas con los inmigrantes a la deriva. Puede pasar en Murcia y Almería».

Pese a que la situación en España es mejor que en otros países europeos, Cembrero apunta algunas medidas preventivas que deberían estar aplicándose ya porque las segundas y terceras generaciones, vulnerables a la radicalización, llegarán. «Habría que intentar formar imanes desde aquí, que no llegaran impuestos de Egipto o Marruecos, e impartir clases de religión islámica en la escuela pública», subraya. Se trata de que aprendan su religión en los colegios y no en la propaganda de grupos terroristas como el autodenominado Estado Islámico. «Hay que intentar convencer a las comunidades musulmanas de que se emancipen de sus países de origen y poco a poco se vaya creando un Islam europeo y español», explica, para evitar tutelas de países como Arabia Saudí, que sufraga muchas de las mezquitas que se usan para captar a jóvenes yihadistas.

Cembrero echa en falta «figuras destacadas» musulmanas como hay alcaldes en Holanda, porque «son una referencia para los jóvenes musulmanes». Y un mejor aprovechamiento del legado musulmán andaluz, desde la ciudad califal de Medina Azahara a la Alhambra de Granada o la Mezquita de Córdoba para atraer al turismo de países árabes y fomentar la convivencia intercultural. Curiosamente, es el carácter sagrado que para muchos musulmanes tienen algunos de estos monumentos, como la Mezquita de Córdoba, el que puede preservar a las ciudades donde se ubican de atentados ya que jamás los destruirían.