A más de un kilo de residuos por habitante/día. Lipasam recoge 735.261 kilos de residuos urbanos de media al día, según los cálculos realizados por la empresa municipal de limpieza a lo largo del pasado año (con datos actualizados a noviembre de 2016). Aunque todavía no se cerrados los datos de ese ejercicio, todo apunta a un incremento de la recogida de basura, como el que ya se produjera en 2015, cuando se rompió una tendencia de hasta ocho años a la baja. La luz al final del túnel de la crisis es la bandera a la que se aferra este incremento. Esto es: a mayor consumo, más es la cantidad de residuos que se generan. Una norma aritmética que se cumple en Sevilla y para la que Lipasam cuenta con un batallón de más de 1.400 trabajadores, que incluso se llega a ampliar en semanas de alta demanda como en las fiestas de primavera (Semana Santa y Feria).
¿Y cómo se combate la suciedad que genera la ciudad? Desde Lipasam tienen establecida una rutina de trabajo que parte de un mapa de Sevilla donde se dibuja las zonas con más o menos necesidades y que se va revisando de manera «periódica». En el diagnóstico se tiene en cuenta múltiples variables: si son zonas residenciales, si están próximos a colegios, ambulatorios, centros comerciales,... Todo cuenta para la programación de limpieza, según el responsable de Planificación, Daniel Zambrana, que defiende que, cada día, «no queda ni una sola calle de la ciudad sin atender».
La pauta de trabajo se divide en tres turnos para presetar servicio las 24 horas y los 365 días al año: mañana, tarde y noche. La limpieza viaria se centra sobre todo en ese primer turno de mañana. De hecho, copa dos tercios de los efectivos para este área (63 por ciento). La tarde –de 14.20 a 21.50 horas– está más destinada al repaso de contenedores y papeleras y ya la noche para los mecanismos del baldeos y los servicios mecánicos. La única salvedad se encuentra en el casco antiguo que, dada «su singularidad», traducida en mayor presencia de turistas y horarios comerciales, tiene más efectivos destinado a la limpieza viaria en horario nocturno. A todo ello, se suma un servicio de puntos negros, que son calles que reciben un tratamiento exhaustivo al concurrir circunstancias excepcionales, como que sea un lugar con indigentes que orinen en la calle o sean enclaves afectados por la movida juvenil.
Hasta ahí los grandes propósitos y el modus operandi, pero ¿son medidas suficientes para hacer de Sevilla una ciudad limpia? Poner nota es complicado, ya que cada foco de suciedad es difundido –y denunciado– en redes sociales. Ya no sólo de sevillanos de a pie, sino también de partidos políticos. El PP, de hecho, ha establecido su propia campaña en Twitter, mostrando cada contenedor con basuras fuera o calles en mal estado. Una estampa que casaría poco con aquella época en la que Sevilla hacía acopio de escobas de platino, máxima distinción en eficiencia concedida por Ategrus. No en vano, Lipasam fue la primera empresa española que obtuvo tal galardón en tres años consecutivos (2004, 2006 y 2008). La última fue en 2014, cuando recibió el premio por el esfuerzo desarrollado en el diseño de un «pionero modelo de gestión integral de limpieza viaria y recogida de residuos».
Ante este tipo de críticas, Lipasam asegura que es difícil de evaluar porque parten de elementos subjetivos. De hecho, la única vara de medir de la que disponen es la aportada por una empresa externa especializada, contratada para evaluar el estado de limpieza. El testeo se lleva realizando desde septiembre de 2014 y, en su último informe, que cubre el periodo del 21 de noviembre al 18 de diciembre, se alcanzó el índice de calidad más elevado de la serie histórica 7,23 puntos sobre diez. Una mejora de medio punto sobre el mismo periodo del año 2015.
También manejan otro argumento desde la empresa pública de limpieza: no todo atisbo de suciedad es imputable al plantel de Lipasam. Una bolsa no arrojada al contenedor, un excremento no recogido por el dueño de un perro o el estado de abandono de un solar que no deja de ser de propiedad privada.
Y, en esa línea, ahonda en que el estado de la ciudad no sólo depende exclusivamente de Lipasam, sino también de la colaboración ciudadana. «A lo mejor es la hora en que los sevillanos nos replanteemos si hacemos bien las cosas», explica Zambrana. Y parte de la realidad de que los recursos «son finitos» y hay determinadas costumbres que, a juicio de la empresa pública, entorpecen –y encarecen– el trabajo diario. Tanto Zambrana como el responsable de Limpieza Viaria Programada, Ramón Calvente, enumeran supuestos de incivismo. El primero: «Los operarios visitan los contenedores de la ciudad cuatro y hasta cinco veces al día porque no se suele arrojar la basura a partir de las 20.00 horas, como marca la normativa, y no pocas veces se dejan las bolsas de basura fuera». Calvente profundiza algo más y concreta que esa conciencia, a veces, va en función de la cercanía de las viviendas. Y ejemplifica en la zona norte de la ciudad, en el que la recogida neumática funciona correctamente si es la situada en el interior de los bloques de viviendas, a diferencia de los que están en la calle, que se encuentran «rodeados de residuos».
Otro ejemplo. La recogida de muebles, aunque se trata de un servicio gratuito, sólo hace uso de él un 7 por ciento de la población. El resto suele «dejarlo abandonado» junto a los contenedores de residuos. «Si llaman, se recoge el mueble en un plazo de 24 horas», señala Zambrana, que aclara que hay una brigada específica que se encarga de este servicio «de lunes a sábado por la mañana, salvo el centro que es en horario de noche».
Tirar las bolsas de basura en las papeleras pese a que hay «una ratio aceptable de 50 a 100 metros de distancia entre contenedor y contenedor», el tirar papeles al suelo o el hecho de no recoger los excrementos de los perros –que es una de las mayores preocupaciones de los ciudadanos, según las encuestas municipales– engrosan la lista de escenarios en las que Lipasam no puede controlar. O si. En la obligación de todo Ayuntamiento está la de lanzar campañas de concienciación. Al respecto, más allá de las iniciativas específicas, Lipasam cuenta con un aula en el Parque Auxiliar de Limpieza de Torneo donde reciben a escolares, asociaciones de vecinos o grupos de empresas para inculcarles valores de reciclaje y buenos hábitos. Durante el año pasado acudieron a estas sesiones un total de 45.000 personas, lo que consideran «todo un récord de participación».
Precisamente, desde Lipasam, aunque no tiene cerrados los números de 2016, sí que perciben una mejoría en el reciclaje, tanto en papel y cartón como en vidrio. Sólo en fiestas navideñas, la recogida de vidrio aumentó un 51 por ciento, mientras que los desechos de papel y cartón experimentaron un crecimiento del 17,2 por ciento.
Y los grandes eventos
Pero la limpieza no se circunscribe únicamente al día a día. Lipasam, al igual que la Policía Local, también es víctima de la ingente cantidad de eventos de la ciudad. «La Policía puede ausentarse a algunos eventos, pero nosotros no nos libramos de ninguno», asegura Calvente. No todo es la Semana Santa y la Feria de Abril. La temporada alta de eventos es alargada: de febrero a julio y de septiembre a final de año. Y, entre ellas, las más complicadas son las procesiones, que van a orden de 15 cada fin de semana. Sólo en 2016, tuvieron como picos tres procesiones que generaron kilos y kilos de basura: las salidas extraordinarias del Gran Poder, La O y la Paz. Pero a eso se ha unido el tirón de actividades deportivas como la Nocturna del Guadalquivir, con 20.000 asistentes. Porque, al fin y al cabo, todo ensucia. Y, por tanto, todo hay que limpiarlo.