Son y están

«La cualidad más valorada no es lo que ya sabes sino tu rapidez para aprender algo nuevo»

Program Manager de Microsoft. Hijo de una familia humilde en uno de los barrios más degradados de Sevilla, desde 2012 asume en Estados Unidos cada vez más responsabilidades creando tecnología en una empresa gigante que vuelve a ser puntera en el mundo.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
07 jul 2019 / 12:14 h - Actualizado: 07 jul 2019 / 12:39 h.
"Son y están"
  • Miguel Ángel Ramos, en su despacho, dentro de la sede central de Microsoft, en Redmond, junto a Seattle. Foto: El Correo.
    Miguel Ángel Ramos, en su despacho, dentro de la sede central de Microsoft, en Redmond, junto a Seattle. Foto: El Correo.

La pasión por lo que hace atraviesa continuamente las lentes de sus gafas durante la conversación. En Miguel Ángel Ramos, sevillano de 42 años, no ha tocado techo la ilusión por aprender y por hacer cosas nuevas. Por eso no me extraña que, estando en una posición admirada y enviada por multitud de amigos y colegas, tras siete intensísimos años de experiencias y consolidación en el 'cuartel general' de Microsoft, todavía quiera dedicar tiempo a sacar el título de Ingeniería Informática en la Universidad de Sevilla, pues no completó todas las asignaturas cuando hizo la carrera. Aunque él está ya en otra dimensión del conocimiento y de la capacitación. Su vida es una superación de barreras, límites, prejuicios y formalismos.

¿Cuáles son sus raíces en Sevilla?

La barriada de Santa Teresa, junto a Los Pajaritos, en el distrito Amate. Una de las zonas urbanas más deprimidas de España. Donde nací, me crié y vuelvo. Mi padre, ya jubilado, trabajó siempre en la fábrica de Hytasa, y mi madre siempre ha ejercido de ama de casa, con cuatro hijos. El único que vive fuera de Sevilla soy yo.

Cuando regresa, ¿cómo ve la situación socioeconómica en su barrio?

Percibo que está todavía peor, más acosado por la delincuencia. En mi infancia y adolescencia, el ambiente sano de clase obrera ya se fue deteriorando y complicando. Muchos compañeros de infancia sucumbieron a las drogas, algunos murieron por sobredosis, o sobreviviendo con la venta de pañuelos en los semáforos.

¿Fue un buen estudiante?

Estuve en el Colegio Paulo Orosio y en el Instituto Ciudad Jardín. Era mal estudiante. En Secundaria repetí curso, porque, en vez de estudiar, me dedicaba a programar, a hacer teatro, a participar en actividades musicales... Apasionado por descubrir y motivado por los aprendizajes.

¿Y su pasión por la informática?

Empecé a programar con nueve años de edad. Me encantó y no he parado desde entonces. Mis padres habían hecho un gran esfuerzo económico comprándole un ordenador a mi hermano mayor para que estudiase programación. Yo le veía cómo manejaba Cobol y quería emularle. Cuando él se iba, yo cogía el ordenador y sus apuntes, e intentaba hacerlo.

¿Se adaptó más al modelo universitario?

Hice la carrera de Ingeniería Informática, aunque no la acabé. Viví intensamente la etapa universitaria, aprendí muchísimo en ese hervidero de conocimiento. No solo fundamentos sobre algoritmos, sino también a pensar de forma distinta, y a aprender con rapidez. Participé en montar muchas actividades, y en organizar el club de Linux, el club de .Net en Microsoft, en competiciones internacionales. Estaba metido en mil y un 'fregaos'. Muchos profesores me decían: “Tienes que venir más a clase, porque tienes potencial, pero estás todo el día haciendo cosas”. Yo les respondía: “Es que me aburro, quiero hacer cosas distintas”. Mantengo una excelente amistad con muchos de mis profesores, y con compañeros que ahora lo son también. Cada vez que voy a Sevilla, procuro dar una conferencia en la facultad, porque la universidad me aportó mucho y es justo saldar mi deuda de gratitud.

¿Cuándo comenzó a trabajar?

Desde que empecé la carrera. Mis padres no podían costearla. Compaginé a veces dos y tres trabajos, programando para empresas. Tenía tanta energía que dormir cuatro horas al día era suficiente. En 2001, Microsoft me dio una beca para dar conferencias sobre su tecnología a estudiantes universitarios de Sevilla. Años después, contaron conmigo para que orientara a estudiantes y profesores por toda España en el uso de sus tecnologías. Esa experiencia fortaleció en mí una habilidad muy importante: hablar en público, comunicar y motivar a otras personas. Y varias empresas españolas me llamaron para que trabajase con ellos haciendo consultoría sobre servicios web.

¿Y en la universidad?

Montamos con la Fundación Fidetia, de mi facultad, una 'spin off' con la que trabajamos para la Estación Biológica de Doñana informatizando sus cuadernos de campo para mejorar su labor científica.

¿Desde cuánto trabaja al 100% para Microsoft?

Desde 2007. En Madrid, como gestor de aplicaciones de desarrollo para grandes clientes: Banco Santander, Accenture,... Les daba servicio técnico, tanto para asesorarles en sus estrategias de desarrollo como para resolver emergencias si dejaban de funcionar sus servidores. Incluyendo tener, en turnos de fines de semana, el 'teléfono rojo' al que llamaban si tenían una avería grave, y, sin dejar de estar en contacto con ellos, tenías que demostrar ser capaz de controlar la situación y resolverlo en una hora como máximo. La primera vez que me sonó ese teléfono, estaba con el carro lleno en un hipermercado y camino de la caja. Era un banco al que se le habían caído los servidores en toda Suramérica. Eso son millones de euros en pérdidas en cuestión de minutos. Tuve que desistir de hacer la compra y coger de inmediato el coche para ir a la oficina, y por el camino ya iba contactando con ingenieros para que se conectaran en remoto con el cliente y empezáramos a chequear y resolver esa crisis.

¿Cómo dio el salto a la sede central en Estados Unidos?

Lo busqué, y me preparé para ello durante años. Aprendía mucho en mi trabajo en España, pero yo quería ser creador de tecnología. Usé unas vacaciones de verano para viajar a EEUU y estar en Microsoft con equipos de desarrollo. Para que me enseñaran cómo se creaban los productos y cuáles eran los roles en esos equipos de ingeniería: el 'developer', el 'testing', el 'product manager'... Para saber si yo estaba preparado. Descubrí que eran personas muy abiertas. Les pedías una cita y te aceptaban. Te presentabas en sus despachos y te hablaban sin secretismos, te ayudaban, te motivaban. Nada del estilo “Soy alguien importante y no quiero hablar contigo”. Me convencí de que ese era el lugar donde yo quería estar. Y que mi función fuera dirigir un producto, tomar decisiones sobre él. Regresé a España sabiendo que tenía que mejorar mi nivel en inglés y mi mentalidad para pensar el negocio.

¿Llegó por promoción interna?

Un manager de Windows me ofreció en 2011 presentarme a un puesto que estaba disponible. Concurrí, y tenía que competir con todos los demás candidatos. Los procesos de selección son muy exigentes y te valoran igual que si fueses una persona externa. No te lo ponen más fácil porque trabajes en Microsoft España. Cuando me escogieron, para mí fue la consumación de un sueño. Y cuando con mi esposa, que también es sevillana, nos mudamos y empecé en Redmond, en marzo de 2012, tuve que superar el miedo a trabajar en el área más importante de la empresa, en Windows, y a tomar decisiones que iban a repercutir en centenares de millones de usuarios. Tienes que cambiar tu forma de pensar y ser extremadamente riguroso.

¿Cómo se adaptó?

Siendo capaz de entender a mis compañeros norteamericanos hablar en inglés muy rápido y con mucha jerga. Y, sobre todo, aprendiendo a plantear de forma distinta la propuesta para resolver un problema. Porque aquí el modelo de trabajo propicia que, cuando presentas una idea, tienes a muchas personas haciendo multitud de preguntas y críticas constructivas desde numerosos puntos de vista. Eso te lleva a esforzarte para estudiar los problemas y preparar tu propuesta mucho mejor, teniendo en cuenta todas las alternativas, valorando todas las consecuencias. Ahora, cuando mentorizo a otros 'product managers', les enseño cómo tienen que alcanzar la confianza suficiente para que sean capaces de tomar decisiones y ejecutarles, pero advirtiéndoles que la decisión podría ser desastrosa para el producto y cargarnos un buen producto con una mala decisión.

¿Hay plena confianza en compartir el conocimiento?

Total, porque nunca vas a tener la mejor idea solo por ti mismo. Eso no funciona así. Tú tienes una idea y su concreción final va a ser totalmente distinta porque a tu alrededor hay personas con capacidad de añadir y de cambiar tu percepción de lo que estás pensando. Van a influir en que tu idea se va transformando y convirtiendo en algo muchísimo mejor. Esto es importante saberlo desde el principio.

Concrete algo de su labor durante sus primeros años en el campus de Microsoft.

Diseñé un calendario para Windows 10, que sigue en vigor y también se usa en Office. Fue una gran experiencia para aprender diseño y para tener en cuenta la complejidad abisma de todo lo que ha de soportar un sistema operativo. Porque cuando propuse mejorar el calendario que había, que ya era viejo y feo, tuve que asumir que Windows soporta cientos de lenguajes, y tener en cuenta la enorme variedad entre países. La organización del calendario es muy distinta según las costumbres e historias de diversas civilizaciones, el cambio horario no es el mismo en muchos países, etc.

¿Algún otro logro de esa primera etapa?

En la consola Xbox, me dieron la labor de hacer que el dispositivo controlador funcionase con la interfaz. De nuevo me encontré con algo que parecía trivial, mover los cursores para izquierda, derecha, arriba o abajo, tiene detrás un proceso de ingeniería bastante complicado. Incluir algoritmos para predecir cuál es el movimiento más intuitivo al manejar los botones en la navegación. Tener en cuenta la visión periférica porque, dependiendo de dónde está el cursor, y a qué sitio lo mueves, el ojo no es capaz de percibir el movimiento con la misma rapidez. Hay que facilitar que tu ojo pueda seguirlo y tu intuición sepa que se está moviendo de esa forma. Fue un proyecto que me cambió la forma de pensar para introducir fundamentos de psicología dentro de la propia interfaz del usuario, ser consciente de cómo piensa el ser humano a la hora de procesar la información, para diseñar algo consecuente con ello.

¿Cuál es su mayor hito reciente?

Participé en la creación de la plataforma para desarrolladores llamada Universal Windows Platform, donde nos involucramos muchos equipos de ingenieros de Microsoft con el fin de hacer posible la creación y ejecución de una aplicación en cualquier dispositivo (teléfono, ordenador de mesa, tablet, Xbox, hologramas, realidad virtual, etc.). Y que soportara cualquier tipo de interacción: táctil, escribir en la pantalla, manejarlo desde la vista, que pudiera incorporar voz... Tras su lanzamiento, nos dimos cuenta de que el crecimiento de una plataforma tan potente no era lo alto que se preveía, porque la mayoría de los desarrolladores que querían usar esa nueva potencial visual y de procesamiento hacían aplicaciones para escritorios a la antigua usanza. Por ello, nos planteamos, y lo hemos logrado, como si fuera una intervención quirúrgica, separar toda la parte de innovación visual de la plataforma universal, y meterla en la Win32. Haciendo compatible lo nuevo de los últimos seis años con sistemas que llevan 15 o 20 años en el mercado. Y en GitHub hemos publicado el plan para que cualquiera pueda aplicarlo.

¿Qué ha sucedido?

La respuesta que hemos tenido es espectacular. En un evento de Microsoft, con 8.000 personas de empresas de todo el mundo, se presentó como una de las mejores aportaciones del año. Mucha gente me felicitó y me decía que por fin desarrolladores que programaban en C++ o en Win32, donde no tenían una innovación visual desde 1998, ahora disfrutaban de algo nuevo. En canales como Twitter y GitHub hemos pasado de tener muchos comentarios del tipo “eso es muy bueno pero a nosotros no nos vale, es solo para el 10%” a una avalancha de elogios como “por fin sirve para todo el mundo y todos nos sentimos parte de ese proyecto y creemos que podemos reutilizarlo”. Ha sido el trabajo de ingeniería más bonito al que me he enfrentado en los últimos años. Con 25 equipos y un total de 60 desarrolladores trabajando en paralelo para hacerlo realidad. Y lo continuamos evolucionando.

¿Cómo es su dinámica habitual de trabajo?

Compaginar tareas muy diversas. Además, en Microsoft, la función de program manager engloba lo que en otras empresas como Google son dos roles profesionales distintos: el product manager, que es quien piensa el negocio, y el technical program manager, que se centra en su dimensión técnica. Tengo en mi despacho muchas reuniones con desarrolladores que me plantean propuestas o dudas, y con ellos, en la pizarra, analizo, evalúo, pienso alternativas, tomo decisiones, o buscamos otras soluciones. Otras reuniones, una o dos a la semana, son con directivos de producto y de estrategia, sobre cuál es la visión del producto y qué vamos a hacer, son decisiones más a medio y largo plazo. Otra parte de mi trabajo es elaborar documentos, para compartirlos, donde dejar constancia de ideas que he ido recolectando. También hago revisiones de diseño para que los productos sigan avanzando y tengan utilidad para desarrolladores-consumidores. Y hablo mucho con clientes, viajo para hacer presentaciones públicas o privadas con clientes estratégicos,...

¿Tan decisiva ha sido la llegada a la presidencia de Microsoft de Satya Nadella para el resurgir de la empresa en la vanguardia tecnológica?

Sin duda, ha vuelto a renacer porque ha cambiado la mentalidad en la organización y ahora es una empresa con productos open source de tecnologías abiertas. Cuando ya tenemos madurado algo como para ser viable, lo publicamos en plataformas como GitHub y cualquier persona de todo el mundo puede verlo y dar su opinión. Una de mis labores es leer esos comentarios, evaluar si las ideas que nos plantean tienen sentido o no, y si encajan con la propuesta estratégica del producto. Y eso nos hace mejorar y que el resultado final aporte más valor a los clientes.

¿El modelo de trabajo induce a la evolución continua de los profesionales?

Te inculcan que lo más importante no es el conocimiento que tengas, sino con cuánta rapidez puedes aprender algo nuevo. Porque ahora estás trabajando en algo, pero mañana quizá es importante otra cosa distinta, y tienes que aprender rápido para cambiar de contexto, o de producto, o de tecnología, en el caso de que fuese necesario. Es la capacidad de crecimiento que más valoran, y obliga a no estancarse.

En España, el Gobierno ha decretado que en las empresas se registre a diario el tiempo que trabajan sus empleados. ¿Usted ficha?

No. En la sede de Microsoft nadie te dice cuántas horas tienes que trabajar, ni se controla. Lo mismo sucede en las demás empresas del sector para todos los ingenieros, donde se cobra un salario base y tienes una revisión anual de tu retribución dependiendo del impacto que haya producido en la compañía tu rendimiento. Voy a la oficina porque mi rol requiere muchos diálogos y avanzar mejor en el cara a cara. Pero hay días que he trabajado desde casa, y también lo he hecho en remoto desde Sevilla. Mi jefe no controla cuántas horas trabajo, solo se fija en cuáles son los resultados. Tenemos una reunión cada semana para hablar de lo que se está haciendo, le pido su criterio sobre lo que se pueda mejorar, le comento temas que él puede desbloquear en reuniones con directivos. Es una relación muy colaborativa. Y cada tres meses tenemos una reunión donde hablamos de qué he hecho, cómo lo he hecho y cuáles son los puntos de mejora. Y en un papel escribo brevemente todo eso, incluyendo la autocrítica, y cuáles son los próximos objetivos. Es un ejercicio que ayuda a crecer. Porque si no piensas en cómo puedes mejorar, ¿ya has llegado a lo máximo que puedes dar de ti?

Todo eso tendrá que estar en función del cronograma que marque la dirección de la empresa para lanzar nuevos productos.

Sí, cada año nos llega el documento de plan estratégico, con objetivos de crecimiento y para rivalizar con la competencia. Y los directores de área, y después los program managers, vamos pensando y proponiendo durante dos meses de abajo arriba cómo podemos satisfacer esas líneas estratégicas de negocio. Para ello, lo analizamos todo, y abrimos el cajón de ideas que ya hemos estado evaluando y guardando durante meses. Nunca se tira nada, porque lo que un día parecía no encajar, más adelante puede servir. O lo que aún no funcionaba, quizá mañana sí. Después llega la fase de ejecución, con fechas concretas de entrega.

Desde la sede central de Microsoft, ¿cómo valora el nivel de producción tecnológica desde Sevilla?

Hay gran capacidad de innovación porque hay gente muy válida y muy bien formada. Estoy en contacto con mucha gente de Sevilla y admiro su nivelazo. Porque, cuando llegas en Estados Unidos a estos ámbitos, pones a todo el mundo en un altar. Cuando los vas conociendo mejor, corroboras que son buenísimos, pero porque están rodeados de un entorno que les ayuda mucho. Proceden del MIT, de Stanford, de Harvard, pero sus conocimientos y su nivel de formación son muy similares a los que yo adquirí.

Las empresas que lideran el mundo fueron jóvenes en 'garajes' que derrotaron a emporios con 'rascacielos'. ¿Pero es posible desde Europa, desde Andalucía, ser David y ganarle el pulso a los nuevos Goliat?

Es posible, pero en Europa se pierden muchas oportunidades y la mayoría de los talentos europeos están trabajando en Estados Unidos. En Sevilla hay empresas tecnológicas punteras que han sido compradas por gigantes norteamericanos. Eso está bien para competir y crear empleo, mientras tienen capacidad de seguir tomando decisiones para crecer. Pero con el riesgo de que hay grupos de accionistas que pueden preferir achicarla, trocearla o revenderla porque no les parecen suficientes los beneficios que da.

En sus idas y venidas a Sevilla, ¿cuál es su perspectiva sobre la evolución de la sociedad sevillana?

Ha cambiado muchísimo y para bien. Cada vez que voy a Sevilla, la descubro un poco más cosmopolita, más con los brazos abiertos, más agradable para pasear. Y ya no se ve mal que una pareja homosexual vaya de la mano. Me gusta el auge de los restaurantes innovadores, sabiendo combinar la cocina andaluza con otras culturas. También yo cambio, ahora valoro más la belleza de la ciudad, me identifico más con su forma alegre de vivir, con sus fiestas.

Un ejemplo de esos cambios que percibe.

Cada vez que voy a Sevilla, vuelvo a casa. Y en cuanto puedo, bajo al bar que está en mi bloque, en Los Pajaritos, a disfrutar comiéndome un 'serranito'. Un lugar en el que durante muchos años escuchaba a personas mayores conversaciones que no me gustaban. Muy machistas, faltando el respeto a quien es diferente. Me ponía enfermo. Y hace dos años, me senté a comer, y empecé a escuchar la conversación de hombres ancianos que criticaban el maltrato a las mujeres, y decían que eso era lo peor, que no había derecho a cometer esas agresiones, que eso debía acabar, que había que apresar a esos tíos violentos... Me impactó. Cinco años antes me parecía imposible ese cambio de mentalidad. Me encanta. Todavía hay comportamientos a la antigua usanza. Pero la evolución es posible, y se avanza. Eso refuerza mi orgullo de ser sevillano.