La dama de blanco y el arte mudéjar

Palacio de los Marqueses de La Algaba. Desapercibido, saqueado y recuperado. Con sus fantasmas y su patrimonio es un lugar único

10 mar 2018 / 17:12 h - Actualizado: 13 mar 2018 / 10:20 h.
"Cultura","Patrimonio","Turismo","Casas Palacio"
  • Imagen del patio central del Palacio de los Marqueses. / Fotos: Manuel Gómez
    Imagen del patio central del Palacio de los Marqueses. / Fotos: Manuel Gómez
  • La fachada del Palacio de los Marqueses de La Algaba combina el arte mudéjar y el gótico. / Manuel Gómez
    La fachada del Palacio de los Marqueses de La Algaba combina el arte mudéjar y el gótico. / Manuel Gómez
  • Vista de la calle Feria y del mercado desde una de las ventanas. / M. G.
    Vista de la calle Feria y del mercado desde una de las ventanas. / M. G.
  • Detalle de algunas de las obras expuestas en el Centro del Mudéjar. / Manuel Gómez
    Detalle de algunas de las obras expuestas en el Centro del Mudéjar. / Manuel Gómez
  • Vista de la escalera. / M. G.
    Vista de la escalera. / M. G.
  • Artesonado original conservado en la sala Doña Leonor. / Manuel Gómez
    Artesonado original conservado en la sala Doña Leonor. / Manuel Gómez

La casi inexistente Plaza Calderón de la Barca no está en ningún sitio de nuestra memoria. Solo la conoce el GPS. Rápidamente descubrimos que el Palacio de los Marqueses de La Algaba está ahí mismo, a la vera de la calle Arrayán, vecino de Feria y agazapado tras la Parroquia de Omnium Sanctorum. Tampoco es que las guías turísticas de Sevilla lo tengan muy en cuenta; y el local se siente descolocado cuando se le pregunta por este edificio, considerado uno de los mejores exponentes del arte mudéjar civil en la ciudad.

El próximo 20 de marzo se cumplirán 15 años de su reapertura tras décadas cerrado, abandonado y saqueado y después de una rehabilitación que duró cinco años y cuya restauración permitió salvar de la destrucción un inmueble mandado construir en 1474 por Juan de Guzmán y Torres, I señor de La Algaba. En 1565 Felipe II convirtió ese señorío en un marquesado. Y ya en el siglo XIX, tras haber pasado por numerosos propietarios que no le prestaron demasiada atención, el edificio entró en un periodo de decadencia y fue destinado a diferentes usos, entre 1844 y 1861 su planta baja fue el teatro de Hércules o teatro de la Feria con aforo para 300 espectadores, más tarde se convirtió en casa de vecinos y hasta en cine de verano.

Abierto completamente hoy al público, es propiedad del Ayuntamiento de Sevilla, sede actual de la delegación de Participación Ciudadana, acoge también el Centro del Mudéjar y es escenario de múltiples eventos. «El sevillano no conoce este Palacio», asegura tajante su guía, Ricardo Masegosa. «La gente, turista y no, llega aquí siguiendo el mapa del móvil. Se entiende perfectamente que, en un momento de la historia, los Guzmanes compraran un edificio que había enfrente, donde hoy se levanta el Mercado de Feria, con la única intención de demolerlo y darle visibilidad a la casa», explica. Completamente restaurado, una de las estancias más valiosas la constituye la sala Doña Leonor, donde si miramos al techo podemos ver la única techumbre original conservada de todo el palacio; un alfarje de estilo renacentista con motivos vegetales y donde destacan los escudos de armas de Guzmanes y Acuñas, propietarios históricos del Palacio.

Antes de entrar en él, nos llamará la atención su curiosa portada, en la que conviven dos estilos: el mudéjar de tradición árabe en la parte superior y el gótico en la parte inferior. Una monumental escalera y un patio porticado en el que admiramos la planta trapezoidal del edificio completan los aspectos arquitectónicos más llamativos de un espacio que vivió sus peores momentos cuando en 1961 se utilizó como refugio para los damnificados por la riada del Tamarguillo. «Abandonado a su suerte durante los 70 y los 80, el Palacio fue desvalijado lentamente y cuando los técnicos entraron comprobaron que toda la planta superior estaba derribada y que prácticamente no habían dejado nada que tuviera un mínimo valor», detalla Masegosa. Sin embargo, la puesta a punto resultó ser extremadamente escrupulosa. Tanto que, en uno de los accesos al pequeño jardín que ostenta el Palacio advertiremos una cruz que nos indica que estamos en lo que antaño fue el cementerio familiar, una zona que también, ahondando incluso más en la historia remota, se utilizó para enterramientos de afectados por la epidemia de peste que asoló Sevilla. Hemos dicho pequeño jardín, al contrario de lo que solía ser habitual en las casas nobles. «En origen no era así. Por detrás, este Palacio tuvo unos jardines suntuosos, inmensos, que ocuparon toda la manzana. Pero en época reciente estos terrenos se vendieron y hoy lo ocupan edificios de viviendas», detalla el agente turístico que se encarga de reparar en todos los detalles del lugar.

...También en los más oscuros. «Es raro el visitante que no pregunta si en este lugar, como sucede en otras grandes casas, hay un fantasma. Y sí, al parecer lo hay, una mujer de blanco... en YouTube hay varias psicofonías grabadas, pero yo no he querido escucharlas», reconoce. Incluso los vigilantes de seguridad, durante las obras (1998-2002), aseguraron oír pasos, susurros y sentir bruscas bajadas de temperatura. ¿Leonor de Acuña? «Quizás».

Saber el número de cuartos de baño, conocer si existe algún heredero vivo de la familia originalmente propietaria o indagar en estancias escondidas son cuestiones clásicas a las que se tienen que enfrentar todos los custodios de inmuebles como este. «Aquí no hay excesivos misterios, hay un gran número de salas que no se enseñan porque, sencillamente, son oficinas. Y no, que yo sepa, no existe ningún cuarto subterráneo ni hay muros que se mueven al mover una palanca, tan solo un aljibe de una gran profundidad y al que se accede por una escalera mortalmente empinada», desvela. Lo que sí que hubo, en el pasado, fue un pasillo en altura que comunicaba el Palacio con Omnium Sanctorum, «de tal manera que la familia accedía directamente al templo, donde ostentaba una tribuna especial, y evitaban de esta manera mezclarse con la gente de la calle». Sabemos que esto fue así gracias a un grabado de Richard Ford. De hecho, los marqueses eran patronos de la Capilla Mayor del Templo. Tras la ocupación francesa, este pasaje fue derribado.

Finalmente, la visita se detendrá en el Centro del Mudéjar, un pequeño museo en la parte superior que forma parte del proyecto Patrimonium Hispalense. «Aquí se exponen fondos provenientes de los museos Arqueológico, de Bellas Artes y de Artes y Costumbres Populares que dormían en los almacenes», dice Masegosa. Fusión de dos tradiciones artísticas y culturales –la musulmana y la cristiana– el arte mudéjar se expresa en estas salas mediante la exposición de grandes tinajas, capiteles, pavimentos de alicatados con estrellas y hexágonos, azulejos de arista y hasta una pila bautismal de cerámica vidriada y de técnica mudéjar. Fuera de las vitrinas observaremos la única pintura que atesora el edificio, una acuarela de Joaquín Guichot quien, ya en 1872, propuso la recuperación de la portada de la casa del Marqués de la Algaba. Tendrían que pasar muchos agitados acontecimientos hasta que su idea se hiciera realidad.

UNA VISITA SIEMPRE GRATUITA

Al tratarse de un edificio de propiedad íntegramente municipal, el Palacio de los Marqueses de La Algaba constituye una visita gratuita tanto para turistas como para los sevillanos. Su horario, todos los días excepto el domino (que cierra), es de 10.00 a 14.00 horas y de 17.00 a 21.00 horas. En su interior puede visitarse el Centro del Mudéjar, además son transitables numerosas estancias tanto de la planta baja como de la superior, entre ellas la sala Doña Leonor y la sala Don Rodrigo. Existen además visitas guiadas (que han de solicitarse al número 955472525) y, en ocasiones, rutas teatralizadas y actividades.