La invasión discreta

El Europa lanza a las calles a sus más de 300 cruceristas, que en su mayor parte optan por visitas concertadas en grupo

10 sep 2016 / 20:42 h - Actualizado: 10 sep 2016 / 23:20 h.
"Turismo","Puerto de Sevilla","Cruceros"
  • Un grupo de turistas espera el atraque del crucero en el muelle de las Delicias para bajar a tierra y conocer Sevilla. / Manuel Gómez
    Un grupo de turistas espera el atraque del crucero en el muelle de las Delicias para bajar a tierra y conocer Sevilla. / Manuel Gómez

Rafael espera clientes a la sombra que se genera entre la catedral y el Palacio Arzobispal. Se acercan las cuatro de la tarde y hace mucho calor, pero alrededor de 10 coches de caballos acaban de finalizar un recorrido, el que los ha llevado desde el muelle de las Delicias hasta el corazón del casco histórico. El culpable: el crucero Europa, el mayor que atracará este año en el puerto sevillano.

Lo cuenta Rafael, cochero veterano: «Cuando llega un crucerito, algo nos da». Un compañero sestea al otro lado de la calle, y otro que charla con Rafael concede que se acaba de enterar de la llegada del barco. Los dos desconocen que el domingo llega el Silver Wind, con otro buen puñado de turistas en las entrañas. Pero el crucerista es un viajero peculiar. Rafael apunta una de las claves de su manera de conocer la ciudad. Porque esos paseos en coche de caballos los tienen «concertados con las agencias cuando están en los barcos. Hombre, alguno puedes pillar si te vas allí, pero la mayoría están concertados», insiste.

Lo ratifica Carmen, que trabaja en una tienda de souvenirs a escasos metros de la catedral. «Nos da igual que venga el crucero grande o el más grande. Lo traen todo concertado y aquí no entran. Los llevan en grupo y les dicen dónde comer, dónde comprar, dónde mear».

Pero los turistas están en las calles de Sevilla, porque conforme el barco atracó varios autobuses se llenaron de cruceristas y partieron con rumbo a los más típicos enclaves de la ciudad, que el tiempo escasea y el domingo toca excursión a Córdoba. También hay algún grupo pequeño, y alguna pareja, que se atreven a pasear por su cuenta y que luego, lógicamente, son imposibles de distinguir del resto de turistas que, en septiembre, llenan la zona monumental de Sevilla.

Y tienen mérito. Tienen mérito porque, conforme suben la cuestecita que los lleva a la avenida de la Palmera, lo primero que ven es un termómetro que sobrepasa los 40 grados durante horas. Como para volverse al barco.

Paul no se vuelve. «It’s hot», sonríe, pero va preparado con el atuendo oficial del turista de verano: pantalón corto, gorrito y gafas de sol. Y se marcha, rumbo al parque de María Luisa con su mujer y un par de amigos. Su idea, explica, es pasear y tomar algo en el centro. Por la noche, eso sí, se vuelven al barco para una cena especial.

Por ese camino va la explicación de una persona que sí se beneficia de manera directa de los cruceros. «A los guías y a los conductores nos da trabajo», cuenta, de entrada. Y luego reitera que, cuando los cruceristas lo tienen todo pagado en el barco, «aguantan lo que sea y se vuelven a comer. No gastan nada. Y estos son alemanes. A Sevilla no le dejan un euro», añade, y ella se entiende.

Las cuentas de la Junta sitúan el gasto medio de los cruceristas ligeramente por encima de los 40 euros, y el Europa llegó a Sevilla con 313 turistas. ¿Dónde se han metido y dónde se están dejando el dinero?

Pues por la noche, por ejemplo, «toca flamenco», explica una de las organizadoras de Intercruises, a través de la cual contratan los viajeros sus excursiones.

A las cinco de la tarde vuelve al barco el primero de los autobuses. Poco a poco, un grupo de personas mayores o con problemas de movilidad vuelven a la comodidad del Europa. Han dado un paseo de dos horas. El resto siguen su visita.

A esa misma hora, todavía con 41 grados en el termómetro callejero que les da la bienvenida, una pareja de cincuentones se lanza a la aventura. «Hemos esperado un poco porque hacía mucho calor», cuenta ella y él confirma que, después del paseo que darán por su cuenta, por la noche irán a un espectáculo de flamenco.

En la plaza de España, la situación es la misma: montones de turistas con gorrito buscan la sombra. Algún grupo del crucero ya ha estado aquí. La conclusión es sencilla: para aprovechar los cruceros, hay que contactar con las compañías. Para quienes no lo hacen, son un pequeña multitud discreta de la que oyen hablar pero cuyos beneficios no disfrutan