«La libertad de expresión está flaqueando y retrocede en nuestra sociedad»
Juan Andivia, escritor y docente. Tras culminar 44 años de dedicación a la enseñanza pública con su exitosa etapa como director del Instituto Martínez Montañés, se abre paso con más fuerza la dimensión literaria de quien se inició como poeta desde muy temprana edad
“Tuve amor y tengo honor. / Esto es cuanto sé de mí”. Estos dos versos que Calderón de la Barca pone en boca de su personaje Doña Mencía, en una escena de la obra de teatro ‘El médico de su honra’, son la presentación que hace de sí mismo Juan Andivia en su perfil de WhatsApp. Docente de gran prestigio en Sevilla con una trayectoria culminada durante los últimos doce años como director del Instituto de Enseñanza Secundaria Martínez Montañés, escritor muy valorado en los ambientes literarios, impulsor de muchas actividades y círculos poéticos, autor de poemarios como ‘Barajando silencios’, ‘De la muerte o la vida’ y ‘Hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas’, además ha cultivado con esmero su faceta como articulista de opinión en periódicos como ‘El Correo de Andalucía’. El próximo jueves 12 de abril, a las 20:00, en Sevilla, presenta en el espacio cultural La Revuelta su libro ‘Aplausos para el atardecer’, selección de algunos de sus artículos publicados en periódicos impresos y/o digitales. Además de para esta cabecera, otros escritos para ‘HuelvaYa.es’ y para ‘Diario de Andalucía’.
“A las niñas y niños de mi generación nos inculcaron unos valores básicos, algunas reglas de educación cortés y aquello de que, si no nos esforzábamos, no llegaríamos a nada. Nunca supimos qué sería esa nada, un sitio, al que, paradójicamente, teníamos que llegar. Más tarde comprendimos bien la frase y, arrimando el hombro, sacamos una carrera, un oficio o un empleo. Cuando fue preciso, afirmamos además nuestra identidad y, cada uno como pudo o quiso, fue joven, rebelde y diferente”. Este es el primer párrafo del artículo ‘La mala educación’, uno de los que ha incluido Juan Andivia en este libro, editado por Alhulia.
¿Cuáles son sus orígenes?
Nací en Huelva hace 65 años. Mi padre fue durante más de veinte años el gerente del Gran Teatro de Huelva, que entonces era más sala de cine que teatro. Y el cine fue mi hábitat natural desde niño. Entrando a ver películas, y estando en su interior cuando le acompañaba los domingos por la mañana a sus tareas en la oficina. Mientras él estaba con sus gestiones, yo me subía al escenario, y en el teatro vacío me ponía a recitar poemas, a jugar, a inventar...
¿Cómo afirmó su identidad durante la juventud?
Desde que tenía 16 años participé en Huelva en la fundación de varios grupos de poesía (Atalaya, Celacanto, Club de Escritores Onubenses,...). Uno de ellos se llamó Aspit (Asociación Sindical de Poesía y Teatro). Hacíamos recitales, y contactamos con quienes fundarían el grupo musical Jarcha, leyeron poemas nuestros en sus actuaciones en teatros. Previa supervisión de la censura. Eran los últimos años del franquismo, y una época de cineforum, de lecturas públicas de obras de teatro, de encuentros poéticos, de activismo cultural y social.
¿Su vocación era la enseñanza?
La vocación apareció. Yo quería estudiar una carrera de Letras, lo que me interesaba era la literatura. Tuve que hacer inicialmente Magisterio porque en Huelva no había otra cosa, y saqué plaza directa, por lo que ya empecé a trabajar mientras estudiaba en Sevilla las carreras de Filosofía y Letras, y Filología Hispánica. Y descubrí que la relación con los chavales era lo mío. Que yo podía escribir, podía leer, pero sobre todo volcarme en la enseñanza. Me encantaba. Y así he estado cotizando más de 44 años.
¿Qué centros educativos han marcado esa trayectoria?
Sobre todo tres. Dirigir durante doce años el Colegio San Isidro, de El Viar, pedanía en la vega del Guadalquivir. Allí hacía de todo con los niños y con las familias: clases, teatro, deporte, acción social,... Allí vivía, y me sigo sintiendo muy unido a El Viar y su población. La segunda gran experiencia fue cambiar a Secundaria y estar siete años en el Polígono Norte de Sevilla como profesor del Instituto Josefa Amor y Rico, que ahora se llama Inmaculada Vieira. Fue descubrir en ese barrio un microcosmos humano totalmente distinto al de una pedanía, donde toda la gente se conoce. Y la tercera gran etapa ha sido dirigir y dar clases en el Instituto Martínez Montañés de 2005 a 2017, donde me acabo de jubilar.
Usted es polifacético, con alma de poeta y con hechuras de gestor.
La Consejería de Educación me ‘fichó’ durante seis años y medio para formar parte de la Dirección General de Planificación. Aprendí lo que era un trabajo burocrático, me lo pintaron bien pero terminé por aburrirme. Para no dejar de dar clases, en ese periodo pude compaginar esa función con ser docente en el CEU San Pablo para maestros. Así he tenido experiencias como profesor para todos las etapas, desde niños de Infantil hasta universitarios.
Conseguir la dirección del IES Martínez Montañés suponía estar al frente de ‘la joya de la corona’ del sistema educativo público, es el único de toda Andalucía que imparte Bachillerato Internacional.
Muchos profesores que me precedieron en él impulsaron su calidad, su dimensión social y su prestigio. Es conocido por los magníficos resultados de sus alumnos en Bachillerato Internacional. Que son 50, de los 1.100 estudiantes que acuden a sus aulas, procedentes de muchos barrios y no solo de Nervión. Incluyendo a los de Formación Profesional Básica, lo que antes se llamaban programas de garantía social. El Martínez Montañés tiene unos 100 profesores, más el personal no docente, y dirigirlo es muy enriquecedor porque estás en contacto con situaciones educativas y sociales de todo tipo. Me he jubilado porque me tocaba, he disfrutado mucho trabajando en él.
¿Se conoce poco la dimensión social de dicho instituto?
Una de las prioridades es la atención a la diversidad y la integración. Por eso muchas actividades son interdisciplinares y transversales. Ejemplo: el aula de teatro une desde niños de 12 años que están en Primero de ESO hasta los de Bachillerato con 17. Durante las celebraciones del 50 aniversario del instituto, han intervenido ex alumnos y ex alumnas de muchas promociones, y coincidían en expresar que les une un espíritu común por los valores educativos que se respiran y comparten en su interior. El Bachillerato Internacional es solo una de las puntas de la atención a la diversidad. A sus alumnos se les atiende con el mismo grado de prioridad que a quienes necesitan profesores de apoyo.
¿Por qué no se implanta el Bachillerato Internacional en más institutos públicos de Andalucía, tras el éxito en el Martínez Montañés desde hace más de 25 años?
Muchas veces lo he propuesto, con numerosos argumentos, pero no he convencido a las autoridades. Reconocen que es beneficioso pero piensan que es desmerecer al sistema general, les complica la equidad y además su puesta en marcha tiene un coste extra. Requiere en cualquier centro que la organización mundial del Bachillerato Internacional lo supervise y tenga a prueba durante dos años, comprobando que se cumplen los parámetros de formación del profesorado, recursos materiales, etc. Y tampoco admiten plantear la opción de que las familias cofinancien ese esfuerzo y ese modelo, lo que sí se establece en otras comunidades. En Andalucía se mantiene el criterio de que la enseñanza pública es gratuita al 100%.
¿Se le ocurre alguna alternativa?
Fui elegido presidente de Asibi (Asociación Ibérica de Centros de Bachillerato Internacional). Aunque la mayoría son privados, optaron por confiarme a mí la coordinación precisamente por estar dirigiendo uno público, para mostrar que vamos juntos en el objetivo primordial: la educación. Y propuse a instituciones como el Ayuntamiento de Sevilla contribuir a implantar en los centros públicos de la ciudad el programa intermedio, y que la Consejería de Educación solo tuviera que afrontar el pago de los profesores que reforzaran las plantillas. Pero tampoco se ha llevado a cabo.
¿La sociedad aprovecha a personas con sus capacidades, conocimientos e independencia de criterio una vez han de jubilarse?
No. Y la Ley de Educación de Andalucía lo prevé, pero no se nos aprovecha. Es cierto, puedo sentirme desaprovechado, como tantos otros jubilados. Y estoy muy activo. En esta etapa inicial de jubilación me dedico mucho a escribir, a leer y a pasear.
Habitualmente, los escritores que más han cultivado también el artículo periodístico son los narradores, y menos los poetas.
Para mí escribir artículos es un ejercicio que me ayuda a quitarme las alas de poeta y ceñirme a la realidad. Ser claro y conciso. Es verdad que los novelistas tienen una proyección distinta. Como algunos que han sido profesores del Martínez Montañés: José María Vaz de Soto, Jose María Conget, Eliacer Cansino.
Cuando ha releído los artículos que iba seleccionando para su último libro, ¿qué mandaba en su fuero interno?
Es más una compilación que una selección. He incluido 53 artículos, sobre todo los que están más trabajados porque se corresponden a los momentos en que disponía de más espacio en los periódicos. Y con variedad de temas. No solo los dedicados a literatura y a escritores, sino también a temas serios como el alzheimer y a otros más ligeros como las costumbres en las piscinas públicas. Con la idea de hablar de cualquier cosa con la máxima claridad y sencillez.
Recomiende tres artículos a quien no le haya leído anteriormente.
El artículo ‘Aplausos para el atardecer’, que da título al libro porque ganó en el año 2000 el Premio Nacional ‘Francisco Valdés’ de Artículos Periodísticos. [dedicado a la búsqueda de la belleza e inspirado en un viaje por Francia, cuando descubrió que los vecinos de la ciudad costera de Royan se emocionan tanto cuando se asoman desde sus balcones para ver atardecer junto al mar, que aplauden cuando el sol desaparece del horizonte]. Me siento honradísimo de estar en un elenco de ganadores como Rafael Sánchez Ferlosio, Raúl del Pozo, Andrés Trapiello, etc. También tuvo mucha repercusión el artículo ‘Ella no lo recuerda’ , sobre los enfermos de alzheimer. Y recomiendo ‘Eclipse parcial de poesía’, sobre Almutamid, rey y poeta, cuando se dice que Sevilla era el paraíso de los poetas.
Escribir es aunar lo existencial, lo personal, lo social, ... Hasta qué punto, cuando va a escribir artículos, intenta ser un ser social o intenta ser Juan Andivia?
Cuando escribo para publicar en la prensa soy más un ser social que Juan Andivia. Cuando escribo poesía soy Juan Andivia.
¿Cuál es su hábitat en internet?
He tenido actividad en varios blogs como docente. A título personal, tengo uno que se llama ‘En el brocal del pozo’, al que voy incorporando mis artículos publicados en la etapa digital, sobre todo en ‘HuelvaYa.es’ donde tengo una sección llamada ‘Ventana del aire’. Los escritos hace más años aún no están.
¿Por qué lo denomina ‘En el brocal del pozo’?
Porque tengo un poema que empieza así: ‘En el brocal del pozo mi alma se columpia’. Igual que tengo otro blog que solo es de haikus y se llama ‘Me voy a China para orientarme un poco’. Es una manera de jugar con las dos cosas.
¿En Andalucía abunda la autocensura a la hora de opinar, por miedo a quienes tienen más poder?
Por desgracia, la autocensura está proliferando en toda España. Hemos avanzado muchísimo en otras cuestiones centrales de nuestra sociedad. Sin embargo, flaquean los niveles de libertad de expresión. Hay un retroceso. Desde 1977 hasta finales de los años ochenta, hubo una gran apertura y se decían cosas que hoy en España no se pueden decir, y ahora se persigue a tuiteros y cantantes de rap. Si en Andalucía hay una red clientelar bastante grande, habrá mucha gente que no podrá decir lo que piensa.
Cuando escribía artículos sobre Educación, y estaba en activo con nómina de la Administración autonómica, ¿se cuidaba muy mucho de escribir lo que sabía y pensaba?
He dicho lo que quería, pero sí me he autocensurado para cuidar muy bien cómo lo decía. Cuando he escrito de Educación estando en la profesión, he procurado decir cosas que quedaran tan claras que no dieran lugar a una controversia ridícula o una polémica estéril. Por ejemplo, sobre un aspecto fundamental: la formación del profesorado.
¿Qué le parece el auge de escritores jóvenes muy seguidos por los adolescentes?
Fui a un congreso de mujeres poetas y conocí en persona a Sara Búho, que es una de las que están más en boga y tiene más formación cultural. Escribí un artículo sobre Elvira Sastre, que es la más reconocida de los jóvenes poetas. Tuve relación epistolar con Alejandra Saiz. He tenido curiosidad por conocer y por leer a los/las ciberpoetas tuiteros. Algunos tienen consistencia y otros no tanto. El paso del tiempo aclarará quién perdurará. Y veo que muchas de las cosas por las que tienen miles de ‘me gusta’ en las redes sociales son simplezas y trivialidades que la gente celebra como si hubieran dicho algo maravilloso.
¿Pueden ser una vía para que más juventud se aficione a la lectura y después se encamine a leer a los grandes escritores?
Este fenómeno tiene una parte buena muy pequeña y una parte mala más amplia. La parte buena es que sí leen y se despierta la sensibilidad. Pero la mala es que se acostumbran a una sensibilidad y a una lectura de 140 caracteres. Y no van más allá. Hay sentimientos y emociones que se pueden expresar con pocas palabras. Pero la base cultural requiere información, y eso no llega a través de 140 caracteres, requiere leer más, profundizar más, estar más tiempo leyendo. Y eso flaquea. Quizá tengamos una generación de jóvenes lectores pero solo como microlectores.
¿La presentación de un libro concita más afectos que lectores?
Seguro que a la de ‘Aplausos para el atardecer’ van a ir ex alumnos del Martínez Montañés, ex alumnos míos de El Viar, amigos personales, compañeros de profesión, compañeros de grupos literarios... Y muchos comprarán el libro. En ese tipo de actos hay que primar la confraternización. Y si además te leen, fantástico.
Como ciudadano de Sevilla, ¿cuál es su opinión sobre la evolución de su sociedad?
No me gusta la idea que tienen algunas personas en Sevilla de que todo lo que se ha hecho es lo mejor y las cosas están bien como están pues creen que así se han hecho siempre. Estoy a favor de una evolución controlada. En Sevilla, evitando el chovinismo, se pueden hacer muchas cosas. El paisaje urbano de Sevilla ha estado muy desordenado, y se ha abusado de la instalación de terrazas en las aceras para todo el año. La ciudad tiene que prepararse mejor para poder andar por ella durante los meses de fuerte calor. Espero que las iniciativas de Enrique Figueroa, de quien soy amigo, salgan adelante para que haya más sombra en la vía pública. Y, tanto en la cultura como en general, hay que hacer de Sevilla lo que el mundo cree que es Sevilla: preciosa, abierta y rica. Porque, cuando se la contempla de cerca, se percibe que su rico potencial no se corresponde con la descuidada realidad.