Unos se encargan de recepcionar los productos y de su reposición en las estanterías y el almacén; otros de la limpieza del local; otros atienden directamente a los usuarios y les orientan en la compra; otros chequean todos los artículos adquiridos por los beneficiarios y realizan el cobro en las cajas; y hay quienes se encargan del servicio de asistencia y reparto a domicilio. Son algunos de los cometidos, organizados perfectamente en un cuadrante, de los que se encarga el personal voluntario del Economato Social del Casco Antiguo, la obra social conjunta que ha puesto de acuerdo a un mayor número de hermandades sevillanas en su sostenimiento, un total de 41.
Una legión de voluntarios de estas hermandades se encarga infatigablemente, semana tras semana, de hacer posible esta obra de misericordia con los más necesitados, un súper muy especial donde las familias beneficiarias pueden adquirir los mismos productos que hay en un supermercado convencional a un 25% de su precio real.
Hasta 260 voluntarios conforman el equipo humano que mantiene este economato social, con edades que van desde los 18 años –es necesaria la mayoría de edad– hasta los 85 con los que cuenta el coordinador general. En el último año, 2015, se calcula que el número de horas invertidas por los voluntarios es de 8.665, el equivalente a 361 días, incluidas sus noches.
Uno de los integrantes de esa gran familia de voluntarios es Francisco Polo Novella, un hermano de Las Penas de San Vicente que se acercó por primera vez al Economato en 2006. «No puedo decir qué me llamó más la atención, si el ver tanta gente y de tan diversas etnias, humildes todas ellas, pobres de solemnidad, o tal vez aquel equipo de personas, entonces no demasiado numeroso, que con más voluntad que medios, se afanaban en esa tienda, que era un oasis para un buen número de familias. Allí germinó la semilla de la fraternidad y la solidaridad del voluntariado», asegura. Diez años después, su compromiso con el Economato es total. «Me siento útil, mi función hoy es distinta a la que en su día asumí. Hoy me atrevo a decir que recibo mucho más de lo que doy, tanto por el afecto de mis compañeros voluntarios, como en muchos casos por parte de los beneficiarios de este Economato, que encuentran aquí, aunque sea en parte, una solución a su difícil situación», añade.
Tal es la cantidad de personas que altruista y desinteresadamente se ofrecen a mantener esta encomiable labor asistencial y de atención primaria, entregando su trabajo y su tiempo sin esperar nada a cambio, que los gestores del Economato se han visto obligados a crear incluso una lista de espera de voluntarios.
«Conforman un equipo humano extraordinario, gente dispuesta, capaz de demostrar una gran empatía con las familias necesitadas que vienen a adquirir aquí los productos para llenar las despensas de sus hogares. Es tan bueno el ambiente que se crea que hay voluntarios que literalmemte se enganchan al Economato. Y es que las experiencias que vives aquí nos terminan dando a todos más de lo que ofrecemos», indica Pablo Gálvez, ex hermano mayor de la Cena y uno de los coordinadores de la gran familia de los voluntarios.
La del voluntariado es una realidad que va en aumento en el seno de las hermandades sevillanas, especialmente entre los jóvenes y las personas jubiladas o prejubiladas. El Informe sobre la caridad en las hermandades de Sevilla, elaborado por Ignacio Valduérteles en 2014, calculó que entre todas las hermandades sevillanas sumaban al año casi 25.000 horas de voluntariado, un banco de tiempo que se repartía en colaborar con innumerables tareas: comedores sociales, acompañamiento a personas mayores o a niños enfermos, asistencia a inmigrantes y otros colectivos con necesidades de ayudas específicas y en otras muchas formas de ayudar al prójimo. Según el citado estudio, el 53% de las hermandades cuentan con equipos de voluntarios dedicados a alguna actividad. Entre todas ellas sumaban un ejército de 1.240 voluntarios que atendían a 4.259 personas. «Esta forma de ejercer la caridad, el darse personalmente, resulta de gran eficacia, no sólo para el que recibe la ayuda, sino especialmente para el que la presta», indica Valduérteles.