«La vida que teníamos antes no la tengo ya»

Los bomberos de la ONG Proemaid, que pasaron meses en las costas de Lesbos ayudando a refugiados, relatan cómo la experiencia los cambió y cómo dedican su tiempo a buscar la manera de volver para ayudar

04 dic 2016 / 14:52 h - Actualizado: 05 dic 2016 / 07:00 h.
"ONG","Solidaridad","Refugiados","Comprometidos con el prójimo"
  • Álvaro de León, con un bebé en los brazos. / Johanne Feinberg
    Álvaro de León, con un bebé en los brazos. / Johanne Feinberg
  • Onio Reina ayuda a una refugiada durante un rescate nocturno. / Esteban Martineta
    Onio Reina ayuda a una refugiada durante un rescate nocturno. / Esteban Martineta
  • Mario Arcos y Torres, con una refugiada. / Esteban Martineta
    Mario Arcos y Torres, con una refugiada. / Esteban Martineta
  • El inicio de un rescate a escasos metros de la costa. / Esteban Martineta
    El inicio de un rescate a escasos metros de la costa. / Esteban Martineta
  • Los bomberos organizan el desembarco de refugiados. / Esteban Martineta
    Los bomberos organizan el desembarco de refugiados. / Esteban Martineta
  • Manuel Blanco, en el Parlamento Europeo. / El Correo
    Manuel Blanco, en el Parlamento Europeo. / El Correo

Tienen buena fama las experiencias que cambian una vida. Seguramente porque la mayoría de las personas no las han vivido. «Ya no hay marcha atrás para mí», dice Álvaro de León; «y ahora qué haces: ¿desconectas, dejas a personas que se ahogan... y sigues con tu vida?», se pregunta José Antonio Reina; Manuel Blanco resume: «La vida que teníamos antes no la tengo ya».

Ellos sí han tenido esa experiencia, y la valoran en ocasiones de manera muy similar. Son tres de los integrantes de la ONG Proemaid, compuesta por bomberos sevillanos que durante muchos meses trabajaron en la isla griega de Lesbos ayudando a la ingente cantidad de refugiados que cruzaban y cruzan los poco más de 20 kilómetros que separan la costa turca de la griega a bordo de precarias embarcaciones.

«Cuando ves aquello, cuando ves aquello es como si te cogen el corazón, te lo estrujan y te lo dejan seco como una pasa». Es el balance del presidente de la ONG José Antonio Reina, Onio para todo el mundo, sobre su estancia en Lesbos. Y puntualiza: «Yo llevo 11 años en bomberos y nunca me ha afectado nada».

Los bomberos de Proemaid pusieron el pie por primera vez en Lesbos hace justo un año: el 5 de diciembre de 2015. Su vida no ha vuelto a ser la misma. «La vara de medir te cambia en todos los aspectos», explica Reina, que añade: «La cabeza la tienes en otro sitio. Entonces, hacer vida normal cuesta. La haces, pero porque tu mujer y tus hijos no tienen culpa. Pero tienes que hacer un esfuerzo por hacer tu vida normal. Y te sientes mal: he visto tanto drama, ¿cómo puedo vivir tan bien?».

Asume Reina que necesita recalibrar aspectos de su vida. «Sin duda, antes vivía más relajado. He tocado los dos extremos. La tranquilidad con la que vivía, cuando aprovechaba mis días libres con mi mujer y mi hijo, y ahora, que me pego las 24 horas para Proemaid. Eso hace un año no era así», cuenta, y reflexiona: «Tengo que encontrar el equilibrio. Estamos en ello».

Comparten también la sensación de la tremenda dificultad que supone para ellos explicar la situación que vivieron. «Muchas veces, cuando me han preguntado, lo he contado y me llevo la sensación de que no me he explicado bien. O que el oído de la personas no está preparado. Me preguntaban pero no prestaban atención. No nos gusta ser unos infelices gratis. ¿Yo tengo la culpa?, es el mecanismo de defensa. Es un mecanismo natural. Cuando hablo del tema noto que hablo en otro idioma, o no me sé explicar», refexiona Álvaro de León. «Creo que no alcanzáis a vivir aquello. Cómo le cuentas a alguien que no quiere ser infeliz, cómo le cuentas una infelicidad tan grande. No lo van a entender. Lo tengo en cuenta y hablo rápido. Tenemos la suerte de vivir en esta realidad. ¿Por qué van a sufrir los de aquí esas penas?», se pregunta.

Han ganado también los integrantes de Proemaid en decisión a la hora de hablar, no parece que morderse la lengua sea ya una opción. «La sociedad está un poco, o muy manipulada. Los medios de comunicación tenéis el poder y creo que no le dais buen uso. Hacéis demasiadas bombas de humo, hacéis que la ciudadanía cambie el foco de atención con el bombardeo de noticias», opina Onio Reina. «Creo que la información no llega excepto cuando pasa algo muy gordo. Todos los días vemos bombardeos en hospitales en Alepo. Pero estamos ya vacunados. No nos afecta. Has pensado en ello un segundo», lamenta De León.

Reitera Manuel Blanco que quienes no lo han vivido no alcanzan a entender qué pasaba en las costas de Lesbos. «No. No os enteráis. Te puedes hacer una idea, y si pongo imágenes todavía más. Recuerdo después de la detención estar con Onio y otros compañeros más cercanos y nos preguntaban si volveríamos a ir. Y vieron las imágenes de la gopro. Mi pareja me dijo: ‘Entiendo que tengas que volver’. Porque vieron que, si no estamos pescando a las personas, literalmente, posiblemente hubieran muerto ahogadas o habrían desaparecido».

Además de la vivencia común, cada miembro de Proemaid llegó a Grecia con la mochila de sus situaciones personales. Álvaro de León se fue en diciembre del año pasado, justo tras saber que su mujer estaba embarazada. En julio nació una niña: «¿Cómo vivo la paternidad? En Lesbos te tiraban a los niños como si fuesen un balón de fútbol. Ahora llegas y tengo la mía y la veo tan sana, tan bien, que juega, que sonríe, y la suerte que tiene de tener a sus padres que le podemos dar todo lo que necesita. Y has visto tantísima miseria: los niños comían lo que podían. Veo que ni niña deja un poquito del biberón y digo... veo a todos con los regalos... y me acuerdo». «Pero yo más o menos lo llevo bien, he visto a gente más tocada. Parece que le han echado 40 años», cuenta.

Lo cierto es que las personas que se fueron a Lesbos tenían un bagaje de años como bomberos, no eran un grupo de pusilánimes. «Soy mando en Diputación, tengo la responsabilidad de mucha gente. Veo muchos incendios y accidentes y cuando hay algo grande, estoy allí», aclara Blanco que, sin embargo, en Lesbos se vio sobrepasado: «Lo que te supera es el drama humano. El rescate y tal tiene dificultad, arriesgas la vida, vale. Pero cuando ves ese drama, ves las personas cómo vienen. Y piensas en lo que dejan cuando su única salida es el mar. Y ves cómo es la tragedia. Es brutal».

«La primera vez volví en navidades, y ves el consumo, el aspecto más negativo de la Navidad, y dices: qué cosa más rara. Allí no es Semana Santa, no es Navidad. La gente sólo quiere no morirse ahogada, toda su vida cabe en una mochila», recuerda sobre una experiencia que compartió con Álvaro de León. «Llegué el 4 de enero, venía de la miseria absoluta y llegué al consumismo total. Pero no pasa nada. Automáticamente me fui a comprar reyes», recuerda. Este año, «compraré reyes y me tomaré unas cervezas, pero soy más consciente. No voy a dejar de hacerlo pero soy más consciente». Blanco lo explica de otro modo: «Son dos realidades paralelas, A mi vida le falta un engranaje», un mecanismo que armonice las dos.

La vida sigue, en todo caso, aunque para ellos sea ya una vida con nuevas prioridades añadidas. Hace justo un año que los primeros cuatro bomberos sevillanos llegaron a Lesbos. No son días fáciles. Lo explica Álvaro de León: «Hoy es un día triste por la nostalgia, y también de rabia, de impotencia. Ha pasado un año y todo sigue igual. Erdogan –el presidente de Turquía– ha amenazado a Europa con abrir las fronteras. Está mercadeando con los refugiados, que son una moneda de cambio. No ha cambiado nada. ¿Qué ha hecho Europa en un año? ¿Va a ser así siempre? ¿Cómo puede ser? ¿En qué mundo de locos vivimos, esto no lo ve nadie?». Lo dicho, una nueva visión, un vida nueva.