Labor social de las AA del Valle

En La Corchuela se organizó una comuna vecinal y social sin precedentes en la ciudad y fue una escuela de ciudadanía que rindió preciosos frutos a la sociedad

13 jul 2017 / 23:26 h - Actualizado: 13 jul 2017 / 23:27 h.
"Andalucía eterna"
  • La Prensa como ‘notario’ gráfico... y un anuncio que explica la mentalidad sevillana. / El Correo
    La Prensa como ‘notario’ gráfico... y un anuncio que explica la mentalidad sevillana. / El Correo

Desde 1972, además de los veinte bloques de mil alojamientos provisionales, La Corchuela disponía de veinticuatro pisos sociales construidos en cuatro bloques a expensas del Patronato Sevilla por la Vivienda, en una primera fase que proyectaba seguir aportando más viviendas. Este Patronato benéfico estaba formado por antiguas alumnas del colegio del Valle, presidido por Ignacia Lasso de la Vega y del que Carmen Núñez fue activa promotora. El grupo de señoras colaboró, además, con la Secretaría de Viviendas y Refugios en otras actividades sociales en favor de las personas acogidas en los refugios.

Los citados veinticuatro pisos fueron puestos a disposición de Gregorio Cabeza con fecha 29 de septiembre de 1972, para su adjudicación, administración y conservación. Y éste, de acuerdo con su equipo de colaboradores y los residentes que formaban la junta vecinal, decidió que fuesen ocupados por aquellas familias que soportaban problemas especiales, además de carecer de vivienda. De manera que fueron adjudicados a familias con hijos minusválidos o enfermos crónicos, ancianos enfermos, elevado número de hijos o cualquier otra circunstancia que justificara mejorarles su situación dentro del refugio.

En La Corchuela se consiguieron las infraestructuras básicas, la cobertura comercial, el transporte público, los servicios sociales mínimos, incluso la administración propia y la vigilancia a cargo de la Guardia Civil. Era una ciudad en miniatura, una barriada piloto, con servicio de mantenimiento y médico, practicante y ambulancia y otras atenciones. Una serie de circunstancias, entonces excepcionales en gran parte de las barriadas de la capital, que configuraron a La Corchuela como experiencia positiva para enfrentarse en el futuro al endémico problema sevillano de la falta de viviendas sociales. Puede afirmarse que, sin haber sido ese el propósito inicial, La Corchuela se convirtió en una escuela de ciudadanía para un determinado estrato social de múltiple procedencia y compleja manera de entender la vida comunitaria.

La Corchuela contaba en los alojamientos con agua procedente de pozos de Los Palacios para uso común, y con agua potable de Sevilla en los depósitos generales, que todos los días eran llenados con un camión cisterna. Esta agua potable era retirada en cántaros, garrafas o pequeños depósitos por los residentes. El cuarto de aseo sólo disponía de retrete y lavabo. Las duchas y baños se realizaban como en los corrales de vecinos, en baños de cinc y grandes lebrillos de barro vidriado.

El sistema de saneamiento era mayoritariamente por alcantarillado, aunque también se construyeron algunos pozos negros.

Desde principio de 1971, fueron adjudicándose los locales del Centro Comercial construidos en galerías alrededor de la plaza de entrada al refugio. En la misma zona estaban la guardería infantil, la iglesia parroquial, los pabellones para la formación profesional y las cooperativas, la consulta médica, el club de ancianos y otras dependencias de la Secretaría de Viviendas y Refugios. La oferta comercial abarcaba inicialmente tres tiendas de comestibles; dos de frutas y hortalizas, de pescado y de carnes; una droguería y ferretería, zapatería, prensa y libros, salón de juegos recreativos, estanco, farmacia, panadería –que abarcaba confitería y lechería–, mercería y tejidos, peluquería de señoras, masa y patatas fritas, más dos bares.

En la última etapa de La Corchuela funcionaron tres empresas en régimen de cooperativas laborales: un taller de talla, otro de confecciones y un tercero de cerámica. En los tres casos se formaron sobre la base de personal residente en los alojamientos, debidamente adiestrado en los diferentes cursos de Formación Profesional Obrera, con la ayuda eficaz de la delegación provincial del Ministerio de Trabajo, cuyo jefe era Miguel Moreno Borondo.

La enseñanza de los niños fue objetivo prioritario de la Secretaría de Viviendas y Refugios. Desde los primeros tiempos funcionó un Grupo Escolar de ocho grados con sus correspondientes servicios complementarios, incluidos los deportivos. Poco después, el Ministerio de Educación y Ciencia construyó un magnífico complejo educacional incluido en el Plan Andalucía de enseñanza general básica, inaugurado en 1972.

Para atender a la infancia con carácter prioritario, la Secretaría de Viviendas y Refugios destinó el primer local disponible a Guardería Infantil, que fue entregado en octubre de 1970 para su gestión a las religiosas de la Orden de Jesús-María por iniciativa del padre José Ruiz Mantero, entonces párroco de la iglesia del Sagrario y amigo y conocedor de los trabajo de Gregorio Cabeza en los refugios. Las madres San José, Javiera y Visitación se entregaron a la tarea y convirtieron la guardería en un servicio ejemplar, además de realizar su tarea apostólica, social y humanitaria cerca de las madres y padres de los niños.

Las religiosas de Jesús-María procedían de Jerez de la Frontera, donde tenían dos colegios. Cuando las religiosas conocieron las circunstancias de La Corchuela, pidieron ser ellas las primeras en instalarse y atender la guardería infantil. Para ello fue necesaria la intervención del cardenal arzobispo José María Bueno Monreal, autorizando la implantación de la Orden en la diócesis con el visto bueno de Roma.