Con encomiable espíritu didáctico, el arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra ha vuelto a explicar en un acto público su proyecto arquitectónico para el nuevo Centro Cultural Atarazanas. Ha sido en un debate organizado por la Consejería de Cultura en el que ha participado «un grupo de expertos nacionales e internacionales», por usar las palabras de la Administración. ¿Qué aportó de nuevo al debate sobre la idoneidad o no del proyecto de Vázquez Consuegra? Pues una avalancha de opiniones positivas y apuntes de arquitectura avalados por la calidad de los profesionales presentes y alguna concesión al debate menos técnico.
«Detrás de todo esto hay una visión retrógrada, poco inteligente», resumió Francisco Mangado su visión sobre la posición de quienes apuestan por un proyecto diferente. Mangado fue quizá el participante más vehemente, y llegó a calificar de «estúpida» la opción apuntada por algunos críticos del proyecto de excavar en busca del primer nivel del edificio.
Nada sorprendente, por lo tanto, si se tiene en cuenta quién ha organizado el acto. ¿Quiere decir esto que hay que desdeñar lo dicho porque, grosso modo, no era difícil adivinar las posturas de antemano? Pues tampoco, porque quienes hablaron son galardonados profesionales de la arquitectura, y como tales conviene escucharlos.
El catedrático de proyectos en la Universität der Künste de Berlín Enrique Sobejano ratificó lo evidente: que son «los proyectos que tienen que ver con el patrimonio los que generan debate». Sobre la propuesta de Vázquez Consuegra, valoró que se trata de un proyecto «medido y contenido», y por ese camino lo siguieron sus compañeros. «Es hasta una intervención conservadora», terció el arquitecto por la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad de Navarra Francisco Mangado. «A mí me parece supersuave. Si hubiera ganado yo, me hubierais apedreado», comentó antes de apuntar que, sobre el debate que ha generado la introducción de nuevos usos, como una cafetería, su opinión es que le parece «una discusión pueblerina».
Catedrático de Proyectos Arquitectónicos en las Escuelas de Arquitectura de Valladolid y Madrid, Antón Capitel tampoco se anduvo por las ramas: «Lo primero que quería hacer es dar la enhorabuena a la ciudad por este proyecto». Y prosiguió «Sevilla será mejor si esto se hace, de esa manera atractiva, que además es una actuación moderada. Lo que él pone de arquitectura nueva es muy poco».
Todos los participantes destacaron dos cuestiones: la apertura del edificio a la ciudad en el proyecto de Vázquez Consuegra y el carácter histórico, temporal, tanto de los inmuebles como de las urbes.
Con estas dos cuestiones en mente, Capitel definió el edificio, en su estado actual, como «un trasto» y planteó las tres opciones que, en su opinión, se le planteaban a la ciudad: «una: no hacer nada», pero «no tendría sentido aplicarle criterios de congelación. Dos: dotarla de un nuevo uso y que ese uso aumente las cualidades que el edificio tiene, y eso hace este proyecto, fundamentalmente en la relación edificio-ciudad. Y tres: la utopía de ‘vamos a recuperar el edificio viejo’. Señores, no se puede. No se debe. No sé qué más decir».
El decano-presidente del Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla, Ángel Díaz del Río, ha sido claro en su intervención: «Solo tenemos que decir que (el de Guillermo Vázquez Consuegra) es un proyecto ganador de un concurso, cumple con los requisitos y las necesidades que se le plantean y tiene las bendiciones administrativas oportunas» y en ese sentido. Recordó la exposición que el Colegio acoge sobre el proyecto e insistió en que la institución que dirige opina que «las Atarazanas es un lugar heredado, nuestro, de la ciudad, y tenemos la obligación de respetar el edificio, cualificarlo e incorporarlo a la ciudad. El edificio tiene que estar al servicio de la ciudad».