Las manos que crearon escuela

El escultor Méndez Lastrucci rescata en un libro el legado de Susillo, ‘padre’ de
la escultura civil, cuya única aportación a la Semana Santa está en la Amargura

Manuel J. Fernández M_J_Fernandez /
26 mar 2015 / 12:00 h - Actualizado: 25 mar 2015 / 22:34 h.
"Cofradías","Cuaresma"
  • El escultor Jesús Méndez Lastrucci se estrena en la literatura con ‘El poeta del barro’, una novela biográfica de Antonio Susillo. / Pepo Herrera
    El escultor Jesús Méndez Lastrucci se estrena en la literatura con ‘El poeta del barro’, una novela biográfica de Antonio Susillo. / Pepo Herrera
  • Susillo hizo las manos de la Amargura.
    Susillo hizo las manos de la Amargura.

{Lo suyo era el barro, la piedra y la escultura civil. Pero en 1893 el destino le tenía reservado un importante encargo, el único que realizaría para la Semana Santa de Sevilla. El incendio fortuito del palio de la Amargura por los palcos de la plaza de San Francisco afectó la talla de la Virgen, en especial sus manos. Antonio Susillo (Sevilla, 1857-1896) era entonces «el mejor escultor del momento, y casi el único importante», tras la muerte de los Astorga, por lo que «no es de extrañar que la hermandad lo buscara» para encargarle de urgencia una intervención. En el capítulo Las manos de Amargura del libro El poeta del barro se narra cómo Susillo conoció este suceso por boca de la princensa Doña Eulalia y cómo después afrontó la tarea de trabajar la madera para devolver sus manos a la Virgen «del amargo llanto», como describió Lutgardo García en el pregón.

No fue fácil. Acostumbrado a bregar con otros materiales más rudos, Susillo tuvo que recurrir a su maestro Jesús de la Vega para realizarlo: «No estaba muy lucho en la madera. Aún así hizo un gran trabajo, pues son anchas del dolor amargo», relata el autor del libro, el también escultor e imaginero Jesús Méndez Lastrucci.

Para el bisnieto de Antonio Castillo Lastrucci, Susillo no tiene el reconocimiento que se merece. Cree que esto se debe a que, «por diversos motivos», se centró más en la escultura civil.

Sin embargo, su aportación al género sacro fue «crucial». No tanto por la producción propia sino lo que creó tras su muerte: «Aportó frescura. Fue un revulsivo, pues se adaptó más al naturalismo parisino que al academicismo de Roma. Hacía poesía con el barro, de ahí el sobrenombre que tenía. Era muy minucioso con los relieves, dotándolos de mucha plasticidad». En su taller de la Alameda de Hércules –actual hotel– no salieron cristos ni vírgenes, pero sí grandes imagineros que conformarían «una gran escuela»: Nombres como Antonio Castillo Lastrucci o Joaquín Bilbao, «que sí entran de lleno en la Semana Santa».

Pero esta novela biográfica con la que se estrena como escritor Méndez Lastrucci muestra también el lado más humano de Susillo. «Era un dandy, un esteta y un romántico de la escultura, obsesionado por el honor», dice el autor de este libro, que tiene prólogo del profesor Andrés Luque Teruel y que se enmarca dentro de los 160 años del nacimiento del escultor y de los 120 de una de sus grandes obras: la galería de los doce sevillanos ilustres del Palacio de San Telmo. El libro es el primero de una prometedora trilogía sobre grandes imagineros. ~