«Las niñas se motivan más para capacitarse en tecnología cuando tiene un fin social»
Entrevista con José Miguel Carmona, fundador de Exponential Solidarity. Tras un cúmulo de experiencias profesionales en sectores industriales se ha reinventado creando una empresa educativa de innovación social que beneficia tanto a la generalidad del alumnado como a las personas con daño cerebral
“Mi hijo, que ahora tiene 10 años, ha sido el detonante para no cejar en el empeño de emprender. Es un motor que me despertó la necesidad de emprender en la educación, en lugar de intentarlo de nuevo en el sector industrial”. José Miguel Carmona Ampuero, ingeniero industrial en electrónica, nacido en Madrid hace 40 años y afincado en Sevilla desde 2009, donde ahora reside en Jardines de Hércules, junto a Bellavista, está encabezando desde el ‘coworking’ e incubadora Espacio RES, en la Avenida República Argentina, una de las empresas de innovación social más elogiadas en los últimos tiempos en la capital andaluza. Exponential Solidarity ha logrado que centenares de niños de veinte colegios de Sevilla y provincia aprendan a programar creando videojuegos, y que su primera destreza con la tecnología dé como fruto videojuegos pensados para personas con discapacidad intelectual, a las que son convocados a conocer. Es educación por partida doble: en capacidades y en valores, al sensibilizarse con la diversidad funcional como una vertiente de nuestra sociedad. Y sentir la motivación de esforzarse en aplicar lo aprendido para crear algo que beneficia al prójimo.
-¿Cuáles son sus orígenes?
-Nací en Madrid. Mi padre es de Lucena (Córdoba) y ha sido muchos años el encargado de un almacén de detergentes. Mi madre es Espinoso del Rey (Toledo) y siempre ha ejercido de ama de casa, con los cuatro hijos. Una familia humilde en la que teníamos que ayudar a la vez que estudiábamos en el instituto. Mi primera labor, con 15 años, fue trabajar las tardes, los sábados y las vacaciones en la frutería de mi tío en el madrileño mercado de la Paz. Aprendí mucho sobre cómo es la gente y cómo tratarla.
-¿Su primer empleo vinculado a la ingeniería?
-En Madrid, en una fábrica de bombas de hormigón de la multinacional alemana Putzmeister. Teníamos un tío que era jefe del servicio de posventa, y logró que entráramos mi hermano gemelo y yo. Él para la informática y yo en el taller como aprendiz de hidráulica, de electricidad, de soldadura, de mecánica. Subiendo peldaños a la vez que hacía la carrera. Y a los dos años me pasaron a la oficina técnica, con un plan de formación para que yo pudiera coger el nivel técnico que me permitiera ser el sustituto del director técnico alemán.
-¿Hicieron tándem en algún proyecto?
-Sí, en el año 2004 nos encargaron un sistema de GPS para las furgonetas del servicio técnico. Y ambos vimos que eso podía tener más recorrido. Dejamos Putzmeister y creamos una empresa tecnológica de gestión de flotas de maquinaria de obra pública, de nombre Niteo Soluciones. Era una herramienta muy adelantada a su tiempo. Conseguimos socios en Granada. Todo iba bien, lo patentamos a nivel internacional, pero el contexto económico se volvió totalmente adverso.
-¿Por el hundimiento del sector de la construcción?
-Sí, y no solo eso. Las empresas españolas del sector de la construcción en 2006 ganaban tanto dinero que no se interesaban por optimizar. Y en muy poco tiempo, cuando reventó la burbuja inmobiliaria, ya no tenían nada que optimizar. Además, cuando en 2007 íbamos a firmar un acuerdo con un fabricante coreano de bombas de hormigón, en la víspera detuvieron al presidente de la empresa en Corea por un desfalco y anularon todas las negociaciones con cualquier proveedor. Nuestros socios granadinos también vieron hundirse sus negocios y en 2008 todo se paró. Fue un aprendizaje enorme sobre lo que es un proyecto emprendedor y sus circunstancias.
-¿Cómo empezó su actividad en Sevilla?
-Cuando cerramos Niteo, en 2009 me planteo terminar la carrera y qué camino profesional tomar. Decido probar en las energías renovables. En la Universidad Carlos III de Madrid veo la opción de un proyecto fin de carrera relacionado con la fotovoltaica. Les comento la dificultad de hacerlo viviendo en Sevilla, estando en paro y teniendo un niño de corta edad. Y me responden: “Llevamos esperando dos años que alguien aparezca queriendo hacerlo en Sevilla, porque es con una empresa en Sevilla”. Se trataba de Irradia Energía, dirigida por Pablo Alonso, y diseñar un centro de control en remoto para plantas fotovoltaicas.
-¿Y funcionó?
-Sí. Pablo Alonso tenía las ideas muy claras y un planteamiento bastante innovador. Yo trasvasé mi experiencia creando una herramienta de gestión de flota para maquinaria de obra pública. En vez de bombas de hormigón, grúas y hormigoneras, pasamos al control de plantas fotovoltaicas. Fueron dos años en los que aprendí muchísimo. Por desgracia, en 2010 hubo un cambio normativo en España que provocó la caída en picado del sector fotovoltaico. Ahora se está recuperando.
-¿Qué hizo?
-En 2011 entré a trabajar como jefe de mantenimiento en la empresa sevillana Reyenvas, potente en el sector de transformación de plásticos. Una fábrica activa las 24 horas, con tres turnos, con inversiones para mejorarla... Fueron cuatro años muy intensos y de mucho aprendizaje. Hasta que en 2015 descubrí el mundo de la robótica y la programación informática aplicadas a la educación. Siendo padre de un niño que entonces tenía seis años, y con el afán de querer aportarle lo mejor, a mi hijo y a todos los niños, me apasioné en esos temas. Decidí emprender en el sector educativo.
-¿Cuál fue su primer paso?
-Me lancé a montar en Sevilla una franquicia de Rockbotic, empresa de Madrid que se dedica a dar clases extraescolares de robótica y programación para niños. Empezamos con muy buen pie, en el primer curso tuvimos casi 400 niñas y niños en colegios como San Francisco de Paula, Alemán, Saint Mary, Buen Pastor, Vara del Rey, entre otros. Y nos dimos cuenta de que se podía hacer más en la transmisión de competencias digitales, y merecía la pena probar.
-¿Cómo empezaron con personas discapacitadas?
-Cuando le conté a un amigo, David Valenzuela, trabajador social de Aspace Sevilla (Asociación de Personas con Parálisis Cerebral), lo que estaba haciendo desde Rockbotic, me animó a ir a su sede para conocer a los chicos con los que trabaja. Tenían una sala pensada para que manejaran videojuegos, pero no tenía uso por carecer de videojuegos para personas con discapacidad intelectual. Y pensé: si tenemos a muchos niños aprendiendo a programar haciendo videojuegos, podemos orientarlos a que satisfagan esa necesidad tras conocer a quienes los deben usar.
-¿Cuál fue la primera tentativa?
-Probamos en 2016 con 15 alumnos de Primero y Segundo de Secundaria del Colegio Los Rosales, que está en el barrio de Santa Clara. Les pedimos que crearan un videojuego muy sencillo, basado en darle a un botón para explotar un globo. A partir del primero, crearon otro en el que ya podían jugar dos personas, y ajustando cuántas pulsaciones hacían falta para explotar cada globo. Eso permite que dos personas con parálisis cerebral y con distinto grado de movilidad puedan participar en un mismo juego. Fue una experiencia muy motivadora para el alumnado. Y otro día llevamos a ese colegio a Ángel, uno de los chicos atendidos en Aspace. Durante una hora, le estuvieron haciendo preguntas, el ambiente fue encantador. Y Ángel les dijo: “Me gusta mucho lo que habéis hecho, pero a ver si podéis hacer otro juego con más variedad”. Su mensaje hizo efecto.
-¿Qué sucedió?
-En agosto recibimos más versiones del juego. Enviadas por chicas y chicos de ese colegio, los habían hecho durante las vacaciones. Una versión con globos del Betis, otra con globos del Sevilla, otra con globos de personajes Disney (Mickey y Minnie). Nos confirmó que habíamos descubierto una actividad que motivaba tanto a quienes lo creaban como a quienes lo recibían.
-¿De qué manera lo consolidaron?
-David Valenzuela me presentó a Octavio Rivera, ingeniero informático y profesor de Tecnología Electrónica de la Universidad de Sevilla. Colabora con Aspace y nos orientó para sistematizar su desarrollo en paralelo a profundizar en el proceso de conocimiento tanto de los discapacitados como de sus entornos de familiares y cuidadores. Con dos adultos que padecen parálisis cerebral, Rosana y Emmanuel, con más de 30 años de edad, creamos cuatro videojuegos adaptados a las circunstancias de cada uno de ellos y a lo que les resulte interesante y beneficioso.
-¿Potenciaron la relación mutua?
-Sí, a veces en persona, a veces a través de videos, en función de la disponibilidad de Aspace para poder llevarlos a los centros educativos. Participaron los cuatrocientos escolares apuntados a nuestras clases extraescolares de robótica y programación. Y en algunos también acudieron las familias el día que se presentaba lo que habían creado sus hijos, y con la presencia de Rosana y Emmanuel. La socialización fue sensacional. Los niños entusiasmados, las familias orgullosas, Rosana y Emmanuel muy felices. Me decía David: “Estoy acostumbrado a ir a colegios para hacer actividades y nunca había visto a los niños tan interesados e implicados. Han entendido la parálisis cerebral y la han interiorizado para crear los videojuegos”.
-Indique un ejemplo.
-Lo que dijeron varias niñas del Colegio Alemán: “A nosotras, al principio nos parecía muy aburrido lo que estábamos haciendo porque pensábamos, ¿quién se iba a divertir jugando con esto?. Pero cuando conocimos a Enmanuel, vimos que a él le podía gustar mucho. Y empezamos a hacerlo bien. Pusimos seis piezas en el puzzle y no más porque eran las que Enmanuel podía ver bien. Y los colores estaban escogidos sabiendo los que él ve mejor y le gustan más”.
-¿Cómo hacen sostenible Exponential Solidarity?
-Tomamos conciencia de que estamos haciendo innovación educativa. Es difícil de escalar pero el propio proceso nos sirve como dinámica de aprender haciendo un servicio a la comunidad. En este caso, ayudar a unas personas a mejorar su acceso a la tecnología. Transformación digital con impacto social. Y tenemos que ser ambiciosos para convertirlo en un método educativo.
-¿Cuál es la primera barrera que superar?
-Ser considerados unos ‘paracaidistas’ que no conocíamos bien la educación y que no teníamos nada que aportar. Pero aportamos la visión del que llega desde fuera de lo corporativo y no tiene prejuicios que le impidan pensar y probar. Para innovar en los centros educativos, la principal traba que solucionar es ponérselo fácil al profesorado. Con formación para que incluya las novedades a nivel curricular y no como actividad extraescolar. Porque los docentes tienen que evaluar a los alumnos y han de cumplir con el curriculum oficial, dando cuentas a los inspectores de Educación. Por eso nos esforzamos para ayudarles a que las integren en sus clases.
-Concrételo.
-Reorganizar actividades en clave de forma transversal. Si transformamos el aula en una factoría de software en la que va a haber un área de diseño, un área de programación, una de documentación, una de comunicación, etc., la parte de programación es solo una parte y ni siquiera la fundamental. Hay diseño, hay comunicación.....
-¿Dónde lo van a poner en práctica?
-En Sevilla, en el Colegio Saint Mary se va a incluir en el próximo curso de forma curricular, en el tercer ciclo de Primaria y en todo el de Secundaria. Y estamos en conversaciones con la Consejería de Educación para hacer experiencias piloto en 10 centros públicos de toda Andalucía.
-¿Qué pueden aportar ustedes a los profesores?
-Dotar de contenido y actividad práctica a las técnicas que algunos docentes están aprendiendo y nosotros también manejamos. Materializar, para que sea evaluable y cumpla con el curriculum, la gamificación, el aprendizaje por proyectos y otras metodologías innovadoras (design thinking, flipped classroom,...). Explicarlas menos en abstracto y hacer más con ellas.
-¿Alguna entidad que les esté sirviendo a ustedes como referencia a seguir?
-Estamos codo con codo en Madrid con la Fundación Juan XXIII Roncalli. Lleva 50 años trabajando en la discapacidad intelectual. Tienen una enorme voluntad innovadora, la aplican en un centro donde emplean a discapacitados. Es muy fácil hablar con ellos de blockchain, de realidad virtual, etc., porque saben que el mundo de la discapacidad o de la diversidad funcional tiene que incorporarse también al de las tecnologías exponenciales para que impacten de manera muy directa y muy positiva en esas personas. Integrándolas no como meros receptores de una mejora, sino como partícipes de los procesos de mejora.
-¿Cuántas personas trabajan en Exponential Solidarity?
-Ahora somos cuatro. Tres en Sevilla: Lorena Caballero, Ana Díaz y yo, más mi hermano Lucas en Madrid. Vamos a incorporar en otoño a dos o tres personas más de perfil pedagógico para estabilizar nuestro desarrollo, centrándonos en formación a profesorado y en vertebrar el método educativo.
-¿En qué momento ha recibido más felicitaciones?
-En el acto que organizamos a final del pasado curso en el Caixaforum Sevilla. Con niños y familias de muchos colegios, y con niños y familias para los que habían creado juegos: Tamara y Kiko, de Aspace, y Jesús y David, de Dace, la asociación que engloba a las personas con daño cerebral adquirido, y con la que también estamos ya colaborando. Todos disfrutaron mucho.
-¿Qué sugiere para acelerar la formación de todo el profesorado?
-Lo primero es que toda la sociedad vuelva a prestigiar más la figura de los maestros, a los que se ha quitado mucha autoridad moral. Y debe abordarse simultáneamente el reciclaje de los docentes ya en ejercicio, y la capacitación de los están formándose o saliendo ya de Ciencias de la Educación, Magisterio, Pedagogía, Educación Social. Porque percibo que hay un porcentaje de personas que no las han elegido por vocación sino para buscar meramente un trabajo. Eso ha hecho daño a la calidad de la enseñanza. También percibo que en el sistema universitario va lentísima la integración de la innovación educativa en los planes de estudio.
-También le ruego que indique ejemplos.
-Durante el curso escolar, en los convenios colectivos, tanto en la educación pública como en la privada, hay cupos de horas para formación continua de los docentes. Creo que es un número suficiente de horas. Pero ¿se están aprovechando bien, teniendo en cuenta la carga de trabajo que pesa sobre los docentes? Sugiero potenciar el modelo híbrido de una pareja de docentes en el aula: uno/a con mucha experiencia dando clases, y otro/a con mucha capacitación en los nuevos métodos. Ambos se beneficiarían mutuamente con más rapidez, y mejorarían más fácilmente el nivel de los alumnos. Estoy conociendo a muchos profesores de 40, 50 o 60 años con ganas de innovar. Hay que juntarlos con los jóvenes mejor preparados para que juntos protagonicen el cambio que hace falta en el sector educativo.
-Está acreditado que los colegios más avanzados del mundo, sean públicos o privados, tienen aulas en los que siempre intervienen dos o tres profesores a la vez.
-Es una de las claves del cambio educativo. Otra es trabajar de modo transversal. Las herramientas tecnológicas, el pensamiento computacional y las actividades que proponemos no son solo para la clase de programación o de robótica. Hay que usarlas en todas las áreas: Lenguas, Sociales, Naturales, Matemáticas,...
-En sus contactos con directores, profesores, familias, ¿cuál es la preocupación más común?
-La desorientación sobre cómo cambiar la educación. Hay muchas ganas de hacerla evolucionar, hay conciencia de que el mundo es distinto, pero falta certidumbre sobre qué rumbo tomar y cómo lograrlo. La definición de curriculum y conocimientos está encorsetando en lugar de ayudar, convertidos en el fin y no en el medio. El caso más obvio es el de la enseñanza de inglés. ¿Cuántos españoles hablan inglés por lo que han hecho durante años en colegios e institutos? Conocen la gramática, hacen ejercicios sintácticos, pero no hablan en público.
-¿Le están pidiendo a Exponential Solidarity indicadores que acrediten con datos, y no solo con impresiones, de qué manera están logrando mejorar los rendimientos en los colegios?
-Claro, y me encanta que se nos exija medir el impacto de lo que está ocurriendo, porque eso supone integrarla en el sistema y que no sea una mera extraescolar. En ello estamos ahora muy centrados, para darle una base pedagógica a las actividades, y que se pueda evaluar, integrada en la valoración curricular, esa incorporación a capacidades en las que estamos trabajando de modo natural y divertido con niñas y niños.
-¿El avance es similar en niñas y niños?
-Vemos que a las niñas les resulta más motivador aprender a programar cuando saben que eso ayuda a una persona y tiene un sentido, en comparación con decirles que programen por programar.
-Hay un grave déficit de chicas que opten por dedicarse a la innovación tecnológica.
-Es real. Brecha digital de genero y brecha digital social. Por eso nos ha gustado comprobar cómo a las niñas les motiva especialmente aprender a programar y capacitarse en tecnología cuando han conocido a las personas para las que sirve. Tienen un por qué. Los niños están motivados de manera más directa. Nos gustaría participar con algún grupo de investigación para evaluar ese grado de motivación adicional, si puede convertirse en una actividad que fomente la incorporación de las niñas a los desarrollos de las tecnologías de la comunicación.
-¿Tiene datos que aportar?
-Cuando hacemos extraescolares en el primer ciclo de Educación Primaria (primero y segundo curso, para edades de 6 y 7 años), prácticamente es igual el número de niños y niñas que acuden. En el segundo ciclo (tercero y cuarto curso, para edades de 8 y 9 años), empieza a caer de manera alarmante el número de niñas. Y en el tercer ciclo (quinto y sexto curso, para los de 11 y 12 años), ya aparece el mismo bajísimo ‘ratio’ de niñas, no llegan al 20%, que se ve después en la universidad y en el mercado laboral.
-¿Con 11 y 12 años se produce la ruptura que tanto alarma en la edad adulta?
-Sí, lo hemos comprobado con otros centros educativos donde se imparten ese tipo de actividades.
Ahora que vive la educación como proyecto empresarial y social que tiene todo el día en mente, ¿cómo la aplica con su hijo?
He aprendido a aprender de los niños. Y mi hijo me enseña más que yo a él. Quizá también percibe que un emprendedor siempre está preocupado por las decisiones que ha de tomar o ya ha tomado. Y ha de gestionar que en la vida cada vez hay menos entornos seguros y más de incertidumbre. La mayor lección que me da mi hijo es centrarme en lo que hacemos juntos. Cuando estamos jugando, todo consiste en el aquí y el ahora.
-¿Cuál es su punto de vista sobre la evolución de la sociedad sevillana?
-Veo muchas ganas de innovar, desde muchos ámbitos profesionales y sociales. Salir de los tópicos, porque mantener tradiciones no va en contra de innovar. Noto un cambio de mentalidad. Las primeras veces que estuve en Sevilla, hace más de 15 años, me sorprendía mucho lo generalizada que era la aspiración a opositar y ser funcionario. Eso está cambiando con rapidez, y el talento va a aflorar. En lo que todavía no se avanza es en concienciación cívica para convivir sin ensuciar calles y parques. Como padres y madres, hay que entonar el ‘mea culpa’.