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Las urnas deciden el ‘duelo del siglo’ en Sevilla

Analistas, vecinos y los propios políticos afrontan una jornada crucial desde la incertidumbre

23 may 2015 / 22:42 h - Actualizado: 24 may 2015 / 11:13 h.
"Elecciones Municipales 2015","Juan Ignacio Zoido","Juan Espadas"
  • El candidato socialista a la Alcaldía de Sevilla, Juan Espadas, repartiendo claveles y su programa electoral en un bar de Alcosa. / José Luis Montero
    El candidato socialista a la Alcaldía de Sevilla, Juan Espadas, repartiendo claveles y su programa electoral en un bar de Alcosa. / José Luis Montero
  • Juan Ignacio Zoido, el viernes en Los Remedios. / J.L.M.
    Juan Ignacio Zoido, el viernes en Los Remedios. / J.L.M.

La bucólica imagen de Zoido sorprendido por los fotógrafos paseándose en barca con su hijo por el canal de la Plaza de España en una deliciosa mañana de asueto, cual oda a la reflexión en el seno de una familia bien, o la otra de Daniel González Rojas dándole a la tortilla de papas en el Alamillo con los colegas –como si fueran las tortillas las que hacen históricas las fotos, y no al revés–, remataban ayer la quincena más onírica (y algo tendente al despiporre) de la política local de los últimos años y dejaban como epílogo las mismas palabras que le sirvieron de prólogo: que nadie tiene ni pajolera idea de lo que puede pasar hoy, razón de que los políticos se comporten incluso a última hora como esos pájaros a los que una leve alteración del electromagnetismo los trastorna para todo el día y los pone a dar volteretas sin cuento.

No es para menos. Este carácter impredecible de la jornada del 24M abunda en la sensación de que estamos ante un duelo dramático que va mucho más allá de las meras preferencias por un modelo de ciudad u otro, por un candidato o su adversario; el lance también es entre un modelo de política y su opuesto. No es solo Zoido contra Espadas –eso ya se vivió hace cuatro años y, pese a tener su intriga, es una emoción ya superada–; consiste sobre todo en la lucha entre lo de siempre u otra cosa, en ver si el reparto del pastel vuelve a efectuarse entre los comensales habituales o si entran en el salón de celebraciones todos los que hasta entonces se habían quedado al otro lado de la puerta escuchando la música y el baile. Lo cual añade un plus de interés a una jornada electoral que en los últimos lustros había ido perdiendo su encanto a fuer de previsible.

Teniendo esto en cuenta, está claro que este domingo ha nacido para pasar a la historia. Tener consciencia de ello ensancha las posibilidades de la lucidez. Alguien podrá decir que ese enfrentamiento entre las dos políticas ya se vivió con las autonómicas: es cierto, pero está por ver su resultado. Serán las municipales de hoy las que desaten el nudo que sujeta y constriñe de forma asfixiante el futuro de la política española. Y Sevilla está llamada, como siempre, a ejercer un papel protagonista en este episodio trascendental.

En lo inmediato, lo que está claro es que el próximo alcalde de la ciudad celebrará su santo el 24 de junio, porque el duelo sí es necesariamente entre Juan Ignacio Zoido y Juan Espadas. Digan lo que digan (qué van a decir) los demás contrincantes, los responsables de la demoscopia todavía no han recibido un cantazo lo suficientemente fuerte en el occipucio como para perder del todo la noción de la realidad, y por mucho que bailen los datos gracias a las trolas y a los cambios de parecer de los sondeados, las encuestas tienen claro que el ganador de la noche será el candidato del PP o el del PSOE, y en esa disyuntiva han puesto toda su fuerza dramática y épica los propios interesados: «Frente al miedo a perder, tenemos la ilusión por recuperar Sevilla», proclamaba Espadas desde la tarima de su último discurso. A la misma hora, envuelto en el halo pepero de sus más fieles seguidores, Zoido decía: «Hace cuatro años los sevillanos nos dijeron que teníamos que hacernos cargo del gobierno de una ciudad que era conocida desgraciadamente por los escándalos, abusos, corrupción, por su desorden y apatía, pero recuperaramos la normalidad y hemos sido honrados, austeros y serios, solucionando problemas y frenando destrucción de empleo». Es la clásica pirotecnia con la que Sevilla cierra sus jolgorios. Pero esto, que parece tan habitual (un duelo entre socialistas y populares, otro más), está lejos de serlo: ninguno de ellos podrá gobernar sin ayuda. Y, ¿quiénes estarán para ayudar?

Siempre se ha dicho, de forma bastante temeraria al parecer, que en las elecciones municipales se vota a la persona. Bien, esto es falso. Hoy van a obtener concejales formaciones cuyos responsables locales son, para el grueso de la población, unos perfectos desconocidos que todavía no han pasado la prueba del nueve. Los años que se han pasado otros recorriéndose barrios, hablando con vecinos, atendiendo problemas y pateándose las calles, descifrando informes y conjugando verbos como instar, denunciar, criticar, prometer o anunciar, estos otros alcaldables de ahora no estaban. Serán sus siglas, más que ellos, los que tiren de papeleta en un gesto ciudadano que tiene mucho de protesta, de castigo, de decepción, pero sobre todo tiene mucho de cambio. El bipartidismo, como quedó demostrado en el tiroteo de las autonómicas, va a ser el muerto de las municipales. Que alguien le vaya buscando un epitafio.

Sevilla, en consecuencia, va a abrir hoy las puertas del Ayuntamiento a Ciudadanos y a Participa Sevilla, que entrarán (si las encuestas se han ganado lo que valían) dándose codazos entre sí por un concejal más o menos: entre tres y cuatro obtendría cada una de estas formaciones. También parece ser que Izquierda Unida, por la que nadie daba un duro hace un par de semanas, va a conseguir un hueco en el Pleno. Esto dibuja un gráfico de cinco colores y limitada capacidad de gobierno para el ganador... Suponiendo que gobierne el que más votos obtenga. Y suponiendo que la tozudez de los hechos no desmienta la frialdad de las cuentas y dé alguna opción a los andalucistas de Pilar Távora o a la UPyD de Emmanuel Baena, situación que se paga carísima en las apuestas.

Incertidumbre: he ahí la palabra. Algo parece decir que esta noche no estarán ni mucho menos todas las respuestas, salvo una: la constatación de que las cosas ya no volverán a ser lo que eran. Al menos, durante un tiempo. La fiesta, como se decía, va a contar esta vez con un número mayor de invitados, algunos de ellos de comportamiento imprevisible. Será interesante asistir al espectáculo de ver a quiénes eligen como pareja de baile.