García León es funcionario, asesor técnico de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía. Pero, ante todo, es un investigador infatigable que rastrea los archivos para difundir la historia y el arte. Nacido en Écija, es autor de numerosos artículos científicos y libros sobre el patrimonio histórico artístico de su ciudad. En su último libro ha encontrado documentos que podrían corroborar que el escultor Pedro Roldán es el autor de la imagen de la Esperanza Macarena de Sevilla.

Su último libro publicado en 2019 y editado por la Universidad de Sevilla y la Consejería de Cultura ha sido Écija artística. Colección documental, siglos XVI y XVII, escrito junto a Marina Martín Ojeda. Creo que es un pozo sin fondo de sabiduría, muy documentado y trabajado. ¿Qué es lo que más le puede interesar conocer a los lectores?

El valor fundamental de esta obra es el carácter inédito de todos los documentos originales que se dan a conocer en la misma. Gracias a ellos se amplían las fuentes históricas sobre Écija y puede determinarse el origen y la autoría de numerosas obras de arte de los siglos XVI y XVII, entre las que destacan algunas de las más veneradas esculturas de la Semana Santa ecijana.

Una de las aportaciones más destacadas es que han encontrado en Écija algunos indicios que pueden ayudar a resolver el enigma de la autoría de la Virgen de la Macarena de Sevilla. Podría ser obra de Pedro Roldán, debido a las similitudes estilísticas que tiene con el semblante de la Virgen de la Fe de Écija. En concreto, ustedes han documentado que la escultura de Nuestra Señora de la Fe fue tallada por el escultor Roldán como Virgen de las Angustias. ¿Qué fuentes o documentación han utilizado para esta investigación? ¿Con este nuevo hallazgo han abierto la vía para que futuros investigadores puedan realizar por fin una atribución certera de la Esperanza Macarena?

Se trata de un sencillo documento hallado entre de la contabilidad de la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario, donde se recoge un pago a cuenta al escultor Pedro Roldán, por la hechura de la mencionada Dolorosa. Las notables semejanzas estilísticas de esta imagen con la Esperanza Macarena podrían resultar de utilidad para corroborar su tradicional atribución a Roldán.

En 2004 salió a la luz un libro muy interesante escrito por usted y Marina Martín titulado El Rollo de Écija, dedicado a los ajusticiamientos que se practicaban, la pena de muerte y la figura del verdugo. Tengo entendido que esta picota o columna donde se exponían las cabezas y los cuerpos de los condenados fue muy popular desde el siglo XVI en adelante en toda la provincia de Sevilla.

En esta época Écija era la tercera ciudad más poblada de Andalucía occidental, con más de 23.000 habitantes. Lógicamente, y debido a esta potencia demográfica, tuvieron que ser muy abundantes las condenas impuestas por los jueces a los numerosos delitos que se cometían en la ciudad y su término municipal. La ubicación del Rollo junto al río Genil, en un lugar muy transitado, en la orilla del camino que comunicaba Córdoba con Sevilla, permitía a todos los viajeros contemplar el espectáculo dantesco del balanceo de los cuerpos de los ajusticiados.

Como investigador del oficio de verdugo, ¿cuál ha sido su evolución en España hasta su desaparición en los años 70 del siglo pasado?, ¿dispone de datos sobre el último ejecutor de sentencias en Écija?

Desde época medieval, el verdugo o ejecutor de la justicia, era un trabajador al servicio del municipio que tenía sus tareas perfectamente reglamentadas, así como su jornal e indumentaria. A partir del siglo XIX, con la disminución de las sentencias capitales, estos funcionarios quedaron circunscritos a las capitales de provincias, corriendo por cuenta de cada ayuntamiento costear el desplazamiento del verdugo cuando era preciso ejecutar una pena de muerte en ese lugar. El último ajusticiamiento público documentado en Écija tuvo lugar en diciembre de 1850, aunque no se ha conservado el nombre del verdugo ejecutor.

Francisco Delicado en su novela La lozana andaluza (1528) ya hablaba del Rollo de Écija y de lo famoso que era entre las prostitutas. ¿Puede aportarnos más información al respecto?

El Rollo era una columna de granito, reaprovechada de algún monumento romano, elevada sobre una plataforma, dotada con cuatro garfios de hierro en su parte superior, y coronada con un león de mármol que sostenía el escudo de la ciudad. El conjunto debió superar los 8 metros de altura. Lozana, la heroína de esa novela, ejercía en Roma de prostituta y alcahueta, alcanzando fama por sus remedios para curar las enfermedades venéreas. El lenguaje de la obra está lleno de continuas alusiones sexuales, en las que se emplean los más variados eufemismos y metáforas, con total desenfado y falta de pudor. En cierta ocasión, Lozana recibe la visita de cuatro palafreneros que buscaban remedio para sus males y queda sorprendida por el descomunal tamaño del atributo viril de uno de sus clientes, al que llega a considerar “mayor que el Rollo de Écija”.

¿Incluso en los autos sacramentales que se representaban en Madrid se hacía mención a la fama que tenía el Rollo de Écija?

Además de aparecer mencionado en numerosos refranes populares y romances españoles, sobre este monumento ecijano hablaron varios escritores como Sebastián de Covarrubias, Luis Vélez de Guevara, Luis de Góngora, Martín de Roa o Pedro Calderón de la Barca, autor de los famosos autos sacramentales. Para amenizar los entreactos de estos dramas alegóricos de contenido religioso, Calderón compuso numerosos “entremeses o mojigangas”, que eran piezas cortas destinadas a provocar la risa y el entretenimiento del público mediante la sátira burlesca, lo escatológico, lo picaresco o lo erótico. Los autos sacramentales escritos por Calderón en 1662 para la fiesta del Corpus Christi de Madrid incluyeron varios entremeses en los que participaron actores que iban ataviados con disfraces que representaban a la Giralda de Sevilla, la Luna de Valencia, el Potro de Córdoba, el Sastre del Campillo, “la Puente” de Segovia y el Rollo de Écija.

En su libro menciona que en Sevilla, entre los siglos XIII y XIX, el escenario tradicional de los ajusticiamientos fue en la Plaza de San Francisco y documenta que además se alzaron horcas en la Plaza de la Alfalfa y en las principales puertas y caminos de la ciudad. Por tanto, ¿en Sevilla capital también hubo ajusticiamientos de este tipo?

Sí, los ajusticiamientos tuvieron lugar en todas las ciudades y villas dotadas de jurisdicción. La ejecución de estas penas suponía el cumplimiento de las sentencias impuestas por los jueces para el castigo de los delitos más graves.

¿Puede citarnos algunos de los asesinatos más graves cometidos en Écija? Creo que hubo varios referidos a muertes de mujeres a manos de sus maridos.

Fueron especialmente cruentos los del doctor Pedro Bermudo y su familia (1616), así como el robo, violación y asesinato de Luisa de Gándara y sus dos hijas (1745). Desgraciadamente, los asesinatos de mujeres a manos de sus maridos han sido una constante en la historia de nuestro país. En Écija hemos documentado numerosos casos desde el siglo XVI en adelante, detectándose a menudo que la víctima se hallaba embarazada.

Cambiando de tema, y como experto en la materia, ¿cuáles cree que son las prioridades en materia de patrimonio histórico en la provincia de Sevilla?

Es muy importante potenciar el conocimiento y la difusión del riquísimo patrimonio histórico que atesora la provincia de Sevilla, como salvaguarda para su conservación. En este sentido se necesita aumentar la conciencia social sobre los valores singulares de nuestro patrimonio.

Los conventos y monasterios, tan numerosos en Sevilla y provincia, albergan un rico patrimonio, conservado a largo de los siglos por las monjas y los frailes de las diferentes órdenes. Debido a la falta de vocaciones y al envejecimiento de las personas que integran estas congregaciones, se están cerrando algunos de ellos, como por ejemplo el convento del Socorro en Sevilla o el de la Concepción (vulgo Las Marroquíes) en Écija. ¿En estos casos, qué ocurre con ese importante patrimonio? ¿La Iglesia se hace cargo de su conservación?

El destino del patrimonio histórico conservado en los conventos desaparecidos es incierto y preocupante. Las órdenes religiosas son las legítimas propietarias de este patrimonio y las que deben velar por su conservación. La Iglesia a veces se constituye como depositaria de este legado, pero debido a su enorme dimensión, no puede asumir esta ardua tarea.

¿Cuáles son los monumentos más amenazados actualmente en la provincia?

Han sido ampliamente recogidos y señalados por la Asociación Hispania Nostra, aunque se pueden destacar el castillo de Morón de la Frontera, el puente de Gandul de Alcalá de Guadaira, la casa mirador de los marqueses de Peñaflor y el convento de Santa Inés de Écija, el cerro de San Cristóbal de Estepa o la torre de Santa Lucía de Mairena del Alcor.

¿Y en Sevilla capital?

Varios conventos de clausura, como los de San Leandro o Santa Inés. También es preocupante el estado de conservación de la iglesia de San Lázaro, así como los restos del monasterio de San Jerónimo y los del convento de San Agustín.

¿Nos puede adelantar sus próximos proyectos?

Uno versa sobre la mencionada Dolorosa de Pedro Roldán y el otro, sobre un manuscrito inédito del siglo XVIII, que resultará de gran interés.