Los caprichos también bailan en el Real

Los vendedores ambulantes aplauden ganar un fin de semana, pero aseguran que las ventas a partir del miércoles cayeron. El presupuesto para la Feria «es el que es»

07 may 2017 / 20:34 h - Actualizado: 07 may 2017 / 20:34 h.
"Venta ambulante","Feria de Abril 2017"
  • La niña del traje celeste mira el juego de Frozen en un puesto ambulante. / Fotos: Jesús Barrera
    La niña del traje celeste mira el juego de Frozen en un puesto ambulante. / Fotos: Jesús Barrera
  • Juan es uno de los vendedores veteranos. Su producto estrella es el algodón de azúcar.
    Juan es uno de los vendedores veteranos. Su producto estrella es el algodón de azúcar.

Apenas tendrá seis años y es una de las primeras flamencas en llegar al último día de la Feria más larga de la historia. Se dirige hacia la portada con su padre, pero, de pronto, un paquete con figuras de Frozen llama su atención en una de las caravanas que se asientan a la orilla del Real en la avenida Flota de Indias. Sus pequeños volantes revolotean en el aire mientras da vueltas arriba y abajo en torno al puesto donde además hay turrones, alfajores y piñonates. Donde relucen las manzanas de caramelo, el coco se refresca y una legión de coloridos y blanditos peluches llaman la atención de los visitantes. Al final se decide y con sus pequeños y delicados dedos coge el paquete de una esquina y le dice a su padre: «Éste, quiero éste». Pero él niega con la cabeza y avanza hacia donde Curro custodia la entrada al Real.

Con su corta edad es ya un símbolo, el de la inocencia, ésa que se rinde ante el colorido, los olores y un sinfín de estímulos que se convierten en caprichos, a los que la gran mayoría de padres y abuelos sucumben en estos días de feria. Antojos que ganaban un día más este año, pero que, sin embargo, los vendedores ambulantes no han notado en gran medida.

Aseguran que ganar un fin de semana ha sido un acierto, «porque la mayoría de ferias, como la de Jerez, la de Málaga o la de Albacete (que incluso son tres) tienen dos fines de semana», sostiene Nicolás, el dueño del puesto donde aquella niña de vestido celeste y puntilla blanca soñó por un segundo en compartir mesa con Frozen. Pero conforme han ido avanzando los días, el negocio se ha desinflado. «El primer fin de semana fue muy bueno, sé notó mucha gente y mucho turista, pero a partir del miércoles la afluencia cayó», coinciden Manuel, de turrones El Biri-biri, y Rocío, de Los Mellizos. Podrán ganar más días, «pero el presupuesto para la feria es el que es, empiece en sábado o en lunes», recalca.

Es el último día y la euforia de la feria empieza a disiparse. Apenas pasan visitantes por estos puestos, donde los turrones y los piñonates siguen siendo los grandes triunfadores de estos puestos, «porque una feria sin dulces es como si uno no hubiera venido». También los instrumentos de plástico, sobre todo los tambores, más que las trompetas de antaño o las guitarras. Aunque el producto estrella de este año es un peluche de una de las protagonistas de la película Trolls, aunque se venden poco porque cotizan alto (20 euros), apunta Nicolás.

Otro imprescindible de la Feria es el algodón dulce, como el que vende Juan desde su puesto en la calle Joselito El Gallo desde hace más de 30 años. Dice que tiene el quiosco lleno de género para llamar la atención, pero que al final siempre gana el algodón de azúcar. El resto se vende por efecto reclamo: «Cuando ven que uno compra una piruleta o un caramelo líquido, el resto de niños también lo quiere».

Se acerca la hora de la merienda, la visita al puesto de los gofres es casi obligada. Como al de Belinda, oriunda de Sevilla, que lleva décadas acudiendo a la feria, o al de Gofres Emi que este año, además del clásico de chocolate, trae «de Nutella, de Kinder Bueno y hasta de Ferrero Rocher», explica Francisco, que este año, además de atender a los sevillanos, ha tenido que recurrir a su hijo para poder entender a los extranjeros, «que controla más los idiomas».

Pero cuando el calor aprieta, mejor un helado, como los que venden en el quiosco de El Colorao, donde, a la espera de cerrar hoy a las diez de la noche su negocio ambulante, aseguran que ha sido un buen año, «sobre todo para la venta de cucuruchos».

Francisco, Rocío, Nicolás o Manuel son sólo algunas voces de las que en estos días han venido desde lugares como Lucena, Madrid o Alicante, como lo hacían sus padres incluso cuando el Real estaba en el Prado, para dar más de un capricho a pequeños detrás de sus caravanas .

No son los únicos. En el Real hay muchos anónimos –por aquello de que son ilegales– que también ofrecen caprichos, como las pistolas de burbujas. También para los más mayores: que si un clavel, un rebujito donde el Infierno es pura diversión (y que se ha convertido en objetivo de caza para la Policía Local), un abanico para combatir el calor o un paquete de tabaco para los vicios de última hora, son también parte de una Feria que empezaba a pensar en cómo será la de 2018.