«Los mejores casos no se pueden contar»

Desde Sevilla, José Luis Hermida y Paco Gallardo colaboran con ‘Cuarto Milenio’ aportando investigaciones que en su mayoría hacen pensar en el increíble poder de la mente

01 may 2018 / 17:25 h - Actualizado: 02 may 2018 / 09:22 h.
"Entrevista"
  • José Luis Hermida y Paco Gallardo, con el libro de Carlos Largo en los prolegómenos de esta entrevista con El Correo. / Fotos: Jesús Barrera
    José Luis Hermida y Paco Gallardo, con el libro de Carlos Largo en los prolegómenos de esta entrevista con El Correo. / Fotos: Jesús Barrera

Más satisfactorio aún que averiguar a qué juegan los muertos con nosotros es descubrir los tesoros que esconde la mente humana, y que afloran inesperadamente, en ciertas situaciones, para hacer trizas todas las convenciones del mundo de la cienca. Esta es, al menos, la opinión de José Luis Hermida y Paco Gallardo, dos investigadores de enigmas, dos asiduos de Cuarto Milenio que desde Sevilla llevan años tomándose muy en serio las razones profundas, por descabelladas que puedan parecer, de todo cuanto el hombre ignora; de todo eso que se esconde –con cierto escrúpulo y con bastante desdén en algún caso– tras las etiquetas ovni, parapsicología, misterio. Las cinco investigaciones en tierras sevillanas en las que ambos han colaborado con el reportero Carlos Largo para su flamante libro Al principio de la oscuridad (editorial Odeón) demuestran dos cosas: que el mundo de lo extraño es cada vez más rico y sorprendente; y que, probablemente, las conclusiones que vienen sacando los frikis armados con sus grabadoras de fantasmear por casa y sus detectores de frecuencias espectrales guardan poca relación con una verdad tal vez mucho más maravillosa, cercana e inspiradora.

«En un 99 por ciento, atribuyo todo a explicaciones mentales», cuenta Hermida. «Y me apasiona, porque la mente lo que demuestra es que tiene un poder increíble que nosotros no consideramos ni siquiera que tiene. Puede curar, puede enfermar, puede provocar lesiones, puede hacer miles de cosas, puede comunicarse con otras mentes a distancia, puede crear alucinaciones visuales increíbles que sean visibles también para otras personas... El poder de la mente es tan alucinante... Somos de una forma totalmente distinta a como pensamos que somos.

Veterano comunicador e investigador de lo extraordinario, José Luis Hermida comenzó interesándose por la ufología en los viejos tiempos –finales de los setenta, primeros ochenta– en que raro era el día en que no aparecía un caso en el periódico, entre persecuciones, aterrizajes, huellas, avistamientos... Todo eso se fue atenuando, hasta hoy. «Por aquellos años hubo una casuística en esta zona de Sevilla increíblemente grande, que era de investigación diaria. Hay quien dice eso se lo inventó la gente. Bueno, ¿y por qué no se lo sigue inventando?», se pregunta. A su lado, Paco Gallardo comenta que pese a haberse debilitado el fenómeno desde entonces y haber pocas manifestaciones, «las que llegan son muy buenas». Buenas... y secretas: los protagonistas se sinceran con ellos, pero luego les piden que rompan sus notas y no digan nada. «Los mejores casos», como apunta Hermida, «quedan siempre bajo la palabra de honor de no contarlos».

Un extraño cura que se aparece bajo la lluvia entre las víctimas de un accidente de tráfico, en una carretera cerca de Carmona; un antiguo monje que atraviesa el cuerpo del testigo en su huida precipitada por el Callejón de la Inquisición; un sillón que se mueve (y no es retórica política) en el despacho de cierto alcalde de la provincia; un jarrón que canta en Triana sin tener una radio metida dentro... «Aunque no descubres la verdad absoluta, en muchos casos te acercas mucho», afirma Hermida. «Porque partimos de una posición no preconcebida. Nosotros lo primero que pensamos es que es un engaño del testigo. Cuando descartamos que nos está engañando, nos preguntamos si se estará engañando a sí mismo contando algo que él cree que no tiene explicación. Cuando comprendemos lo que ha pasado, vemos si es parte de él, algo que proyecta. Hay quien ve a su abuelo por el pasillo y no estaba ni bebido ni fumado, sí, claro: eso en psicología se llama la huella del recuerdo. Hay un mecanismo donde se ilumina la imagen de un familiar en la cabeza y tú la proyectas hacia afuera, al lugar teórico donde debería estar, por la altura, por la distancia, por todo, pero allí no hay nadie. Si disparas una cámara, no aparece». El friki que va creando la noticia por donde pasa, dramatizando las sombras que ve o los crujidos que escucha, eso ya no se lleva, aseguran. «La moderna parapsicología seria está tratando de encontrar un poso científico», prosigue. «Hay muchos catedráticos de universidad que trabajan en eso. A mí incluso universidades me han encargado cursos. Y en la Facultad de Psicología, las primeras jornadas sobre parapsicología las organicé yo en Sevilla, con un lleno absoluto, adonde iban catedráticos de universidad a explicar estas cosas. Lo que sí se está buscando es un método, porque lo paranormal no responde normalmente al método científico que se aplica a otras casuísticas. Y se han descubierto cosas muy incuestionables; por ejemplo, cada vez o casi cada vez que se produce un fenómeno paranormal real, en el entorno hay un descenso brusco de temperatura, y eso es una constante medible. Cuando estudias los casos de fenómeno ovni cercano, y a mí me ha pasado, se produce un enlentecimiento del tiempo y una aberración dimensional temporal en muchísimos casos. Es decir: te encuentras en otro lugar, luego vuelves, pierdes tiempo controlado por relojes inexplicablemente, crees que han pasado cinco minutos y ha pasado una hora. Me pasó en Doñana con otros testigos en un avistamiento ovni. Y las psicofonías, que están tan de moda y todo el mundo graba, tienen unas características físicas inherentes muy difíciles de trucar: por ejemplo, tiene una especie de clic psicofónico al principio y al final, y luego está grabada en 19 decibelios, curiosamente. Lo mismo que los viejos templos del Camino de Santiago tienen una vibración de determinados decibelios porque eso inspira determinado grado de recogimiento, y que los arquitectos masones conocedores de estas técnicas dominaban, logrando que la acústica vibrase en esos decibelios para que los rezos, en esas condiciones, llegasen a los niveles más profundos de tu cabeza bioelectromagnéticamente, produciendo fenómenos de recogimiento. Ese es el camino de la parapsicología: intentar demostrar que hay una serie de parámetros analizables. Lo que pasa es que aquí hay mucho vividor del cuento, mucha gente que a lo único que va es a darse un nombre, un prestigio, a mentir, a robar informaciones de los demás y prostituirlas». Y mucha gente que, como agrega Gallardo, «se mete en este mundo por ganar dinero o por fama», convirtiendo un interés legítimo por lo desconocido en un circo.

«Muchas veces, la explicación natural que tienen muchos de estos episodios es más bella y más interesante que la fantasiosa», explican. Y empiezan a poner ejemplos, empezando por el caso del citado cura que se apareció en una colisión múltiple de vehículos que se produjo cerca de Carmona cuando varios conductores, bajo un importante aguacero, intentaron socorrer a los ocupantes de un coche accidentado. Este hombre, con rasgos de avatar –el típico cura angelical que uno podría imaginar– no solo se materializa allí mismo como flotando en el aire y sin que la lluvia le mojase un pelo, sino que con sus manos «heladas» toca en el rostro a una de las personas que allí se habían congregado, «quitándole automáticamente todos los dolores», y se esfuma en cuanto se escucha aproximarse a la ambulancia. Tras mucho investigar, Hermida y Gallardo llegaron a la conclusión, junto al principal de los testigos de esta historia, que se había tratado de lo que se conoce como un tulpa, «una creación mental ante la necesidad de ese momento, que desaparece cuando ya viene el auxilio real».

Incluso hay veces en que ni siquiera hacen falta explicaciones de tipo mental para resolver un misterio de aúpa. Es, por ejemplo, el caso del alfarero de Triana. «Es una de las historias que me han dejado más impresionado», confiesa Hermida. «De pronto, hay un alfarero en Triana que tiene fama de que en su ventana hay un jarrón que canta. Un jarrón que canta. La gente pasa y en determinados momentos oye como un susurro que viene del jarrón, porque está incluso la persiana cerrada y no cabe otra explicación. Un jarrón que canta. Bueno, empezamos a averiguar, a averiguar, y la explicación que yo le doy no solo es normal, sino que es más bonita que si fuera paranormal: tú sabes cómo se hacían los jarrones antiguos, con el torno de alfarero y con la rasqueta metálica que le va dando forma. Bueno, pues esa rasqueta metálica había hecho en un momento dado como la aguja de un tocadiscos, que dejó un registro sonoro como en uno de esos viejos discos de pizarra. Entonces, él estaba cantando mientras hacía el jarrón, y sin sospecharlo grabó la canción que estaba cantando. No se oye una canción clara ni pura. Cuando el viento soplaba y había la humedad suficiente, las microestrías del ánfora que él había grabado habían almacenado el sonido ambiente y la canción que estaba tarareando mientras con la rasqueta iba dándole forma, y cuando venía un poco de viento se reproducía un poco el sonido como un tocadiscos reproduce un disco. Hay veces en que dices el fantasma del alfarero, que se ha metido ahí, porque esa casa estaba abandonada... A mí me ha pasado escuchar la radio en un empaste de una muela, que a veces con la humedad hace de radio galena, transmite por el nervio y oyes música».

«Aparte de esto, hay otros casos que no se pueden achacar a este tipo de curiosidades ni a la mente humana», continúa. «Son casos que se fotografían, que dejan huellas en el suelo, en el radar, y eso es algo externo a la mente humana; energías que quedan, roces dimensionales, interferencias de otros planos de existencia, extraterrestres que vienen de otros planetas... de eso hay casos incuestionables, que es muy difícil explicar, como por ejemplo pasó en Sevilla hace tiempo: que vengan cinco aviones en aproximación al Aeropuerto de Sevilla y los cinco estén dando que ven un objeto no identificado delante de ellos y preguntándole al radar de tierra si hay algún tipo de tráfico en esta zona, y el radar de tierra preguntándoles si quieren dar alerta ovni, porque no hay ningún tráfico. Y ellos lo están viendo y localizando desde cinco posiciones distintas. Tanto es así que uno de los radaristas sacó información en una cinta grabada, la publicó en la prensa y estuvo a punto de costarle el puesto».

Si hubiera que buscar los epicentros del misterio y de las presuntas apariciones en Sevilla, ambos tienen claro que toda la cruel actividad de la Inquisición y todas las tragedias de la tristemente famosa peste dejaron por el casco histórico y por Triana una impronta paranormal en su opinión «indudable». Varias de las averiguaciones de Hermida y Gallardo por tierras hispalenses forman parte de ese libro que se presenta el próximo viernes, día 4, a las 19 horas en el Ateneo de Sevilla: Al principio de la oscuridad, de Carlos Largo. «un libro muy original», comenta José Luis Hermida, «porque después de cada capítulo tiene un código QR que tú escaneas y oyes las entrevistas que se hicieron de viva voz. Y aparte, tiene una referencia a la página web donde está toda la grabación de la investigación del caso que ha salido en Cuarto Milenio, y luego tiene en iVoox la grabación del caso entero». Sobre si en alguna de esas investigaciones llegaron a pasar miedo..., bien, como ellos dicen, lo mejor no se cuenta.