Los otros carteles de Sevilla

Javier, Diego y Juan Carlos son bomberos y el pasado sábado rescataron a una mujer que deambulaba por una viga sobre la SE-30 en la Ronda Norte

Manuel Pérez manpercor2 /
27 nov 2017 / 18:48 h - Actualizado: 27 nov 2017 / 19:06 h.
"Bomberos","Juan Espadas"
  • Los otros carteles de Sevilla
  • Momento de la intervención de los Bomberos.
    Momento de la intervención de los Bomberos.

Sevilla, ensimismada y enfrascada en sus farragosos debates sobre carteles navideños, de vez en cuando recuerda que que guarda y esconde verdaderos tesoros en sus cajones. Uno de ellos es el cuerpo de Bomberos. Labor callada la que hacen estos profesionales, capaces de arriesgar sus propias vidas para salvar las de otros. Y así ocurrió la noche del pasado sábado, cuando una mujer de mediana edad amenazaba con saltar al vacío desde las vigas que cruzan la SE-30 en la rotonda sobre la Ronda Urbana Norte, a la altura del centro comercial Carrefour.

Unos ocho metros separaban la viga del suelo y la mujer deambulaba sin ton ni son por ella. Tanteando la suerte; tentando a su propio destino. Pero el motivo por el que esta mujer sigue viva tiene nombre y apellidos. Tres, para ser más exactos. Javier Santos, Diego Gómez y Juan Carlos del Toro evitaron males mayores aquella fatídica noche en la que la pericia y la frialdad en la toma de decisiones –características propias de un bombero– jugaron un papel fundamental para que la actuación concluyera con éxito.

«Estaba autolesionada y muy medicada», explicó Javier, quien confirmó que la mujer había ingerido hasta siete blister de pastillas con el único fin de «reunirse con su madre». El peligro no estaba tanto en que se lanzara al vacío, sino que la ingesta excesiva de los fármacos había provocado que la mujer perdiera la noción del tiempo y del espacio. «No se podía tener en pie», contaba Javier mientras explicaba la heroica gesta. «Me quité el casco para empatizar con ella y ganarme su confianza», indicó. En estos casos, explican los bomberos, la confianza del sujeto en peligro es primordial. Cualquier paso en falso, valga la redundancia de la expresión, podría desencadenar un mal mayor.

«Quería llamar a un familiar y yo intenté acercarle mi móvil», señaló Diego, otro de los miembros del efectivo de rescate, que reconoció que fue en vano, pues «su nivel de conciencia era escaso».

Los tres bomberos coincidieron en destacar que cuando se encuentran ante un caso de estas características, lo importante es que la persona a la que van a atender los vea como unos amigos. Un proceso que no debe forzarse ni acelerarse más de la cuenta. Todo tiene su protocolo. Algo que parece que el público allí congregado no supo entender. «La gente estaba cuestionando nuestra actuación y nos pedía que hiciéramos algo ya», lamentó Javier.

En uno de esos momentos de desorientación, a la mujer se le cayó el blister donde guardaba las pastillas. Aprovechando que bajó la guardia, Javier y Diego procedieron a acercarse a la mujer y la bloquearon con sus piernas hasta que llegó la escala que la bajó a tierra firme. No se sabe si esta mujer recordará a los hombres que salvaron su vida o bien se lamentará por no haber cumplido su deseo de reunirse con su madre. Lo que sí es cierto es que estos bomberos cumplieron con su deber.

Mientras tanto, el alcalde, Juan Espadas, presumió de bomberos. Dijo sentirse orgulloso de ellos. Nadie en su sano juicio podría no estarlo. Pero, entretanto, estos bomberos solo reclaman desempeñar su trabajo en unas condiciones dignas. Y de paso, Juan Carlos, otro de los héroes, pidió «implementar medidas que dificulten el acceso a esa zona, porque no es la primera vez que ocurre». Pero Sevilla, en los vaivenes de carteles y otros temas propios de la ojana hispalense, seguirá a otra cosa, como si esto no fuera con ella y sin darse cuenta de que el verdadero cartel de Sevilla está en personas como Javier, Diego y Juan Carlos.