Maestría en el enganche sobre el albero maestrante

Un total de 65 carruajes participaron este domingo en la Exhibición de Enganches de la Feria, un espectáculo plástico inigualable

19 abr 2015 / 22:18 h - Actualizado: 20 abr 2015 / 15:35 h.
"Feria de Abril"
  • Los arcos de la Real Maestranza sirven de celosía para la estampa campera de los enganches en la mañana del domingo de preferia. / Reportaje gráfico: Inma Flores
    Los arcos de la Real Maestranza sirven de celosía para la estampa campera de los enganches en la mañana del domingo de preferia. / Reportaje gráfico: Inma Flores
  • La madrina de honor de la exhibición, Carmen Tello, acompañada de los diseñadores Victorio & Lucchino, jurados del concurso de mantillas.
    La madrina de honor de la exhibición, Carmen Tello, acompañada de los diseñadores Victorio & Lucchino, jurados del concurso de mantillas.
  • Uno de los carruajes sale por la Puerta del Príncipe tras su concurso.
    Uno de los carruajes sale por la Puerta del Príncipe tras su concurso.
  • Trajes de flamenca entre los pasajeros de un enganche.
    Trajes de flamenca entre los pasajeros de un enganche.

Una mañana luminosa, un escenario de lo más señorial, un público con ánimos de fiesta y un espectáculo ecuestre único en el mundo. ¿Hay mejor maridaje de elementos para empezar la Feria? Los aficionados a los caballos y al mundo de los carruajes vivieron ayer una inolvidable jornada al sol de los tendidos de la plaza de toros disfrutando de las evoluciones sobre el dorado albero maestrante de los mejores coches de caballos que en el mundo reunirse pudieran. Nada menos que 65 carruajes, muchos de ellos verdaderas piezas de museo con varios siglos de antigüedad, participaron ayer en la Exhibición de Enganches de la Feria, todo un clásico de la víspera del alumbrao que ayer alcanzó su trigésima edición demostrando su pujanza como singular atractivo turístico.

Quien no haya acudido una mañana de domingo de preferia a los alrededores del coso baratillero –dejándose imbuir por el alegre sonido de la algarabía de los cascabeles, del repiqueteo sobre el asfalto de las herraduras o del relincho de los animales mezclándose con el repique de la espadaña de la capilla del Baratillo convocando a misa– sepa que se está privando a sí mismo de todo un espectáculo sensorial de una plasticidad y vistosidad difícilmente igualables.

Apenas por un par de horas el barrio del Arenal parece zambullirse en un túnel del tiempo para llenarse de estampas costumbristas y escenas de otras épocas sacadas de los mejores cuadernos de notas de los viajeros románticos. Por el asfalto de la calle Adriano se mezclan bellas mujeres tocadas con pamelas, con la clásica mantilla española o ataviadas con el traje de gitana con hombres que, conforme a la guarnición de sus carruajes, visten uniformes de cocheros y lacayos al más puro estilo inglés o se cubren, al estilo andaluz del siglo XIX, con el calañés y el pañuelo anudado en sus cabezas.

Mientras los enganches aguardan saltar al ruedo de la Maestranza distribuidos en una larga parada por las calles Antonia Díaz y Adriano, el jurado puntúa «a pie firme», en una primera fase del concurso, la calidad de los carruajes. Uno de los jueces encargados de valorar la impresión general de conjunto es el sevillano Jaime Abaurrea, con más de 30 años de experiencia en estas lides. Ningún detalle escapa al ojo clínico del jurado. «Se valora la limpieza y presentación de los animales, la antigüedad en la construcción del coche, el ajuste y la calidad de las guarniciones, y la corrección en la forma de vestir, adecuada al tipo de enganche, de cocheros, lacayos y pasajeros». Cualquier arañazo en una madera o la más mínima herida o rozadura en un caballo o mulo de carga pueden restar un buen puñado de puntos.

A la puntuación obtenida en esta primera fase del concurso se suma la de los movimientos ejecutados, a elección del cochero, sobre los 68 metros de diámetro del ruedo maestrante, donde cada uno de ellos rivaliza por demostrar su dominio en la doma de los enganches.

Más de tres cuartos de entrada registró la plaza de la Maestranza en una mañana en la que los abanicos aleteaban nerviosos por los tendidos, en su mayoría de sol, y el cuerpo pedía hidratarse con frecuencia.

Divididos en siete tandas diferentes, los enganches participantes, magistralmente guiados por expertos cocheros, hicieron las delicias de un público heterogéneo, que no dudó en premiar con aplausos las evoluciones de los carruajes más vistosos. Y como suele ser habitual, los eruditos y espontáneos comentarios de Ramón Moreno de los Ríos, uno de los speakers del espectáculo en la plaza y miembro del Real Club de Enganches de Andalucía, contribuyeron a hacer más digestivas las dos horas de una exhibición que, por aquello de su trigésimo aniversario, estuvo dedicada a Sevilla, cuna del enganche y lugar de celebración de este evento desde 1984.