«Me toca abrir las ventanas para que corra aire fresco»

Voluntariamente efímero, el paso de Marcelo por el decanato de Ciencias de la Educación llega en el periodo más convulso del centro, con la condena por acoso sexual del exdecano Santiago Romero marcando su actualidad

02 feb 2017 / 06:57 h - Actualizado: 02 feb 2017 / 09:12 h.
"Educación","Universidad de Sevilla"
  • Carlos Marcelo, decano en funciones de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla. / El Correo
    Carlos Marcelo, decano en funciones de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla. / El Correo

Carlos Marcelo asumió el encargo del rector de la Universidad de Sevilla, Miguel Ángel Castro, de convertirse en decano en funciones de Ciencias de la Educación con el objetivo de que la facultad retome la normalidad. No es sencillo, entre otras cuestiones por la enorme gravedad de los hechos que acabaron con la condena de Santigo Romero, catedrático y exdecano, por abuso sexual y la dificultad añadida de gestionar asuntos ajenos al ámbito habitual de la Universidad.

«Hemos sentido que la facultad, supongo que también lo han sentido en la universidad, ha saltado a los medios de comunicación por una información gravísima, con unos hechos aceptados por un juez, y por tanto validados. Hemos estado en la picota sobre la base de una sentencia que evidentemente muestra hechos que se han producido y no se pueden minorar. Es verdad que nos hemos sentido anonadados por el enorme impacto mediático. Pero tampoco podemos sorprendernos, hoy día la información corre rápidamente y hace que en cualquier momento cualquier persona acceda a esta información, y no sólo en España».

Comparte Marcelo un sentimiento habitual en la comunidad universitaria, el de que su trabajo cotidiano, y sus logros, no alcanzan la repercusión que merecen. «Soy coordinador de grupos de investigación que han sido capaces de reunir en cinco años dos millones de euros, que han publicado artículos de investigación en revistas de gran impacto, que han dado conferencias internacionales... y todo ese esfuerzo enorme, callado y de poca repercusión, de pronto, como que se nos viene abajo porque un acto sobrevenido, del cual no somos responsables, –de alguna manera hemos sido porque por acción u omisión no le hemos dado la importancia que tenía– ha hecho que nuestra facultad sea, hacia fuera, solamente el caso de esta sentencia de acoso sexual, que es gravísima», reitera.

Marcelo da la impresión de enfocar su nueva posición con espírito positivo. «Yo soy optimista en el sentido de que esta sentencia ha venido a poner de manifiesto que ha habido una dejación, y una no atención, a estas situaciones que se han dado en esta facultad. Y todo este efecto tiene que ver con esa reacción que hubo en Galicia cuando lo del chapapote: el efecto del nunca mais. Este efecto ha generado la sensación de que estamos para que esto nunca más pase, y así podemos asumir que el efecto mediático que ha tenido ha puesto de manifiesto ese interés que debemos de tener para que esto no vuelva a pasar», reitera, y matiza: «Si se ha extrapolado, si se ha exacerbado la información, pues a lo mejor bienvenido sea para que nunca más vuelva a pasar».

La situación ha abierto heridas en la facultad y en la Universidad o, en algunos casos, las ha reabierto. «El clima de convivencia, especialmente en ese departamento en el que se hizo la división –el que dirigía el condenado Santiago Romero–, no es bueno. Pero somos funcionarios o contratados, y la perspectiva es seguir en la universidad mucho tiempo. Tenemos que hacer esfuerzos para subsanar las tensiones y llegar a la convivencia estable que permita que, pasado el tiempo, cada persona tome su situación, su papel y sea capaz de mirarse a sí mismo y mirar a los demás. Es un proyecto de trabajo que tenemos. Podemos tener tensiones internas, pero al final son nuestros estudiantes los que necesitan los mejores profesores».

Sobre la actuación del Gobierno de la Universidad, Marcelo se expresa con prudencia. «Estoy también en el conocimiento de que el Rectorado está intentando poner en marcha mecanismos para que la tensión se relaje, para que tengamos salida y la culpabilidad no sea permanente. Y esto estará vinculado a que la propia facultad tenga un nuevo tiempo y un nuevo escenario, que es lo que a mí me toca», asume. «Yo he dado una serie de pasos que creo que van en la línea de al menos abrir las ventanas para que corra más aire fresco y puedan entrar nuevos proyectos que convenzan e ilusionen a la facultad».

La expresión «abrir las ventanas para que corra aire fresco» recuerda a la opinión que expresó en el acto de toma posesión de su cargo el nuevo defensor universitario, Fernando Álvarez-Ossorio, que se declaró dispuesto a «echar una mano para que en la Universidad se destierren viejas prácticas». Ambas merecen una extensa puntualización por parte de Carlos Marcelo, que durante toda la charla desarrolla sus ideas con calma y de forma prolija. «Creo que, hacia fuera, hay una visión de una universidad endogámica, que no se quiere que cambie, gestionada por los poderes fácticos, que serían los catedráticos, que deciden de manera graciosa o interesada el futuro de las personas. Esa universidad la he conocido, cuando yo empezaba, y efectivamente así era. La Universidad que yo veo ahora, puede que haya otros entornos, pero la que yo veo ha cambiado, y bastante. La universidad y el profesorado universitario somos quizá los profesionales más críticos y más familiarizados con la evaluación.

Lo que nos permite mirarnos y saber qué hacemos bien y qué no. Por una parte somos evaluados por nuestros estudiantes, que si nos les gusta cómo enseñamos lo dicen claramente. Cada seis años nos sometemos a evaluación a través los sexenios. La mayoría lo hacen. Estamos sometidos a la acreditación de los títulos. Cualquier cosa que planteamos se evalúa, mandamos un artículo y nos lo evalúan compañeros y nos dicen si es bueno o es una porquería, mandamos proyectos y nos los evalúan.... ¿Qué quiero decir con todo esto? Que somos personas que a veces pecamos de hipercríticas, porque forma parte de nuestro trabajo. En este sentido hay que entender estas dos afirmaciones, tanto la del defensor como la que te acabo de decir. Hay viejas prácticas, hay prácticas que son mejorables y tenemos que aprender a hacer las mejores prácticas que hacen las mejores universidad. Y en eso tenemos que mejorar: estar más abieros al exterior, a que venga gente de fuera y no a promover exclusivamente al de dentro... pero no creo que cuando el defensor dijo viejas prácticas se refiriera al catedrático de ordeno y mando y que dice tú progresas y tú no. Cuando yo he dicho abrir ventanas hablo de dar oportunidad a que otras personas entren en la Junta de Facultad, que puedan entrar y además para hacer que el debate en la facultad no sea solamente el debate en la junta».

La larga parrafada desemboca en otro de los debates recurrentes en la Universidad de Sevilla: el de las posibles carencias democráticas. «Una crítica que hay, y que plantean quienes defienden el sufragio, es que, una vez que tú eliges la junta, la Junta de Facultad, el resto de profesorado se desentiende porque ha elegido a sus representantes y puede que ellos pierdan el interés de fomentar la participación del resto». «¿Y qué quiero al plantear aire nuevo? Pues que todo el profesorado tenga la ocasión de hablar, de dialogar, plantear sus expectativas y que sean recogidas por la gente que vaya a la Junta de Facultad y haya un diálogo abierto entre profesorado y Junta. No es que seamos un lugar cerrado, endogámico, en donde no nos miramos más que entre nosotros. Muchos profesores continuamente están viajando, intercambiando, hacemos seminarios nacionales e internaciones, vienen profesores... Todo eso es la renovación que hacemos y necesitamos, a eso me refiero».

La figura del rector, Miguel Ángel Castro, y de sus antecesores –Joaquín Luque, que ocupaba el cargo cuando se produjo la denuncia, y Antonio Ramírez de Arellano, actual consejero de Economía y Conocimiento– están cuestionadas por la manera en la que la institución gestionó la situación. Marcelo es prudente: «No quisiera hablar de algo que no conozco. Conozco más al rector actual, y sí puedo decir que desde el contacto que he tenido a partir de mi nombramiento como decano, en él he visto a una persona muy sensibilizada y muy dolida por lo que ha ocurrido y por atender, en la medida de lo posible, a las tres profesoras, para intentar compensar el apoyo no ofrecido».

Quiere atajar Marcelo cierta imagen negativa que la Universidad de Sevilla ha podido proyectar en las últimas semanas, siempre destacando lo innegable de la gravedad del caso de abusos. «Me parece que la universidad es ejemplo de práctica democrática. Tenemos todas las vías, todos los procedimientos para que cualquier persona pueda expresar su opinión, pueda elegir su prepresentante, ir al defensor univesitario. Creo que no podemos vincular la democracia con la modalidad de elección de rector. Es verdad que somos un caso atípico –la US es la única universidad de España en la que el claustro elige al rector–. Yo tengo mi opinión al respecto, soy más sufragista, pero creo que el hecho de que el claustro elija al rector no facilita que se hayan producido estas circunstancias, y otras. El acoso sexual no está motivado, ni facilitado, por el hecho de que el rector lo elija un claustro. Miremos a nivel de decanato. Todos los decanos no se eligen por sufragio, sino por una junta de centros. Parece que eso se acepta. No creo que sea razonable hacer esa extrapolaciónl, porque está cogida con pinzas».

Ayudar como única pretensión

Insiste Carlos Marcelo en que, a pesar de haber asumido el puesto de decano, «nunca» ha tenido la pretensión de ocupar un cargo de gestión. «Nunca me ha apetecido», zanja. La situación actual, sin embargo, lo ha llevado a asumir el cargo. «El rector me llama por ser el catedrático más antiguo. La opción de quitarme de en medio estaba, pero no podía decirle que no. Él es el responsable de mi empresa, en sentido metafórico, y si hubiera dicho que no, le hubiera trasladado la situación a otro. Y me parecía que podía ayudar y poner los mimbres para que esto salga adelante».

La asamblea y el ciclo electoral

Con la disolución de la Junta de Centro la semana pasada se ha abierto un nuevo periodo electoral. La asamblea que se ha constituido en este periodi puede tener un papel clave: «No puedo entrar en contradicción con que un grupo de profesionales, ojalá todos, se reúna para hablar del futuro de la facultad. Es sanísimo. Hay que beneficiarlo, porque es el espacio de debate ahora que no tenemos el de la Junta». «Si la asamblea sigue y me llaman, seguiré acudiendo. Y si tiene iniciativas, que espero que las tenga, de hacer cosas que yo pueda canalizar desde el decanato, lo voy a acoger».