«Muchos deberían visitar los barrios pobres para que les duelan en el alma»

El padre Ángel, fundador de la asociación Mensajeros de la Paz, ofreció ayer una conferencia en la Fundación Cajasol organizada por UGT para hablar de la pobreza que asuela en nuestros días a España y, más concretamente, a la capital hispalense

Manuel Pérez manpercor2 /
15 nov 2017 / 07:00 h - Actualizado: 15 nov 2017 / 08:00 h.
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  • A sus 80 años, el padre Ángel García sigue trabajando por los más desfavorecidos de la sociedad. / Jesús Barrera
    A sus 80 años, el padre Ángel García sigue trabajando por los más desfavorecidos de la sociedad. / Jesús Barrera

Peina canas blancas como la nieve y sus gafas amplían su profunda mirada. Una eterna sonrisa acompaña su rostro. Rara vez usa alzacuellos, pese a ser cura. Prefiere vestir un traje de chaqueta sencillo, con un nudo de corbata suelto y el último botón de la camisa desabrochado, como si estuviera a punto de remangarse para ponerse manos a la obra. Aunque el padre Ángel siempre está manos a la obra con los pobres.

—¡Cuánto trabajo tiene por delante la Iglesia! ¿La ve despierta y activa?

—El papa Francisco ha mandado que la Iglesia salga a la calle. No podemos estar esperando como funcionarios. Las iglesias tienen que estar abiertas siempre que se pueda. Algunos dudan de si Jesús resucitó o no, pero nadie duda de que ese Cristo histórico fue el que dijo dar de comer y beber, visitar a los presos... Esa es la Iglesia de verdad.

—Dentro de la Iglesia, usted es querido por muchos y otros prefieren ignorarle. ¿Por qué practicar el Evangelio causa tanto revuelo?

—No es ninguna novedad; a alguno lo mataron por eso... Somos humanos y a unos les gusta oír lo que oyen y a otros no. Podrán decir que están o no de acuerdo, pero nadie podrá decir que yo he hecho daño o he intentado ofender a nadie. No voy a pedir perdón por decir que hay que amar a los pobres. He recibido más cariño que baculazos. Pocas veces me han llamado la atención y cuando lo han hecho ha sido con cariño.

—Sevilla tiene a siete de los 15 barrios más pobres de España. ¿Deberían haber más parroquias como la suya?

—Lo que es una vergüenza es que Sevilla, que es única y presume de alegría, tenga ese dudoso honor. No se puede tolerar y eso no lo podemos quitar ni los curas ni las ONG, sino los políticos. Sevilla también tiene su lado positivo: la amistad y el acogimiento y eso lo sobrepasa todo.

—¿Cuál es la misión de Mensajeros de la Paz en Sevilla?

—Tenemos hogares particulares para acoger a niños, residencias para mayores que se encuentran solos y sufren Alzheimer. Tenemos esa capacidad de sensibilizar a las personas y de estar con las instituciones que están con los más desfavorecidos. La misión de Mensajeros de la Paz en Sevilla es la de cooperar y no conquistar, porque hemos sido conquistados por Sevilla y los sevillanos.

—¿Por qué la percepción de la Iglesia no es tan buena?

—No puedo juzgar eso porque no conozco la realidad de Sevilla. Sí conozco a muchos sacerdotes, comunidades de Cáritas, colegios de monjas como el de las Hermanas de la Cruz... Eso es una riqueza de Sevilla, pero vende poco. Vende más esas grandes iglesias que visitan los turistas. Nadie visita esos barrios pobres y deberían hacerlo para que les duelan en el alma.

—¿Hay demasiado lujo en las hermandades?

—Aunque algunos se resistan, ojalá sigan floreciendo hermandades porque todas tienen un fin social. Son una bendición de Dios y los que las critican no las conocen. Tienen un fondo cristiano, pero también folclórico y de servicio a los demás, de colaborar y de que vean que creen en ese Cristo o esa Virgen que, aunque sean de madera, también habría que creer en esos otros cristos que son de carne y hueso, como los vecinos de esos siete barrios.

—San Juan de Crisóstomo decía: «no honréis al Cristo eucarístico con ornamentos de seda mientras que descuidáis al Cristo que sufre por frío».

—Yo creo que si un cura o un obispo dice eso, a lo mejor no llegaba a santo [risas]. A veces hay que decir que dejen de vestir al Cristo de tal sitio y vistan más a ese hombre que duerme en la calle y que ha cogido una pulmonía por eso, como me acaban de decir hace un rato. Ojalá en vez de tanto oro hubiéramos podido llegar a atender a este hombre, que tiene nombres y apellidos y que ahora está en una situación crítica.

—¿Qué deben esperar los pobres de la Iglesia?

—Deben luchar y no tirar la toalla. En las revoluciones, luchar es innato. Cristo vino a luchar y a decir que no se podía quedar la gente hambrienta y que cuando un montón de ellos no tienen qué comer busca panes y los multiplica. Hay que decirles a nuestros gobernantes que tienen que luchar y que si no saben hacerlo o no lo consiguen, que se marchen y vengan otros.

—Hay muchos cristianos que prestan una gran labor en numerosos voluntariados. ¿Por qué esta es “la Iglesia que no se ve”?

—Hay crisis de curas, de monjas, de obispos... Bueno, obispos hay en todos sitios [risas]. De lo que no hay crisis es de voluntarios. Cada vez hay más personas que se nos acercan y nos dicen que quieren ser voluntarios. Todos conocen la Iglesia de los pobres y Sevilla es uno de los lugares que saben mucho de caridad. Lo que pasa es que nos acomodamos con el agua bendita y con cantar la salve rociera y a veces hay que cantar otra cosa.

—¿Qué pasaría si fueran los pobres los protagonistas del Evangelio?

—Pues que acertamos. Jesús decía que él estaba donde estuvieran los pobres.

—En un mundo utópico...

—Quiero que la gente se quiera, que nos queremos poco. Tenemos que querernos más, besarnos más y acariciarnos más, porque al final la felicidad está en querer y en dejarse querer.