Niños diversos pero muy capaces

Situación. Uno de cada diez alumnos tiene dificultades de aprendizaje, siendo la dislexia (afecta al 2-8% de la población escolar) y el TDA-H (entre el 2 y el 5%) las más habituales

26 feb 2017 / 07:06 h - Actualizado: 26 feb 2017 / 06:06 h.
"Salud","Sociedad","Dificultades para aprender"
  • Niños diversos pero muy capaces

En todas las clases hay al menos uno y más que probablemente un par de ellos. Y es que las estadísticas hablan de que uno de cada diez alumnos tiene dificultades específicas de aprendizaje, si bien esta es una realidad aún un tanto difusa dado que queda mucho por avanzar en cuanto a la detección y al reconocimiento de estos trastornos para los que debe existir una respuesta educativa que garantice el principio básico de igualdad de oportunidades y equidad en la educación.

No fue hasta hace una década que se materializó la inclusión del alumnado con dificultades de aprendizaje en el marco normativo estatal (Ley Orgánica 2/2006) y autonómico (Ley de Educación de Andalucía 17/2007), encontrando cabida dentro del colectivo de alumnos con necesidades específicas de apoyo educativo.

Así, la Administración entiende por alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo por dificultades de aprendizaje «aquel que requiere, por un periodo de escolarización o a lo largo de toda ella, una atención diferente a la ordinaria por presentar desórdenes significativos en los procesos cognitivos básicos implicados en los procesos de aprendizaje, que interfieren significativamente en el rendimiento escolar y en las actividades de la vida cotidiana del alumno o alumna, y que no vienen determinadas por una discapacidad intelectual, sensorial o motriz, por un trastorno emocional grave, ni por falta de oportunidades para el aprendizaje o factores socioculturales».

Un espectro amplio en el que se engloban cuatro categorías: dificultades significativas en la adquisición y uso de la lectura, escritura, cálculo y razonamiento matemático (aquí entrarían trastornos como la dislexia, la disgrafía, la disortografía y la discalculia); dificultades por retraso en el lenguaje a nivel fonológico, morfosintáctico, semántico y/o pragmático; dificultades por capacidad intelectual límite en niños con un cociente intelectual inferior al de la población general (CI entre 70 y 80); y dificultades derivadas de trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (conocido como TDA-H).

La dislexia y el TDA-H son quizás las más relevantes de todas estas dificultades de aprendizaje porque afectan a un segmento de la población escolar nada desdeñable, teniendo además una serie de cuestiones en común, como su condición de trastornos neurobiológicos, su más que probable origen genético o su complicado (y en general retardado) diagnóstico; no en vano suelen venir acompañados de otras patologías.

Se trata, por lo demás, de trastornos difícilmente aceptados y asumidos por el entorno (familiar, escolar, social...), de manera que los niños que padecen dislexia o TDA-H suelen padecer el rechazo del resto de alumnos cuando no directamente el acoso que tanto daño añade a una realidad ya de por sí complicada de manejar.

Dislexia en positivo

Precisamente el enfoque en positivo es el leit motiv que defiende Asandis (Asociación Andaluza de Dislexia), cuyo presidente, Jesús Gonzalo, advierte que «en Andalucía no se han diagnosticado todavía ni 10.000 de los alrededor de 80.000 casos que puede haber en edad escolar».

Esta entidad define la dislexia como «la dificultad para aprender a leer y escribir al mismo ritmo que la media de los compañeros de clase, sin causa intelectual, sensorial, emocional y/o socio-cultural que lo justifique, de origen o etiología genética, con características neuromorfológicas específicas demostradas científicamente y, en consecuencia, con una cronicidad permanente; aunque puedan paliarse o mejorarse, nunca eliminarse, sus consecuencias, con entrenamiento sistemático y específico».

Los sujetos con dislexia constituyen el 80% de los diagnósticos de trastorno del aprendizaje, situándose la prevalencia en torno al 2-8% de los niños escolarizados.

El principal hándicap con que se encuentran los disléxicos es que su trastorno no es compatible con nuestro sistema educativo, pues todos los aprendizajes se realizan a través del código escrito y a través de la lectura.

La dislexia va mucho más allá de tener dificultades en la lectura y en la escritura, ya que implica problemas de compresión, de memoria a corto plazo, de acceso al léxico, confusión entre la derecha y la izquierda, dificultades en las nociones espacio-temporales... un caos ante el que muchas veces se le considera vago o poco inteligente, craso error porque su capacidad intelectual es igual o superior a la media.

En lo que atañe al TDA-H (trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad), es una patología psiquiátrica que padece entre un 2 y un 5% de la población infantil. Según datos de la Consejería de Educación relativos al curso 2015/16, en Andalucía se han detectado 32.682 alumnos, lo que representa al 1,8% del total del alumnado. El TDA-H es crónico y comienza a revelarse antes de los siete años. Más del 80% de los niños seguirán presentando problemas en la adolescencia, y más del 30% en la edad adulta.

Está caracterizado por una dificultad de mantener la atención voluntaria frente a actividades, tanto académicas como cotidianas, unido a la falta de control de impulsos. En Aspathi (Asociación Sevillana de Padres y Afectados por Trastornos Hipercinéticos) tiene 200 familias en Sevilla capital. «Hay de media dos niños en cada clase, pero la mayoría no están diagnosticados», lamenta su presidenta, Rosario Blanco.

El concepto dificultades de aprendizaje es muy amplio, abarcando trastornos que muchas veces se solapan o coexisten y que afectan de forma directa al rendimiento académico del alumno. Además de dislexia y TDA-H, hay otros menos frecuentes, como:

Disgrafía: dificultades en la exactitud de la escritura de palabras, en las habilidades de procesamiento fonológico, a la hora de llevar a cabo la asociación fonema-grafema, en la sintaxis y en la composición que puede estar acompañada de dificultades en los procesos grafomotores.

Disortografía: dificultades en la escritura, en la aplicación de la ortografía arbitraria y/o las reglas ortográficas que no afecta al trazado o grafía de la palabra.

Discalculia: bajo rendimiento en el cálculo operatorio de adición, sustracción, multiplicación y división, y en ocasiones en la compresión de problemas verbales aritméticos.