No sabemos si Curro bebe copitas de anís

Fue el domingo que nunca antes se había vivido en el Real. Gente para dar y regalar, un cielo londinense y delicias de color verde

01 may 2017 / 07:55 h - Actualizado: 01 may 2017 / 14:18 h.
"Feria de Abril","Feria de Abril 2017"
  • No sabemos si Curro bebe copitas de anís
  • No sabemos si Curro bebe copitas de anís
  • Una madre resguarda de la rasca a su pequeña con el mantón de manila. / Jesús Barrera
    Una madre resguarda de la rasca a su pequeña con el mantón de manila. / Jesús Barrera
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Si antaño había un día triste, tristón, en el Real, ese era el domingo. Tras el referéndum muchas cosas han cambiado. El de ayer fue, seguramente, el día más populoso de la Feria 2017 y el sábado que viene, cuando los fuegos artificiales encrispen el cielo, la fiesta seguirá como si tal cosa. Desde dentro de un periódico uno tiene la sensación de que todo el mundo está al tanto de los intríngulis de las decisiones municipales. Pero no es así. Y en una encuesta rápida uno puede testar que muchos no han reparado en las nuevas hechuras temporales de la Feria de Abril. Simplemente saben que los farolillos están puestos y que la jarana ha comenzado.

Pero hay grados y grados de despiste. Frente a la portada, tres jóvenes venezolanas aterrizadas antes de ayer en Barajas se tomaban fotos con cierto índice de creciente compulsividad. «Nos dijeron unos conocidos que a Sevilla había que venir en primavera por sus fiestas. Luego más tarde iremos a buscar algún paso ¿paso lo llaman?», espetó una al periodista; quien esto firma, mismamente. Debieron advertir una cara de estupefacción por encima de lo habitual en Iberoamérica. «¿Pasos?, ¿santos?, ¿no se llaman así?, ¿no?», insistía. «¡Eso ya pasó! A los Santos los encierran en sus casas y hasta el año que viene si Dios quiere, ahora lo bueno está aquí», se adelantó en su explicación –un poco escueta, ejemplarmente básica si lo quieren– un caballista. Las venezolanas parecieron coger al vuelo que de piadosa su excursión iba a tener poco; así que siguieron pegándole al palo selfie y al rebujito. Y no en ese orden.

Todavía es pronto para diagnosticar cuál es el monumento al espanto en este Real. Porque todo yin tiene su yang; hasta en la Feria hay una cara B a la que se le pone buena cara que, total, son seis días. No: Ocho. Una cola en Manolo Vázquez alertaba de una tradición perdida (otra), el algodón de azúcar ya no es rosa; ahora puede ser verde o azul; y aunque todos saben más o menos exactamente igual de mal; el rosa se está perdiendo; debe ser un signo de los tiempos. Y sin levantar pasiones pero tampoco generar una protesta específica en su contra, ahí están. Las pueden ver en casi cada tenderete de dulces; en unos lados y en otros. Las manzanas bañadas con caramelo bañadas con chocolate bañadas con viles imitadores de Lacasitos miran desafiantes. Dicen que si del primer mordisco es capaz de catar manzana; aparte de probar que su dentadura es más fetén que la del Tyrannosaurus rex; podrá entrar en el concurso de una muñeca chochona modelo del 92, cien por cien vintage.

De regreso al Real y con el cielo puesto en plan farruco, más londinense que trianero, por Josélito El Gallo un grupo de postadolescentes temerarios abrevaba licores varios en pleno albero. Ni diez minutos tardó la Policía Local en hacer lo que llaman una «intervención». «Es que hoy no se sabe beber, en mi época nos tomábamos una copa de Marie Brizard y ya íbamos contentos», apuntaba un espontáneo a pie de caseta de postín. Este periódico ha intentado ponerse en contacto sin éxito con la mascota de la Expo’92, Curro, para preguntarle si en su época gloriosa probó el selecto brebaje. Pero las apuestas van más inclinadas a que este aun no había nacido cuando beber anís Brizard (anisette, que decían los relamidos) ya era una costumbre con más solera que Torrebruno.

«¡Qué penita tiene el cielo! Está la cosa ahí arriba más triste que una mala tarde de enero en Bustos Tavera», se lamentaba un portero en Juan Belmonte 45. El símil tiene su miga; pero no nos quedan líneas suficientes para intentar desentrañarlo. Porque, independientemente de la luz que tuviera el Real, aquello estaba a reventar. Y todo el mundo con buen humor y santa paciencia. ¿Que tardan una hora para ponerte una tapita de espinacas? ¡No pasa nada! «Mira, que llevo ya 40 minutos para 41 esperando la tapa», «¿era un montadito de tortilla, verdad?», «no, no, una tapa de espinacas», «¡ah! pues eso va a tardar un poquito más», «no pasa nada, sácamelas calentitas arfavó». Y así. Lo que en otro contexto hubiera dado para rellenar una hoja de reclamaciones con la letra en mayúsculas del cabreo, aquí en la Feria da incluso para poner sonrisa y diminutivo: «calentitas». Normal que quien viene repita. Quizás lo único malo de ayer es que demasiados de los que inauguraron el fasto el sábado reincidieron el domingo. Y así pasó. Pero con una mijita de paciencia y unas cuantas horas libres, te marchas a casa tan ricamente, con las espinacas calentitas, el algodón dulce con los colores de la bandera del orgullo gay y hasta la copita de Marie Brizard en el gañote.